La Paz: promesa del Adviento

Me subyuga lo siguiente: en la noche de Navidad, los ángeles que se acercan a ver el milagro de Belén; el nacimiento de Dios hecho hombre dicen: «Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que ama el Señor».

Y si, ciertamente, en nuestra oblación a Dios reconocemos su gloria, no menos hemos de desear la paz a los hombres y mujeres que el Señor ama tan tiernamente. Y por ahí llegaremos a la conclusión de que la paz está presente en la búsqueda más característica del Adviento. Y ella –la paz— nos llega, además, en el mensaje divino transmitido por sus ángeles.

La carencia de Paz

Esa imagen nos produce serenidad, pero es momentánea, porque al pensar en paz, nos apercibimos que ésta no existe… apenas. La carencia de paz va desde los conflictos familiares hasta las guerras larvadas o declaradas que destruyen a la Tierra y a sus moradores. No hay escena más terrible que la asunción al odio y a la violencia de –por ejemplo— un matrimonio, o de un padre y su hijo. La gama de violencias es amplia y nuestra vida cotidiana está llena de ellas. En las bienaventuranzas Jesús nos pide que seamos afables, mansos y pacíficos. Pero de esos hay pocos.

Hay, además, violencias soterradas que son aún peores, por la dificultad en reconocerlas. Son todas esas medidas que evitan el crecimiento armónico de los pueblos y se basan en la opresión económica o moral. De una manera muy sutil se limita previamente el desarrollo personal o comunitario que un grupo de individuos puede alcanzar y, por tanto, su vida está encogida, disminuida por designios de otros. Esta ocultación de las posibilidades reales de las gentes puede traer –una vez descubierta la realidad— explosión de enorme violencia.

La Paz de Jesús

El mensaje de Jesús –que conocemos por los textos evangélicos— es igual desde hace dos mil años. En el Siglo II ya estaba confeccionado lo principal de la colección de esos textos sagrados y de hecho ya había cánones. Jesús habla de paz, de amor a los enemigos, establece el amor a Dios y al prójimo como dos aspectos de una misma Ley Fundamental. Y, sin embargo, los cristianos hemos perseguido a los judíos, nos hemos perseguido entre nosotros mismos: cada cisma o desacuerdo ha traído unas cruentas guerras de religión. Es verdad que otros nos han perseguido a nosotros muy duramente y que el martirologio –incluso el contemporáneo— es abundante. Pero ocurre que nosotros preconizamos la paz y los otros, no. Nuestro pecado es mayor.

El Adviento es tiempo de conversión. Y éste volver los ojos a Dios tiene muchas formas. Tal vez, las más hermosas sean las derivadas del amor, de la paz, de la concordia y de la coexistencia pacífica. Y ello, no sólo respecto a los «grandes principios», sino también a los hechos cotidianos, a la relación con nuestros familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo. Hay mucha violencia en ese tipo de relación más próxima, la cual podemos erradicar con un personal golpe de voluntad. Está en nuestras manos.

Tiempo de conversión

Dios se hizo hombre para traer amor y paz. La Redención quedó incompleta por la actitud de los coetáneos de Jesús allá en la Palestina del Siglo I. Se opusieron al mensaje de paz y amor que traía Cristo con violencia, engaños y abuso de poder. Y mataron al Rey de la Paz. Pero la responsabilidad nos llega a nosotros desde la misma escena terrible del Gólgota. Tenemos la obligación los cristianos de ir colaborando con la obra del Redentor. No podemos obviar nuestro trabajo por la paz. En el entorno entrañable de espera a la Navidad emerge mucha paz, en la calle y en los corazones de muchos humanos. Aprendamos de esos días y devolvamos siempre bien ante el mal que vemos o que nos ofrecen. ¡Qué la paz de Jesús esté con todos nosotros!

Artículo de Ángel Gómez Escorial
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Hágase

En este adviento en el que nos estamos preparando para el nacimiento de Jesús, es lógico dedicarle un tiempo a la que va a ser su madre, la Virgen María, personaje importantísimo en este tiempo, no solo por su maternidad, sino por su condición de discípula. Este texto del evangelio es conocido por todos, seguro que lo hemos leído y escuchado más de una vez. Pero lo bonito de acercarse a la Palabra de Dios con sencillez es que siempre nos sorprende, porque nunca se agota. Dios siempre tiene algo que decirnos, aunque nos sepamos el texto de memoria.

La Virgen María está en su casa, atareada con sus cosas, y tiene una fuerte experiencia de Dios, que se comunica con ella a través de su Ángel. Dios entra en su vida cotidiana para comunicarse con ella y para quedarse a formar parte de su vida para siempre. La vocación, la llamada que recibe María, se concreta en que va a ser la Madre de Jesús. Y el Espíritu Santo estará con ella, como también está con nosotros, para darle la fuerza y las capacidades necesarias para llevar adelante esa vocación, ese plan que Dios tiene para ella. Pero para que esa maternidad se haga posible, María primero tiene que responder a esa llamada como discípula, es decir, tiene que dar un SI a Dios, en primer lugar, para que pueda concretarse en su maternidad, en segundo lugar. Y esa respuesta afirmativa se resume en una palabra: “HÁGASE”.

¿Qué es lo que tiene que “hacerse”? Lo que se ha de hacer es la Palabra de Dios. La Palabra se ha de hacer vida en María. María es discípula antes que madre porque escucha y acoge la Palabra de Dios y hace posible que se “haga”, que se cumpla: «hágase en mi según tu Palabra». Jesús, más tarde, ante los halagos hacia su madre contestará aquello de «dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen», porque eso es lo que define verdaderamente a su madre, que ha escuchado como discípula la Palabra, y la ha hecho vida en ella, convirtiéndose en la Madre de Dios.

Cada vez que escuchamos la Palabra de Dios, es Dios mismo quien nos habla al corazón, quien nos llama y nos invita a responder, quien nos pide que acojamos en nuestra vida su Palabra. Nosotros también somos discípulos, como ella, y María nos enseña a responder, a que también digamos, como ella, “hágase”, que se cumpla en mi vida tu Palabra. Y ya sabemos que la llamada de Dios y la Palabra de Dios encierran un proyecto de felicidad para las personas, para nosotros.

María es la mujer creyente que nos dice con su vida que el proyecto de Dios es posible hacerlo vida, que no hace falta ser súper-hombres o súper-mujeres para ser cristianos, para ser discípulos, sino simplemente confiar, tener fe, abrirnos a Dios y dejar que Él HAGA lo que tenga que hacer. Sabemos que eso no es fácil, porque tenemos nuestras resistencias. Pero María hoy nos sale al encuentro como modelo de discípula, como testimonio de vida. María es la discípula perfecta. Nosotros, a pesar de nuestras imperfecciones (que las tenemos, como hemos podido ver en la primera lectura del Génesis), también estamos llamados a responder como ella, como discípulos. Y Dios nos fortalece para que podamos hacerlo. San Pablo decía en la segunda lectura que Dios «nos ha bendecido en la persona de Cristo» con todos los bienes posibles para que podamos responder con generosidad a su llamada, que «nos eligió en la persona de Cristo» para ser como María, santos, irreprochables… por amor, y que «nos ha destinado en la persona de Cristo» a ser también hijos suyos, y a tener a María por Madre y Modelo de Discípula.

María, como discípula, paso también por el sufrimiento de ver a su hijo en la Cruz, de tener que enterrarlo como un malhechor. Pero también acogió con gozo, la primera, el anuncio de la resurrección y fue a compartirlo con los que ya eran también sus otros hijos, los apóstoles, la Iglesia. María se mantuvo unida a ellos, en la oración y en la fracción del pan. Y también permanece unida siempre a la Iglesia cuando celebramos la Eucaristía. Que María nos siga enseñando a responder en nuestra vida como discípulos de Jesús.

Artículo de P.J. Díaz
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María, fuente de consuelo

«Ante la profunda crisis de valores morales, religiosos y económicos, Jesús nos presenta a su Madre como fuente de luz, consuelo y esperanza», recordaba el año pasado Benedicto XVI en la festividad de la Inmaculada. Este año se cumplen 64 años de la celebración ininterrumpida de las Vigilias de la Inmaculada la noche del 7 de diciembre, con el objetivo de ser una llamada a la conversión. Esta fue la intención del padre Morales, iniciador de este culto en 1947, quien quiso que estos actos masivos en honor de la Virgen facilitara a los laicos el encuentro con Jesucristo. Más de medio siglo después siguen teniendo actualidad, «porque los laicos nos vamos dando cuenta de que la Iglesia nos necesita, y que la llamada del Santo Padre a la nueva evangelización en gran parte, depende de nosotros». Este año la Vigilia está dedicada especialmente a los jóvenes, tras el buen trabajo realizado en la JMJ. Muchos jóvenes están solicitando a los comerciantes que expongan en sus escaparates un cartel con una imagen de la Virgen. Sorprende cada año más la extraordinaria acogida que recibe, más la clave del éxito radica en los más de 700 conventos que están rezando por los frutos de esta Vigilia.

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Decálogo para el Adviento 2011

10 pistas para reevangelizar

1.- Escucha con más atención la Palabra del Señor. ¿Cómo vamos hablar de aquello que no conocemos? “El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto” (Mt 13, 23)

2.- Coloca, en un lugar relevante de tu casa, la Biblia. “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (Mt 6,19-23)

3.- Adorna el exterior de la puerta de tu casa con la Corona de Adviento. ¿Qué significa? Entre otras cosas que, tu familia, prepara la Navidad con sentimientos cristianos. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora. (Mt 25, 1-13)

4.- Vive y celebra con interés la Eucaristía. No te conformes con participar en la misa dominical. ¿No tomas todas las mañanas un café? ¿No te sientas a la mesa al mediodía todos los días? ¿Acaso Dios, y tu vida interior, no merecen un poco más? “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20)

5.- ¿Cuánto hace que no buscas el silencio, la soledad, la contemplación en el interior de una iglesia? Procura, en este tiempo de adviento, tener esa experiencia: el encuentro personal, sin más añadidos que el silencio, con Dios que viene a tu encuentro. Será una sensación muy oxigenante para tu vida. “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11, 1)

6.- El Papa Benedicto XVI nos recuerda constantemente una exigencia actual: la Nueva Evangelización. ¿Transmites las verdades cristianas en tu familia? ¿Bendices la mesa antes de comer? ¿Te santiguas en el momento de salir a la calle, emprender un viaje o pasar por delante de una iglesia? La Nueva Evangelización no son el hacer cosas nuevas…sino el recuperar lo esencial: no dejarnos descafeinar por el secularismo galopante. “Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y la del Padre, y la de los santos ángeles.”(Lc 9,26)

7.- No olvides, en este tiempo de Adviento, la presencia y la figura de la Virgen María. Nunca, una mujer tan sencilla, fue tan feliz por dentro y por fuera. ¿Rezas el ángelus? ¿Cuánto hace que no visitas un santuario mariano o que no rezas el Ave María? “..desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.”(Lc 1,48)

8.- El Adviento es una puerta abierta a la esperanza. ¿Cuáles son tus sueños? ¿En dónde están puestas tus metas? ¿Juega la fe un papel fundamental en tu vida? Testimonia tu fe allá donde estés. No te dejes asediar por la timidez. No encierres dentro de ti aquello que, en Navidad, es lo más grande: Cristo. “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,16-20).

9.- El Papa Benedicto XVI ha convocado, a partir del 12 de octubre de 2012 “El Año de la Fe”. ¿Por qué no iniciamos ya desde ahora nuestro interés por el Evangelio? Tal vez, un regalo para el alma, el espíritu y el bienestar físico y moral, es el Evangelio del 2012. ¡Cómpralo y…obséquialo! «Lo que hiciereis con uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis” (Mt 25,40)

10.- El Adviento es un despertador de nuestra conciencia cristiana. Nos hace tomar posiciones. No solamente somos oyentes. Que sea un tiempo privilegiado para, con persuasión y convencidos de lo que somos y de la Navidad que se acerca, mantengamos la tensión espiritual de nuestra vida. Que no nos engulla el ambiente consumista. Que, lejos de deshacernos como un azucarillo en el agua, nos mantengamos a flote anunciando lo que está por venir: JESÚS.

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Adviento y nueva evangelización

Queridos diocesanos:

«Nuestro tiempo ha de ser cada día más el de una nueva escucha de la Palabra de Dios y de una nueva evangelización. Redescubrir el puesto central de la Palabra divina en la vida cristiana nos hace reencontrar de nuevo el sentido más profundo de lo que el Papa Juan Pablo II había pedido con vigor: continuar la ‘missio ad gentes’ y emprender con todas las fuerzas la nueva evangelización, sobre todo en aquellas naciones donde el Evangelio se ha olvidado o padece la indiferencia de cierta mayoría a causa de una difundida secularización». Esta cita de la Exhortación Apostólica Verbum Domini (n. 122) de Benedicto XVI reúne dos aspectos muy sugestivos cuando nos disponemos a comenzar un nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento.

Por una parte, la invitación a escuchar la Palabra de Dios: nueva escucha de la Palabra, dice el Papa, lo que quiere decir escucha renovada y actualizada. En este sentido os recuerdo que el lema del Plan pastoral 2009-14 en nuestra diócesis es la frase del Señor: «El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto» (Mt 13, 23). En efecto, el Adviento se caracteriza por ser tiempo de gracia y de esperanza que nos dispone para acoger en la Navidad la venida del Verbo de Dios que «se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1, 14); y tiempo que anuncia también el glorioso retorno —la última venida— de Cristo al final de la historia. El mejor modo de prepararnos hoy para la manifestación del Señor en la Navidad y en la expectación del futuro, es escuchando su palabra y celebrando la Eucaristía. Nos invitan a esto las dos grandes figuras del Adviento, Juan el Bautista, «la voz que grita en el desierto: ‘Allanad el camino del Señor’ como dijo el profeta Isaías» (Jn 1, 23; cf. Is 40, 3), y María, la mujer de la escucha de la Palabra que “conservaba en su corazón” y meditaba todos los acontecimientos en los que Dios se manifestó (cf. Lc 2, 19. 51).

Por otra parte el texto del Papa menciona también la «nueva evangelización… sobre todo en aquellas naciones donde el Evangelio se ha olvidado o padece la indiferencia de cierta mayoría a causa de una difundida secularización», situación que se da también entre nosotros. La evangelización que el Beato Juan Pablo II calificaba de «nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión» (Discurso en Puerto Príncipe, 9-III-1983), sigue siendo un reto para toda la Iglesia recordado por su sucesor Benedicto XVI al convocar la próxima Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, dedicada precisamente a esta tarea eclesial «para la transmisión de la fe cristiana», y al anunciar el año de la feque comenzará el 11-X-2012. Por eso el año litúrgico que está a punto de comenzar nos pide estar atentos a la escucha de la Palabra y a la nueva evangelización. El próximo Adviento debe actuar ya como un verdadero revulsivo en nuestras conciencias para reencontrarnos a la vez con la misión evangelizadora de la Iglesia y con «la puerta de la fe… que está siempre abierta para nosotros», reemprendiendo el camino que conduce a la plena comunión con Dios, como señala el Papa en la Carta Apostólica de convocatoria delaño de la fe (11-X-2011, n. 1).

Espero y deseo que, ya desde ahora, os pongáis todos en situación de Adviento, es decir, en actitud de tensión espiritual y apostólica «como oyentes y anunciadores convencidos y persuasivos de la Palabra de Dios» (Verbum Domini, n. 122). Con mi cordial saludo y bendición:

+ Julián, Obispo de León

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Santa Isabel de Hungría

Corría el siglo XIII, el de las grandes catedrales: Reims, Burgos…; el de los grandes santos: San Francisco de Asís y San Alberto Magno; el de los grandes sabios: Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura; el de los grandes pintores: Giotto… ; el de los grandes papas como Urbano II, Gregorio VIII…; y el siglo de Isabel de Hungría, hija de los reyes de Hungría, apenas nacida, su padre, la prometió en matrimonio al príncipe Luis VI, que tenía 11 años. A los cuatro años fue enviada al castillo de Wartburg, para ser educada como princesa. Allí vivieron juntos Isabel y Luís, y como niños jugando juntos, se enamoraron. El uno sin el otro no podía vivir. A los catorce años contrajeron matrimonio en el que florecieron tres hijos. Se amaban tan intensamente los esposos que ella le decía a Dios: «Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo, ¿cuánto más debiera amarte a Ti?». Acusaron a la princesa ante su esposo de derrochar sus bienes, mas a Luis no le preocupaba demasiado el reparto de su riqueza entre los pobres, ya que creía que la labor caritativa de su esposa le traería una recompensa eterna.

Un día fue sorprendida por su cuñado que la vio salir a hurtadillas, le preguntó: «¿qué llevas en la falda?» y ella contestó: «Rosas», olvidando que era pleno invierno, extendió el delantal, y los panes se habían convertido en rosas.

Con veinte años la vida de Isabel cambió radicalmente cuando Luis murió a causa de la plaga el 11 de septiembre, 1227, en Otranto, Italia cuando se dirigía a unirse a la Sexta Cruzada conducida por Federico II. Pocos días después, el 29 de septiembre, Santa Isabel dio a luz a su hija, (la beata Gertrudis de Altenberg, la cual fue enviada a un claustro las monjas Premonstratenses junto a Wetzlar, donde fue criada como religiosa y murió a una edad avanzada como abadesa en 1300).

Isabel estuvo a punto de desesperarse, pero se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Isabel fue declarada regente del principado hasta que su primogénito alcanzase la mayoría de edad, pero una conspiración de nobles consiguió expulsarla del gobierno alegando que malgastaba el dinero del Estado en los pobres. Desterrada, tuvo que huir con sus tres hijos, sin ninguna ayuda material. Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera ni el desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos. Algunos familiares la recibieron en su casa, hasta que el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían,  con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas. Un Viernes Santo, después de las ceremonias, estando presentes varios religiosos, y de rodillas ante el altar desnudo, hizo voto de renuncia de todos sus bienes, como San Francisco de Asís, consagrando su vida al servicio de los más pobres. Cambió sus vestidos por un sencillo hábito franciscano, de tela burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida, se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado. Recorría calles y campos pidiendo limosna para sus pobres. Vivía en una humilde choza junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, para comprar medicinas a los enfermos. En la flor de la vida, el 17 de noviembre de 1231, Isabel falleció en Marburgo a sus 24 años, bien debido a agotamiento físico o a una enfermedad. A los 4 años de su muerte fue declarada Santa por sus milagros.

A partir de su canonización por el Papa Gregorio IX en 1235, hallándose presente en la ceremonia el propio emperador Federico II Hohenstaufen se convirtió en un símbolo de caridad cristiana para toda Europa, extendiéndose su culto muy rápida y profundamente desde los territorios germánicos, polacos, húngaros, checos, hasta los italianos, ibéricos y franceses.

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Ruta monástica

Un año más vuelve a ponerse en marcha la Ruta Monástica por los monasterios contemplativos de León.

La Ruta Monástica es una experiencia que permite conocer diez comunidades de vida contemplativa de la provincia de León. Nos ofrecemos a que convivas unos días con nosotras, sepas cómo vivimos nuestro día a día de oración y trabajo,… ¡Apúntate!

Puedes obtener más información a través del correo electrónico info@monasteriosantacruz.com o bien en la página contemplativasenruta.blogspot.com

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Testimonio de vida

Hola, me llamo María Susana, soy de Jaén, y actualmente me hallo en Sahagún, en su Monasterio, en calidad de Postulante.

– ¿Cómo fue mi vocación?

En algunos aspectos, quiero entender que mi vocación ha sido igual a la de tantas chicas…

Considero los primeros años de mi vida como un paraíso, ese paraíso que dicen que es la infancia; allí, mis pequeños ojos intuían algún sentido mayor de las cosas, como si de una pequeña conciencia se tratase; pero sí, desde los años más tiernos, me he considerado siempre, una chica normal, me gustaba y me apasionaba cuidar de mis amistades, no sabía que ya llevaba al Señor dentro. Lo descubrí leyendo un libro ilustrado que pertenecía a mi padre ,y que contenía parte de los episodios bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento, quedé absorta, fue mi primer tesoro amado y guardado; ME SENTÍA VIVIR………………

En definitiva,la niñez fue bonita,fuí de un paraiso a otro, de la Playa de la Costa Catalana, Tarragona, a las Montañas del Sur, Jaén………..

«Pero terminó la niñez, y caí en el mundo» como dice el poeta. Un mundo con sus atractivos,desazones,inquietudes,búsquedas e ilusiones, y de entre esos mares, tuve una relación blanca, inocente, entrañable, de la que queda el amor. Esos veinte años, desde la FE, y en lo personal, fue un tiempo de estancamiento, llevaba algo dentro de mí, a lo que no sabía poner nombre. «¿ mi tesoro?»… Unos años más tarde se hizo aún más
fuerte y delicada la llamada, doy Gracias a DIOS por ello, así que empecé a formarme temerosamente en la Fe cristiana, buscando una identidad, un carisma propios, hasta que decidí integrarme en la vida de mi parroquia, participando de la Liturgia, taller de Oración, Cursos de Formación cristiana, etc. Así, hasta el día de hoy.

Mi alma no encuentra asiento, sino es en la Fe vivida completamente; pregunté a Dios qué quería de mi y ahora me hallo como postulante en Sahagún, en su Monasterio, tras una experiencia previa que me enriqueció y sorprendió gratamente.

Solo pido a Dios que siga haciendo de mí su voluntad,suyo es mi ser, le doy gracias por hacerme participar en este Plan Divino de Salvación y de Amor tan maravilloso como
inefable…

Te saludo con una sonrisa para que no me olvides,

Susana.

Si eres joven y sientes algo parecido a lo escrito, no dudes en ponerte en contacto con nosotras.

 

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La Iglesia contigo, con todos. Ante el Día de la Iglesia Diocesana

Queridos diocesanos:

Con el penúltimo domingo del Año litúrgico (33 del T.O.) llega la Jornada de la Iglesia diocesana. Gracias al Concilio Vaticano II ha ido creciendo en las comunidades eclesiales la conciencia de esta hermosa realidad, afortunadamente sin detrimento de lo que significa y representa la Iglesia universal. Fueron precisamente las referencias al obispo que preside y dirige la Iglesia diocesana como fundamento visible de su unidad, y a la Eucaristía como principal manifestación de aquella, los factores que facilitaron la comprensión gozosa de las Iglesias particulares dentro de la comunión de la Iglesia universal (cf. LG 23; 26 y SC 41). De este modo, en cada una de las diócesis se encuentra viva y activa verdaderamente la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica, como confesamos en el Credo, es (cf. CD 11).

El Catecismo de la Iglesia Católica sintetiza así toda esta doctrina: «Se entiende por Iglesia particular, que es en primer lugar la diócesis (o la eparquía), una comunidad de fieles cristianos en comunión en la fe y en los sacramentos con su obispo ordenado en la sucesión apostólica (CD 11; etc.). Estas Iglesias particulares están ‘formadas a imagen de la Iglesia Universal. En ellas y a partir de ellas existe la Iglesia católica, una y única’ (LG 23)». Me parece que no está de más citar y retener en la memoria esta precisa formulación de lo que es la Iglesia diocesana, que nos ayudará sin duda en la vida espiritual y en la práctica pastoral y apreciaremos cada día más lo que significa y exige la comunión eclesial, generadora de todos los vínculos que deben unirnos.

En el presente curso pastoral 2011-2012de nuestra diócesis, el objetivo general señala todavía la necesidad de «intensificar la comunión eclesial a partir de la Iniciación cristiana y de la educación en la fe». Bien merecería la pena que la Jornada del 13 de noviembre no se quedara en una simple referencia a la finalidad de la colecta que se hace en las misas dominicales, sino que fuera precedida de alguna forma de catequesis, conferencia o exposición doctrinal de lo que es y significa la diócesis con referencia a la nuestra, a su historia y a su organización actual, y a sus gozos y esperanzas. Y, por supuesto, resaltando o llamando la atención sobre los elementos de carácter institucional y litúrgico que ponen de relieve la espiritualidad de la comunión en la que debemos crecer cada día más, por ejemplo, la mención del Papa y del obispo diocesano en la plegaria eucarística, las intenciones de la oración de los fieles, la referencia a algunas urgencias pastorales de la diócesis, por ejemplo, las vocaciones al ministerio sacerdotal, la asistencia social a personas sin recursos, inmigrantes, etc., la ayuda a las pequeñas parroquias, sin olvidar, por ejemplo, los días en la diócesisde la JMJ-2011, de tan grato recuerdo, etc.

El lema elegido para este año es significativo: La Iglesia contigo, con todos.Como una madre, como una familia, abierta y acogedora. Es una pena que la Iglesia aparezca a los ojos de la mayoría de la gente tan sólo como una estructura social o una institución de carácter público, cuando lo propio suyo es ser espacio de comunión y de comunicación de bienes ante todo espirituales, el amor, la fe, la esperanza… Aprovechemos el día de la Iglesia diocesana para proponer esta vivencia.

Con mi cordial saludo y bendición:

+ Julián, Obispo de León

 

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Catequesis del Beato Juan Pablo II sobre «El cielo, el infierno y el purgatorio»

En la primera de ellas sobre el cielo, explicó: «En el marco de la Revelación, sabemos que el cielo o la bienaventuranza en la que nos encontraremos no es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la Santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre, que se realiza en Cristo resucitado, gracias a la comunión del Espíritu Santo». Y añadió que«esta situación final se puede anticipar de alguna manera hoy, tanto en la vida sacramental, cuyo centro es la Eucaristía, como en el don de sí mismo, mediante la caridad fraterna. Si sabemos gozar ordenadamente de los bienes que el Señor nos regala cada día, experimentaremos ya la alegría y la paz de que un día gozaremos plenamente».

Sobre el infierno dijo, el 28 de julio de 1999: «Dios es Padre infinitamente bueno y misericordioso. Pero, por desgracia, el hombre, llamado a responderle en la libertad, puede elegir rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con Él. Precisamente esta trágica situación es lo que señala la doctrina cristiana cuando habla de condenación o infierno. No se trata de un castigo de Dios infligido desde el exterior, sino del desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en esta vida». Explicó que «el infierno, más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría». Y recordó que el pensamiento del infierno «no debe crear psicosis o angustia; pero representa una exhortación necesaria y saludable a la libertad».

Sobre el purgatorio señaló, el 4 de agosto de 1999: «La exigencia de integridad se impone evidentemente después de la muerte, para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no tiene esta integridad, debe pasar por la purificación». Por otra parte, «quienes se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la Casa del Padre». Las almas del purgatorio«experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe». De ahí que una de las obras de misericordia sea rogar a Dios por los vivos y los difuntos.

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