LA INFANCIA DE JESÚS

Fragmentos de La Infancia de Jesús (IV), libro de Benedicto XVI           publicado en España por editorial Planeta.

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El buey y la mula
El pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamente relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1, 3: «El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no me comprende».
[Según Peter Stuhlmacher, a partir de la versión griega de Habacuc 3, 2], el pesebre sería de algún modo el Arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres, y ante la cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para el buey y el asno, para la Humanidad compuesta por judíos y gentiles. En la singular conexión entre Isaías 1, 3, Habacuc 3, 2, Éxodo 25, 18-20 y el pesebre, aparecen por tanto los dos animales como una representación de la Humanidad. La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación del Nacimiento renunciará al buey y al asno.
Los pastores
«En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad». Los primeros testigos del gran acontecimiento son pastores que velan. Es normal que ellos, al estar más cerca del acontecimiento, fueran los primeros llamados al pesebre. Naturalmente, se puede ampliar inmediatamente la reflexión: quizá ellos vivieron más de cerca el acontecimiento, no sólo exteriormente, sino también interiormente; más que los ciudadanos, que dormían tranquilamente. Y tampoco estaban interiormente lejos del Dios que se hace niño. Esto concuerda con el hecho de que formaban parte de los pobres, de las almas sencillas, a los que Jesús bendeciría.
El evangelista dice que los ángeles hablan. Pero para los cristianos estuvo claro desde el principio que el hablar de los ángeles es un cantar, en el que se hace presente de modo palpable todo el esplendor de la gran alegría que ellos anuncian. Y así, desde aquel momento hasta ahora, el canto de alabanza de los ángeles jamás ha cesado. Continúa a través de los siglos siempre con nuevas formas y, en la celebración de la Natividad de Jesús, resuene siempre de modo nuevo. Se comprende bien que el pueblo sencillo de los creyentes haya después oído cantar también a los pastores, y que hasta el día de hoy se una a sus melodías en la Noche Santa, expresando con el canto la gran alegría que, desde entonces hasta el fin de los tiempos, se nos ha dado a todos.
«Cuando los ángeles los dejaron, los pastores se decían unos a otros: Vayamos derechos a Belén, a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor. Fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre». Los pastores se apresuraron ciertamente por curiosidad humana, para ver aquello tan grande que se les había anunciado. Pero estaban seguramente también pletóricos de ilusión, porque ahora había nacido verdaderamente el Salvador, el Mesías, el Señor que todo el mundo estaba esperando. ¿Qué cristianos se apresuran hoy cuando se trata de las cosas de Dios?
El ángel había anunciado también una señal a los pastores: encontrarían a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Pero no es una señal en el sentido de que la gloria de Dios se había hecho patente, de tal modo que se pudiera decir claramente: Éste es el verdadero Señor del mundo. Nada de eso. En este sentido, el signo es al mismo tiempo también un no signo: el verdadero signo es la pobreza de Dios. Pero para los pastores que habían visto el resplandor de Dios sobre sus campos, esta señal es suficiente: lo que el ángel ha dicho es verdad.

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LA INFANCIA DE JESÚS

Fragmentos de La Infancia de Jesús (III), libro de Benedicto XVI                publicado en España por editorial Planeta.

La plenitud de los tiempos
«En aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero». Lucas introduce con estas palabras su relato sobre el nacimiento de Jesús. Es importante el contexto histórico universal. Por primera vez, se empadrona al mundo entero. Por primera vez, hay un Gobierno y un reino que abarca el orbe. Y por vez primera hay una gran área pacificada, donde se registran los bienes de todos y se ponen al servicio de la comunidad. Sólo en este momento, en el que se da una comunión de derecho y bienes en gran escala, y hay una lengua universal que permite a una comunidad cultural entenderse en el modo de pensar y actuar, puede entrar en el mundo un mensaje universal de salvación, un portador universal de salvación: es, en efecto, la plenitud de los tiempos.
Jesús no ha nacido y comparecido en público en un tiempo indeterminado, en la intemporalidad del mito. Él pertenece a un tiempo que se puede determinar con precisión y a un entorno geográfico indicado con exactitud: lo universal y lo concreto se tocan recíprocamente. En Él, el Logos, la Razón creadora de todas las cosas, ha entrado en el mundo.
El decreto de Augusto para registrar fiscalmente a todos los ciudadanos de la ecumene lleva a José, junto con su esposa María, a Belén, la ciudad de David, y así sirve para que se cumpliera la promesa del profeta Miqueas. La historia del Imperio romano y la historia de salvación, iniciadas por Dios con Israel, se compenetran recíprocamente. La historia de la elección de Dios, limitada hasta entonces a Israel, entra en toda la amplitud del mundo, de la historia universal. Dios, que es el Dios de Israel y de todos los pueblos, se demuestra como el verdadero guía de toda la Historia.

Nacimiento de Jesús en Belén                                                                                              «Y mientras estaba allí (en Belén) le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada». Para el Salvador del mundo, para aquel en vista del cual todo fue creado, no hay sitio. Esto debe hacernos pensar y remitirnos al cambio de valores que hay en la figura de Jesucristo, en su mensaje. Ya desde su nacimiento, Él no pertenece a ese ambiente que, según el mundo, es importante y poderoso. Y, sin embargo, precisamente este hombre irrelevante y sin poder se revela como el realmente Poderoso, como aquel de quien a fin de cuentas todo depende. Así pues, el ser cristiano implica salir del ámbito de lo que todos piensan y quieren, de los criterios dominantes, para entrar en la luz de la verdad sobre nuestro ser y, con esta luz, llegar a la vía justa.

María puso a su niño recién nacido en un pesebre. De aquí se ha deducido con razón que Jesús nació en un establo, en un ambiente poco acogedor, pero que ofrecía en todo caso la discreción necesaria para el santo evento. En la región en torno a Belén se usan desde siempre grutas como establo. Ya en san Justino mártir (+165) y en Orígenes (+ca. 254) encontramos la tradición según la cual el lugar del nacimiento de Jesús había sido una gruta. El hecho de que, tras la expulsión de los judíos de Tierra Santa en el siglo II, Roma transformara la gruta en lugar de culto a Tammuz-Adonis, queriendo evidentemente borrar con ello la memoria cultural de los cristianos, confirma la antigüedad de dicho culto. Las tradiciones locales son, con frecuencia, una fuente más fiable que las noticias escritas. Se puede, por tanto, reconocer un notable grado de credibilidad a la tradición local betlemita, con la que enlaza también la basílica de la Natividad.

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LA INFANCIA DE JESÚS

Fragmentos de La Infabotticelli_madonna_with_book.jpgncia de Jesús (II),                                                                  libro de Benedicto XVI                                    

publicado en España por editorial Planeta.

  Una desconcertante promesa

Mientras que el ángel entra donde se encuentra María, a José sólo se le aparece en sueños, pero en sueños que son realidad y revelan realidades. Se nos muestra, una vez más, un rasgo esencial de la figura de san José: su finura para percibir lo divino y su capacidad de discernimiento. Sólo a una persona íntimamente atenta a lo divino, dotada de una peculiar sensibilidad por Dios y sus senderos, le puede llegar el mensaje de Dios de esta manera. Y la capacidad de discernimiento era necesaria para reconocer si se trataba sólo de un sueño o si verdaderamente había venido el mensajero de Dios y le había hablado. El mensaje que se le consigna es impresionante y requiere una fe excepcionalmente valiente. ¿Es posible que Dios haya realmente hablado? Podemos, por tanto, imaginar cómo luche ahora en lo más íntimo con este mensaje inaudito de su sueño: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo».
José recibe la orden de dar un nombre al niño, adoptándolo legalmente como hijo suyo. Es el mismo nombre que el ángel había indicado también a María para que se lo pusiera al niño: el nombre Jesús (Jeshua) significa YHWH es salvación. El mensajero de Dios que habla a José en sueños aclara en qué consiste esta salvación: «Él salvará a su pueblo de los pecados». Con esto se asigna al niño un alto cometido teológico, pues sólo Dios mismo puede perdonar los pecados. Pero, por otro lado, esta definición de la misión del Mesías podría también aparecer decepcionante. La expectación común de la salvación estaba orientada, sobre todo, a la situación penosa de Israel: a la restauración del reino davídico, a la libertad e independencia de Israel. La promesa del perdón de los pecados parece demasiado poco y, a la vez, excesivo. En el fondo, en estas palabras, se anticipa ya toda la controversia sobre el mesianismo de Jesús: ¿ha redimido verdaderamente a Israel? ¿Acaso no ha quedado todo como antes?
El nacimiento virginal
Karl Barth ha hecho notar que hay dos puntos en la historia de Jesús en los que la acción de Dios interviene directamente en el mundo material: el parto de la Virgen y la resurrección del sepulcro. Estos dos puntos son un escándalo para el espíritu moderno. A Dios se le permite actuar en las ideas y los pensamientos, en la esfera espiritual, pero no en la materia. Esto nos estorba. No es ése su lugar. Pero se trata precisamente de eso, a saber, de que Dios es Dios, y no se mueve sólo en el mundo de las ideas.
Naturalmente, no se pueden atribuir a Dios cosas absurdas o insensatas, o en contraste con su creación. Pero aquí no se trata de algo irracional e incoherente, sino precisamente de algo positivo: del poder creador de Dios, que abraza a todo ser. Por eso, estos dos puntos son piedras de toque de la fe. Si Dios no tiene poder también sobre la materia, entonces no es Dios. Pero sí que tiene ese poder, y con la concepción y la resurrección de Jesucristo ha inaugurado una nueva creación. Así, como Creador, es también nuestro Redentor. Por eso la concepción y el nacimiento de Jesús de la Virgen María son un elemento fundamental de nuestra fe y un signo luminoso de esperanza.

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LA INFANCIA DE JESÚS

cadro5Fragmentos de La Infancia de Jesús (I),   libro de Benedicto XVI                              publicado en España por editorial Planeta.

He tratado de interpretar, en diálogo con los exegetas del pasado y del presente, lo que Mateo y Lucas narran al comienzo de sus evangelios. ¿Es cierto lo que se ha dicho? ¿Tiene que ver conmigo? ¿De dónde sacan Mateo y Lucas la historia que relatan?
Lucas alude a veces a que María misma fue una de sus fuentes. También de este modo, la aparición tardía especialmente de las tradiciones sobre María tiene su explicación en la discreción de la Madre y de los círculos cercanos a ella: los acontecimientos sagrados en el alba de su vida no podían convertirse en tradición pública mientras ella aún vivía.
Conviene considerar primero la narración del anuncio del nacimiento de Jesús a María. En el saludo del ángel llama la atención el que no se dirija a María el acostumbrado saludo judío, shalom -la paz esté contigo-, sino que use la fórmula griega chaire, que se puede traducir por ave, salve. Pero conviene comprender su verdadero significado: ¡Alégrate! Con este saludo del ángel, comienza en sentido propio el Nuevo Testamento.
La misma palabra reaparece en la Noche Santa en labios del ángel, que dijo a los pastores: «Os anuncio una gran alegría». Vuelve a aparecer en Juan con ocasión del encuentro con el Resucitado: «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor». En los discursos de despedida en Juan hay una teología de la alegría que ilumina, por decirlo así, la hondura de esta palabra: «Volveré y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría». La alegría aparece en estos textos como el don propio del Espíritu Santo, como el verdadero don del Redentor. Así pues, en el saludo del ángel, se oye el sonido de un acorde que seguirá resonando a través de todo el tiempo de la Iglesia.
María y José
Es importante escuchar también la última frase de la narración lucana de la Anunciación: «Y el ángel la dejó». El gran momento del encuentro con el mensajero de Dios, en el que toda la vida cambia, pasa, y María se queda sola con un cometido que, en realidad, supera toda capacidad humana. Ya no hay ángeles a su alrededor. Ella debe continuar el camino que atravesará por muchas oscuridades, comenzando por el desconcierto de José ante su embarazo. En esas situaciones, cuántas veces habrá vuelto interiormente María al momento en que el ángel de Dios le había hablado.
A diferencia de Lucas, Mateo habla desde la perspectiva de san José. Nos dice que María era prometida de José. Según el Derecho judío, el compromiso significaba ya un vínculo jurídico, de modo que María podía ser llamada la mujer de José. Ha de suponer que María había roto el compromiso y -según la ley- debe abandonarla. A este respecto, puede elegir entre un acto jurídico público y una forma privada. José escoge el segundo procedimiento para no denunciarla. Se trata de interpretar y aplicar la ley de modo justo. Él lo hace con amor, no quiere exponer públicamente a María a la ignominia. La ama incluso en el momento de la gran desilusión. No encarna esa forma de legalidad de fachada que Jesús denuncia en Mateo 23. Vive la ley como evangelio, busca el camino de la unidad entre la ley y el amor. Y, así, está preparado interiormente para el mensaje nuevo, inesperado y humanamente increíble, que recibirá de Dios.

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La guerra de Navidad

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«Las campanas que celebran el nacimiento del Niño suenan como cañonazos» (Chesterton )

Recordaba Chesterton que la Navidad es una guerra sin cuartel. Este sentido guerrero de la Navidad ha sido bobaliconamente eludido, primero por los propios cristianos, que han querido convertirla en una fiesta pánfila y merengosa, olvidando su sentido teológico más profundo; y, por supuesto, este olvido ha sido aprovechado por los falsificadores de la Navidad, que quieren a la gente cloroformizada y pacífica, náufraga en un océano de calma chicha, de sosiego tontorrón, de paz lobotomizada. «Calma», «sosiego», «paz» son las palabras que se repiten, con obstinación maniática, en los letreros luminosos que iluminan la madrileña calle de Velázquez, que son algo así como el ensalmo hipnótico que los falsificadores de la Navidad lanzan a la multitud cretinizada, mientras ellos la celebran a su manera. Y la manera en que la celebran es la misma en que la celebró Herodes.

Y es que la Navidad es una subversión del universo; y toda subversión es un trastorno de las jerarquías establecidas. Quien mejor lo entendió fue Herodes, que de repente sintió que los cimientos de su palacio se tambaleaban, removidos por el nacimiento de aquel misterioso rival que había venido a arrebatarle el cetro; y respondió a la provocación con la ira de un monarca desposeído. Pero la ira de Herodes es trasunto de la ira de otro monarca de rango superior, aquel que en el Génesis se nos había pintado bajo la figura de una serpiente. Este monarca disfrutaba de su posesión con pacífico deleite: había conseguido que la criatura predilecta de su enemigo, a la que le había sido concedido el dominio de la Creación, se manchara con los apetitos más sórdidos y despreciables, entregándose a la traición de los nobles ideales que le habían sido esculpidos en el corazón por la mano divina. Y, de repente, esa criatura envilecida por el pecado se convertía en recipiente divino. ¿Cabe concebir mayor subversión? ¡Dios reafirmaba su alianza con el hombre adoptando su figura, Dios se rebajaba a habitar en ese nido de inmundicias que la serpiente creía haber contaminado para siempre! Y, además, no lo hacía bajando en gloria y majestad del cielo, ni adoptando una forma vagamente antropomórfica, como ocurría en las mitologías paganas, sino que se gestaba en el vientre de una mujer, se amamantaba en los pechos de una mujer, se cobijaba aterido e inerme en el regazo de una mujer. La nueva alianza de Dios con el hombre, que se sella en la Cruz, se inicia en el vientre de una mujer; y el vientre de la mujer se convierte, desde entonces, en el epicentro de una guerra sin cuartel que se inicia el día de Navidad y que se mantendrá hasta el fin de los tiempos, cuando la monarquía de la antigua serpiente sea derribada de un soplo: «Pongo eterna enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya».

Cada vez que un niño es concebido, se rememora aquella nueva alianza que Dios entabló con los hombres; cada vez que un niño es concebido se tambalean los cimientos del palacio donde mora Herodes. Y la guerra que se declaró en la noche de Navidad, cuando Dios osó arrebatar a su Enemigo un territorio que éste creía conquistado para siempre, es la misma guerra que se sigue desenvolviendo ante nuestros ojos, a poco que apartemos las legañas de la «calma» y el «sosiego» y la «paz» con que los falsificadores de la Navidad pretenden entorpecer nuestra visión. Herodes sigue celebrando la Navidad combatiendo la descendencia de la mujer en su propio vientre; y se vale de leyes inicuas que reafirman su mandato. La guerra de la Navidad se sigue cobrando inocentes; y las campanas que celebran el nacimiento de Dios resuenen en la noche como cañonazos, desafiando el poder de las tinieblas.

Artículo de J. Manuel de Prada

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¡FELIZ NAVIDAD!

«Os anuncio una Buena Noticia: os ha nacido un Salvador ,                                    el Mesías, el Señor» (Lc,2 10-11)

maria jose jesus pesebreEl tiempo se llena de alegría porque esperamos y recibimos al Niño Jesús nacido en Belén. No, no es un cuento inventado por las comunidades cristianas de los primeros siglos , sino un hecho histórico que ha cambiado la historia de la humanidad.

Su Santidad el Papa Benedicto XVI tiene un objetivo para esta Navidad: Ayudar a redescubrir el verdadero misterio que se esconde detrás de las luces parpadeantes , de las grandes cenas y regalos. Este mensaje resonará en la basílica de san Pedro en la Misa del Gallo, en la medianoche de Navidad, que comenzará a las 21 horas con el canto de Kalenda , el texto del Martirologio Romano que anuncia el nacimiento de Jesús. El 25 de diciembre a mediodía el Papa hará resonar esta recomendación desde el balcón de la basílica, al pronunciar su mensaje navideño. A continuación impartirá su bendición Urbi et Orbi, y felicitará en más de sesenta idiomas al mundopor el Nacimiento de Jesús. Despedirá el año 2012 en la tarde del 31 de diciembre, en la basílica de san Pedro, con un acto de oración adoración ante el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, que para el creyente es presencia real de Jesucristo. A continuación como acción de gracias se cantará el «Te Deum» (Te alabamos, Dios), antiquísimo himno cristiano en prosa; el mismo canto que se elevó cuando fue elegido Papa en la Capilla Sixtina, hace más de siete años. El año 2013 lo comenzará presidiendo la misa con motivo de la Jornada Mundial de la Paz  que lleva por tema: «Bienaventurados los que trabajan por la paz» . La otra gran celebración se vivirá el día de Reyes, cuando Benedicto XVI presida la misa en la Epifanía del señor. Será un momento inolvidable, pues en esta ocasión ordenará obispo a monseñor Georg Gänswein, quien, desde el año 2003, es su secretario privado. A su hombre de confianza, el papa le ha encomendado, además, la misión de ser Prefecto de la Casa Pontificia, encargado de organizar la concesión de audiencias públicas y privadas al Santo Padre.

Las celebraciones  mostrarán  a millones de personas que el cristianismo es la religión de Dios hecho hombre. Ese es el mayor de los escándalos y el mayor de los consuelos para toda persona. ¡Ánimo y compartamos parte de nuestro tiempo con su Santidad a través de los medios celebrando la Navidad!.

EL JÚBILO DEL NACIMIENTO DE JESÚS

Pero, en fin, lo importante ahora es la alegría. Y si el cristiano debe ser siempre alegre, porque se siente hijo de Dios, mucho más aún en este tiempo de Adviento y Navidad en el que esperamos con júbilo el Nacimiento de nuestro Salvador. Y no debemos restar ni un ápice de alegría a la que viven los demás, sea como sea. En principio, la alegría de las calles, el mayor acercamiento entre las gentes, las felicitaciones navideñas, la reunión de las familias, las treguas en las guerras, todo ello debemos apoyarlo con entusiasmo. Bien pudiera ser que un talante un tanto purista y trasnochado llevase a algún cristiano a oponerse a esa alegría pública. Se equivoca, pues cuanto más se recuerde la Navidad (la Natividad de Jesús) más se estarán acercando a su Figura y a su Mensaje. Pero ciertamente hay abusos. No se puede caer en un consumismo atroz, o una gula loca, que atente contra la salud. Sabemos que hay muchos necesitados,y cada vez más por la durísima crisis que vivimos, nuestra obligación es ayudar con nuestra alegría y nuestros bienes, tengamos muchos o pocos. Pero, hay algo que también hace notable a la Navidad. Sabemos que es el tiempo en el que las ayudas a los necesitados se prodigan y aumentan, lo cual nos llevaría a decir que ojalá todo el año fuese Navidad. Tengamos en cuenta la durísima crisis que estamos sufriendo, la cual gracias a Dios ha incrementado el nivel de ayudas. Pero, ojalá, todo el año fuera Navidad.

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IV Domingo de Adviento

«¡Bendita tú entre las mujeres , y bendito el fruto de tu vientre!»
(Lc 1, 39 – 45)

«María: La alegría de creer»

Cuando la Iglesia nos llama por la voz del sucesor de Pedro a descubrir de nuevo la alegría de creer y el entusiasmo de comunicar la fe, el relato de la visitación de María a su prima Isabel aparece como antesala de la Navidad, recordándonos que, para recibir al Hijo, es necesario aprender siempre en el corazón de la Madre, es decir que hay que ponerse en camino –como María- para experimentar la alegría de creer.

                        Mira a este niño

Noche de excelso amor
Dios y hombre unido
en Cristo el ungido
en humildad nos nació.

Mira a este Niño
inocente, sonriente
otorgando perdón
abriendo su corazón.

¡Te olvidas bautizado
qué eres su hermano
qué fuiste rescatado
en el madero sagrado!

Celebra la Navidad
con alegría y gozo
con cristiano alborozo
¡deja lo material!

Todo me habla de Ti
¡nada me separe de Ti!

 Águeda –Navidad 2012/13

 

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Antífonas mayores de la «O»

DSCN0139Las antífonas de la O son siete, y la Iglesia las canta con el Magnificat del Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y, también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad del Nacimiento del Salvador.

Se llaman así porque todas empiezan en latín con la exclamación «O», en castellano «Oh». También se llaman «antífonas mayores».

Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII, y se puede decir que son un magnífico compendio de la cristología más antigua de la Iglesia, y a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del A.T. como de la Iglesia del N.T.

Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús, que condensan el espíritu del Adviento y la Navidad. La admiración de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre: «Oh». La comprensión cada vez más profunda de su misterio. Y la súplica urgente: «Ven»

Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida de un título mesiánico tomado del A.T., pero entendido con la plenitud del N.T. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no tardes más.

  • O Sapientia = sabiduría, Palabra
  • O Adonai = Señor poderoso
  • O Radix = raíz, renuevo de Jesé (padre de David)
  • O Clavis = llave de David, que abre y cierra
  • O Oriens = oriente, sol, luz
  • O Rex = rey de paz
  • O Emmanuel = Dios-con-nosotros.

Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra después de la «O», dan el acróstico «ero cras», que significa «seré mañana, vendré mañana», que es como la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.

Se cantan —con la hermosa melodía gregoriana o en alguna de las versiones en las lenguas modernas— antes y después del Magnificat en las Vísperas de estos siete días, del 17 al 23 de diciembre, y también, un tanto resumidas, como versículo del aleluya antes del evangelio de la Misa.

  • Día 17 : ¡Oh, Sabiduría! que brotaste de la boca del Altísimo, abarca del uno al otro confin y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven  y muestranos el camino de la salvación.
  • Día 18: ¡Oh, Adonaí jefe de la casa de Israel! Que te apareciste a Moisés en la zarza encendida, y le diste tu Ley sobre el monte Sinaí. Ven a rescatarnos con el poder de tu brazo.
  • Día 19: ¡Oh, Raíz de Jesé! Que estás como estandarte de todos los pueblos, en cuya presencia se callarán los reyes, y te invocarán los Gentiles. ¡Ven a salvarnos, no tardes ya!
  • Día 20: ¡Oh, Llave de David y cetro de la casa de Israel! Que abres sin que nadie pueda cerrar, y cierras sin que nadie pueda abrir! ¡Ven y saca de su prisión a los cautivos sentados en tinieblas y en sombras de muerte!
  • Día 21: ¡Oh Oriente, esplendor de la luz eterna y sol de justicia! ¡Ven y alumbra a los sumidos en tinieblas y sombra de muerte!
  • Día 22: ¡Oh Rey de las naciones y su Deseado; piedra angular que reúnes a los dos pueblos! ¡Ven y salva al hombre que formaste del lodo!
  • Día 23: ¡Oh Emmanuel, nuestro Rey y Legislador, esperanza de las naciones y Salvador suyo! ¡Ven a salvarnos, Señor y Dios nuestro!

Son cantadas por todas las Comunidades  Benedictinas y Cistercienses, en latín con música gregoriana.

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III Domingo de Adviento

«Viene el que es más fuerte que yo, a  quien no merezco desatarle la correa de su sandalia»
(Lc 3, 10-18)

«El domingo de la alegría»

Llamado este III Domingo de Adviento gaudete desde hace muchos siglos es una invitación especial a la alegría. Procede de la primera palabra latina, gaudete, en la antífona de entrada de nuestra misa de hoy y que utiliza una frase de San Pablo, de la Carta a los Filipenses: «Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito: estad siempre alegres. El Señor está cerca». Nada, realmente, puede definir el Adviento con tan pocas palabras. Alegres, siempre alegres esperamos al Señor, que hecho Niño viene a salvarnos. Alegría, paz, amor, esperanza… Esperamos, pues.

Citas para reflexionar

  • «Habrá que afrontar embaucadores, sufrir persecuciones y calamidades», pero con «la esperanza perseverante en la victoria» de la Cruz, el corazón humano «encontrará siempre un suelo firme, la auténtica paz».  S.S. Benedicto XVI
  • «El mundo no se salvará a ritmo de tweets, pero algunos millones de personas podrán también por este medio sentir al Papa más cerca». P. Federico Lombardi
  • «Tenemos ante nosotros un mundo poscristiano que reevangelizar».   P. Cantalamesa, OSF
  • «Hay que recuperar la ilusión por la santidad, que es el motor de la nueva evangelización. La parroquia es el lugar de la santidad, donde cargamos las pilas y queriendo ser santos, anunciamos a Jesucristo».  Jesús Higueras, párroco.
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Adviento

El Adviento nos recuerda que el ser humano no se agota en sus realizaciones concretas. La persona no se identifica con sus logros.

La espera se mantiene en vigilancia para imaginar el futuro y para prepararle con nuestras decisiones actuales.

El Adviento es un tiempo de gracia que nos remite a Jesucristo: en su encarnación en nuestra tierra y en nuestra historia. Dios se ha hecho humano en Jesús, para que nosotros podamos aspirar a ser divinos, por él, con él y en él.

Preparad el camino del Señor.  Allanad sus senderos. No son senderos de la estepa los que han de enderezarse, sino las costumbres y los hábitos de las gentes. Es necesaria una conversión de la vida toda.

El mensaje del Bautista culmina con un verso inolvidable: “Todos verán la salvación de Dios”.

El mensaje proclama, la obra del Mesías como una salvación obrada por Dios.
Muchos la entenderían en sentido político frente al poder de Roma. Y otros muchos como la liberación de todo lo que impedía al ser humano aceptar a Dios como Dios. También para nosotros, este mensaje es luz “Evangelio”, una buena noticia. Necesitamos ser librados de mil presiones externas y de muchas tendencias personales que dañan. Solo Dios puede salvarnos de todo lo que nos impide ser humanos de verdad.

Señor Jesús, te reconocemos como Salvador.
¡Ven a librarnos!

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