Santa Isabel de Hungría

Corría el siglo XIII, el de las grandes catedrales: Reims, Burgos…; el de los grandes santos: San Francisco de Asís y San Alberto Magno; el de los grandes sabios: Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura; el de los grandes pintores: Giotto… ; el de los grandes papas como Urbano II, Gregorio VIII…; y el siglo de Isabel de Hungría, hija de los reyes de Hungría, apenas nacida, su padre, la prometió en matrimonio al príncipe Luis VI, que tenía 11 años. A los cuatro años fue enviada al castillo de Wartburg, para ser educada como princesa. Allí vivieron juntos Isabel y Luís, y como niños jugando juntos, se enamoraron. El uno sin el otro no podía vivir. A los catorce años contrajeron matrimonio en el que florecieron tres hijos. Se amaban tan intensamente los esposos que ella le decía a Dios: «Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo, ¿cuánto más debiera amarte a Ti?». Acusaron a la princesa ante su esposo de derrochar sus bienes, mas a Luis no le preocupaba demasiado el reparto de su riqueza entre los pobres, ya que creía que la labor caritativa de su esposa le traería una recompensa eterna.

Un día fue sorprendida por su cuñado que la vio salir a hurtadillas, le preguntó: «¿qué llevas en la falda?» y ella contestó: «Rosas», olvidando que era pleno invierno, extendió el delantal, y los panes se habían convertido en rosas.

Con veinte años la vida de Isabel cambió radicalmente cuando Luis murió a causa de la plaga el 11 de septiembre, 1227, en Otranto, Italia cuando se dirigía a unirse a la Sexta Cruzada conducida por Federico II. Pocos días después, el 29 de septiembre, Santa Isabel dio a luz a su hija, (la beata Gertrudis de Altenberg, la cual fue enviada a un claustro las monjas Premonstratenses junto a Wetzlar, donde fue criada como religiosa y murió a una edad avanzada como abadesa en 1300).

Isabel estuvo a punto de desesperarse, pero se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Isabel fue declarada regente del principado hasta que su primogénito alcanzase la mayoría de edad, pero una conspiración de nobles consiguió expulsarla del gobierno alegando que malgastaba el dinero del Estado en los pobres. Desterrada, tuvo que huir con sus tres hijos, sin ninguna ayuda material. Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera ni el desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos. Algunos familiares la recibieron en su casa, hasta que el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían,  con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas. Un Viernes Santo, después de las ceremonias, estando presentes varios religiosos, y de rodillas ante el altar desnudo, hizo voto de renuncia de todos sus bienes, como San Francisco de Asís, consagrando su vida al servicio de los más pobres. Cambió sus vestidos por un sencillo hábito franciscano, de tela burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida, se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado. Recorría calles y campos pidiendo limosna para sus pobres. Vivía en una humilde choza junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, para comprar medicinas a los enfermos. En la flor de la vida, el 17 de noviembre de 1231, Isabel falleció en Marburgo a sus 24 años, bien debido a agotamiento físico o a una enfermedad. A los 4 años de su muerte fue declarada Santa por sus milagros.

A partir de su canonización por el Papa Gregorio IX en 1235, hallándose presente en la ceremonia el propio emperador Federico II Hohenstaufen se convirtió en un símbolo de caridad cristiana para toda Europa, extendiéndose su culto muy rápida y profundamente desde los territorios germánicos, polacos, húngaros, checos, hasta los italianos, ibéricos y franceses.

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