Feria vocacional para participantes en la JMJ Madrid 2011

La Exposición Vocacional de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Madrid 2011 contará con cerca de 80 puestos que permitirán JMJ 1.jpga los participantes en el evento conocer de primera mano sobre los caminos vocacionales abiertos en la Iglesia. En un comunicado difundido en el sitio web oficial de la jornada, los organizadores señalan que en este evento, las familias religiosas, movimientos eclesiales, asociaciones de fieles y otras instituciones de la Iglesia en todo el mundo podrán presentarse a los cientos de miles de asistentes de la JMJ.
Esta feria vocacional se realiza en cada Jornada Mundial de la Juventud, buscando alentar a los jóvenes en la búsqueda de lo que Dios espera de cada persona. En Madrid, la exposición se realizará en el Parque del Retiro, donde habitualmente se realiza cada año la Feria del Libro. También el Papa Benedicto XVI subrayó el domingo V de Pascua que «también hoy, cuando la voz del Señor corre el riesgo de ser ahogada en medio de tantas voces, cada comunidad eclesial está llamada a promover y cuidar las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada».

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¿Cómo se compuso el Avemaría?

botticelli madonna with book.jpgLa antigua oración mariana del avemaría se compone de dos partes, entre ellas hay una diferencia de varios siglos. La primera y más antigua, que recoge el saludo del arcángel Gabriel a la Virgen, nace del evangelio de san Lucas, dándose por hecho que la Iglesia primitiva la recitó a modo de jaculatoria desde los primeros siglos de nuestra era.
Mas hay algunos detalles menos conocidos, el texto de san Lucas no cita el nombre de la Virgen en el momento de la salutación. Esta fue una idea de Severo, patriarca de Antioquía a principios del siglo VI (aunque luego destituido por hereje). En unos trozos de cerámica, procedentes de jarras, vasos o cuencos hallados entre las ruinas de Luxor (Egipto) se puede leer la frase «Dios te salve María». A estas breves palabras de arcángel, que se supone ya entonces recitaba buena parte del pueblo cristiano, se le añadieron otras no menos populares, a saber, las que pronunció la prima de la Virgen, santa Isabel, al recibir la visita de María: «Bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre». San Juan Damasceno, fallecido en el 749, ya comentaba estas frases en sus homilías. Así mismo el papa Urbano IV, siglo XIII, añadió el nombre de Jesús al final de la primera parte de la oración.
La segunda parte se terminó de configurar después del siglo XV, aunque ya unos siglos antes se concluía con alguna petición , aunque no coincidía con la que hoy usamos habitualmente. Está documentada la frase: «ahora y en la hora de nuestra muerte» en el breviario de un cartujano que vivió en el año 1350. Dos siglos después, con ocasión de la reforma litúrgica del concilio de Trento, Pio V fijó la fórmula definitiva que usamos hoy en día.

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Discernimiento vocacional

 

                           

  Siete pasos para el discernimiento vocacional

Uno de los grandes retos que deberás enfrentar en tu vida es el de encon­trar tu lugar en la sociedad y en la Iglesia. Para ti, que buscas tu vocación, describiré siete pasos que te pueden ayu­dar a discernir el proyecto de Dios sobre ti.

Aunque me referiré directamente a las vocaciones consagradas (en la vi­da religiosa, en el sacerdocio, etc.), los pasos que enumeraré se pueden apli­car para el discernimiento de cualquier vocación, estado de vida o profesión. 

 1. Oración

  Señor ¿Qué quieres que haga? Hch 22, 10

 

 La vocación no es algo que tú inventas; es algo que encuentras. No es el plan que tú tienes para tu vida, sino el proyecto de amistad que Jesús te propone y te invita a realizar. No es principalmente una decisión que tú tomas sino una llamada a la que respondes.

Si quieres descubrir tu vocación, dialo­ga con Jesús. Sólo mediante la oración po­drás encontrar lo que Dios quiere de ti. En la oración, el Espíritu Santo afinará tu oído para que puedas escuchar.

En el diálogo de amistad con Jesús podrás oír su voz que te llama: ven y sígueme (Lc 18, 22); o bien, escucharás que te dice: vuelve a tu casa y cuen­ta todo lo que Dios ha hecho por ti (Lc 8, 39).

 

2. Percepción

 Había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos y aun­que yo hacía esfuerzos por ahogarlo, no podía. Jr 20, 9

 

 Para descubrir lo que Dios quiere de ti tienes que escuchar, mirar y experimentar. Para esto necesitas hacer si­lencio interior y exterior; el ruido te impide percibir.

Está atento a lo que se mueve en tu interior: tus de­seos, tus miedos, tus pensamientos, tus fantasías, tus in­quietudes, tus proyectos. Escucha tanto a los que aprueban tu inquietud como a los que la critican. Escu­cha tu corazón: ¿qué es lo que anhelas? Aprende a mi­rar a los hombres que te rodean: ¿qué te está diciendo Jesús a través de su pobreza, de su ignorancia, de su do­lor, de sus desesperanzas, de su necesidad de Dios…?

Ve tu historia: ¿Por cuál camino te ha llevado Dios? ¿Cuáles han sido los acontecimientos más importantes de tu vida?, ¿de qué manera Dios estuvo presente o ausente en ellos? ¿Qué personas concretas han sido significativas para ti?, ¿por qué? Contempla el futuro: ¿qué experimentas al pensar en la posibilidad de consagrar tu vida a Dios? Tienes sólo una vida, ¿a qué quieres dedicarla?

Ten cuidado en discernir si tu inquietud y la atracción que sientes son sig­nos de una verdadera vocación consagrada o son manifestaciones de que Dios quiere que intensifiques tu vida cristiana como seglar.

Al dar este paso podrás decir: Tal vez Dios me esté llamando… Siento la inquietud de consagrar mi vida a Dios.

 

3. Información

 Observen cómo es el país y sus habitantes, si son fuertes o débiles, escasos o nume­rosos; cómo es la tierra, buena o mala; cómo son las ciudades que habitan, de tiendas o amuralladas; cómo es la tierra fértil o estéril; con vegetación o sin ella. Nm 13, 18-20

 

Los caminos para realizar la vocación consagrada son múltiples. No basta con querer entregar tu vida a Dios y desear dedicarte al servicio de tus herma­nos. Es necesario saber dónde quiere Dios que tú lo sirvas.

Para descubrir tu lugar en la Iglesia es conveniente que conozcas las diver­sas vocaciones. Investiga cuál es la espiritualidad que viven los sacerdotes dio­cesanos o las diferentes congregaciones religiosas; y siente cuál de ellas te atrae. Ve cómo viven: no es lo mismo una congregación contemplativa que una de vida apostólica. Infórmate sobre cuál es su misión y por qué medios preten­den realizarla: enseñanza, hospitales, dirección espiritual, promoción vocacio­nal, misiones, predicación de ejercicios, medios de comunicación, etc. Conoce quiénes son los principales destinatarios de su apostolado: jóvenes, pobres, sa­cerdotes, enfermos, niños, seminarios, ancianos, etc.

Aunque ordinariamente cuando se experimenta la inquietud vocacional se siente también el atractivo por una vocación específica, vale la pena que dedi­ques algunas horas a informarte más a fondo sobre esa vocación y sobre otras. Y si al final te decidieras por la que en el principio te inclinabas, el tiempo em­pleado en informarte no habrá sido desperdiciado.

Al dar este paso podrás decir: Me atrae la espiritualidad, el estilo de vida y el apostolado de esta congregación. Posiblemente Dios me está llamando a ingresar al noviciado o al seminario.

 

4. Reflexión

 Si uno de ustedes quiere construir una torre ¿no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pu­diendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: Este comenzó a edificar y no pudo terminar. Lc 14, 28-30

 La vocación es una empresa demasiado grande, ¡y es para toda la vida! Por eso no te puedes lanzar sin antes haber reflexionado seriamente sobre ti y so­bre la vida que pretendes abrazar.

Descubre cuáles son tus capacidades y limitaciones. Piensa si podrás vivir las exigencias que implica la vocación -contando desde luego con la gracia de Dios-. ¿En qué signos concretos te basas para pensar que Dios te llama? ¿Qué razones en favor y en contra tienes para emprender ese camino? ¿Qué es lo que te atrae y qué lo que no te gusta de ese estado de vida?

Dios te pide que te comprometas responsablemente en el discernimiento de su voluntad. Quiere que utilices tu inteligencia para buscar tu vocación. Con la luz del Espíritu Santo podrás descubrir lo que Dios quiere de ti.

No pienses que llegarás a tener certeza absoluta de lo que Dios quiere de ti: algo así como tener un contrato firmado por El, en el que te revelara su volun­tad. Lo que encontrarás serán signos que indican cuál podría ser el proyecto de amistad que tiene para ti.

 

 Al descifrar esos signos podrás tener certeza moral de su llamado. Yo tengo certeza absoluta de que no puede haber un círculo cuadrado, y tengo certeza moral de que la silla en la que estoy sentado no se va a romper. La certeza moral es la que necesitas para actuar

Al dar este paso podrás decir: Creo que Jesús me llama. Creo que, con la ayuda del Espíritu Santo, podré responder.

 

 5. Decisión

 Te seguiré vayas adonde vayas Lc 9, 57

 Habiendo descubierto lo que Dios quiere de ti, decídete a seguirlo.

Tomar tal decisión es difícil. Sentirás miedo. Tus limitaciones te parecerán montañas: ¡Ay Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho (Jr 1, 6). Sin embargo, a pesar de tus limitaciones -o mejor con todas ellas-, responde como Isaías:

Aquí estoy, Señor, envíame (Ls 6, 8).

 

Decir el sí con el cual comprometes toda tu vida es una gracia. Pídele al Espíritu Santo que te dé esa capacidad de respuesta. No afrontar la decisión equivale a desperdi­ciar tu vida.

Para iniciar el camino de la vocación no esperes tener certeza absoluta de que Dios te llama (el contrato firmado); te basta la certeza moral. La decisión es un paso en la fe; en un acto de confianza en tu amigo Jesús.

Al decidirte a seguir radicalmente a Jesús es normal que tengas dudas de si podrás con las exigencias y si llegarás al final. Pero de lo que no puedes dudar es de lo que tú quieres.

Al dar este paso podrás decir: Quiero consagrar mi vida a Dios en el servi­cio de mis hermanos. Quiero ingresar en esta congregación religiosa. Quiero ser sacerdote.

 

 6. Acción

 Jesús los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Mt 4, 21-22

 

 Una vez tomada la decisión, ¡lánzate! No te dejes vencer por el miedo; lánzate sin miedo.

Pon todos los medios que estén a tu alcance para realizar lo que has decidido. No cedas a la tentación de diferir tu ingreso a una casa de formación: Te seguiré, Señor; pero déjame pri­mero…. (Lc 9, 61). Con tu decisión has comprometido todos los momentos posteriores; en el futuro busca cómo ser fiel. La única manera de realizar el proyecto de Dios es la fidelidad de cada día. Vive todo momento en coherencia con lo que has de­cidido; dirige cada paso hacia la meta.

¿Y cuando venga la dificultad? ¡Perseverar! El camino que emprenderás es difícil; más de lo que ahora crees. Prepárate pa­ra la lucha; deberás enfrentar problemas y superar obstáculos. Jesús te dice: El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue cada día con su cruz y me siga (Lc 9, 23).

El sendero es arduo, pero María te acompaña y el Espíritu Santo te forta­lece para que puedas recorrerlo. Además, no se trata de cargar hoy la cruz de toda la vida, sino sólo la de hoy; y así cada día. Al dar este paso podrás de­cir, como Pedro: Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido (Mc 10, 28).

 

7. Dirección Espiritual

 Levántate y vete, a Damasco, allí se te dirá todo lo que está establecido que hagas. Hch 22,10

 

La dirección espiritual no es, en realidad, un paso más en el proceso de dis­cernimiento vocacional; es un recurso que puedes aprovechar en cada uno de los pasos anteriores.

El director espiritual te motivará a orar y a percibir los signos de la volun­tad de Dios; te indicará dónde obtener la información y te ayudará a reflexio­nar En el momento de la decisión se alejará de ti para que tú, frente a Jesús, li­bremente respondas a su llamada. Te ayudará a que te prepares conveniente­mente para ingresar en una casa de formación. Su oración y sacrificio por ti te alcanzarán del Espíritu Santo, la luz para descubrir tu vocación y la fuerza pa­ra seguirla.

Si bien es cierto que la vocación es una llamada de Dios que nadie puede es­cuchar por ti ni responder a ella en tu lugar, también es cierto que necesitas de alguien que te acompañe en tu discernimiento vocacional.

Es fácil hacerse ilusiones: podrías creer que es un llamado de Dios lo que tal vez sea sólo un deseo tuyo, o bien podrías pensar que no tienes vocación cuan­do en realidad Dios te está llamando. Dialoga con tu director espiritual para clarificar la autenticidad de tu vocación.

Jesucristo, después de habérsele aparecido a Pablo en el camino de Damas­co, le dijo que fuera con Ananías y que éste le indicaría cuál era la voluntad de Dios. Aunque Cristo hubiera podido decirle a Pablo lo que quería de él, quiso valerse de Ananías para hacerle descubrir su vocación (cf Hch 22, 10-15).

En el discernimiento del proyecto de Dios sobre ti no puedes prescindir de la mediación de la Iglesia.

Descubrir tu vocación no es fácil, pero tampoco es imposible Si con since­ridad te pones a buscar la voluntad de Dios y realizas los pasos que aquí te su­giero, creo que podrás encontrarla.

De muchas maneras Dios te está revelando la manera como quiere que co­labores en la instauración de su reino. El es el más interesado en que tú descu­bras y realices tu vocación. Por eso haz oración, dialoga con tu director espiri­tual, percibe, infórmate, reflexiona, decídete y actúa.

 

 

 

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Mensaje del Papa en el día del Buen Pastor y de oración mundial por las vocaciones

 

Queridos hermanos y hermanas!
El día 48 del Día Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 15 de mayo de 2011, el IV domingo de Pascua, nos invita a reflexionar sobre el tema: Propuesta de Vocaciones Local «Iglesia.» Hace setenta años, Venerable Pío XII creó el Pontificia Obra de las Vocaciones Sacerdotales. organismos similares, dirigidos por sacerdotes y miembros de los fieles laicos, se establecieron posteriormente por los Obispos en las diócesis muchos como una respuesta a la llamada del Buen Pastor que, «cuando vio las multitudes, tuvo compasión de ellos, porque andaban como ovejas que no tienen pastor «, y continuó diciendo:» La mies es mucha pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies! » (Mt. 9:36-38).
El trabajo de cuidado fomentar y apoyar las vocaciones encuentra una fuente radiante de inspiración en esos lugares en el Evangelio donde Jesús llama a sus discípulos a seguirlo y los trenes con amor y cuidado. Debemos prestar mucha atención a la forma en que Jesús llamó a sus colaboradores más cercanos a proclamar el Reino de Dios (cf. Lc 10:9). En primer lugar, está claro que lo primero que hizo fue rezar por ellos: antes de llamar a ellos, Jesús pasó la noche solo en la oración, la escucha de la voluntad del Padre (cf. Lc 6:12), en un espíritu de desprendimiento interior de las preocupaciones mundanas. Es una conversación íntima de Jesús con el Padre que da lugar a la llamada de sus discípulos. Las vocaciones al sacerdocio ministerial ya la vida consagrada son, ante todo, fruto del contacto constante con el Dios vivo y de la oración insistente alzó con el «Señor de la mies», ya sea en las comunidades parroquiales, en las familias cristianas o en grupos dedicados específicamente a la oración por las vocaciones.
Al comienzo de su vida pública, el Señor llamó a unos pescadores en la costa del Mar de Galilea: «Síganme y los haré pescadores de hombres» (Mt 4:19). Él reveló su misión mesiánica que les las muchas «señales» que mostró su amor por la humanidad y el don de la misericordia del Padre. A través de sus palabras y su forma de vida que les preparó para llevar a cabo su obra de salvación. Por último, a sabiendas «de que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre» (Jn 13,1), lo que les confíe el memorial de su muerte y resurrección, y antes de ascender al cielo, los envió a la totalidad mundo con el comando: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes» (Mt. 28:19).
Es un reto y que eleva invitación que Jesús se dirige a aquellos a quienes él dice: «Sígueme!». Les invita a ser sus amigos, a escuchar con atención a su palabra y vivir con él. Él enseña a completar el compromiso con Dios y con la extensión de su reino, de conformidad con la ley del Evangelio: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). Se les invita a dejar atrás su propia agenda y sus estrechas nociones de autorrealización con el fin de sumergirse en otra voluntad, la voluntad de Dios, y se guíen por ella. Él les da una experiencia de fraternidad, que nació de que la apertura total a Dios (cf. Mt 12:49-50), que se convierte en el sello distintivo de la comunidad de Jesús: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos a los otros «(Jn 13,35).
No es menos difícil de seguir a Cristo hoy. Significa aprender a mantener la mirada fija en Jesús, creciendo a su lado, escuchando su palabra y su encuentro con él en los sacramentos, sino que significa aprender a conformar nuestra voluntad con la suya. Esto requiere una verdadera escuela de formación para todos aquellos que se preparan para el sacerdocio ministerial o de la vida consagrada, bajo la dirección de las autoridades eclesiales competentes. El Señor no deja de llamar a la gente en todas las etapas de la vida a participar de su misión y servir a la Iglesia en el ministerio ordenado y en la vida consagrada. La Iglesia es «llamados a salvaguardar este regalo, a la estima y el amor que ella. Ella es responsable del nacimiento y desarrollo de las vocaciones sacerdotales «(Juan Pablo II, después de la exhortación apostólica Pastores Dabo Vobis , 41). Especialmente en estos tiempos, cuando la voz del Señor parece ser ahogado por «otras voces» y su invitación a seguirle por el don de la propia vida puede parecer muy difícil, toda comunidad cristiana, cada miembro de la Iglesia, las necesidades consciente de sentir la responsabilidad de promover las vocaciones. Es importante alentar y apoyar a aquellos que muestran signos claros de una llamada a la consagración sacerdotal y la vida religiosa, y para que el dobladillo a sentir el calor de toda la comunidad para que puedan responder «sí» a Dios ya la Iglesia. Les animo, con las mismas palabras que dirigí a los que ya han optado por entrar en el seminario: «Has hecho una buena cosa. Porque la gente siempre tiene necesidad de Dios, incluso en una época marcada por el dominio técnico de la globalización mundial y: siempre van a necesitar el Dios que se ha revelado en Jesucristo, el Dios que nos reúne en la Iglesia universal con el fin de aprender con él ya través de él un verdadero sentido de la vida y con el fin de mantener y aplicar las normas de la verdadera humanidad «( Carta a los seminaristas , 18 de octubre de 2010).
Es esencial que cada Iglesia local se vuelven más sensibles y atentos al cuidado pastoral de las vocaciones, ayudar a los niños y jóvenes, en particular, en todos los niveles de la familia, la parroquia y las asociaciones – como lo hizo Jesús con sus discípulos – para convertirse en una verdadera y afectuosa amistad con el Señor, cultivado a través de la oración personal y litúrgica, para crecer en la familiaridad con las Sagradas Escrituras y por lo tanto a escuchar con atención y provecho a la Palabra de Dios, a entender que entrar en la voluntad de Dios no aplastar o destruir a una persona, sino que conduce al descubrimiento de la verdad más profunda acerca de nosotros mismos y, finalmente, ser generoso y fraternal en las relaciones con los demás, puesto que es sólo en la apertura al amor de Dios que se descubre la verdadera alegría y la satisfacción de nuestras aspiraciones. «Las vocaciones Proponer en la Iglesia Local» significa tener el valor, a través de una preocupación atenta y propicio para las vocaciones, al punto de esta manera difícil de seguir a Cristo que, debido a que es tan rica en significado, es capaz de involucrar a la totalidad de la vida .
Dirijo de modo particular a vosotros, queridos obispos hermano. Para garantizar la continuidad y crecimiento de su misión salvífica de Cristo, debe «fomentar las vocaciones sacerdotales y religiosas tanto como sea posible, y debe tener un interés especial por las vocaciones misioneras» ( Christus Dominus , 15). El Señor te necesita para cooperar con él para asegurar que su pedido llegue a los corazones de aquellos a quienes él ha elegido. Elija con cuidado los que trabajan en la Oficina Diocesana de Vocaciones, que medio valioso para la promoción y organización de la pastoral de las vocaciones y la oración que lo sustenta y garantiza su eficacia. También quiero recordarles, queridos hermanos en el episcopado, de la preocupación de la Iglesia universal para una distribución equitativa de los sacerdotes en el mundo. Su apertura a las necesidades de las diócesis experimentando una escasez de vocaciones se convertirá en una bendición de Dios para sus comunidades y una señal a los fieles de un servicio sacerdotal que generosamente en cuenta las necesidades de toda la Iglesia.
El Concilio Vaticano II nos recuerda explícitamente que «el deber de fomentar las vocaciones pertenece a toda la comunidad cristiana, que debe ejercerla, sobre todo por una vida plenamente cristiana» ( Optatam totius , 2). Deseo, pues, decir una palabra especial de reconocimiento y aliento a aquellos que trabajan en estrecha colaboración de diversas maneras con los sacerdotes en sus parroquias. En particular, me dirijo a los que puede ofrecer una contribución específica a la pastoral de las vocaciones: a los sacerdotes, familias, catequistas y líderes de grupos parroquiales. Invito a los sacerdotes a dar testimonio de su comunión con su obispo y sus sacerdotes, y así proporcionar un suelo fértil para la semilla de la vocación sacerdotal. Las familias pueden ser «animado por el espíritu de la fe y el amor y el sentido del deber» ( Optatam totius , 2) que es capaz de ayudar a los niños para dar la bienvenida generosamente a la llamada al sacerdocio ya la vida religiosa. catequistas de mayo y líderes de grupos católicos y movimientos eclesiales, convencidos de su misión educativa, tratan de «guiar a los jóvenes confiados a ellos para que estos se reconocen y acogen libremente la vocación divina» ( ibíd .).
Queridos hermanos y hermanas, su compromiso con la promoción y cuidado de las vocaciones se vuelve más significativa y eficaz pastoral cuando se lleva a cabo en la unidad de la Iglesia y en el servicio de la comunión. Por esta razón, cada momento en la vida de la comunidad de la Iglesia – la catequesis, encuentros de formación, la oración litúrgica, peregrinaciones – puede ser una valiosa oportunidad para despertar en el Pueblo de Dios, y, en particular en los niños y los jóvenes, un sentido de pertenencia a la Iglesia y de la responsabilidad de responder a la llamada al sacerdocio ya la vida religiosa por una decisión libre e informada.
La capacidad de fomentar las vocaciones es una característica de la vitalidad de una Iglesia local. Con la confianza y perseverancia vamos a invocar la ayuda de la Virgen María, que por el ejemplo de su propia aceptación del plan salvífico de Dios y su poderosa intercesión, todas las comunidades será cada vez más abierto a decir «sí» al Señor que está en constante llamando a nuevos obreros a su mies. Con este deseo, os imparto a todos la Bendición Apostólica.
Desde el Vaticano, 15 de noviembre 2010
Benedictus PP. XVI

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Beatificación de Juan Pablo II

jpii1.pngEl 1 de Mayo será Beatificado Juan Pablo II, un polaco universal, que además amaba profundamente a España.

En su visita del año 2003 afirmó que: «el lugar evoca la vocación de los católicos españoles a ser constructores de Europa y solidarios con el resto del mundo. España evangelizada, España evangelizadora, ese es el camino. No descuidéis nunca esa misión que hizo noble a vuestro país en el pasado y es el reto intrépido para el futuro».

El día previo a la beatificación, el sábado 30, se celebrará la Vigilia que tendrá lugar a las 20.30h en el Circo Máximo de Roma. El cardenal Agostino Vallini, Vicario del Santo Padre para la diócesis de Roma, presidirá el acto. Además intervendrán el cardenal de Varsovia, Stanislaw Dziwisz, que fue su secretario durante cuarenta años, y el médico y periodista Joaquín Navarro-Valls, que fue su portavoz durante veintidós años. Benedicto XVIse unirá espiritualmente a la vigilia a través de un video transmitido por las pantallas que se distribuirán por toda la ciudad.

La misa de beatificación, el 1 de mayo a las 09:00 horas, será celebrada por el Papa Benedicto XVI y todos los cardenales.

Comenzará con el descubrimiento del gran tapiz con el rostro de Juan Pablo II en la fachada principal de la basílica. Se colocarán 14 pantallas gigantes tanto en la plaza como en los aledaños para seguir la ceremonia.

Después tanto Benedicto XVI como el resto de cardenales irán en procesión desde la plaza hasta el interior de la Basílica de San Pedro donde se postrarán ante el féretro de J. Pablo II.

Una hora después de la misa, todo aquel que lo desee podrá venerar los restos de Karol Wojtyla desde el mismo domingo 1 de mayo, una vez que termine la ceremonia de beatificación.jpii2.png

Los restos quedarán expuestos hasta que se agote el flujo de fieles que deseen acudir ante el altar de la Confesión. También preparado especialmente por la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, después de presidir los actos de beatificación en el altar mayor, será expuesto a la devoción de los fieles, un precioso relicario conteniendo sangre de Juan Pablo II.

Posteriormente después de la beatificación y de forma privada, el féretro con los restos del Pontífice serán trasladados a la Capilla de San Sebastián ubicada en la parte derecha de la Basílica de San Pedro, al lado de la escultura de Miguel Ángel de la Piedad, para que pueda ser venerado por los fieles.

Los peregrinos que no tengan hotel pueden iniciar después «una noche blanca» a lo largo de un itinerario especial desde el Circo Máximo hasta la plaza de San Pedro en el que habrá ocho iglesias abiertas durante toda la noche para facilitar la oración y el descanso.

El 2 de mayo a las 10:30 horas en la Plaza de San Pedro se celebrará una misa de acción de gracias presidida por el cardenal Secretario de Estado, Tarsizio Bertone.

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Vigilia Pascual

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS Y LA NUESTRa

 

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Con eso de que la resurrección del pobre Lázaro se narra casi a las puertas de la Pasión y en realidad fue el detonante para que los sumos sacerdotes y fariseos decretasen la muerte no solo a Jesús sino hasta de Lázaro, pues yo creo que eso hace que en nuestra cabeza la resurrección de Lázaro esté superpuesta a la resurrección de Señor, o si queréis que tomemos la resurrección de Lázaro como un ensayo de lo que iba a ser la resurrección de Jesús.

 

Y no hay nada más falso, porque al pobre Lázaro, cuando ya estaba montado en primera para irse al cielo, le hicieron bajar de nuevo al andén de la vida temporal, para a los pocos años tener que comprar de nuevo el billete y marcharse definitivamente de este mundo.

La resurrección de Jesús es algo totalmente distinto, Jesús no regresa atrás a la vida que había llevado por campos y aldeas, Jesús desde el túnel de la muerte salta al espacio de lo eterno, infinito de la gloria del Padre, la que de siempre había tenido junto a El, nunca jamás tendrá que pasar por Él la muerte y Lázaro sí.

 

 

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San Pablo une estrechamente la resurrección del Señor a la nuestra porque en Él todos hemos resucitado, y es que la muerte ha perdido su fuerza sobre el hombre, de ser la esclava de la humanidad se ha convertido en lanzadera de cohetes espaciales, que gracias a la muerte van a tener energía suficiente para volar para siempre por los espacios eternos de Dios

La muerte, de ser destrucción del hombre, se convierte en estación para acoplar las ruedas del AVE del hombre a vías ya para siempre eternas y definitivas.

 

Como la muerte del grano de trigo le prepara para florecer y desarrollarse en muchos más granos de trigo, así la corrupción de nuestros cuerpos no va a ser más que el abonar nuestro campo para una floración definitiva.

 

Todos unos más otros menos, vamos sintiendo en nuestros cuerpos desperfectos, goteras que tratamos de reparar y cunado acabamos de reparar una aparece otra o es una cañería que se rompe o es un canalón que se cae.

 

Pues todo eso no es más el anuncio de la proximidad de Nuestra resurrección, es e paso por el último paso a nivel es el traqueteo del tren al pasar agujas.

Y con cuanto gusto nos bajamos del tren después de un cansado viaje, y los ojos cargados e sueño, para pisar al fin la estación de término donde nuestros seres queridos nos esperaban.

 

Jesús es el que ha hecho esto posible, destruyendo el documento ya sellado y firmado de nuestra sentencia de muerte que nos dice San Pablo. Como El por su obediencia al Padre hasta la muerte y muerte de Cruz ganó el «nombre-sobre-todo-nombre» y una vida de eterna gloria a la diestra del Padre, así lo ha conseguido para nosotros.

 

La Casa del Padre, en que hay una habitación para cada uno, al fin ha abierto sus puertas de par en par para que los hijos vayamos llegando, y qué bueno tiene que ser llegar, arrodillarse ante el buen Padre y sentir sobre los hombros sus manos que comunican cariño personal, toso ese cariño acumulado durante los largos años de espera hasta mi llegada, años más azarosos para el buen Padre, conocedor de mi peligroso viaje que para mí inconsciente de lo que podía poner en peligro. Pero al fin en la casa paterna y en los brazos del Padre.

Texto de J. Mª Maruri, SJ
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Una reflexión sobre el proceso a Jesús de Nazaret

 

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En la segunda parte de «Jesús de Nazaret», el Papa no solo ofrece una reflexión teológica y exegética de primer orden, sino que también invita a la reflexión sobre otros aspectos cruciales. Uno de ellos, es el análisis del proceso de Jesús ante Pilatos. Detengámonos en él.

La civilización occidental no puede entenderse sin el calidoscopio en el que se descomponen sus grandes procesos. Así por ejemplo, en el primer cuarto del siglo XX, Occidente despierta de la pesadilla totalitaria a través de los Juicios de Nüremberg, que recordaron la existencia de exigencias morales y éticas superiores a cualquier Derecho positivo. Mucho tiempo antes (s. II a. de C.), el choque verbal entre Cicerón y Catilina, recuerda la importancia del respeto a la ética en los asuntos públicos y los presupuestos del poder legítimo. El juicio de Sócrates en Atenas (s .IV a. de C.), en fin, nos sitúa abruptamente ante el valor de la crítica de la razón frente a los usos sociales.

De todos ellos, el proceso de Jesús ante Pilatos ocupa el lugar central. ¿Quiénes fueron los acusadores? ¿Cuál fue el verdadero motor del proceso? ¿Qué lugar ocupa la verdad en el gran tema de lo justo legal?

 

TRES RESPUESTAS CLAVES

La respuesta a la primera pregunta por Benedicto XVI ha merecido el agradecimiento del pueblo judío. El fiscal no fue Israel como un todo, sino los círculos sacerdotales distinguidos y un pequeño y fanático grupo de seguidores de Barrabás. La segunda cuestión en Benedicto XVI apunta como una flecha a un hecho que ha cambiado el mundo: la separación entre la dimensión religiosa y la política, una separación que, para el Papa, pertenece realmente «a la esencia» del nuevo camino cristiano. El tercer tema requiera algo más de atención ahora.

Ante el requerimiento de Pilatos: «¿Qué es la verdad?», Benedicto XVI recuerda que no ha sido el procurador romano «el único que ha dejado al margen esta cuestión como insoluble y, para sus propósitos, impracticable. También hoy se considera molesta, tanto en la contienda política como en la discusión sobre la formación del derecho».

Ciertamente, para el Derecho la pregunta por la verdad es fundamental. Tal vez por esto, y precisamente desde instancias democráticas, viene afirmándose que los derechos fundamentales, entre ellos el derecho a un juicio «justo», deberían ser rescatados de las presiones de las minorías y de las imposiciones de las mayorías políticas. Al representar un núcleo de valores esenciales, deben quedar al margen de esquemas políticos de uno y otro signo. Como ha dicho Spaemann, «la comunidad jurídica no es una especie de ‘closed shop’, cuyas condiciones de admisión y de exclusión quedan fijadas por la mayoría de los miembros». Por ejemplo, no hay derecho alguno de una mayoría, por muy grande que sea, a decidir sobre el derecho de una minoría a su existencia.

Hace años, cuando Benedicto XVI era solamente el cardenal Ratzinger, observaba que «las decisiones mayoritarias no pierden su condición verdaderamente humana y responsable cuando presuponen un sustrato básico de humanidad y lo respetan como verdadero bien y condición de todos los demás bienes».

Las observaciones primero del cardenal Ratzinger y ahora de Benedicto XVI chocan frontalmente con la visión jurídica que, prescindiendo de la verdad, basa el derecho en el poder, en la fuerza de los votos. Esta línea de pensamiento (me refiero al positivismo jurídico, fruto del relativismo ante la verdad objetiva) hoy intenta ocupar todos los intersticios legales, incluido el juicio histórico de Jesús ante Pilatos.

 

 

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RELATIVISMO Y POSITIVISMO LEGAL

Tal vez haya sido el jurista austríaco Hans Kelsen el que lo ha planteado de forma más radical. Cuando desde su visión normativista se sitúa ante la pregunta del procurador romano frente a la verdad, no duda en tomar partido por la postura que, a la postre, adoptará Pilatos. Estas son sus palabras : «Y puesto que Pilatos, un relativista escéptico, no sabía qué era la verdad, la verdad absoluta en que este hombre creía, consecuentemente, procedió de modo democrático sometiendo la decisión del caso a votación popular» (H. Kelsen, «¿Qué es la Justicia?, Barcelona, 1992).

Ciertamente no deja de provocar un cierto «escalofrío jurídico» esta renuncia a la verdad, para entregar la justicia en manos de una mayoría, tantas veces manipulable (como se deduce también del relato evangélico). El relativismo -de entonces y de ahora- termina, en el fondo, por renunciar a saber qué es lo justo, aferrándose a una maraña de subterfugios procedimentales, que difícilmente pueden ocultar la presión del poderoso sobre el débil.

El Papa se refería de forma explícita a estas cuestiones de profundo calado, con motivo de su discurso a la Comisión Teológica internacional de 5 de octubre de 2007. Decía entonces Benedicto XVI: «En muchos pensadores parece dominar hoy una concepción positivista del derecho. Según ellos, la humanidad, o la sociedad, o de hecho la mayoría de los ciudadanos, se convierte en la fuente última de la ley civil. (…) En la raíz de esta tendencia se encuentra el relativismo ético, en el que algunos ven incluso una de las condiciones principales de la democracia, porque el relativismo garantizaría la tolerancia y el respeto recíproco de las personas. Pero, si fuera así, la mayoría que existe en un momento determinado se convertiría en la última fuente del derecho. La historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse. (…) Cuando están en juego las exigencias fundamentales de la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución familiar, de la equidad del ordenamiento social, es decir, los derechos fundamentales del hombre, ninguna ley hecha por los hombres puede trastocar la norma escrita por el Creador en el corazón del hombre».

Me he permitido una cita algo extensa, precisamente porque explica nítidamente el desenlace jurídico de la crucial cuestión también teológica que el Papa Ratzinger plantea cuando analiza el proceso de Jesús.

Por Rafael Palomino Catedrático de Derecho Eclesiástico en la Universidad Complutense, y Vocal del Consejo Asesor de OSCE para la Libertad de Religión y de Creencias.
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Viernes Santo

Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del hombre.

Es el momento de reflexionar qué hizo Jesús por nosotros y qué hacemos nosotros por Él. El vino para ser Camino, Verdad y Vida. Sin embargo, nosotros, a menudo, caminamos por nuestros caminos, nos creamos nuestras verdades y no dejamos que El dé sentido a nuestra vida. Vino para darnos la vida y la salvación, como la vid da la vida a los sarmientos. Fue el Mesías prometido por Dios a su pueblo. Pero fue también el «Siervo de Yahvé» que soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores. Jesús terminó clavado en la cruz construida con la madera de un frío árbol, fue asesinado por su infinito Amor a nosotros y por su obediencia a la voluntad del Padre. El canto del Siervo de Yahvé es desgarrador: «maltratado voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca». La cruz es símbolo de adhesión, de confianza, de amor. Y, sin embargo, cuando somos incoherentes le matamos en nuestro corazón….le entregamos como Judas, a cambio de unas pocas monedas sin valor: egoísmo, comodidad, mediocridad, falta de confianza…). Nosotros también decimos muchas veces ¡crucifícale!

 

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Jesús nos sigue esperando. Unos brazos abiertos, un deseo de abrazar a todos los hombres… Unos ojos cerrados, un deseo de no volver a ver la maldad de los hombres… Una cabeza inclinada hacia delante para escucharnos siempre…. Unos pies clavados esperando siempre… Un costado abierto, estrecho… porque sólo pueden llegar al corazón de Cristo los que se hacen pequeños.

Jesús nos sigue invitando.«El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga». Nos sigue invitando a que no nos olvidemos de nosotros mismos y nos centremos en intentar hacer felices a los demás, en que caminemos por sus caminos y no por los nuestros, en dejar que se cumpla su plan en nosotros. Sólo respondiendo a la llamada que nos hace a cada uno de nosotros descubriremos el verdadero sentido de la muerte de Cristo e iremos preparando el camino para que el Señor resucite en nuestro corazón hasta poder descubrir que la Resurrección convierte el árbol muerto de la Cruz en símbolo de vida para siempre. En la muerte de Jesús en la Cruz se nos muestra su fidelidad insobornable a Dios Padre. En la Cruz contemplamos al testigo del amor y la misericordia de Dios. El crucificado es el que ha de guiar nuestros pasos. Optemos por la Cruz de la vida. Optemos por ser sarmientos de la vid verdadera. Olvidémonos de nosotros mismos. Carguemos con nuestras pequeñas cruces….y sigamos su camino.

Por J. Mª Martín Osa
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Jueves Santo es el día del amor fraterno

 

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EL AMOR EXTREMO DE CRISTO. «…habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). El amor de Jesucristo es un amor divino, pues Él es el Hijo de Dios, hecho hombre sin dejar de ser Dios. Por eso su actuación nos sorprende tantas veces, nos desconcierta incluso, se nos hace incomprensible. En el pasaje de hoy eso es lo que le ocurre a San Pedro, no le cabe en la cabeza que Jesús lave los pies a sus discípulos, cuando ese menester era tan humillante que no se le podía exigir, según las leyes judías contenidas en la Mina, a ningún hijo de Israel. El gesto del lavatorio lo dice todo. Demuestra que ha venido a servir y no a ser servido, está dispuesto a dar la vida por todos.

Era el suyo, es y será, un amor sin límites, extremo. Algunos traducen hasta el fin en lugar de hasta el extremo. En el original griego se usa una palabra, teleios, cuyas raíces aparecen cuando se dice que todo se ha cumplido (tetélestai), momento en Cristo muere de amor por los hombres, dejándonos una lección inolvidable y exigente.

La Eucaristía es memorial (actualización) de la muerte y Resurrección de Cristo, sacrificio de la Nueva Alianza y sacramento de amor y de unidad. Cada vez que la celebramos proclamamos la muerte y la Resurrección de Jesucristo como dice la Primera Carta de San Pablo a los Corintios. La Alianza del Pueblo de Israel es el anticipo de la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo. Hoy, día del amor fraterno, debemos resaltar que la Eucaristía nos une en el amor y nos da fuerza para transformar este mundo desde el amor. Donde hay amor hay fraternidad; donde no hay, puede quedar la apariencia o el nombre, pero se escapa la realidad. «El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un homicida. Nosotros debemos dar la vida por los hermanos». Son palabras de la primera carta de Juan 2, 9-10. Nadie tiene tantos y tan buenos motivos como el cristiano para amar a todos. Debemos ser portadores de amor en todo encuentro humano que mantengamos. Y puesto que el amor ofrecido provoca un amor correspondido, el encuentro siempre se convierte en oportunidad de gracia para nuestro interlocutor. El amor cristiano es agapé, es decir amor gratuito y desinteresado, que no exige nada a cambio.

Si excluimos a una sola persona de nuestro amor, éste deja automáticamente de ser cristiano. Pero esta universalidad del amor no se contrapone a una preferencia respecto a determinadas personas o grupos a los que estamos más vinculados: los parientes, los amigos, las personas o grupos con las que compartimos afecto, opciones comunes, tareas profesionales o sociales, aficiones. Es obligado que amemos a nuestra comunidad eucarística, es decir a aquellas personas con las que compartimos habitualmente la celebración de la Eucaristía. El amor a la parroquia se asienta principalmente aquí. Es evangélico que profesemos un amor especial a aquellas personas y comunidades que comparten con nosotros un carisma religioso o laical. El amor a la Iglesia universal y local.

 

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La preocupación por los problemas del mundo, especialmente la justicia y la paz.

Dios nos pide una preferencia, «amor preferencial por los pobres». He de preguntarme en este día: ¿qué tiempo les dedico, qué recursos económicos les ofrezco, qué nivel de austeridad me exijo, qué cualidades pongo a su servicio, qué aprendo en mi relación con ellos? Todos somos iguales. Pero algunos (ellos) son «más desiguales que otros». El evangelio me pide que sean «más iguales». Para la Iglesia, ha subrayado el Papa Benedicto XVI, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y a su esencia. El cristiano tiene que luchar por la justicia, por el orden justo de la sociedad. El amor-caridad siempre será necesario incluso en una sociedad más justa.

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Siempre es necesaria la atención personal, el consuelo y el cuidado de la persona. Los que dedican su tiempo a los demás en las instituciones caritativas de la Iglesia deben «realizar su misión con destreza, pero deben distinguirse por su dedicación al otro, con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad» (Dios es amor, nº 31). El necesitado, pobre en todos los sentidos tiene nombre y apellidos, no es un número, necesita que le escuchen y, sobre todo, que le quieran.

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Las Procesiones de Semana Santa

 

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Comenzando por la procesión del domingo de Ramos o de la «Borriquita», son en muchas ciudades de España algo grande y muy significativo. Es verdad que en estas procesiones hay algo de folklore, de fiesta popular social, pero también es verdad que en las procesiones hay mucho de sentimiento religioso y de piedad sincera. Debemos cuidar los cristianos el sentido religioso de estas fiestas, celebrándolas con una especial alegría y con mucha piedad interior. El dicho popular seguía diciendo: al que no estrena se le caen las manos. Bien, levantemos, durante estos días, nosotros nuestras manos para aplaudir, aunque sólo sea interiormente, al Cristo que pasa a nuestro lado. Con su gesto y su mirada nos invita a considerar su vida, muerte y resurrección como un sacrificio de alabanza al Padre y de expiación por nuestros pecados.

 

Fotografía: Llegada de La Borriquilla a San Tirso. José Luis Luna.
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