La divina misericordia

Una nueva forma de totalitarismo se esconde insidiosamente bajo la apariencia de democracia, “el antievangelio” o la idea de que hay que vivir como si Dios no existiera.

Santa Faustina Kowalska anunció: «Que la única verdad capaz de contrarrestar las ideologías del mal era que Dios es misericordia, era la verdad de Cristo misericordioso». ¡Cuánta necesidad de la misericordia de Dios tiene el mundo de Hoy!

«Cristo no triunfa por medio de la espada, sino por medio de la cruz. Vence superando el odio. Vence mediante la fuerza más grande de su amor. La cruz es el signo de la victoria de Dios, que anuncia el camino nuevo de Jesús. El sufriente ha sido más fuerte que los poderosos» (Benedicto XVI)

Juan Pablo II introdujo en el calendario de la Iglesia la fiesta dedicada a la Divina Misericordia. Cuando en el 2002 en Cracovia consagró el santuario de la Divina Misericordia dijo: «Con los ojos del alma deseamos contemplar los ojos de Jesús misericordioso, para descubrir en la profundidad de esta mirada el reflejo de su vida, así como la luz de la gracia que hemos recibido ya tantas veces, y que Dios nos reserva para todos los días y para el último día».

El segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia lo celebramos con un texto del evangelio de San Juan  (20, 19-31) muy hermoso donde resaltamos “Estaban con las puertas cerradas”, “Entró Jesús y se puso en medio”, “No tengáis miedo; os doy la paz”. La lección de Jesús es que tiene paciencia con Tomás, le da las pruebas que quería; y que espera que, ante las evidencias, llegue a proclamar, con un espíritu de fe y de amor, que Jesucristo es el Señor.

Después de comprobar hasta dónde llega el corazón misericordioso de Dios, al igual que Tomás, llenos de fe  exclamemos ¡Señor mío y Dios mío!, a la vez que abrimos las puertas de nuestra morada para verlo y tocarlo en el sacramento de la Eucaristía y de la Reconciliación, en la caridad hacia el hermano… En este tiempo pascual profundicemos en el valor del encuentro con el Resucitado para seguirlo. San Agustín nos dice: «Cristo se ha hecho para nosotros camino, y ¿podremos así perder la esperanza de llegar?. Este camino no puede tener fin, no se puede cortar, no lo pueden corroer la lluvia ni los diluvios, ni puede ser asaltado por los ladrones. Camina seguro en Cristo, camina; no tropieces, no caigas, no mires atrás, no te detengas en el camino, no te apartes de él. Con tal que cuides esto, habrás llegado».

Publicado en Reflexiones | Etiquetado | 1 comentario

Debemos testimoniar la Pascua

Su Santidad Benedicto XVI en su mensaje pascual nos exhorta:

Jesucristo, con su muerte y resurrección, ha liberado al hombre de aquella esclavitud radical que es el pecado, abriéndole el camino hacia la verdadera Tierra prometida, el reino de Dios. Sí, hermanos, la Pascua es la verdadera salvación de la Humanidad. Si Cristo no hubiera derramado su Sangre por nosotros, no tendríamos ninguna esperanza, la muerte sería inevitablemente nuestro destino y el del mundo entero. Pero la Pascua ha invertido la tendencia. Es un acontecimiento que ha modificado profundamente la orientación de la Historia, inclinándola de una vez por todas en la dirección del bien, de la vida y del perdón. ¡Somos libres, estamos salvados!

El pueblo cristiano está llamado a dar testimonio en todo el mundo de esta salvación, a llevar a todos el fruto de la Pascua, que consiste en una vida nueva, liberada del pecado y restaurada en su belleza originaria, en su bondad y verdad. A lo largo de dos mil años, los cristianos, especialmente los santos, han fecundado continuamente la Historia con la experiencia viva de la Pascua. La Iglesia es el pueblo del éxodo, porque constantemente vive el Misterio Pascual difundiendo su fuerza renovadora siempre y en todas partes. También hoy la Humanidad necesita un éxodo, que consista no sólo en retoques superficiales, sino en una conversión espiritual y moral. Necesita la salvación del Evangelio para salir de una crisis profunda y que, por consiguiente, pide cambios profundos, comenzando por las conciencias.

La Pascua no consiste en magia alguna. De la misma manera que el pueblo judío se encontró con el desierto, más allá del Mar Rojo, así también la Iglesia, después de la Resurrección, se encuentra con los gozos y esperanzas, los dolores y angustias de la Historia. Y, sin embargo, esta Historia ha cambiado, ha sido marcada por una alianza nueva y eterna, está realmente abierta al futuro. Por eso, salvados en esperanza, proseguimos nuestra peregrinación llevando en el corazón el canto antiguo y siempre nuevo: ¡Cantaré al Señor, sublime es su victoria!

Publicado en Reflexiones | Etiquetado , , | Comentarios desactivados en Debemos testimoniar la Pascua

V Aniversario de la muerte de SS Juan Pablo II

Se cumplen 5 años de la muerte del Papa Wojtyla; el amor de Juan Pablo II sigue actuando en la Iglesia.

Lo que movía a Juan Pablo II «era el amor a Cristo», explicó Benedicto XVI en la misa presidida, el pasado 29 de marzo, con motivo del quinto aniversario de su fallecimiento, en la basílica de San Pedro del Vaticano. Ésa es la piedra angular de uno de los pontificados más fecundos de la historia de la Iglesia, que todavía necesitará tiempo para ser asimilado.

El 2 de abril, quinto aniversario de la muerte de Juan Pablo II, coincidió con el Viernes Santo. A la hora exacta de la muerte del Papa polaco, las 21:37, el momento se revivió en el Coliseo de Roma, durante el Vía Crucis. Según explicó días antes su sucesor, dado que Karol Wojtyla «se acercó cada vez más a Dios en el amor, pudo hacerse compañero de viaje para el hombre de hoy, dispersando en el mundo el perfume del amor de Dios».

El antiguo secretario de Juan Pablo II, el cardenal Stanislaw Dziwisz, actual arzobispo de Cracovia, nos dice: «La memoria de Juan Pablo II dura y no disminuye; es más, parece crecer con el tiempo su fama de santidad. No sólo en Polonia». «La cadena ininterrumpida de fieles, que se detuvo en oración hace cinco años ante el cuerpo de Juan Pablo II, no se ha interrumpido». «Cada día, su tumba es meta de una peregrinación continua. Es verdad, la historia continúa, y los fieles sienten una gran estima y afecto por Benedicto XVI, pero no olvidan a su predecesor». De hecho, un promedio de 12.000 personas visita diariamente esta tumba, convertida en uno de los principales lugares de peregrinación de Roma.

Son ya cinco años sin Juan Pablo II. Sin embargo,  todavía quedan temas de su magisterio por descubrir; en particular, «la teología del cuerpo, que era una de las novedades de su enseñanza y que no ha quedado todavía plenamente asimilada». Su visión de la mujer en la sociedad, y su compromiso por la cuestión social y los derechos del hombre, a juicio del cardenal, necesitan también tiempo para ser plenamente asimilados.

El cardenal Rouco, arzobispo de Madrid, y uno de los que mejor conocieron a aquel Papa, tan vinculado a España afirma: «El pontificado de Juan Pablo II tiene para la Iglesia un significado de tal magnitud y hondura que, probablemente, a los cinco años de su muerte, sea pronto todavía para comprenderlo en toda su complejidad y riqueza».

Juan Pablo II y España
Los contactos entre el cardenal Rouco y Juan Pablo II se repitieron muy a menudo, porque España fue uno de los países más visitados por este Papa, y uno de los países, también, que él mejor conocía y más presentes tenía siempre. Pero donde mejor percibe el cardenal la dilección particular de Juan Pablo II por España es en su última Visita, en mayo de 2003: «Al recibir la invitación, a pesar de las dificultades de salud, no dudó en aceptar, en un gesto que muchos interpretamos como un querer venir a despedirse de España, antes de su muerte». Esa voluntad se manifiesta de forma especialmente clara hacia los jóvenes españoles. «Sus palabras a los jóvenes en Cuatro Vientos tienen mucho de eso, de algo así como la última voluntad del Papa a los jóvenes, cuando, por ejemplo, les pide que sean testigos del Señor».

En este viaje quedó también patente la confianza y esperanza puestas por Juan Pablo II en España. «Él conocía bien y estimaba la historia de la Iglesia en España y de su acción misionera a partir del siglo XVI; estaba particularmente familiarizado también con lo que significó el Camino de Santiago en la construcción de Europa, como demostró en la IV Jornada Mundial de la Juventud. Y, sobre todo, conocía muy bien las posibilidades de fidelidad católica y de comunión de España con la Iglesia y con su pastor universal, algo que apreciaba él mucho».

Se queda el cardenal Rouco, entre los muchos recuerdos de esta Visita, con la homilía en la canonización de cinco nuevos santos, y con las palabras finales del Papa, «verdaderamente emocionantes, cuando nos dice que no perdamos nuestras raíces, que continuemos esa aportación de la experiencia y de la fidelidad de España hacia la Iglesia, en mantener la identidad católica, y el arrojo y el entusiasmo apostólico, asumiendo con generosidad nuestra responsabilidad, nuestra vocación, como propia dentro de la Iglesia».

Sin embargo, para el cardenal Rouco, «los recuerdos quizá más intensos son los de la IV Jornada Mundial de la Juventud», en Santiago de Compostela, en 1989, puesto que, como arzobispo, fue esa ocasión en la que pudo «acompañarle más tiempo y más cercanamente, ya que el Papa se alojó en la casa del arzobispo de Santiago». En la noche tras su llegada —recuerda—, Juan Pablo II «apenas durmió, porque venía con fiebre, con alguna infección de garganta, quizá. No quiso decirlo, y se sobrepuso plenamente en la noche de la Vigilia en el Monte del Gozo, donde hacía un frío notable. Juan Pablo II se entregó a los jóvenes totalmente».

Fue una visita a España con un programa muy intenso «para una persona que ya no era tan joven, y había sufrido el atentado del 13 de mayo de 1981. No se le apreciaban huellas llamativas, pero ya los años le pesaban».

El último encuentro

La última ocasión en que don Antonio María Rouco pudo ver a Juan Pablo II fue sólo unos pocos días antes de su muerte, en la visita ad limina de los obispos de la Provincia Eclesiástica de Madrid. «Preguntaba y contestaba con monosílabos», recuerda; «yo le hablé en español, como me pidió… Preguntó cómo estaba el Príncipe, y pasó enseguida al tema de las vocaciones y los seminaristas. Sacamos la impresión de que el Papa había mejorado, pero, a la mañana siguiente, nos dieron la noticia de que no había podido recibir ya a más obispos, de manera que pudimos llevarnos ese recuerdo final: su interés grande por España, muy centrado, sobre todo, en las vocaciones y en los aspirantes al sacerdocio».

Publicado en Biografías | Etiquetado , | 1 comentario

Cursillo de cristiandad

Los próximos días 22 a 25 de abril se celebrará en el Monasterio un Cursillo de Cristiandad organizado por el Secretariado Diocesano de Cursillos de Cristiandad.

Desde este blog queremos a animaros a todos los interesados a acudir estos días de encuentro con Cristo; como dice el cartel anunciador: «Tres días para ser feliz toda una vida».

Las personas interesadas en asistir puede contactar directamente con los organizadores en los teléfonos 615 485 038 o 679 227 526.

Puedes descargar aquí más información.

Publicado en Convivencias, El monasterio y su entorno | Etiquetado | Comentarios desactivados en Cursillo de cristiandad

Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI por las vocaciones

«El testimonio suscita vocaciones»
Venerados Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas

La 47 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará en el IV domingo de Pascua, domingo del “Buen Pastor”, el 25 de abril de 2010, me ofrece la oportunidad de proponer a vuestra reflexión un tema en sintonía con el Año Sacerdotal: El testimonio suscita vocaciones. La fecundidad de la propuesta vocacional, en efecto, depende primariamente de la acción gratuita de Dios, pero, como confirma la experiencia pastoral, está favorecida también por la cualidad y la riqueza del testimonio personal y comunitario de cuantos han respondido ya a la llamada del Señor en el ministerio sacerdotal y en la vida consagrada, puesto que su testimonio puede suscitar en otros el deseo de corresponder con generosidad a la llamada de Cristo. Este tema está, pues, estrechamente unido a la vida y a la misión de los sacerdotes y de los consagrados. Por tanto, quisiera invitar a todos los que el Señor ha llamado a trabajar en su viña a renovar su fiel respuesta, sobre todo en este Año Sacerdotal, que he convocado con ocasión del 150 aniversario de la muerte de san Juan María Vianney, el Cura de Ars, modelo siempre actual de presbítero y de párroco.

Ya en el Antiguo Testamento los profetas eran conscientes de estar llamados a dar testimonio con su vida de lo que anunciaban, dispuestos a afrontar incluso la incomprensión, el rechazo, la persecución. La misión que Dios les había confiado los implicaba completamente, como un incontenible “fuego ardiente” en el corazón (cf. Jr 20, 9), y por eso estaban dispuestos a entregar al Señor no solamente la voz, sino toda su existencia. En la plenitud de los tiempos, será Jesús, el enviado del Padre (cf. Jn 5, 36), el que con su misión dará testimonio del amor de Dios hacia todos los hombres, sin distinción, con especial atención a los últimos, a los pecadores, a los marginados, a los pobres. Él es el Testigo por excelencia de Dios y de su deseo de que todos se salven. En la aurora de los tiempos nuevos, Juan Bautista, con una vida enteramente entregada a preparar el camino a Cristo, da testimonio de que en el Hijo de María de Nazaret se cumplen las promesas de Dios. Cuando lo ve acercarse al río Jordán, donde estaba bautizando, lo muestra a sus discípulos como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29). Su testimonio es tan fecundo, que dos de sus discípulos “oyéndole decir esto, siguieron a Jesús” (Jn 1, 37).

También la vocación de Pedro, según escribe el evangelista Juan, pasa a través del testimonio de su hermano Andrés, el cual, después de haber encontrado al Maestro y haber respondido a la invitación de permanecer con Él, siente la necesidad de comunicarle inmediatamente lo que ha descubierto en su “permanecer” con el Señor: “Hemos encontrado al Mesías —que quiere decir Cristo— y lo llevó a Jesús” (Jn 1, 41-42). Lo mismo sucede con Natanael, Bartolomé, gracias al testimonio de otro discípulo, Felipe, el cual comunica con alegría su gran descubrimiento: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés, en el libro de la ley, y del que hablaron los Profetas: es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret” (Jn 1, 45). La iniciativa libre y gratuita de Dios encuentra e interpela la responsabilidad humana de cuantos acogen su invitación para convertirse con su propio testimonio en instrumentos de la llamada divina. Esto acontece también hoy en la Iglesia: Dios se sirve del testimonio de los sacerdotes, fieles a su misión, para suscitar nuevas vocaciones sacerdotales y religiosas al servicio del Pueblo de Dios. Por esta razón deseo señalar tres aspectos de la vida del presbítero, que considero esenciales para un testimonio sacerdotal eficaz.

Elemento fundamental y reconocible de toda vocación al sacerdocio y a la vida consagrada es la amistad con Cristo. Jesús vivía en constante unión con el Padre, y esto era lo que suscitaba en los discípulos el deseo de vivir la misma experiencia, aprendiendo de Él la comunión y el diálogo incesante con Dios. Si el sacerdote es el “hombre de Dios”, que pertenece a Dios y que ayuda a conocerlo y amarlo, no puede dejar de cultivar una profunda intimidad con Él, permanecer en su amor, dedicando tiempo a la escucha de su Palabra. La oración es el primer testimonio que suscita vocaciones. Como el apóstol Andrés, que comunica a su hermano haber conocido al Maestro, igualmente quien quiere ser discípulo y testigo de Cristo debe haberlo “visto” personalmente, debe haberlo conocido, debe haber aprendido a amarlo y a estar con Él.

Otro aspecto de la consagración sacerdotal y de la vida religiosa es el don total de sí mismo a Dios. Escribe el apóstol Juan: “En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él ha dado su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1 Jn 3, 16). Con estas palabras, el apóstol invita a los discípulos a entrar en la misma lógica de Jesús que, a lo largo de su existencia, ha cumplido la voluntad del Padre hasta el don supremo de sí mismo en la cruz. Se manifiesta aquí la misericordia de Dios en toda su plenitud; amor misericordioso que ha vencido las tinieblas del mal, del pecado y de la muerte. La imagen de Jesús que en la Última Cena se levanta de la mesa, se quita el manto, toma una toalla, se la ciñe a la cintura y se inclina para lavar los pies a los apóstoles, expresa el sentido del servicio y del don manifestados en su entera existencia, en obediencia a la voluntad del Padre (cfr Jn 13, 3-15). Siguiendo a Jesús, quien ha sido llamado a la vida de especial consagración debe esforzarse en dar testimonio del don total de sí mismo a Dios. De ahí brota la capacidad de darse luego a los que la Providencia le confíe en el ministerio pastoral, con entrega plena, continua y fiel, y con la alegría de hacerse compañero de camino de tantos hermanos, para que se abran al encuentro con Cristo y su Palabra se convierta en luz en su sendero. La historia de cada vocación va unida casi siempre con el testimonio de un sacerdote que vive con alegría el don de sí mismo a los hermanos por el Reino de los Cielos. Y esto porque la cercanía y la palabra de un sacerdote son capaces de suscitar interrogantes y conducir a decisiones incluso definitivas (cf. Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal, Pastores dabo vobis, 39).

Por último, un tercer aspecto que no puede dejar de caracterizar al sacerdote y a la persona consagrada es el vivir la comunión. Jesús indicó, como signo distintivo de quien quiere ser su discípulo, la profunda comunión en el amor: “Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos” (Jn 13, 35). De manera especial, el sacerdote debe ser hombre de comunión, abierto a todos, capaz de caminar unido con toda la grey que la bondad del Señor le ha confiado, ayudando a superar divisiones, a reparar fracturas, a suavizar contrastes e incomprensiones, a perdonar ofensas. En julio de 2005, en el encuentro con el Clero de Aosta, tuve la oportunidad de decir que si los jóvenes ven sacerdotes muy aislados y tristes, no se sienten animados a seguir su ejemplo. Se sienten indecisos cuando se les hace creer que ése es el futuro de un sacerdote. En cambio, es importante llevar una vida indivisa, que muestre la belleza de ser sacerdote. Entonces, el joven dirá:»sí, este puede ser un futuro también para mí, así se puede vivir» (Insegnamenti I, [2005], 354). El Concilio Vaticano II, refiriéndose al testimonio que suscita vocaciones, subraya el ejemplo de caridad y de colaboración fraterna que deben ofrecer los sacerdotes (cf. Optatam totius, 2).

Me es grato recordar lo que escribió mi venerado Predecesor Juan Pablo II: “La vida misma de los presbíteros, su entrega incondicional a la grey de Dios, su testimonio de servicio amoroso al Señor y a su Iglesia —un testimonio sellado con la opción por la cruz, acogida en la esperanza y en el gozo pascual—, su concordia fraterna y su celo por la evangelización del mundo, son el factor primero y más persuasivo de fecundidad vocacional” (Pastores dabo vobis, 41). Se podría decir que las vocaciones sacerdotales nacen del contacto con los sacerdotes, casi como un patrimonio precioso comunicado con la palabra, el ejemplo y la vida entera.

Esto vale también para la vida consagrada. La existencia misma de los religiosos y de las religiosas habla del amor de Cristo, cuando le siguen con plena fidelidad al Evangelio y asumen con alegría sus criterios de juicio y conducta. Llegan a ser “signo de contradicción” para el mundo, cuya lógica está inspirada muchas veces por el materialismo, el egoísmo y el individualismo. Su fidelidad y la fuerza de su testimonio, porque se dejan conquistar por Dios renunciando a sí mismos, sigue suscitando en el alma de muchos jóvenes el deseo de seguir a Cristo para siempre, generosa y totalmente. Imitar a Cristo casto, pobre y obediente, e identificarse con Él: he aquí el ideal de la vida consagrada, testimonio de la primacía absoluta de Dios en la vida y en la historia de los hombres.

Todo presbítero, todo consagrado y toda consagrada, fieles a su vocación, transmiten la alegría de servir a Cristo, e invitan a todos los cristianos a responder a la llamada universal a la santidad. Por tanto, para promover las vocaciones específicas al ministerio sacerdotal y a la vida religiosa, para hacer más vigoroso e incisivo el anuncio vocacional, es indispensable el ejemplo de todos los que ya han dicho su “sí” a Dios y al proyecto de vida que Él tiene sobre cada uno. El testimonio personal, hecho de elecciones existenciales y concretas, animará a los jóvenes a tomar decisiones comprometidas que determinen su futuro. Para ayudarles es necesario el arte del encuentro y del diálogo capaz de iluminarles y acompañarles, a través sobre todo de la ejemplaridad de la existencia vivida como vocación. Así lo hizo el Santo Cura de Ars, el cual, siempre en contacto con sus parroquianos, “enseñaba, sobre todo, con el testimonio de su vida. De su ejemplo aprendían los fieles a orar” (Carta para la convocación del Año Sacerdotal, 16 junio 2009).

Que esta Jornada Mundial ofrezca de nuevo una preciosa oportunidad a muchos jóvenes para reflexionar sobre su vocación, entregándose a ella con sencillez, confianza y plena disponibilidad. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, custodie hasta el más pequeño germen de vocación en el corazón de quienes el Señor llama a seguirle más de cerca, hasta que se convierta en árbol frondoso, colmado de frutos para bien de la Iglesia y de toda la humanidad. Rezo por esta intención, a la vez que imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 13 de noviembre de 2009

Publicado en Reflexiones | Etiquetado | Comentarios desactivados en Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI por las vocaciones

Pascua de Resurrección: Jesucristo ¡Vive!

 

 

 

¡Aleluya, Jesús ha resucitado, aleluya!

«Quienes celebramos la resurrección de Jesucristo, seamos renovados por su Espíritu para resucitar en el reino de la luz y de la vida»

El “Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor” «Domingo de domingos» es el día más grande, más santo, más alegre de todo el Calendario de la fe. Hemos revivido el acontecimiento central de nuestra “Redención”, reorientándonos hacia el núcleo esencial de la fe cristiana: La pasión y muerte en la cruz, la oscura soledad del sepulcro y el esplendor radiante de Jesucristo Resucitado.

“Triduo Pascual” que han constituido el corazón y el fulcro de todo el año litúrgico, así como de la vida de la Iglesia.  Por su repetición ritual de año en año, puede suponer un cierto desgaste anímico, que aminore nuestra participación en el paso litúrgico de los tres días, por ello, la Iglesia los ha ritualizado en el culto, no para que se desgasten, sino al contrario, para que revivan en nosotros, se actualicen continuamente y potencien las energías en los cristianos de todos los tiempos. La cruz es siempre la cruz, la resurrección lo sigue siendo también. Sólo que la primera, por dura y pesada que resulte, tiene sus días contados; en tanto que la resurrección y la vida gloriosa son eternas e irreversibles.

La teología bíblica habla de dos géneros de muerte y de resurrección, el del pecado y la gracia, y el del cuerpo mortal y su glorificación ultra terrena. Todos morimos y resucitamos cada día, dejando el lastre del hombre viejo y «revistiéndonos del nuevo, creado según Dios en la justicia y la santidad de la verdad» —en expresión de San Pablo— que también nos dice: «Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo resucitado, sentado a la derecha del Padre.

La resurrección es un dogma. La espiritualidad de resurrección tiene infinitas aplicaciones en el mundo actual, iluminando todos los recovecos de la vida corriente. «Quienes celebramos la resurrección de Jesucristo, seamos renovados por su Espíritu para resucitar en el reino de la luz y de la vida».

Jesucristo vive, realmente vive y, como Dios, está en todas partes; mas como Hombre está en el Cielo y en la Sagrada Eucaristía. Jesucristo vive, y también vive la Iglesia, y como Jesucristo vive eternamente, también eternamente vive la Iglesia a pesar de las persecuciones y dificultades. Hay en ella un Corazón que siempre late, y ese Corazón es el mismo de su Divino Salvador.

«La verdadera Pascua, que la sangre de Cristo ha recubierto de gloria, la Pascua en la que la Iglesia celebra la fiesta que constituye el origen de todas las fiestas» (Benedicto XVI).

El Tiempo Pascual

El tiempo Pascual abarca siete semanas de fiesta, desde el domingo de Pascua hasta el de Pentecostés, que en griego significa “cincuentena”. Estos cincuenta días los celebramos con alegría como un único día festivo, como un gran domingo continuado. Es el tiempo más importante del año cristiano. Dentro de esta cincuentena, tiene particular personalidad la primera semana, la «Octava de Pascua»; la fiesta de la Ascensión y el octavo domingo, la fiesta de Pentecostés.

La fecha de la Pascua es variable. Se celebra el domingo siguiente al plenilunio (luna llena) después del 21 de marzo (día del “equinoccio” de primavera, o sea, cuando la noche y el día son igual de largos). De ahí que vaya variando cada año la fecha de Pascua, y la de las otras fiestas que dependen de ella, como la Ascensión, Pentecostés o el Corpus.

En los primeros siglos, los fieles comulgaban con frecuencia y aun diariamente; pero habiéndose relajado este primitivo fervor, la Iglesia tuvo que mandar a los cristianos que comulguen, por lo menos, en el tiempo de Pascua.

La palabra “Aleluya”

La palabra “Aleluya” viene del hebreo “hallelu-Yah”, “alabad a Yahvé, alabad a Dios”. Es una aclamación de los judíos, ya anterior al tiempo de Jesús, y ahora compartida también por los cristianos. “Aleluya” se ha convertido en sinónimo de «¡alegría, júbilo o entusiasmo!». E n la Noche Santa de Pascua la Iglesia irrumpe con el cántico de Gloria y de Aleluya porque el Señor, «al tercer día, resucitó, acabada la fatiga, muerta la muerte» (San Agustín).

Lo cantamos en las Eucaristías más festivas, como aclamación antes del evangelio. Y sobre todo, en la cincuentena pascual, empezando por el solemne aleluya que se entona en la Vigilia Pascual, después de su silencio durante la cuaresma.

Publicado en Reflexiones | Etiquetado , | Comentarios desactivados en Pascua de Resurrección: Jesucristo ¡Vive!

Cristo ha resucitado…, verdaderamente ha resucitado

Cirio PascualEste hecho expuesto en el título, único en la historia y que se puede calificar como inaudito, ocurrió, podemos afirmarlo rotunda y claramente porque tenemos más que suficientes criterios de historicidad. Realmente, sólo se puede negar la resurrección del Señor por el prejuicio que nos dice que no puede ser, ya que, ningún ser vivo que ha muerto vuelve a la vida.

La explicación que viene más inmediatamente a la cabeza porque parece más lógica es que los discípulos robaron el cadáver. Entonces nos olvidamos de que las autoridades habían puesto unos guardias para evitarlo y que en la sociedad judía de aquellos tiempos estaba penado con la muerte hacer una afrenta semejante a un muerto ¿parece muy lógico que personas que dejaron a Jesús solo cuando estaba aún vivo y le procesaban se jugaran así la vida por un hombre ajusticiado como al peor de los delincuentes? A mi sinceramente no me lo parece.

Bueno, también podíamos pensar que las autoridades se llevaran el cuerpo para que ese sepulcro no se convirtiera en un lugar de reunión de los seguidores de Jesús de Nazaret, entonces nos preguntamos ¿por qué callaron Pilato y la autoridad religiosa Judía cuando empezaron los apóstoles a dar esa noticia? Habría sido muy sencillo sacar el cadáver y desmentirlos inmediatamente y no tendrían ningún riesgo de levantamiento público.

Los evangelios, son textos escritos para gente que vivió esos acontecimientos y que conoce la verdad, por lo tanto, es esencial ser fiel a los hechos. Sólo así nos explicamos que podamos leer que las mujeres fueran los primeros testigos de la resurrección. Hoy en día esta cuestión parece banal, pero en aquel tiempo el testimonio de una mujer no valía nada ni tan siquiera en un juicio. Este detalle se convierte en criterio de historicidad, porque si queremos convencer de una mentira a la gente usaremos el testimonio de alguien con prestigio social, no el se una persona que no tiene ningún crédito.

Además si vamos al evangelio de San Juan, quien estuvo dándole sepultura al Maestro, nos dice que cuando entró en el sepulcro vio todo tal y como lo dejaron cuando lo sepultaron pero el cuerpo no estaba, entonces vio y creyó. Parece normal porque al estar todo de la misma manera que lo dejaron los que le sepultaron se ve claramente que nadie ha manipulado. Me imagino que si robaran el cuerpo no se molestarían en dejar todo de la misma manera, tendrían prisa.

Me gustaría que reparáramos en otro criterio de historicidad, que es la actitud de los Apóstoles, que ellos mismos describen en los hechos de los Apóstoles, como es natural al ver a su maestro morir como si fuera el peor de los criminales sintieron miedo y estaban desorientados. De repente salen a la luz pública dando la noticia de la resurrección de Jesús insistentemente y sin desalentarse a pesar de que los amenazan, los persiguen y llegan a dar su vida. Llegados a este punto nos viene bien pensar que ganaban estos hombres sencillos al difundir esta noticia, realmente nada, más bien se les complicaba la vida y los mataron, entonces parece natural pensar que se entregaron por fidelidad a la verdad.

Para terminar creo que es pertinente decir que quien no cree en la resurrección de Cristo no tiene derecho a creer, por ejemplo, que Napoleón fue vencido en Waterloo o que Julio César fue asesinado cuando entraba en el Senado.

Publicado en Reflexiones | Etiquetado | Comentarios desactivados en Cristo ha resucitado…, verdaderamente ha resucitado

La hora de la verdad: Jesús vino a sufrir (VII)

Entierro de Caravaggio

El entierro

Jesús murió en víspera de la Pascua judía, luego había que darse prisa para enterrarlo. José de Arimatea realizó los trámites burocráticos y prácticos pertinentes. Fue trasladado a un sepulcro nuevo; limpiaron a Jesús cuidadosamente de sus coágulos, tierra, sudor… y después empleando una fuerza considerable, lograron cruzar los rígidos brazos sobre el pubis. El trabajo de la mortaja completa —nuevo lavado con agua caliente, untarlo con aloe y mirra y vendarlo— quedó a medias; el cadáver fue colocado en la antecámara mortuoria (no en el lugar definitivo: la cámara interior; allí sería colocado cuando terminaran de amortajarlo las mujeres, según las leyes y costumbres del pueblo judío), sobre un lienzo de varios metros, que doblaron por la parte superior de la cabeza, cubriendo toda la parte anterior del cuerpo. Añadieron un paño que partiendo del mentón cubría parte de las mejillas sujetándose en lo alto de la cabeza, su finalidad era mantener la boca cerrada. Luego pusieron dos monedas de cobre, una sobre cada párpado para que estos no se abrieran. Antes de marcharse rodaron la piedra redonda que estaba en el exterior, quedando así cerrada la entrada del sepulcro.

Recopilado del libro «Así murió Jesús» del Dr. C. Cabezón Martín

Publicado en Reflexiones | Etiquetado , | Comentarios desactivados en La hora de la verdad: Jesús vino a sufrir (VII)

La hora de la verdad: Jesús vino a sufrir (VI)

Jesús es atravesado en un costado por la lanza de un soldado romano. Fray Angélico

La lanzada

Fue la única herida que no hizo sufrir más a Jesús, ya estaba muerto «Y como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le dio con una lanza y al instante salió sangre y agua». Fue un acto legal obligatorio, antes de entregar el cuerpo a la familia, si el juez lo había concedido.

La lanzada atravesó el corazón (después de atravesar el pulmón derecho) por la aurícula derecha, así como las venas cavas, superior e inferior, siempre están llenas de sangre líquida en un cadáver, esta es la razón por la que salió sangre. El agua no era tal, sino el líquido producido por la pericarditis —traumática y agónica— que sufrió Jesús.

Recopilado del libro «Así murió Jesús» del Dr. C. Cabezón Martín

Publicado en Reflexiones | Etiquetado , | Comentarios desactivados en La hora de la verdad: Jesús vino a sufrir (VI)

La hora de la verdad: Jesús vino a sufrir (V)

Cristo muerto sujetado por un ángel

La muerte

Jesús sufrió: Una exagerada contractura muscular generalizada —tetanización— y calambres, con un dolor terrible. Una fiebre superior a 40º y un frio corporal intenso. Un sudor exagerado, en chorro hacia los pies formando charco, debido a la posición de los brazos en cruz soportando tanto peso sobre ellos (95 kg aprox. en cada brazo). Una gravísima hipotensión, incompatible con la vida. Insuficiencia renal y hepática. Trastornos del ritmo cardíaco. Dificultad respiratoria con asfixia.

La situación fue irreversible y a pesar de su naturaleza joven y robusta no pudo aguantar más y murió. Su corazón se paró en diástole «E inclinando la cabeza expiró». Jesús murió antes del atardecer.

Recopilado del libro «Así murió Jesús» del Dr. C. Cabezón Martín

Publicado en Reflexiones | Etiquetado , | Comentarios desactivados en La hora de la verdad: Jesús vino a sufrir (V)