Vigilia Pascual

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS Y LA NUESTRa

 

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Con eso de que la resurrección del pobre Lázaro se narra casi a las puertas de la Pasión y en realidad fue el detonante para que los sumos sacerdotes y fariseos decretasen la muerte no solo a Jesús sino hasta de Lázaro, pues yo creo que eso hace que en nuestra cabeza la resurrección de Lázaro esté superpuesta a la resurrección de Señor, o si queréis que tomemos la resurrección de Lázaro como un ensayo de lo que iba a ser la resurrección de Jesús.

 

Y no hay nada más falso, porque al pobre Lázaro, cuando ya estaba montado en primera para irse al cielo, le hicieron bajar de nuevo al andén de la vida temporal, para a los pocos años tener que comprar de nuevo el billete y marcharse definitivamente de este mundo.

La resurrección de Jesús es algo totalmente distinto, Jesús no regresa atrás a la vida que había llevado por campos y aldeas, Jesús desde el túnel de la muerte salta al espacio de lo eterno, infinito de la gloria del Padre, la que de siempre había tenido junto a El, nunca jamás tendrá que pasar por Él la muerte y Lázaro sí.

 

 

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San Pablo une estrechamente la resurrección del Señor a la nuestra porque en Él todos hemos resucitado, y es que la muerte ha perdido su fuerza sobre el hombre, de ser la esclava de la humanidad se ha convertido en lanzadera de cohetes espaciales, que gracias a la muerte van a tener energía suficiente para volar para siempre por los espacios eternos de Dios

La muerte, de ser destrucción del hombre, se convierte en estación para acoplar las ruedas del AVE del hombre a vías ya para siempre eternas y definitivas.

 

Como la muerte del grano de trigo le prepara para florecer y desarrollarse en muchos más granos de trigo, así la corrupción de nuestros cuerpos no va a ser más que el abonar nuestro campo para una floración definitiva.

 

Todos unos más otros menos, vamos sintiendo en nuestros cuerpos desperfectos, goteras que tratamos de reparar y cunado acabamos de reparar una aparece otra o es una cañería que se rompe o es un canalón que se cae.

 

Pues todo eso no es más el anuncio de la proximidad de Nuestra resurrección, es e paso por el último paso a nivel es el traqueteo del tren al pasar agujas.

Y con cuanto gusto nos bajamos del tren después de un cansado viaje, y los ojos cargados e sueño, para pisar al fin la estación de término donde nuestros seres queridos nos esperaban.

 

Jesús es el que ha hecho esto posible, destruyendo el documento ya sellado y firmado de nuestra sentencia de muerte que nos dice San Pablo. Como El por su obediencia al Padre hasta la muerte y muerte de Cruz ganó el «nombre-sobre-todo-nombre» y una vida de eterna gloria a la diestra del Padre, así lo ha conseguido para nosotros.

 

La Casa del Padre, en que hay una habitación para cada uno, al fin ha abierto sus puertas de par en par para que los hijos vayamos llegando, y qué bueno tiene que ser llegar, arrodillarse ante el buen Padre y sentir sobre los hombros sus manos que comunican cariño personal, toso ese cariño acumulado durante los largos años de espera hasta mi llegada, años más azarosos para el buen Padre, conocedor de mi peligroso viaje que para mí inconsciente de lo que podía poner en peligro. Pero al fin en la casa paterna y en los brazos del Padre.

Texto de J. Mª Maruri, SJ
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