El Cristo del Calvario

pascua.pngEn esta tarde, Cristo del Calvario
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
Como quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
como mostrarte mis manos vacías
cuando las tuyas están llenas de heridas?
Como explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
Como explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y solo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.
Amen.
(Autor desconocido)

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29 de marzo VIERNES SANTO

Hoy muere Jesús.

DSCN0629Al amanecer del viernes, le juzgan. Tiene sueño, frío, le han dado golpes. Deciden condenarle y lo llevan a Pilatos. Judas, desesperado, no supo volver con la Virgen y pedir perdón, y se ahorcó. Los judíos prefirieron a Barrabás. Pilatos se lava las manos y manda crucificar a Jesús. Antes, ordenó que le azotaran. La Virgen está delante mientras le abren la piel a pedazos con el látigo. Después, le colocan una corona de espinas y se burlan de Él. Jesús recorre Jerusalén con la Cruz. Al subir al Calvado se encuentra con su Madre. Simón le ayuda a llevar la Cruz. Alrededor de las doce del mediodía, le crucificaron. Nos dio a su Madre como Madre nuestra y hacia las tres se murió y entregó el espíritu al Padre. Para certificar la muerte, le traspasaron con una lanza. Por la noche, entre José de Arimatea y Nicodemo le desclavan, y dejan el Cuerpo en manos de su Madre. Son cerca de las siete cuando le entierran en el sepulcro.DSCN0622

ORACIÓN: Cristo Jesús tu pasión y tu muerte son la prueba más palpable del inmenso amor que me tienes. No quiero acostumbrarme a los relatos evangélicos: quiero leerlos con ojos nuevos. Déjame que me quede contemplándote con tu Madre al pie de la cruz, desde la que has vencido a mis enemigos: el pecado, la muerte, y puedes fortalecer mi débil fe.

MUNDO: Los enemigos  de la Vida pudieron matar solo el Cuerpo de Cristo, que luego resucitó. ¿Qué tiene este Muerto que a tantos vivos inquieta ?  ¡Qué vive!

FE: Adoramos a Jesús, traicionado, condenado, escarnecido y crucificado: es Dios, su amor es infinito.  ¡Dame, Señor dolor de amor! Ojalá lleves en el bolsillo un crucifijo y lo beses con frecuencia.

Personajes de la Pasión  (III) G. Vélez

  • Los soldados

Éramos un grupo numeroso, quienes pagábamos servicio militar por las provincias de Palestina.

Algo tuvimos que ver con la muerte de un galileo llamado Jesús, a quien algunos señalaban como “hombre poderoso en obras y en palabras”.

Muchos veníamos de Grecia, de Asia Menor y otras regiones, pero todos ganábamos lo mismo. Servíamos a los ideales del imperio, algo que por cierto no entendíamos, ni tampoco nos interesaba entender.

En muchas ocasiones éramos crueles, es verdad. Porque nuestros superiores decían: -Haz esto y lo hacíamos de inmediato. Cuando juzgaban al Galileo, un compañero le dio una bofetada tan feroz, allá en el palacio de Anás, que casi lo derriba por tierra. Los demás no aprobamos esa conducta, pues hay que tener medida en las cosas. Luego llevamos al reo hasta el Calvario y custodiamos su agonía hasta la tarde, aquella víspera de Pascua.

Tedioso y amargo este oficio. Pero había que cumplirlo, con la esperanza de regresar a nuestra tierra con algunos dineros ahorrados.

Es cierto que aquel condenado nos pareció distinto a los demás. Allá en la cruz no blasfemaba. Sus palabras fueron todas de bondad y mansedumbre. Era un crucificado extraño. Luego sus amigos dijeron que había resucitado de entre los muertos. Cosa no comprobada y que al fin y al cabo, ni nos va, ni nos viene.

  • El Cirineo

El evangelista Marcos tuvo el detalle de citar en su escrito a mis dos hijos: Alejandro y Rufo.

Nací en el actual territorio de Libia y me llamaron Simón. Con numerosos paisanos, formábamos una abundante colonia judía en Jerusalén, con sinagoga propia.

Aquel día, víspera de la Pascua, regresaba de mi parcela en las afueras de la capital. De improviso me encontré con quienes empujaban tres reos hacia la colina de la Calavera. Los soldados me obligaron a ayudar con la cruz a uno de ellos, cuyas fuerzas fallaban.

Después supe que se llamaba Jesús y era de Nazaret. Al fin, pude llegar a mi casa, molesto y enojado.

No volví a saber más de ese Jesús. Pero a la semana siguiente, salieron en Jerusalén con la historia de que ese hombre era un gran profeta. Algunos lo tenían por el Mesías y aseguraban que había resucitado. Yo no quise meterme en tales asuntos. No eran del todo claros y además despertaban sospecha entre los dirigentes de la ciudad.

Mis hijos sí tuvieron buena amistad con los de aquella secta que se llamó de los cristianos. Y más tarde, Pablo de Tarso mencionará a Rufo en una de sus cartas. Le llamará “cristiano eminente”.

Pero a pesar de haber visto a Jesús, yo seguiré siendo judío hasta mi muerte.

  • El Centurión

Uno había crecido en la religión del imperio, en otra cultura, en otras condiciones. Teníamos muchos dioses, pero igualmente y valga la verdad, muchos miedos.

A este Jesús lo conocí solamente de lejos. Pero pude entender que el dios del cielo puede manifestarse de la manera más sencilla, en los humildes. No me interesó mucho la religión de los judíos. Eran un pueblo inculto, resentido y fanático. Llenaban su vida con presentar ofrendas en el templo, sin preocuparse mucho de la propia conducta y de los más necesitados. Sin embargo este profeta era distinto. Desde aquel día, cuando curó al criado de otro centurión, queriendo ir hasta su casa allá en Caná, comprobé que era un rabino amable, pero a la vez misterioso.

Me tocó por fortuna o infortunio, comandar la cohorte que tuvo a cargo su ejecución, la víspera de Pascua. Con él crucificamos también dos malhechores.

Vi en Jesús a un judío diferente. Cuando agonizaba en la cruz, pronunció algunas frases en hebreo que yo alcancé a comprender. Todas ellas me tocaron el corazón. Y cuando expiró, tuvo lugar un fenómeno extraño. Se opacó el sol y toda la colina del Calvario se estremeció.

Yo estaba apoyado en mi lanza, vigilando todo esto, y no pude menos de exclamar: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios”.

  • María Magdalena

Todo fue una mezcla lastimosa de amor y de tragedia. Pero allí estábamos junto a la cruz, la Madre del Señor, María la de Cleofás y mi persona.

Aquel dolor sin límites me enmudeció. Sin embargo, estuve presente cuando José y Nicodemo desclavaron el cuerpo de la cruz, lo embalsamaron y lo condujeron al sepulcro.

Sin embargo mi corazón me iba diciendo cosas desconocidas, que yo misma no podía comprender. Por esto madrugamos al tercer día, a ungir nuevamente el cadáver con perfumes. Pero la piedra estaba corrida y allí junto al sepulcro nos hablaron unos ángeles.

Corrí enseguida a avisar a Pedro. Él y Juan llegaron corriendo. El cadáver de Jesús no estaba. Solamente las vendas dobladas y aparte, el sudario. Entonces todos empezamos a creer y un gozo inmenso nos inundó el alma.

Los escritores me dan el crédito de haber sido la primera que descubrí al Señor resucitado. Es cierto, pero tan enorme noticia no me la guardé para mi sola. Salí a contar por todo Jerusalén.

Avanza la historia y en todos los rincones del mundo, hombres y mujeres de todas las razas confiesan hoy con el alma en los labios: Verdaderamente ha resucitado. Luego es Dios. Luego en Él podemos depositar serenamente toda nuestra confianza.

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Oración de JUEVES SANTO

ORACION DE LA FAMILIA POR LOS SACERDOTES
Señor Jesús, hoy celebramos nuevamente tu última cena
y recordamos que en ella instituiste el sacerdocio ministerial,
la eucaristía y el mandamiento supremo del amor.
Nuestra familia quiere ahora pedirte por los sacerdotes que nos diste,
para que fueran nuestros pastores.
Ellos salieron de una familia como la nuestra,
para servir a todos los hombres.
Danos Señor, un corazón de hermanos para comprender sus debilidades
y alentarnos en la misión que les encomendaste.
También queremos decirte que necesitamos sentir hambre del pan
de la eucaristía para que el amor de nuestro hogar
nunca se debilite, sea fecundo y servicial.

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28 de marzo JUEVES SANTO

La última Cena.

La mañana del Jueves, Pedro y Juan se adelantan para preparar la cena en Jerusalén. A la tarde llegaron al Cenáculo. Allí Jesús lavó los pies uno a uno. Luego, sentados a la mesa celebra la primera Misa: les da a comer su Cuerpo y su Sangre y les ordena sacerdotes a los Apóstoles para que, en adelante, ellos celebren la Misa. Judas salió del Cenáculo antes, para entregarle. Jesús se despidió de su Madre y se fue al huerto de los Olivos. Allí sudó sangre, viendo lo que le esperaba. Los discípulos se durmieron. Llegó Judas con todos los de la sinagoga y le da un beso. Entonces, le cogieron preso y todos los Apóstoles huyeron. Lo llevan al Palacio de Caifás, el Sumo Sacerdote. Le interrogan durante toda la noche: no duerme nada.

Oración

Cristo Jesús, gracias por tu gesto de amor y de humildad, lavando los pies de tus discípulos; gracias, por tu amor hasta el extremo y por el mandamiento nuevo del amor fraterno; gracias por el sacramento de la Eucaristía, que te hace realmente presente, vivo y vivificante en mi vida; gracias, por el sacramento del sacerdocio ministerial, al que llamas al que tú eliges ¡Santifícalos en la verdad, hazlos firmes en la Fe! (Continua con tu oración personal)

MUNDO: El mundo se ríe del amor cristiano, desprecia a los sacerdotes y profana la Eucaristía. Puede reflexionar y reconocer su error.

FE: Día de regalos del Señor: Mandamiento del amor, institución del sacerdocio y de la Eucaristía.

Personajes de la Pasión (II) G. Vélez

Poncio Pilatos

Luego de la muerte en cruz de aquel Galileo, la historia me ha convertido en el símbolo de la cobardía. Pudiera ser. Pero yo, como les sucede a muchos, aún amigos de Jesús, andaba en otro cuento.

Fui el tercer gobernante de Judea, en nombre del emperador, desde el año 26 al 36 de la era cristiana.

Me enviaron a Judea reprimir el descontento de esos hebreos, a quienes desprecié de corazón. A Jesús apenas lo conocí de paso.

No lo condené directamente. Sólo permití que los judíos aplicaran sus leyes. Aunque en verdad ese predicador ambulante a quien llamaban el Nazareno, me llamó la atención. Vi en él un hombre interesante y sincero. Que fuera Dios, no lo sé. Los romanos profesamos una religión poblada de dioses.

Que tuve miedo durante el proceso de Jesús, no puedo negarlo. Además ese sueño de mi esposa me hizo lavarme las manos, dejando que las cosas ocurrieran a gusto de los enemigos del profeta. Que nadie vaya pues a culparme.

Con razón, años después, allá en Las Galias, alguien me preguntó durante una fiesta social: – Poncio ¿y qué nos cuentas de Jesús de Nazaret, cuando fuiste procurador de Judea? Le respondí vacilando: Jesús, Jesús de Nazaret…Yo no me acuerdo.

Herodes Antipas

¿Quién remodeló el templo de Jerusalén con toda magnificencia? Ninguno otro sino mi padre. A él achacan ciertos pecadillos. Lo mismo que a mí me ocurre. Como el vivir con la mujer de mi hermano. Pero ¿qué se hace ante las circunstancia de la vida?

En Palestina goberné las provincias de Galilea y Perea, con mano fuerte. Aunque me han pintado astuto y soberbio, con ciertos rasgos de sentimentalismo religioso. Algo me quedaba de la religión de mis mayores.

En la pasión de Cristo apenas fue un personaje decorativo. Quise burlarme del Galileo y le mandé vestir de loco, pero luego tuve miedo de él. Quizás era Juan Bautista que había resucitado.

Asco me da de todo esto: El sanedrín judío. Esa turba de indigentes que seguían al profeta. Su doctrina romántica que nada pudo arreglar entre sus compatriotas.

Sin embargo, yo fui víctima de de mi propia conciencia. Ni la crueldad ni las riquezas pudieron remediar mis temores.

Por todo ello me refugié en mi palacio, no lejos del templo de Jerusalén.

– Cada cual en lo suyo y que se hunda la tierra.

Sólo que al final de mis días, atormentado por terribles dolores, recordé con frecuencia a aquel Jesús, un hombre de rostro manso y compasivo. Alguna vez intenté invocarlo como a un Dios benévolo, rogarle que viniera hasta mi lecho.

Caifás

Tal vez no necesito presentación. ¿Quién no me conoce en Jerusalén y sus alrededores? Sin embargo, ignoran que mi verdadero nombre es José. Caifás es un apodo. Algo así como el Cefas, de algún otro.

Durante dieciocho años me he mantenido como sumo sacerdote. Esto trae sus ventajas, pero exige de continuo aceitar la maquinaria. Y para esto se necesita astucia y mucho dinero.

De mi suegro, Anás, aprendí cómo mantener el favor de los romanos y también de los judíos. No es tarea fácil. Pero él es un maestro.

Son buenas las entradas por el culto el templo, pero en cambio hay que tener habilidad para que todo funcione.

Hemos tenido un engorroso asunto con Jesús de Nazaret. A ratos se me hacía un ingenuo. Otras veces parecía un hombre honrado. Se logró que Pilatos lo dejara en nuestras manos y a petición del pueblo, lo enviamos a la cruz.

Espero que las cosas no se compliquen demasiado en adelante. Pero si asoma una revuelta, buenos oficios tengo con las tropas romanas y todo volverá a ser normal. Lástima que estas fiestas de pascua hayan sido empañadas por este proceso.

Tal vez con la muerte de su líder sus seguidores se calmen y la fama del templo y sus ofrendas no sufran perjuicio.

Barrabás

 San Mateo, al contar la pasión de Jesús, me llama “preso famoso”. Y en verdad mi prontuario no fue escaso. Me acusaban de ladrón, extorsionista, asesino y otras bellezas más. Al fin, como sucede siempre, caí en manos de la justicia.

Era costumbre judía, con motivo de la Pascua, liberar a un detenido. Y Pilatos continuaba esta práctica. Ese día ofreció a los judíos indultar a Jesús, pues no encontraba en él causa de muerte. Pero el pueblo, azuzado por los escribas y fariseos, pidió más bien mi libertad. No sé bien si gané o perdí. Salí rápidamente de Jerusalén hacia el norte, donde me esperaban mis compinches, para seguir en la violencia y la rapiña.

¿Qué podría decir yo? Que aquel judío llamado Jesús me salvó la vida. Más sin embargo fue una salvación muy extraña: Para vivir muriendo.

Años más tarde, frente a las tropas romanas, se llegó mi momento final. Entonces recordé a aquel condenado de rostro manso, que atado ante Pilatos, esperaba su sentencia. Le encomendé de todo corazón mi suerte.

Todos nuestros caminos se entrecruzan, se apartan y vuelven a encontrarse. Pienso, sin embargo, que lo importante es tropezar por alguno de ellos, con Jesús de Nazaret, que es el Hijo de Dios, el Salvador.

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27 de marzo MIÉRCOLES SANTO

  DSCN0239                                                                               Jesús se queda en Betania.

Simón, el leproso que había sido curado por Jesús, invita al Señor a comer en su casa, por lo agradecido que le estaba. Mientras están comiendo, entra en la casa una mujer del pueblo llamada María; rompe un frasco de perfume carísimo y lo echa a los pies del Señor. Los besa y los seca con sus cabellos. A Jesús le gustó ese detalle de cariño.
Es entonces cuando Judas busca a los jefes del pueblo judío y les dice: «¿Qué me dais si os lo entrego?». Ellos se alegraron y prometieron darle dinero.

Oración

Cristo Jesús, el traidor queda al descubierto, pero su resolución está tomada, es esclavo de su pasión y camina a ciegas. Es de noche. ¡Qué jamás me deje arrastrar por la ceguera de la tentación y por la desesperación después de pecar!Volveré humildemente a tu lado, guiado por la fe. (Continua con tu oración personal)

MUNDO: La soberbia de Judas lo llevó al suicidio. Quienes lo siguen creen que pecando son más poderosos que Dios perdonando.
FE: Jesús dejó a su Iglesia la nueva Pascua, la Eucaristía, signo de amor y perdón sin límites.

Personajes de la Pasión (I) G. Vélez

La Virgen María

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Durante aquel drama de la Pasión mi papel fue discreto. Sufrí en silencio como saben hacerlo todas las madres buenas. Pero me tocó estar presente. El evangelista san Juan es sobrio al presentarme. Sin embargo, fue trascendental mi tarea. Recibía entonces el encargo de acompañar al grupo de creyentes, es decir a la Iglesia, en aquellas horas de penumbra.

Me han pintado siempre demasiado dolorosa. Derrumbada por la tragedia. No fue así. Yo estaba allí para dar razón de mi esperanza. Algo que sigo haciendo en todos los momentos de la Historia.

Tengan en cuenta que yo soy la Madre del Resucitado. Está bien que recuerden mis sufrimientos. Pero además resalten mi alegría ante las maravillas del Señor.

Continúo siendo la Madre de la Iglesia. De cada creyente que se acoja a mi regazo. De cada comunidad. De cada hogar. Allá junto a la cruz, Jesús me entregó a Juan como hijo y en él a todos los humanos.

Los creyentes a veces me alaban demasiado, pero no se preocupan de imitarme. Yo les diría que lo esencial es la fe en Jesús, la sencillez en todo momento y el servicio. Servicio desinteresado a la causa del Evangelio y a todos. En especial a los más necesitados.

Pedro

Me llamaron Simón, nacido en Caná de Galilea, un pueblo no muy lejos del Tiberíades. Jesús me puso el alias de Pedro y en ciertas ocasiones, solía agregarme el apellido “Hijo de Juan”.

Ustedes ya conocen mi temperamento primario, mis promesas incumplidas. Cortada de oreja en el Huerto de los Olivos, para defender al Amigo. Y aquella hora amarga de la negación del Maestro. Con razón Marcos, el evangelista, le puso mucho dramatismo a la escena, con muchacha del servicio a bordo y el canto de un gallo. Negué al Maestro, pero luego supe llorar mi traición. Porque así somos todos. No lo digo para excusarme, sino para alentar a muchos.

Pero Jesús conoce de qué pasta hemos sido hechos. Luego de su resurrección todo fue seguridad y confianza. Cada día recuerdo aquella escena junto al lago: “Simón Hijo de Juan, ¿me amas más que estos?, me dijo Él. Yo respondí con el corazón en los labios: “Señor, tú sabes todo, tú sabes que te amo”. Me pareció estar destruyendo aquel principio filosófico de que algo no puede ser y no ser al mismo tiempo. Pero así es cuando uno ama al Señor de verdad, a pesar de todo, a pesar de tantas caídas.

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26 de marzo MARTES SANTO

DSCN0623Jesús vuelve a Jerusalén.

Pasan por el lugar de la higuera maldecida. Al ver el templo, profetiza que será destruido. Los discípulos están tristes porque Jesús les anuncia que uno de ellos lo va a entregar, que dentro de dos días le matarán y le dice a Pedro que lo negará tres veces antes de que cante el gallo.
Los cristianos, como Él, hemos aprendido a cumplir siempre la voluntad de Dios Padre, por encima de todo. Por ejemplo, Juana de Arco, cuando estaba al frente de sus soldados franceses, en una gran batalla contra Inglaterra, Dios le anuncia que ese día será herida. Entonces una amiga suya le dice que no vaya a pelear. Y Juana le contesta en tono irónico: «sal tú y di a mis generales que Juana de Arco no luchará porque tiene miedo a ser herida». Y salió valerosamente al frente de sus soldados, y fue gravemente herida. No tengamos miedo de aceptar la voluntad de Dios.

Oración

Cristo Jesús, yo soy ese Judas que te he traicionado tantas veces. Pero no quiero, como hizo Judas, desconfiar de tu misericordia y de tu perdón. Como Pedro, quiero dar mi vida por ti, aunque soy débil: lloraré mis pecados, iré al encuentro de tu mirada de amigo siempre fiel y seguiré tus pasos con humilde fe. (Continúa con tu oración personal)

MUNDO: ¡Cuántos Judas entregan hoy al maestro, retiran los crucifijos y persiguen al cristianismo! Ojalá no tengan el triste final de Judas.
FE: Aunque alguna vez neguemos a Cristo, siempre contamos con su mirada, su perdón y su amor.

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25 de marzo LUNES SANTO

pastor2[1]¿Qué hizo hoy Jesús?

Jesús ha dormido en el pueblo de Betania, en la casa de Lázaro, Marta y María, sus mejores amigos. A media mañana sube andando a Jerusalén, que está a unos cuatro kilómetros. En el camino, como es la hora de comer tiene hambre. Se acerca a una frondosa higuera, llena de hojas, pero en la que no hay higos, entonces la secó por no tener frutos. Al llegar a Jerusalén, va al templo y lo encuentra lleno de comerciantes haciendo negocios y los echa a latigazos, pidiéndonos que tratemos con respeto a Dios y a las cosas de Dios. Por la tarde pasa por el monte de los olivos, donde estuvo haciendo un rato de oración, y vuelve a pie a Betania.

Fíjate como Jesús dedicaba todos los días a hacer un rato de oración como tú ahora. No lo dejes ningún día, aunque sea unos pocos minutos.

Oración

Cristo Jesús, todo es poco para honrarte. Me uno a María de Betania para poner mi vida a tus pies: No te hace falta a Ti pero a mí sí que me hace falta tu aprobación, tu estímulo, la fuerza para seguirte hasta la Cruz con fortaleza de ánimo y con firmeza de fe (continua con tu oración personal).

MUNDO: Los judas, no solo el de entonces, critican a Cristo. También a su Iglesia, porque honra a Dios con lo mejor que tiene. No se puede olvidar que es la institución más cercana a los pobres, a los que sufren la crisis.
FE: Pobres siempre hay, y la Iglesia es su mejor defensora y ofrece la mejor ayuda y acogida

Ayuno y abstinencia

Desde el siglo IV se manifiesta la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia.

La ley del ayuno obliga a hacer una sola comida durante el día, pero no prohíbe tomar un poco de alimento por la mañana y por la noche. La ley del ayuno obliga a todos los mayores de edad hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. Son días de ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

La ley de la abstinencia prohíbe el uso de carnes, pero no el uso de huevos, lacticinios y cualquier condimento a base de grasa de animales. La ley de la abstinencia obliga a los mayores de catorce años. Son días de abstinencia los viernes de Cuaresma.

Estas mortificaciones mínimas de ayuno y abstinencia deben ser completadas por cada uno según las personales necesidades y exigencias espirituales.

EL AYUNO que Dios quiere

  • Que no hagas gastos superfluos.
  • Que tus inversiones las pongas en el banco del tercer mundo y en la cuenta corriente de los pobres.
  • Que prefieras pasar tú necesidad antes que la padezca el hermano.
  • Que ofrezcas tu tiempo al que lo pida.
  • Que prefieras servir a ser servido.
  • Que tengas hambre y sed de justicia.
  • Que te comprometas en la lucha contra toda marginación.
  • Que veas en todo hombre a un hermano.
  • Que veas en el pobre y en el que sufre un sacramento de Cristo.
  • Que esperes cada día una nueva humanidad.

LA ABSTINENCIA que Dios quiere

  • Que no seas esclavo del consumo, los juegos, las modas.
  • Que te abstengas de tanta televisión y de tanto DVD.
  • Que frecuentes menos bares, discotecas y lugares parecidos.
  • Que no seas esclavo del sexo ni de nada.
  • Que te abstengas de toda violencia.
  • Que respetes todo ser vivo.
  • Que te abstengas de palabras ociosas y necias.
  • Que te alimentes de la palabra de Dios.
  • Que comas la carne de Dios.
  • Que ofrezcas al Señor estar menos tiempo conectado a Internet durante Cuaresma (navegación, redes sociales, etc.)
  • Que ofrezcas al Señor utilizar sólo lo imprescindible el teléfono móvil o enviar menos SMSs.
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Domingo de ramos en la Pasión del Señor

SI ESTOS CALLAN GRITARÁN LAS PIEDRAS
¡BENDITO EL QUE VIENE COMO REY, EN NOMBRE DEL SEÑOR!
Lucas 22,14 -23, 56
“La escuela del amor más grande”
Al comenzar la Semana Santa, la Iglesia presenta a través de la Liturgia, una petición a favor de sus hijos que: las enseñanzas de la Pasión nos sirvan de testimonio. El testimonio es memoria presente de hechos pasados que permite abrirse al futuro. Jesús padece, muere y resucita de una vez por todas. La Liturgia actualiza en el tiempo lo que sucedió en un momento preciso de la Historia. Las enseñanzas de la Pasión son testimonio porque mueven a imitación y graban en la memoria lecciones de vida eterna. A la Pasión se entra para aprender; en ella se permanece para crecer; desde ella se vive para amar. La Pasión del Señor es escuela de amor porque en ella está el maestro. Jesús enseña con sus palabras y con sus obras, con lo que hace y con lo que padece. En la escuela de la Pasión, es buen alumno el que se deja amar y comunica a otros el amor de Dios recibido. Ante la Pasión de Jesucristo, pedid amor, para en todo reconocer a nuestro Señor.

Aclamación

Fil 2, 8, 9

Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre-sobre-todo nombre”

ENTRA, AMIGO Y REY

Asciende y entra, Rey y Señor, a Jerusalén,
porque si no lo haces, tampoco, nosotros,
podremos ascender a la gloria que nos prometes.

Te esperábamos, Señor,
aunque, hoy digamos ¡viva! y, mañana gritemos ¡muera!
Hoy nos adherimos a Ti, Señor,
para luego, aun siendo los mismos, decir no conocerte.

Avanza, Rey, amigo y Señor
Porque si te detienes fuera de la ciudad
el hombre quedará sumido en su mala suerte.

¡Cómo no bendecir tu nombre, Señor!
Si eres Palabra cumplida al detalle
Esperanza de los profetas
Cena que, en Jueves Santo, esperamos gustar
Frases que, en Viernes Santo, nos estremecerán

¡Cómo no exaltar tu nombre, Señor!
Cuando sabemos, que al final,
después de las espinas y del dolor
gritaremos lo que Tú, tantas veces nos repetiste:
hay que morir para dar abundante fruto.

 

Las Procesiones: Dios en las calles

Existe uDSCN0628na tendencia, incluso entre los propios católicos, a considerar las procesiones como un algo pasado o, incluso, poco apartado de la verdadera religiosidad y no es cierto. La realidad es que algunas zonas de la sociedad española —y las de otros países— desearían que no hubiera manifestaciones públicas religiosas y que todo quedara en el interior de los templos y de las sacristías. Las hermosas procesiones públicas que tiene lugar en toda la geografía hispana y en Iberoamérica, son un conjunto de arte, devoción y religiosidad. No se olvide además que las cofradías y congregaciones que mantienen dichas manifestaciones son focos de conversión y centros de espiritualidad. Esas presencias públicas recuerdan el nombre y la vida de Jesús. No llevarlas a cabo alejaría de la conciencia popular —y de la realidad pública— el mensaje de Cristo. Por eso hemos de respetar y amplificar la enorme asistencia popular que tienen las procesiones y actos religiosos públicos de Semana Santa.

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¿Qué es Semana Santa?

Al final de la Cuaresma los católicos celebramos la Semana Santa, comienza con el Domingo de Ramos, este día recordamos cuando Jesús entró en Jerusalén y todo el pueblo lo alabó como rey. Este día los católicos llevamos palmas a la Iglesia, como los judíos en tiempo de Jesús, para que las bendigan. 

El Jueves Santo: El jueves de Semana Santa, recordamos el día que Cristo tuvo la Última Cena con sus apóstoles. Esta cena es muy importante porque en ella Jesús, como sabía que iba a morir, quiso hacer algo para poder quedarse para siempre con los hombres. ¿Y cómo hizo esto? Dejándonos la Eucaristía, o sea la Comunión. Entonces, cada vez que comulgamos, Cristo que está en la hostia, entra en nuestra alma.

museo-sahagun-4El Viernes Santo: Después de la última cena, Jesús fue a rezar a un monte que se llamaba de los Olivos y allí lo tomaron preso. Después lo interrogaron, lo azotaron, le pusieron una corona de espinas, se burlaron de Él y finalmente le clavaron en una cruz y murió. ¡Cuánto habrá sufrido ese día Nuestro Señor! ¿Por qué Él, siendo el Hijo de Dios, quiso pasar todo este sufrimiento? Sólo por el grandísimo amor que te tiene a ti y a cada uno de los hombres; para perdonarte tus pecados y para que pudieras salvarte.

Domingo de Resurrección: Después de su muerte, Cristo fue sepultado y al tercer día Resucitó. Este domingo de resurrección es el día más importante de la Semana Santa, es el día de más alegría para nosotros los católicos. ¡Cristo ha triunfado sobre la muerte! ¿Y qué logró con esto? Abrir de nuevo las puertas del cielo, o sea que al morir, podamos salvarnos y vivir por siempre felices en compañía de Dios.

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Homilía de entronación del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas.

Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud.

Saludo con afecto a los hermanos Cardenales y Obispos, a los presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos. Agradezco por su presencia a los representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como a los representantes de la comunidad judía y otras comunidades religiosas. Dirijo un cordial saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno, a las delegaciones oficiales de tantos países del mundo y al Cuerpo Diplomático.

Hemos escuchado en el Evangelio que «José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer» (Mt 1,24). En estas palabras se encierra ya la la misión que Dios confía a José, la de ser custos, custodio. Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha señalado el beato Juan Pablo II: «Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo» (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).

¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús.

¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió a David, como hemos escuchado en la primera Lectura: Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu. Y José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.

En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación.
Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien.

En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios. Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido.

Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen «Herodes» que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer. Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos.

Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.

Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura.

Hoy, junto a la fiesta de San José, celebramos el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, que comporta también un poder. Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.

En la segunda Lectura, san Pablo habla de Abraham, que «apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza» (Rm 4,18). Apoyado en la esperanza, contra toda esperanza. También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza.

Y, para el creyente, para nosotros los cristianos, como Abraham, como san José, la esperanza que llevamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios.

Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado.

Imploro la intercesión de la Virgen María, de san José, de los Apóstoles san Pedro y san Pablo, de san Francisco, para que el Espíritu Santo acompañe mi ministerio, y a todos vosotros os digo: Orad por mí. Amen.

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