27 de marzo MIÉRCOLES SANTO

  DSCN0239                                                                               Jesús se queda en Betania.

Simón, el leproso que había sido curado por Jesús, invita al Señor a comer en su casa, por lo agradecido que le estaba. Mientras están comiendo, entra en la casa una mujer del pueblo llamada María; rompe un frasco de perfume carísimo y lo echa a los pies del Señor. Los besa y los seca con sus cabellos. A Jesús le gustó ese detalle de cariño.
Es entonces cuando Judas busca a los jefes del pueblo judío y les dice: «¿Qué me dais si os lo entrego?». Ellos se alegraron y prometieron darle dinero.

Oración

Cristo Jesús, el traidor queda al descubierto, pero su resolución está tomada, es esclavo de su pasión y camina a ciegas. Es de noche. ¡Qué jamás me deje arrastrar por la ceguera de la tentación y por la desesperación después de pecar!Volveré humildemente a tu lado, guiado por la fe. (Continua con tu oración personal)

MUNDO: La soberbia de Judas lo llevó al suicidio. Quienes lo siguen creen que pecando son más poderosos que Dios perdonando.
FE: Jesús dejó a su Iglesia la nueva Pascua, la Eucaristía, signo de amor y perdón sin límites.

Personajes de la Pasión (I) G. Vélez

La Virgen María

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Durante aquel drama de la Pasión mi papel fue discreto. Sufrí en silencio como saben hacerlo todas las madres buenas. Pero me tocó estar presente. El evangelista san Juan es sobrio al presentarme. Sin embargo, fue trascendental mi tarea. Recibía entonces el encargo de acompañar al grupo de creyentes, es decir a la Iglesia, en aquellas horas de penumbra.

Me han pintado siempre demasiado dolorosa. Derrumbada por la tragedia. No fue así. Yo estaba allí para dar razón de mi esperanza. Algo que sigo haciendo en todos los momentos de la Historia.

Tengan en cuenta que yo soy la Madre del Resucitado. Está bien que recuerden mis sufrimientos. Pero además resalten mi alegría ante las maravillas del Señor.

Continúo siendo la Madre de la Iglesia. De cada creyente que se acoja a mi regazo. De cada comunidad. De cada hogar. Allá junto a la cruz, Jesús me entregó a Juan como hijo y en él a todos los humanos.

Los creyentes a veces me alaban demasiado, pero no se preocupan de imitarme. Yo les diría que lo esencial es la fe en Jesús, la sencillez en todo momento y el servicio. Servicio desinteresado a la causa del Evangelio y a todos. En especial a los más necesitados.

Pedro

Me llamaron Simón, nacido en Caná de Galilea, un pueblo no muy lejos del Tiberíades. Jesús me puso el alias de Pedro y en ciertas ocasiones, solía agregarme el apellido “Hijo de Juan”.

Ustedes ya conocen mi temperamento primario, mis promesas incumplidas. Cortada de oreja en el Huerto de los Olivos, para defender al Amigo. Y aquella hora amarga de la negación del Maestro. Con razón Marcos, el evangelista, le puso mucho dramatismo a la escena, con muchacha del servicio a bordo y el canto de un gallo. Negué al Maestro, pero luego supe llorar mi traición. Porque así somos todos. No lo digo para excusarme, sino para alentar a muchos.

Pero Jesús conoce de qué pasta hemos sido hechos. Luego de su resurrección todo fue seguridad y confianza. Cada día recuerdo aquella escena junto al lago: “Simón Hijo de Juan, ¿me amas más que estos?, me dijo Él. Yo respondí con el corazón en los labios: “Señor, tú sabes todo, tú sabes que te amo”. Me pareció estar destruyendo aquel principio filosófico de que algo no puede ser y no ser al mismo tiempo. Pero así es cuando uno ama al Señor de verdad, a pesar de todo, a pesar de tantas caídas.

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