Catequesis del Beato Juan Pablo II sobre «El cielo, el infierno y el purgatorio»

En la primera de ellas sobre el cielo, explicó: «En el marco de la Revelación, sabemos que el cielo o la bienaventuranza en la que nos encontraremos no es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la Santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre, que se realiza en Cristo resucitado, gracias a la comunión del Espíritu Santo». Y añadió que«esta situación final se puede anticipar de alguna manera hoy, tanto en la vida sacramental, cuyo centro es la Eucaristía, como en el don de sí mismo, mediante la caridad fraterna. Si sabemos gozar ordenadamente de los bienes que el Señor nos regala cada día, experimentaremos ya la alegría y la paz de que un día gozaremos plenamente».

Sobre el infierno dijo, el 28 de julio de 1999: «Dios es Padre infinitamente bueno y misericordioso. Pero, por desgracia, el hombre, llamado a responderle en la libertad, puede elegir rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con Él. Precisamente esta trágica situación es lo que señala la doctrina cristiana cuando habla de condenación o infierno. No se trata de un castigo de Dios infligido desde el exterior, sino del desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en esta vida». Explicó que «el infierno, más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría». Y recordó que el pensamiento del infierno «no debe crear psicosis o angustia; pero representa una exhortación necesaria y saludable a la libertad».

Sobre el purgatorio señaló, el 4 de agosto de 1999: «La exigencia de integridad se impone evidentemente después de la muerte, para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no tiene esta integridad, debe pasar por la purificación». Por otra parte, «quienes se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la Casa del Padre». Las almas del purgatorio«experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe». De ahí que una de las obras de misericordia sea rogar a Dios por los vivos y los difuntos.

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