LA INFANCIA DE JESÚS

cadro5Fragmentos de La Infancia de Jesús (I),   libro de Benedicto XVI                              publicado en España por editorial Planeta.

He tratado de interpretar, en diálogo con los exegetas del pasado y del presente, lo que Mateo y Lucas narran al comienzo de sus evangelios. ¿Es cierto lo que se ha dicho? ¿Tiene que ver conmigo? ¿De dónde sacan Mateo y Lucas la historia que relatan?
Lucas alude a veces a que María misma fue una de sus fuentes. También de este modo, la aparición tardía especialmente de las tradiciones sobre María tiene su explicación en la discreción de la Madre y de los círculos cercanos a ella: los acontecimientos sagrados en el alba de su vida no podían convertirse en tradición pública mientras ella aún vivía.
Conviene considerar primero la narración del anuncio del nacimiento de Jesús a María. En el saludo del ángel llama la atención el que no se dirija a María el acostumbrado saludo judío, shalom -la paz esté contigo-, sino que use la fórmula griega chaire, que se puede traducir por ave, salve. Pero conviene comprender su verdadero significado: ¡Alégrate! Con este saludo del ángel, comienza en sentido propio el Nuevo Testamento.
La misma palabra reaparece en la Noche Santa en labios del ángel, que dijo a los pastores: «Os anuncio una gran alegría». Vuelve a aparecer en Juan con ocasión del encuentro con el Resucitado: «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor». En los discursos de despedida en Juan hay una teología de la alegría que ilumina, por decirlo así, la hondura de esta palabra: «Volveré y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría». La alegría aparece en estos textos como el don propio del Espíritu Santo, como el verdadero don del Redentor. Así pues, en el saludo del ángel, se oye el sonido de un acorde que seguirá resonando a través de todo el tiempo de la Iglesia.
María y José
Es importante escuchar también la última frase de la narración lucana de la Anunciación: «Y el ángel la dejó». El gran momento del encuentro con el mensajero de Dios, en el que toda la vida cambia, pasa, y María se queda sola con un cometido que, en realidad, supera toda capacidad humana. Ya no hay ángeles a su alrededor. Ella debe continuar el camino que atravesará por muchas oscuridades, comenzando por el desconcierto de José ante su embarazo. En esas situaciones, cuántas veces habrá vuelto interiormente María al momento en que el ángel de Dios le había hablado.
A diferencia de Lucas, Mateo habla desde la perspectiva de san José. Nos dice que María era prometida de José. Según el Derecho judío, el compromiso significaba ya un vínculo jurídico, de modo que María podía ser llamada la mujer de José. Ha de suponer que María había roto el compromiso y -según la ley- debe abandonarla. A este respecto, puede elegir entre un acto jurídico público y una forma privada. José escoge el segundo procedimiento para no denunciarla. Se trata de interpretar y aplicar la ley de modo justo. Él lo hace con amor, no quiere exponer públicamente a María a la ignominia. La ama incluso en el momento de la gran desilusión. No encarna esa forma de legalidad de fachada que Jesús denuncia en Mateo 23. Vive la ley como evangelio, busca el camino de la unidad entre la ley y el amor. Y, así, está preparado interiormente para el mensaje nuevo, inesperado y humanamente increíble, que recibirá de Dios.

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