FELIZ NAVIDAD 2017

La Comunidad de Benedictinas del Monasterio «Santa Cruz» les desean  FELIZ NAVIDAD.

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MARÍA DA A LUZ, MARÍA DA LA LUZ

HOMILÍA DE LA NOCHE DE NAVIDAD DEL PAPA FRANCISCO :

«LA CHISPA REVOLUCIONARIA DE

LA TERNURA DE DIOS»

“La chispa revolucionaria de la ternura de Dios” surge donde María y José, obligados a abandonar su tierra” llegan a una tierra “donde no había lugar para ellos” y “María da a luz” “María da la luz”.

El Papa Francisco ha hablado de la Natividad en su homilía de Navidad, este domingo, 24 de diciembre de 2017, en la Basílica de San Pedro, con motivo de la Misa de la Nochebuena.

“La fe de esta noche nos lleva a reconocer a Dios presente en todas las situaciones donde creemos que está ausente”, dijo el Papa.

También pidió una “nueva creatividad social” a la luz del nacimiento del Niño que “en su pobreza y pequeñez, denuncia y manifiesta que el verdadero poder y la libertad auténtica son aquellos que honran y ayudan a la fragilidad” de los más débiles.

Concluyó con una oración: “Movidos por la alegría del don pequeño Niño de Belén, te pedimos que tus lágrimas nos despierten de la indiferencia, abran nuestros ojos a quienes sufren”.

Homilía del Papa Francisco

«María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no había lugar para ellos en el albergue» (Lc 2,7). De esta manera, simple pero clara, Lucas nos lleva al corazón de esta noche santa: María dio a luz, María nos dio la Luz. Un relato sencillo para sumergirnos en el acontecimiento que cambia para siempre nuestra historia. Todo, en esa noche, se volvía fuente de esperanza.

Vayamos unos versículos atrás. Por decreto del emperador, María y José se vieron obligados a marchar. Tuvieron que dejar su gente, su casa, su tierra y ponerse en camino para ser censados. Una travesía nada cómoda ni fácil para una joven pareja en situación de dar a luz: estaban obligados a dejar su tierra. En su corazón iban llenos de esperanza y de futuro por el niño que vendría; sus pasos en cambio iban cargados de las incertidumbres y peligros propios de aquellos que tienen que dejar su hogar.

Y luego se tuvieron que enfrentar quizás a lo más difícil: llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no los esperaba, una tierra en la que para ellos no había lugar.

Y precisamente allí, en esa desafiante realidad, María nos regaló al Enmanuel. El Hijo de Dios tuvo que nacer en un establo porque los suyos no tenían espacio para él. «Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron» (Jn 1,11). Y allí…, en medio de la oscuridad de una ciudad, que no tiene ni espacio ni lugar para el forastero que viene de lejos, en medio de la oscuridad de una ciudad en pleno movimiento y que en este caso pareciera que quiere construirse de espaldas a los otros, precisamente allí se enciende la chispa revolucionaria de la ternura de Dios. En Belén se generó una pequeña abertura para aquellos que han perdido su tierra, su patria, sus sueños; incluso para aquellos que han sucumbido a la asfixia que produce una vida encerrada.

En los pasos de José y María se esconden tantos pasos. Vemos las huellas de familias enteras que hoy se ven obligadas a marchar. Vemos las huellas de millones de personas que no eligen irse sino que son obligados a separarse de los suyos, que son expulsados de su tierra. En muchos de los casos esa marcha está cargada de esperanza, cargada de futuro; en muchos otros, esa marcha tiene solo un nombre: sobrevivencia. Sobrevivir a los Herodes de turno que para imponer su poder y acrecentar sus riquezas no tienen ningún problema en cobrar sangre inocente.

María y José, los que no tenían lugar, son los primeros en abrazar a aquel que viene a darnos carta de ciudadanía a todos. Aquel que en su pobreza y pequeñez denuncia y manifiesta que el verdadero poder y la auténtica libertad es la que cubre y socorre la fragilidad del más débil.

Esa noche, el que no tenía lugar para nacer es anunciado a aquellos que no tenían lugar en las mesas ni en las calles de la ciudad. Los pastores son los primeros destinatarios de esta buena noticia. Por su oficio, eran hombres y mujeres que tenían que vivir al margen de la sociedad. Las condiciones de vida que llevaban, los lugares en los cuales eran obligados a estar, les impedían practicar todas las prescripciones rituales de purificación religiosa y, por tanto, eran considerados impuros. Su piel, sus vestimentas, su olor, su manera de hablar, su origen los delataba. Todo en ellos generaba desconfianza. Hombres y mujeres de los cuales había que alejarse, a los cuales temer; se los consideraba paganos entre los creyentes, pecadores entre los justos, extranjeros entre los ciudadanos. A ellos (paganos, pecadores y extranjeros) el ángel les dice: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11).

Esa es la alegría que esta noche estamos invitados a compartir, a celebrar y a anunciar. La alegría con la que a nosotros, paganos, pecadores y extranjeros Dios nos abrazó en su infinita misericordia y nos impulsa a hacer lo mismo.

La fe de esa noche nos mueve a reconocer a Dios presente en todas las situaciones en las que lo creíamos ausente. Él está en el visitante indiscreto, tantas veces irreconocible, que camina por nuestras ciudades, en nuestros barrios, viajando en nuestros metros, golpeando nuestras puertas.

Y esa misma fe nos impulsa a dar espacio a una nueva imaginación social, a no tener miedo a ensayar nuevas formas de relación donde nadie tenga que sentir que en esta tierra no tiene lugar. Navidad es tiempo para transformar la fuerza del miedo en fuerza de la caridad, en fuerza para una nueva imaginación de la caridad. La caridad que no se conforma ni naturaliza la injusticia sino que se anima, en medio de tensiones y conflictos, a ser «casa del pan», tierra de hospitalidad. Nos lo recordaba san Juan Pablo II: «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!» (Homilía en la Misa de inicio de Pontificado, 22 octubre 1978)

En el niño de Belén, Dios sale a nuestro encuentro para hacernos protagonistas de la vida que nos rodea. Se ofrece para que lo tomemos en brazos, para que lo alcemos y abracemos. Para que en él no tengamos miedo de tomar en brazos, alzar y abrazar al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al preso (cf. Mt 25,35-36). «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!». En este niño, Dios nos invita a hacernos cargo de la esperanza. Nos invita a hacernos centinelas de tantos que han sucumbido bajo el peso de esa desolación que nace al encontrar tantas puertas cerradas. En este Niño, Dios nos hace protagonistas de su hospitalidad.

Conmovidos por la alegría del don, pequeño Niño de Belén, te pedimos que tu llanto despierte nuestra indiferencia, abra nuestros ojos ante el que sufre. Que tu ternura despierte nuestra sensibilidad y nos mueva a sabernos invitados a reconocerte en todos aquellos que llegan a nuestras ciudades, a nuestras historias, a nuestras vidas. Que tu ternura revolucionaria nos convenza a sentirnos invitados, a hacernos cargo de la esperanza y de la ternura de nuestros pueblos.

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EL PADRE ARNAIZ SERÁ BEATO

JESUITA, FUNDADOR DE LAS MISIONERAS DOCTRINALES RURALES

El P. Arnaiz será beatificado tras aprobarse un milagro por su intercesión      El P. Arnaiz será beatificado tras aprobarse un milagro por su intercesión.

Según ha in­for­ma­do la San­ta Sede, en la reunión del pa­sa­do 5 de di­ciem­bre de los car­de­na­les y obis­pos de la Sa­gra­da Con­gre­ga­ción para las Cau­sa de los San­tos se dio el voto po­si­ti­vo so­bre la curación inex­pli­ca­ble de la per­so­na que ob­tu­vo el mi­la­gro por interce­sión del P. Tiburcio Ar­náiz.

Para el P. Vi­cen­te Lu­que, vi­ce­pos­tu­la­dor de la cau­sa, que na­ció el mis­mo año que el P. Ti­bur­cio fa­lle­cía, esta apro­ba­ción «su­po­ne una gran ale­gría y más es­tan­do re­si­dien­do aquí en la igle­sia de Má­la­ga, jun­to a su se­pul­tu­ra». Del P. Ar­náiz des­ta­ca «su gran in­quie­tud por apro­ve­char el tiem­po pa­ra ha­cer el bien y ayu­dar al pró­ji­mo, no pa­ra­ba un mo­men­to; tam­bién hay que des­ta­car que era muy aus­te­ro y ha­cía mu­chas pe­ni­ten­cias y sa­cri­fi­cios y ade­más era un hom­bre muy obe­dien­te».

Bre­ve bio­gra­fía

El P. Ti­bur­cio Ar­naiz Mu­ñoz na­ció en Va­lla­do­lid el 11 de agos­to de 1865. Se or­de­nó sa­cer­do­te de esa dió­ce­sis el 20 de abril de 1.890. Du­ran­te tres años desem­pe­ñó el car­go de pá­rro­co en el pue­blo de Vi­lla­nue­va de Due­ro y más tar­de en la pa­rro­quia de Po­ya­les del Hoyo de Ávila. Se doc­to­ró en Teo­lo­gía en la dió­ce­sis de To­le­do en 1896.

La muer­te de su ma­dre le lle­va a plan­tear­se, jun­to con su her­ma­na Gre­go­ria, la op­ción de ha­cer­se Je­sui­ta. Así, a la vez que ella in­gre­sa­ba en el Con­ven­to de las Do­mi­ni­cas, don­de Ti­bur­cio ha­bía sido sa­cris­tán mien­tras es­tu­dia­ba en el se­mi­na­rio, él in­gre­sa­ba en el no­vi­cia­do de Gra­na­da de la Com­pa­ñía de Je­sús el 30 de mar­zo de 1.902. Des­pués de los dos años de no­vi­cia­do per­fec­cio­nó sus es­tu­dios de Fi­lo­so­fía y Teo­lo­gía y co­men­zó a dar Ejer­ci­cios Es­pi­ri­tua­les a sa­cer­do­tes e inició al­gu­na mi­sión po­pu­lar por los pue­blos cer­ca­nos a Gra­na­da. En 1911 hizo en Lo­yo­la lo que los Je­sui­tas lla­man la Ter­ce­ra Pro­ba­ción (un se­mes­tre cen­tra­do en la ora­ción y en el es­tu­dio de las Cons­ti­tu­cio­nes de la Com­pa­ñía an­tes de ha­cer los úl­ti­mos vo­tos en ella) y en 1912 lle­ga a Má­la­ga don­de es­ta­ría des­ti­na­do 14 años con­se­cu­ti­vos (con la ex­cep­ción del año 1916-1917 que re­si­dió en Cá­diz).

Allí pri­me­ra­men­te fue muy co­no­ci­do por su só­li­da di­rec­ción es­pi­ri­tual y por el fo­men­to de la de­vo­ción al Co­ra­zón de Je­sús. Tam­bién vi­si­ta­ba a los en­fer­mos del hos­pi­tal y a los pre­sos de la cár­cel e im­par­tía Ejer­ci­cios es­pi­ri­tua­les. Pero sus dos tra­ba­jos apos­tó­li­cos más co­no­ci­dos fue­ron la la­bor en los «Co­rra­lo­nes» y las «doc­tri­nas ru­ra­les». Los co­rra­lo­nes eran ca­sas de ve­ci­nos de pe­cu­liar es­truc­tu­ra, ha­bi­ta­das por gen­te muy po­bre y si­tua­das en la pe­ri­fe­ria de la cui­dad. En los co­rra­lo­nes es­ta­ble­cía una pe­que­ña es­cue­la, lla­ma­da miga, di­ri­gi­da por una maes­tra que en­se­ña­ba las pri­me­ras no­cio­nes de lec­toes­cri­tu­ra y ma­te­má­ti­cas jun­to con el ca­te­cis­mo. Pero el P. Ar­naiz que­ría lle­gar tam­bién a las al­deas y cor­ti­jos adon­de no lle­ga­ba na­die y don­de ha­bía mu­chas ca­ren­cias cul­tu­ra­les y no ha­bía lle­ga­do la pre­di­ca­ción de la fe. Eran lo que se lla­ma­ron las «Doc­tri­nas ru­ra­les» y que hoy con­ti­núan al fren­te de un gru­po de mu­je­res.

El P. Ar­naiz fa­lle­ció en Má­la­ga el 18 de ju­lio de 1926 y si­gue sien­do ve­ne­ra­do en la ciu­dad.

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SANTO DOMINGO DE SILOS -20 de Diciembre-

Santo Domingo de Silos Hizo refulgir en numerosas vías el carisma legado por su fundador, San Benito.

«El nombre de este gran monje español está unido a uno de los monasterios benedictinos más conocidos; aún conserva el esplendor que él le confirió. Hizo refulgir en numerosas vías el carisma legado por su fundador, san Benito» 

El inicio del siglo XI trajo a este mundo a otro de los grandes monjes que ha habido en la Iglesia. Une a su nombre una de las abadías más reconocidas no solo en España sino en el resto del mundo: la de Silos.

Nació el año 1000 en Cañas, La Rioja, España, localidad integrada entonces en el reino de Navarra, en una familia de rancio abolengo en sus raíces, aunque no poseían bienes materiales significativos. Acerca de sus progenitores los biógrafos subrayan la fe del padre; no de la madre. Fue un niño sensible, inteligente y maduro que ya a temprana edad crecía ávido de impregnarse del amor divino. Participaba con inmenso fervor en la liturgia y albergaba la idea de consagrar su vida. Pero en la adolescencia tuvo que dejar aparcados sus estudios y ponerse a trabajar como pastor. Mientras cuidaba del ganado, elevaba su espíritu a Dios en oración y ejercitaba su caridad con los peregrinos y pobres que transitaban por allí camino de Santiago de Compostela; Dios bendecía sus rasgos de generosidad con extraordinarios prodigios.

Permaneció ocupado en el pastoreo durante cuatro años. Después, seguramente repuesta la economía familiar, con la venia de sus padres comenzó a asistir al párroco y con él adquirió una valiosa formación de gran ayuda posterior en su vida sacerdotal. Culminados sus estudios eclesiásticos, y aunque ni siquiera había cumplido 26 años, el obispo de Nájera, don Sancho, lo ordenó sacerdote porque sin duda calibraría sus excelsas virtudes de las que ya se hacían eco en muchos lugares. Después de difundir el evangelio predicando con ardor, y de consolar y socorrer a enfermos y necesitados, buscó cobijo a sus anhelos contemplativos, y eligió como morada lugares inhóspitos en los que la huella del hombre no se prodigaba.

Partió sin conocimiento de los suyos. Su liviano equipaje estaba compuesto por textos de temática religiosa. Y durante año y medio vivió experiencias que nunca confió a nadie, pero que debieron marcar profundamente su espíritu. Era un gran asceta, dado a la penitencia y a las mortificaciones; lidió ardua batalla contra tendencias que surgían de su interior y también hizo frente a las externas, todo lo cual acentuó su unión mística con Dios.

Tras su paso por este desierto, en 1030 recaló en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla (La Rioja) se cree que buscando una mayor perfección espiritual, vinculado por el voto de obediencia. El ora et labora néctar de la regla otorgada por san Benito impregnaba intensas jornadas en las que iba creciendo, formándose a conciencia. El códice de San Millán era una de las obras principales que consultaba, y a través de él se familiarizó con los textos conciliares. Fue estudioso del monje Esmaragdo, compañero de san Benito y autor de su biografía. Ejemplar en su vivencia del carisma benedictino, Domingo fue designado «maestro de jóvenes», y las nacientes vocaciones tuvieron en él un testimonio vivo del amor a Cristo y a su Iglesia. Ejercitó la prudencia, la caridad, la humildad y obediencia, entre otras virtudes, que suscitaron la estima de la mayoría de sus hermanos. Otros –los menos– le envidiaban y efectuaban comentarios maliciosos que ponían en duda su virtud; restaban valor a su obediencia juzgando que estaba condicionada por los honores y reconocimientos que recibía.

El abad le envió a Santa María de Cañas en calidad de prior. Y Domingo convirtió aquel lugar ruinoso y desamparado en un admirable monasterio, que fue rentable desde el punto de vista económico y cultural, así como de incuestionable riqueza espiritual; trajo consigo numerosas vocaciones. Una trama de ambiciones e intereses, en la que se mezcló la debilidad de un nuevo abad, don García, plegado a las exigencias del monarca, hizo que este monasterio se encaminase a la deriva. Domingo defendió con brío su religioso feudo, y ello supuso su destierro, pero no venció su espíritu. «Puedes matar el cuerpo y a la carne hacer sufrir, pero sobre el alma no tienes ningún poder. El Evangelio me lo ha dicho, y a él debo creer que solo al que al infierno puede echar el alma, a ese debo temer»,respondió al rey de Navarra.

En 1041 el rey don Fernando le concedió retirarse a una ermita. Cerca estaba el monasterio de San Sebastián de Silos, que se hallaba prácticamente abandonado. La restauración que hizo Domingo, a petición del monarca que se lo confió con la anuencia del Cid Campeador, fue excepcional. De este lugar que iba a quedar vinculado a su nombre, fue nombrado abad. Cuidó de sus hermanos con exquisita caridad en sus necesidades espirituales y materiales, atendiendo también las carencias de las gentes del entorno.

En 1056 inició las obras de restauración del que sería uno de los máximos exponentes del románico castellano, y simultáneamente impulsó la biblioteca, creó una escuela monástica y otra de miniaturistas y copistas, tuteló la liturgia, etc. Confirió al monasterio un esplendor que aún perdura, y todo en medio de muchas pruebas ante las que actuó con serenidad, prudencia y templanza, confiando siempre en Dios. A su paso brotaban las vocaciones. Fue un gran embajador y amigo de reyes. Recibió, entre otros, los dones de profecía y milagros. Murió el 20 de diciembre de 1073. Fue canonizado en 1234 por Gregorio IX.

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DOMINGO III DE ADVIENTO – CICLO B – DOMINGO DE GAUDETE

« ALLANAD EL CAMINO DEL SEÑOR »

(Juan 1, 6-8. 19-28)

SANTO EVANGELIO

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?»

Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías».

Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?».

El dijo: «No lo soy».

«¿Eres tú el Profeta?». Respondió:  «No».

Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿Qué dices de ti mismo?» Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor», como dijo el profeta Isaías».

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?».

Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Palabra del Señor

“ALEGREMOSNOS!”

Alegrémonos porque la Palabra de Dios se encarna y acampará entre nosotros. ¿Qué nos dirá esa Palabra? Dios es Amor y Padre. Bienaventurados los pobres, los mansos, los sufridos, los que tienen hambre y sed de la Voluntad de Dios, los puros, los misericordiosos, los pacificadores, los perseguidos. “Amaos unos a otros como Yo os he amado”, repartiendo el pan con el necesitado, enjugando las lágrimas del que llora, consolando al triste, animando al desalentado y perdonando al enemigo. ¿Vivo alegre en mi vida cristiana? ¿Quién es la fuente de mi alegría? ¿He abierto de par en par las puertas de mi existencia a la luz de Cristo o tengo algunas ventanas cerradas donde no ha entrado todavía esta luz de Cristo? ¿Cuáles: afectividad, voluntad, sentimientos, éxitos, fracasos…?

Citas para reflexionar:

  • «El cristiano está llamado a comprometerse concretamente en las realidades terrenales, iluminándolas con la luz que viene de Dios».–   «¿Cómo practicar el Evangelio sin tomar la energía de la fuente inagotable de la Eucaristía?». Papa Francisco
  • «A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición» San Juan de la Cruz
  • «Sueño con cristianizar nuevamente la Unión Europea».  Mateusz Morawiecki

 Efemérides y noticias:

  • El 1 de enero Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, también se celebra la LI Jornada Mundial de la Paz sobre el tema: “Emigrantes y refugiados: hombres y mujeres en busca de paz”.
  • La Jornada Mundial del Enfermo  se celebrará el próximo 11 de febrero. En el Mensaje, Francisco asegura que “la imagen de la Iglesia como un «hospital de campaña», que acoge a todos los heridos por la vida, es una realidad muy concreta, porque en algunas partes del mundo, sólo los hospitales de los misioneros y las diócesis brindan la atención necesaria a la población”.
  • Los cristianos de Irak piden ayuda para reconstruir sus 13 mil casas destrozadas por Daesh.
  • Cáritas Española dedica este año su habitual Campaña de Navidad a la invitación que viene difundiendo en los últimos meses de tomar parte activa en la construcción de una sociedad más justa.
  • Nueva película navideña para niños: “Se armó el Belén”.
  • «El Misterio de la Navidad» muestra en Palat del Rey la exposición con más de cien conjuntos de todo el mundo la universalidad de la celebración navideña.
  • La  Capilla de Música «Catedral de León» recupera una pieza del Archivo Musical para incorporarla al programa del VII Concierto de Navidad.

“NAVIDAD JUNTO AL PAPA FRANCISCO”

Celebraciones Litúrgicas del Papa Francisco:

-24 de diciembre, Misa del Gallo a las 21:30 h.

-25 de diciembre, Mensaje de Navidad y bendición Urbi et Orbi a las 12:00 h. desde el balcón central de la basílica vaticana.

-31 de diciembre, Vísperas a la 17:00 h.

-1 de enero, Misa a las 10:00 h.

-6 de enero, Epifanía del Señor, Misa a las 10:00 h.

“IR A MISA LOS DOMINGOS”

Advierte el Papa: “No es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia” “esto ayuda a defender su valor, pero no es suficiente por sí solo”: Los cristianos necesitamos participar en la misa dominical porque “solo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica sus mandamientos y ser así sus testigos creíbles”

ORACIÓN: HAZME ENTENDER Y COMPRENDER, MI DIOS

Que siendo invisible como eres

te hiciste como nosotros en Belén

sin más pretensión que el poder tocarnos

sin más deseos que el amarnos más y mejor

sin más intenciones que compartir nuestra existencia

sin más derecho que integrarte en medio de nosotros.

Que, sin ser demasiado consciente,

yo también soy imagen de tu amor trinitario

Que en mi mano está el amar, o el odiar

Que en mi corazón está la fuerza para la comunión

Que mis pies pueden caminar hacia el bien común

o hacia mi propio egoísmo.

Amén 

“SOLUCIÓN A LOS QUE SE LAMENTAN TODO EL DÍA Y SIEMPRE ESTÁN AMARGADOS” – PAPA FRANCISCO

El Papa Francisco volvió a criticar a las personas que pasan todo el día lamentándose y sumidos en el rencor por ser incapaces de perdonar y les dio una solución al respecto.  “Tantas veces el consuelo del Señor nos parece una maravilla”, reafirmó. “Pero no es fácil dejarse consolar; es más fácil consolar a los otros que dejarse consolar. Porque, muchas veces, nosotros estamos pegados a lo negativo, apegados a la herida del pecado dentro de nosotros, y, muchas veces tenemos la preferencia de permanecer ahí, solos. Pero el problema es que “somos maestros de lo negativo” por la herida del pecado, mientras que “en lo positivo somos mendigos” y no nos gusta mendigar el consuelo. Por ejemplo, cuando se prefiere “el rencor” y “cocinamos nuestros sentimientos” hay un “corazón amargo”. “Para estos corazones amargos es más hermoso lo amargo que lo dulce”, manifestó. Muchos prefieren esta amargura y poseen una “raíz amarga”, “que nos lleva con la memoria al pecado original. Y esto es un modo de no dejarse consolar”. Pero aún hay más: la amargura que “siempre nos lleva a expresiones de lamento”. Recordó entonces el Papa a Santa Teresa que decía: “Ay e la hermana que dice: ‘me han hecho una injusticia, me han hecho algo que no es razonable’”. También mencionó al profeta Jonás, “premio Nobel del quejarse”. “También en el lamentarse hay algo contradictorio”, dijo al contar que una vez conoció a un sacerdote que se quejaba por todo. “Tenía el don de encontrar la mosca en la leche”. “Era un buen sacerdote, en el confesionario decían que era muy misericordioso, era anciano y sus compañeros de presbiterado hablaban de cómo sería su muerte y que pasaría cuando fuese al cielo. Decían: ‘Lo primero que dirá a San Pedro, en lugar de saludarlo, es: ‘¿Dónde está el infierno?’, siempre lo negativo. Y San Pedro le haría ver el infierno. Una vez visto preguntaría: ‘¿Cuántos condenados hay en él?’. ‘Solo uno’. ‘Ah, que desastre de redención’, diría él. Siempre pasa esto. Y ante la amargura, el rencor, los lamentos, la palabra de la Iglesia de hoy es ‘¡ánimo!, ‘¡ánimo!’”.  El Papa Francisco recordó que “Dios viene a salvarte” e invitó a “dejarse consolar por el Señor”. “Y no es fácil porque para dejarse consolar por el Señor uno necesita desnudarse de sus propios egoísmos, de esas cosas que son nuestro tesoro: la amargura, el lamentarse, u otras muchas cosas”, aseguró. “Nos hará bien a cada uno de nosotros –concluyó el Santo Padre­–, hacer un examen de conciencia. ¿Cómo es mi corazón? ¿Tengo alguna amargura? ¿Tengo alguna tristeza? ¿Cómo es mi lenguaje? ¿Es de alabar a Dios, de belleza o de lamentarme siempre? Y pedir al Señor la gracia del coraje, porque en el coraje viene Él a consolarnos, y a pedir al Señor: ‘Señor, ven a consolarnos.

Para rezarSeñor, lléname de tu alegría y de tu luz. Señor, que sea portador a mi alrededor de tu alegría y de tu luz. Que mi alegría sea honda y profunda, fundamentada en Tí.

 

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CUIDADO CON EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD

A través de la historia, los humanos han celebrado el solsticio de invierno, esto lo podemos ver en monumentos como Newgrange, en Irlanda, que su planta está diseñada para capturar la luz en este preciso momento.

A día de hoy muchos cultos paganos, celebran la festividad, de hecho, según estudios recientes, numerosos colectivos están volviendo a las raíces y realizando homenajes a este día.

El espíritu de la navidad es un elemento de tradición nórdica, que nada tiene que ver con el sentido auténtico de celebrar el Nacimiento de Cristo. Y lo peor es que busca suplantar el papel de Dios, ha sido la estrategia de la Nueva Era.

¿Cuál es el verdadero espíritu en Navidad?

El verdadero espíritu es colocar nuestra vida en oración, reflexión y preparación para celebrar la venida de Cristo, nuestro salvador.
Vivir el Adviento de manera espiritual, prudente y con la esperanza de pronto celebrar al niño en el pesebre.
En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén, anunciado a los pastores, primicia de Israel que acoge al Salvador; la manifestación a los Magos, «venidos de Oriente» (Mt 2,1), primicia de los gentiles, que en Jesús recién nacido reconocen y adoran al Cristo Mesías; la teofanía en el río Jordán, donde Jesús fue proclamado por el Padre «hijo predilecto» (Mt 3,17) y comienza públicamente su ministerio mesiánico; el signo realizado en Caná, con el que Jesús «manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él» (Jn 2,11).

 

 

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SAN JUAN DE LA CRUZ – 14 de Diciembre

San Juan de la Cruz © Carmelitas«Figura señera de la Orden carmelita. Gran asceta, místico y poeta, insigne doctor de la Iglesia. Admirado por creyentes y no creyentes. Juan Pablo II lo eligió para realizar su tesis doctoral y lo declaró patrono de los poetas».

La admirable existencia de Juan de Yepes –este excepcional carmelita, aclamado en el mundo entero, considerado con toda propiedad «el más grande de los poetas de lengua castellana»– es una heroica gesta de amor a Dios desde el principio hasta el fin de la misma. La ascética tiene en él a uno de los preclaros ejemplos de lo que significa la entrega genuina; es una de las figuras más representativas de la mística que han pasado por esta sección de ZENIT. Creyó a pies juntillas que todo aquel que ofrece su vida por Cristo la salva, y no se arredró haciendo de su acontecer un admirable compendio de renuncias y sacrificios amén de sufrir el desdén de algunos de los suyos. Dios le alumbró siempre, y en particular, en el momento más álgido de su oscuridad.

Sus padres, Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez, tejedores de profesión y residentes en Fontiveros, Ávila, España, recibieron con gozo a este segundo de los tres hijos que conformarían la familia, cuando nació en 1542. Su padre y su hermano sucumbieron a causa del hambre. Una gran y trágica escuela para el santo. Al enviudar Catalina, quedaron en una situación económica de gran precariedad, y para tratar de contrarrestarla, primeramente se estableció con sus hijos en Arévalo, Ávila, y después en Medina del Campo, Valladolid. Gracias a la caridad ajena, Juan pudo formarse en el colegio de los Niños de la Doctrina, a cambio de prestar su ayuda en la misa, entierros, oficios, y pedir limosna. En 1551 la generosidad de otras caritativas personas le permitió continuar estudios en el colegio de los jesuitas. Tenía que hacer un hueco para trabajar en el hospital de las Bubas, donde se atendían a los afectados por enfermedades venéreas, hasta que decidió convertirse en carmelita. De haber continuado con los jesuitas posiblemente hubiera tenido otras opciones más ventajosas para él y para su familia, pero tomó otra vía, la que estaba destinada para él.

A sus 21 años había sido un alumno ejemplar y tenía la base idónea para ingresar en la universidad salmantina. Era profeso cuando comenzó sus estudios en ella en 1564. Allí contó con excepcionales profesores de la talla de Francisco de Vitoria, fray Luís de León y Melchor Cano, entre otros, y tres años más tarde se convirtió en un consumado bachiller en Artes. El año 1564 fue significativo en su vida. Aparte de haber sido prefecto de estudiantes, fue ordenado sacerdote y conoció a santa Teresa de Jesús. Hacía años que practicaba severas mortificaciones corporales iniciadas siendo alumno de los jesuitas, y al ingresar en la Orden carmelita pidió permiso para continuar realizándolas. Hombre de intensa oración, amaba tanto la soledad que, en un momento dado, no descartó ser cartujo. Ya llevaba grabado en su espíritu la preciada convicción que nos ha legado: «A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición».

La santa de Ávila, que había oído hablar de su virtud, lo reclamó para que le ayudase en la reforma carmelitana que pensaba llevar a cabo. Él, que había tomado el nombre de Juan de Matías, lo reemplazó entonces por Juan de la Cruz. Muy impresionada al conocerlo, Teresa no tuvo duda de que estaba ante un santo. Él la acompañó y fueron parejos en la heroica entrega y ardor apostólico. Juan dejó el reguero de su amor a Dios en Castilla y Andalucía, así como un futuro espléndido en Salamanca, que hubiera acogido con gusto su sabiduría. Fundó en Valladolid, Duruelo, Mancera y Pastrana, ostentando oficios de subprior y maestro de novicios. Fue rector en Alcalá de Henares, vicario y confesor de las carmelitas del monasterio abulense de la Encarnación, a petición de santa Teresa, entre otras misiones relevantes.

Sus propios hermanos se levantaron contra el celo apostólico del santo, resistiéndose a una reforma que solo pretendía conquistar una mayor fidelidad al carisma. En un entramado de secretas ambiciones y resentimientos, fue apresado y recluido en un minúsculo e inhóspito lugar durante nueve meses, manteniéndole en inenarrables y pésimas condiciones. Sufrió de forma indecible física y espiritualmente. La soledad y la oscuridad en su espíritu, combatida con férrea confianza en la divina Providencia, fueron el germen del incomparable Cántico Espiritual. Ebrio de amor divino trataba de condensar en su prodigioso verbo la pasión que le consumía: «¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido»… Previendo una muerte inminente, recibió el consuelo del cielo y, con él, la libertad, que obtuvo evadiéndose de noche, a escondidas, de sus guardianes: sus hermanos.

Reforzado en su experiencia mística y determinación a dar a conocer al único Dios Amor, se trasladó a Beas de Segura, Jaén, donde siguió ayudando a las carmelitas. Allí entabló fraterna amistad con la religiosa Ana de Jesús. Luego fundó un colegio en Baeza, y prosiguió su incansable recorrido por Granada y Córdoba, donde estableció otro convento en 1586. Todo se le quedaba corto para entregárselo a Cristo. La sed de sufrimiento para asemejarse a Él ardía dentro de sí: «Padecer, Señor, y ser menospreciado por Vos». Vio realizado este anhelo.

Tras nuevo convulso capítulo en su Orden, mientras se hallaba destinado en Segovia lo despojaron de sus misiones y lo exiliaron a México. No llegó a marcharse. Viajó a La Peñuela camino de Andalucía. Enfermó y lo trasladaron a Úbeda, donde fue tratado con impávida frialdad por su prior, siendo mal atendido desde el punto de vista médico. De modo que este gran místico, poeta genial de Dios, murió a los 49 años la madrugada del 14 de diciembre de 1591. Clemente X lo beatificó el 25 de enero de 1675. Benedicto XIII lo canonizó el 27 de diciembre de 1726. Pío XI lo declaró doctor de la Iglesia en 1926, y Juan Pablo II patrono de los poetas en 1993. Sigue retumbando el eco de su amor, junto al Cántico, en el resto de sus obras: la Noche oscura, Llama de amor viva y Subida del Monte Carmelo, entre otras.

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“¡LA VOCACIÓN ES HOY! ¡LA MISIÓN CRISTIANA ES PARA EL PRESENTE!”

Mensaje del Papa: Jornada de Oración por las Vocaciones

“¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! Y cada uno de nosotros está llamado —a la vida laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio ordenado, o a la de especial consagración— a convertirse en testigo del Señor, aquí y ahora”, dice el Papa Francisco.

El 22 de abril de 2018, IV domingo de Pascua, se celebrará la 55a Jornada Mundial de Oración por las vocaciones cuyo tema este año es Escuchar, discernir, vivir la llamada del Señor.

“La llamada del Señor no es tan evidente como todo aquello que podemos oír, ver o tocar en nuestra experiencia cotidiana. Dios viene de modo silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad”, dice el Papa Francisco. En cuanto al discernimiento, el Papa indica que cada uno de nosotros puede descubrir su propia vocación sólo mediante el discernimiento espiritual, un «proceso por el cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la voz del Espíritu, las elecciones fundamentales, empezando por la del estado de vida».

En estos tiempos inquietos en que vivimos, “el misterio de la Encarnación nos recuerda que Dios siempre nos sale al encuentro y es el Dios-con-nosotros”, que pasa por los caminos a veces polvorientos de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia de amor y felicidad, “nos llama a la alegría”, señala el Santo Padre. Publicamos a continuación el mensaje que el Santo Padre Francisco envía con esa ocasión a los obispos, sacerdotes, consagrados y fieles de todo el mundo.

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO

**Escuchar, discernir, vivir la llamada del Señor

Queridos hermanos y hermanas:

El próximo mes de octubre se celebrará la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que estará dedicada a los jóvenes, en particular a la relación entre los jóvenes, la fe y la vocación. En dicha ocasión tendremos la oportunidad de profundizar sobre cómo la llamada a la alegría que Dios nos dirige es el centro de nuestra vida y cómo esto es el «proyecto de Dios para los hombres y mujeres de todo tiempo» (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, introducción).

Esta es la buena noticia, que la 55ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones nos anuncia nuevamente con fuerza: no vivimos inmersos en la casualidad, ni somos arrastrados por una serie de acontecimientos desordenados, sino que nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina.

También en estos tiempos inquietos en que vivimos, el misterio de la Encarnación nos recuerda que Dios siempre nos sale al encuentro y es el Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a veces polvorientos de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia de amor y felicidad, nos llama a la alegría. En la diversidad y la especificidad de cada vocación, personal y eclesial, se necesita escuchar, discernir y vivir esta palabra que nos llama desde lo alto y que, a la vez que nos permite hacer fructificar nuestros talentos, nos hace también instrumentos de salvación en el mundo y nos orienta a la plena felicidad.

Estos tres aspectos —escucha, discernimiento y vida— encuadran también el comienzo de la misión de Jesús, quien, después de los días de oración y de lucha en el desierto, va a su sinagoga de Nazaret, y allí se pone a la escucha de la Palabra, discierne el contenido de la misión que el Padre le ha confiado y anuncia que ha venido a realizarla «hoy» (cf. Lc4,16-21).

ESCUCHAR

La llamada del Señor —cabe decir— no es tan evidente como todo aquello que podemos oír, ver o tocar en nuestra experiencia cotidiana. Dios viene de modo silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad. Así puede ocurrir que su voz quede silenciada por las numerosas preocupaciones y tensiones que llenan nuestra mente y nuestro corazón. Es necesario entonces prepararse para escuchar con profundidad su Palabra y la vida, prestar atención a los detalles de nuestra vida diaria, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, y mantenerse abiertos a las sorpresas del Espíritu.

Si permanecemos encerrados en nosotros mismos, en nuestras costumbres y en la apatía de quien desperdicia su vida en el círculo restringido del propio yo, no podremos descubrir la llamada especial y personal que Dios ha pensado para nosotros, perderemos la oportunidad de soñar a lo grande y de convertirnos en protagonistas de la historia única y original que Dios quiere escribir con nosotros.

También Jesús fue llamado y enviado; para ello tuvo que, en silencio, escuchar y leer la Palabra en la sinagoga y así, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, pudo descubrir plenamente su significado, referido a su propia persona y a la historia del pueblo de Israel. Esta actitud es hoy cada vez más difícil, inmersos como estamos en una sociedad ruidosa, en el delirio de la abundancia de estímulos y de información que llenan nuestras jornadas. Al ruido exterior, que a veces domina nuestras ciudades y nuestros barrios, corresponde a menudo una dispersión y confusión interior, que no nos permite detenernos, saborear el gusto de la contemplación, reflexionar con serenidad sobre los acontecimientos de nuestra vida y llevar a cabo un fecundo discernimiento, confiados en el diligente designio de Dios para nosotros.

Como sabemos, el Reino de Dios llega sin hacer ruido y sin llamar la atención (cf. Lc 17,21), y sólo podemos percibir sus signos cuando, al igual que el profeta Elías, sabemos entrar en las profundidades de nuestro espíritu, dejando que se abra al imperceptible soplo de la brisa divina (cf. 1 R 19,11-13).

DISCERNIR

Jesús, leyendo en la sinagoga de Nazaret el pasaje del profeta Isaías, discierne el contenido de la misión para la que fue enviado y lo anuncia a los que esperaban al Mesías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19). Del mismo modo, cada uno de nosotros puede descubrir su propia vocación sólo mediante el discernimiento espiritual, un «proceso por el cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la voz del Espíritu, las elecciones fundamentales, empezando por la del estado de vida» (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, II, 2).

Descubrimos, en particular, que la vocación cristiana siempre tiene una dimensión profética. Como nos enseña la Escritura, los profetas son enviados al pueblo en situaciones de gran precariedad material y de crisis espiritual y moral, para dirigir palabras de conversión, de esperanza y de consuelo en nombre de Dios. Como un viento que levanta el polvo, el profeta sacude la falsa tranquilidad de la conciencia que ha olvidado la Palabra del Señor, discierne los acontecimientos a la luz de la promesa de Dios y ayuda al pueblo a distinguir las señales de la aurora en las tinieblas de la historia.

También hoy tenemos mucha necesidad del discernimiento y de la profecía; de superar las tentaciones de la ideología y del fatalismo y descubrir, en la relación con el Señor, los lugares, los instrumentos y las situaciones a través de las cuales él nos llama. Todo cristiano debería desarrollar la capacidad de «leer desde dentro» la vida e intuir hacia dónde y qué es lo que el Señor le pide para ser continuador de su misión.

VIVIR

Por último, Jesús anuncia la novedad del momento presente, que entusiasmará a muchos y endurecerá a otros: el tiempo se ha cumplido y el Mesías anunciado por Isaías es él, ungido para liberar a los prisioneros, devolver la vista a los ciegos y proclamar el amor misericordioso de Dios a toda criatura. Precisamente «hoy —afirma Jesús— se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,20).

La alegría del Evangelio, que nos abre al encuentro con Dios y con los hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y desidias; no llega a nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. ¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! Y cada uno de nosotros está llamado —a la vida laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio ordenado, o a la de especial consagración— a convertirse en testigo del Señor, aquí y ahora.

Este «hoy» proclamado por Jesús nos da la seguridad de que Dios, en efecto, sigue «bajando» para salvar a esta humanidad nuestra y hacernos partícipes de su misión. El Señor nos sigue llamando a vivir con él y a seguirlo en una relación de especial cercanía, directamente a su servicio. Y si nos hace entender que nos llama a consagrarnos totalmente a su Reino, no debemos tener miedo. Es hermoso —y es una gracia inmensa— estar consagrados a Dios y al servicio de los hermanos, totalmente y para siempre.

El Señor sigue llamando hoy para que le sigan. No podemos esperar a ser perfectos para responder con nuestro generoso «aquí estoy», ni asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados, sino escuchar su voz con corazón abierto, discernir nuestra misión personal en la Iglesia y en el mundo, y vivirla en el hoy que Dios nos da.

María Santísima, la joven muchacha de periferia que escuchó, acogió y vivió la Palabra de Dios hecha carne, nos proteja y nos acompañe siempre en nuestro camino.

Vaticano, 3 de diciembre de 2017

Primer Domingo de Adviento

FRANCISCO

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SAN PEDRO PASCUAL -6 de Diciembre-

Jeroni Jacint Espinosa, Missa de Sant Pere Pasqual, 1660.jpg  «Mercedario valenciano, descendiente de acaudalados, fieles y generosos mozárabes entregados al rescate de cautivos; siguió sus pasos. Fue un gran predicador y pacificador. Murió mártir en Granada en defensa de la fe»

Aunque aspectos de su vida han sido objeto de disparidades, está constatado que nació en Valencia, España, entre 1227 y 1230. Era una época en la que el país se hallaba bajo el influjo musulmán, y quienes abrazaban la fe cristiana sabían que su vida pendía siempre de un hilo. Miles de cristianos derramaron su sangre por Cristo. La familia de Pedro, unos mozárabes de clase pudiente y fieles a la Iglesia, tuvieron el honor de contar entre sus componentes a seis mártires, el último de los cuales sería él mismo. El compromiso eclesial de sus progenitores estaba bien anclado. Le habían llamado Pedro considerando que su nacimiento se debía a la mediación de Pedro Nolasco, al que se encomendaron viendo que no venían los hijos; tan grande era el reconocimiento que dispensaban al santo. Nolasco y otros mercedarios mantenían una entrañable relación con la familia Pascual y disfrutaban de su hospitalidad.

Dando prueba fehaciente de su fortaleza, los progenitores de Pedro pasaban por alto el riesgo que corrían sus vidas y rescataban a cristianos esclavos, como hacían los mercedarios. Precisamente uno de ellos, que después se afilió a la Orden mercedaria, era un sacerdote versado en teología, doctor por la universidad de París, al que encomendaron la educación de su hijo; lo que sentían por él era una comprensible mezcla de afecto y confianza. En esa época Pedro Pascual ya había vivido la experiencia del envite que sufrió su propio hogar a manos de los musulmanes. Se dedicaba a socorrer a cautivos enfermos, pidiendo limosna para ellos junto a otros jóvenes como él. A sus 19 años fue designado canónigo de la catedral de Valencia por Jaime I el Conquistador; los había presentado san Pedro Nolasco.

Después de consumarse la reconquista de su ciudad natal y siguiendo los pasos de su preceptor, Pedro Pascual se trasladó a París, como era deseo del monarca, para formarse junto al doctor Aymillo. Por indicación del prelado de la capital gala, que se admiró de sus muchas virtudes, predicó en toda la diócesis. Entre sus compañeros de estudios se hallaban santo Tomás de Aquino y san Buenaventura. Esta etapa de su vida en la ciudad del Sena fue teñida por el dolor de la pérdida de sus padres. Antes de regresar a Valencia, siendo ya doctor, Pedro había determinado abrazarse a la pobreza. Con esa intención había dado poderes al fundador Nolasco para que entregase sus cuantiosos bienes a los cautivos, los huérfanos y los encarcelados. Al sentirse afín al carisma mercedario, se integró en la Orden y profesó el año 1250 en el convento de Valencia, mostrando su fervor y espíritu penitencial. Fue ordenado sacerdote y ejerció como profesor en Barcelona; estuvo al frente de la cátedra de filosofía. Después se estableció en Zaragoza, ya que el rey Jaime I le encomendó la formación de su hijo, el infante Don Sancho de Aragón. Tanto ésta región como Cataluña supieron de su celo apostólico.

Cuando Don Sancho se hizo mercedario, la labor apostólica de Pedro se centró en lo propio del carisma de la fundación a la que pertenecía: el rescate de cautivos y la predicación. En 1262 Urbano IV lo designó obispo de Granada a petición de Don Sancho, que era ya arzobispo de Toledo. Humildemente aceptó la misión, contrariándose a sí mismo, ya que no deseaba dignidad alguna, y allí fundó el convento de Santa Catalina. Fruto de su celo apostólico vieron la luz nuevos conventos en Baeza, Jaén y Jerez de la Frontera. En 1275, tras los conflictos que se desataron en Granada, emprendió una peregrinación por distintos lugares de la geografía española, Francia y Portugal. Volvió a Granada y desde allí efectuó un viaje a Roma siendo pontífice Nicolás IV que se admiró, como todos los que iban conociendo a Pedro, de su ciencia y virtud. Tanto es así que lo designó legado suyo para Francia y España con la indicación de que predicase la cruzada.

Se hallaba en Francia en 1294 cumpliendo con este cometido cuando fue elegido prelado de Jaén, se cree que a propuesta del rey Don Jaime II de Aragón. Bonifacio VIII confirmó el nombramiento en 1296. Fue consagrado en la capilla de San Bartolomé por el cardenal Mateo de Acquasparta el 20 de febrero de ese año. Devoto de María, en 1295 ya había defendido la Concepción Inmaculada en su escrito Vida de Lázaro; fue un pionero al respecto.

En 1297 viajó a Granada y allí fue hecho prisionero por los musulmanes. Sin duda le precedía su vigorosa defensa de los cautivos a los que rescataba, y la instrucción y bautismo que impartía a los cristianos, así como su encendida predicación junto a sus dotes de pacificador. Además, su amigo el rey Jaime I, en 1294 no había tenido reparos en establecer un tratado de amistad con el rey nazarí Muhammad I Al-Ahmar (el Rojo), que en ese momento regía la ciudad de la Alhambra. Pero en 1297 el nuevo emir Muhammad II Al-Faqih, hijo del anterior, había roto el pacto dejando clausurado dramáticamente el periodo de paz del que transitoriamente gozaron los cristianos. Tras su captura, Pedro fue recluido en la torre granadina del Carmen de los Mártires.

Al saber la noticia, los fieles destinaron limosnas para rescatarlo, pero Pedro no las aceptó sino que con ellas liberó a otros esclavos necesitados. En prisión escribió varios tratados sobre la vida espiritual y diversas obras defendiendo la fe, en las que refutaba tesis de judíos y de musulmanes. Sus trabajos suscitaron la ira de sus captores, y le condenaron a muerte por decapitación. Padeció un momento de terror que solapó instantáneamente su gozo por el martirio. Cristo le consoló: «Pedro, no te asustes porque la naturaleza haga su oficio. Yo mismo estuve triste hasta la muerte la noche antes de mi Pasión, y por tu amor padecí aquella amarga agonía». Lleno de fortaleza se enfrentó a este martirio el 6 de diciembre de 1300. Clemente X confirmó su culto el 14 de agosto de 1670.

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DOMINGO I DE ADVIENTO – CICLO B – 3 DICIEMBRE

« ¡VELAD! »

(Marcos 13, 33 – 37)

SANTO EVANGELIO

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!

Palabra del Señor  

 

“¡PREPÁRATE LLEGA EL SEÑOR!”

Iniciamos el Adviento litúrgico, tiempo que la Iglesia quiere que los cristianos lo dediquemos a prepararnos para conmemorar dignamente el aniversario de la venida de nuestro Señor Jesucristo al mundo. El color morado significa preparación y penitencia, porque queremos llegar a la Navidad con el alma limpia. Está también el Adviento espiritual que a nosotros nos dura toda la vida, porque toda la vida es tiempo de preparación para encontrarnos definitivamente con Cristo, cuando Dios nos llame a su lado. Reavivemos en estas semanas previas a la Navidad, las brasas de nuestra fe. Que nuestra oración, en estos días, sea más intensa y más confiada. Esperemos a Aquel que más amamos y no encolerizarnos a pesar de los muchos contratiempos que salen a nuestro paso. ¡A espabilarse toca! ¡Llega el Señor…y no es bueno estar dormidos!

Citas para reflexionar:

  • «El amor de Cristo es como un “GPS espiritual” que nos guía infaliblemente hacia Dios y hacia el corazón de nuestro prójimo». Papa Francisco
  • «El Creador se puso a ver dónde depositaría su corazón al venir a la tierra y eligió a una madre » Beato Manuel Lozano  Garrido “Lolo”
  • «La Iglesia es la caricia de Dios al mundo». San Juan Pablo II
  • «La Eucaristía es Dios con nosotros, es Dios en nosotros, es Dios que se da perennemente a nosotros, para amar, adorar, abrazar y poseer». Beato Charles  de Foucauld

Efemérides y noticias:

  • El Papa Francisco celebró una multitudinaria misa en el campo de Kyaikkasan, donde dijo: “El camino de la venganza no es el camino de Jesús”, “Tenemos una brújula segura: el Señor crucificado”.
  • El Papa celebró el 3º día de su viaje a la República de la Unión de Myanmar, antigua Birmania, mantuvo un encuentro con el Consejo Supremo budista ‘Sangha’.
  • El Papa el día 30 llegó a  Dhaka en Bangladesh y permaneciendo el 1 y el 2 donde regresó a Roma. Tuvo importantes encuentros con las autoridades, Obispos y miembros de la Iglesia, con los jóvenes.
  • Polonia dona el árbol de Navidad para la Plaza de San Pedro.
  • Publican “En diálogos con el Señor”: 25 textos inéditos de San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, correspondientes al periodo 1954 a 1975.
  • El Ministro de Cultura Iñigo Mendez ordena devolver a Aragón los bienes del Monasterio de Sijena.
  • La Santa Sede ha levantado las medidas  cautelares a los sacerdotes del caso “Romanones”  ya habían sido absueltos por la justicia española.
  • Congreso Internacional Salesiano: el Papa pide su ayuda para escuchar a los jóvenes no creyentes.
  • Mons. Barrio apuesta en su Pastoral de Adviento por “redescubrir el hondo sentido de la Navidad”. El arzobispo señala que los adornos navideños son “la gracia de Dios y la alegría de la esperanza cristiana”
  • Encuentro en Lugo de los obispos de las provincias eclesiásticas de Santiago y Braga.
  • Mons. Barrio alaba que la Diócesis ponga en marcha procesos de catequesis para discapacitados.

ORACIÓN: ¡VEN SEÑOR JESÚS!

Me insisten que ya no eres necesario

que, sin Ti, puedo llevar una vida  feliz y cómoda.

Por ello mismo, Señor,

porque ni soy feliz ni estoy  cómodamente situado.

Ayúdame a ser y estar  vigilante…esperando.

A permanecer de erguido, inquieto y  en vela

aguardando ese fantástico día

en el que, la paz, ya no será un  imposible

en el que, el amor, ya no será sólo  poesía escrita

en el que, el hombre, ya no será un  adversario.

Quiero mantenerme despierto y  contento

el resto de mis días… hasta el  momento de tu llegada.

DECÁLOGO PARA LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO  

1.- CONVIÉRTETE de la desesperanza. Es más fácil vivir desde la esperanza.

2.- CONVIÉRTETE del inmovilismo. El Señor nos quiere activos, en pie.

3.- CONVIERTETE de la confusión. Vuelve los ojos un poco a Jesús que viene.

4.- CONVIERTETE del vacío. No por tener más, vas a ser más feliz.

5.– CONVIERTETE de las palabras huecas. Da la cara por Jesucristo. Habla de Él.

6.- CONVIERTETE de los caminos equivocados. Busquemos caminos de verdad.

7.- CONVIERTETE de la tristeza. El Señor quiere seguidores alegres.

8.- CONVIERTETE de la cerrazón. Dile a Dios: “aquí estoy, Señor”.

9.- CONVIERTETE de tu comodidad. Anunciemos el amor de Dios.

10.- CONVIERTETE de la autosatisfacción. Un cristiano siempre tiene que hacerse una pregunta: ¿En qué debo mejorar? ¿Puedo hacer todavía algo más por Dios?

“CORONA DE ADVIENTO”

 Resultado de imagen de imagenes de coronas de adviento 2015La iglesia se prepara a iniciar el tiempo de Adviento este domingo 3 de diciembre. Aquí 5 cosas que todo cristiano debe saber de la famosa Corona de Adviento.  

  1. Es ejemplo de la cristianización de la cultura. La Corona de Adviento tiene su origen en una tradición pagana europea que consistía en prender velas durante el invierno para representar el fuego del dios sol y pedirle que regresara con su luz y calor. Los primeros misioneros aprovecharon esta tradición para evangelizar como medio para esperar a Cristo, celebrar su natividad y rogarle que infunda su luz en sus almas.
  2. Su forma circular es signo del amor de Dios. El círculo es una figura geométrica que no tiene ni principio ni fin. La Corona de Adviento recuerda que Dios tampoco tiene principio ni fin, por lo que refleja su unidad y eternidad. Es señal del amor que se debe tener hacia el Señor y al prójimo
  3. Las ramas verdes representan al Cristo vivo. Verde es el color de la esperanza y la vida. Las ramas representan que Cristo está vivo entre nosotros, y el color verde recuerda la vida de gracia, el crecimiento espiritual y la esperanza que debemos cultivar durante el Adviento.
  4. Las cuatros velas representan cada domingo de Adviento. Las velas permiten reflexionar en la obscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Los siglos se fueron iluminando cada vez más con la cercana llegada de Cristo al mundo. Las velas se van prendiendo en los domingos de adviento, y con una oración especial.
  5. Una de las velas es rosada. Son tres moradas y una rosada que se enciende el Tercer Domingo de Adviento. El color morado representa el espíritu de vigilia, penitencia y sacrificio que debemos tener para prepararnos adecuadamente para la llegada de Cristo.  Mientras que la rosada representa el gozo que sentimos ante la cercanía del nacimiento del Señor.

En algunos lugares, todas las velas de la Corona se sustituyen por velas rojas y en la Noche de Navidad, en el centro, se coloca una vela blanca,  simboliza a Cristo como centro de todo cuanto existe.

Sugerencias:

a) Ármala o decórala en familia y motiva a los niños a vivir el Adviento explicándoles esta costumbre y su significado.

b) Colócala en un sitio especial del hogar, de preferencia en un lugar fijo donde la puedan ver los miembros de la familia para recordar la venida de Jesús y la importancia de prepararse para la Navidad.

 

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