«NO IMPORTA»

Así lo ha recordado el Papa Francisco durante el rezo del ángelus el pasado domingo. Ante
los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre denunció que las monjas asesinadas eran víctimas de sus verdugos pero también de «la indiferencia, de esta globalización de la indiferencia, del ‘no importa’».

El pontífice reconoció el martirio de estas cuatro hermanas a las que su fe en Cristo les costó el derramamiento de su propia sangre y criticó que estos mártires que cada día son asesinados por el mero hecho de ser cristianos «no son portada de los periódicos, no son noticia», a pesar de que dan «su sangre por la Iglesia».

El pasado viernes, extremistas musulmanes irrumpieron en la residencia de ancianos que las hermanas Misioneras de la Caridad dirigían en Aden, en Yemen, y acabaron con la vida de doce personas. Cuatro religiosas fueron asesinadas, acusadas de hacer proselitismo cristiano entre los necesitados a los que atendían, mientras servían el desayuno a los ancianos y discapacitados con los que vivían.

Los terroristas entraron en el recinto después de asesinar al guardián y acabaron con la vida de todos los empleados que encontraron en su camino hacia su verdadero objetivo: las hermanas que se encontraban en la residencia sirviendo a los ancianos, a las que acusaban de intentar convertir al cristianismo a los pobres.

Anselm, Reginette, Margarita y Judith son los nombres de estas nuevas mártires que como tantos cristianos en todo el mundo sufrieron en su propia piel las consecuencias del odio religioso. Junto con ellas, murieron el chófer y varios colaboradores de las religiosas. La superiora del convento, sin embargo, consiguió salvarse de ser degollada.

Los atacantes secuestraron a un sacerdote salesiano, Tom Uzhunnalil, que se encontraba rezando en la capilla del convento cuando sucedió la masacre. Aún se desconoce cuál ha sido el destino de este sacerdote católico, el último que permanecía en Aden después de que su parroquia fuera quemada y saqueada el pasado mes de septiembre.

Esa misma mañana, sin saber que pocas horas después les esperaba el martirio, las hermanas asistieron a la Santa Misa como cada día antes de iniciar su labor entre los más pobres. Tras la Santa Misa y apenas unos momentos antes de ser asesinadas, rezaron como cada mañana una oración que se ha podido conocer gracias al Vicario Apostólico de Arabia del Sur, Mons. Paul Hinder, en declaraciones a Aciprensa:

Señor, enséñame a ser generoso.
Enséñame a servirte como lo mereces;
a dar y no calcular el costo,
a luchar y no prestar atención a las heridas,
a esforzarme y no buscar descanso,
a trabajar y no pedir recompensa,
excepto saber que hago tu voluntad.

Con esta oración en el corazón, estas religiosas se enfrentaron al odio del fundamentalismo islámico, que terminó con sus vidas sin importar que estas estuvieran dedicadas a atender a aquellas personas a las que la sociedad margina y que morirían solas y en la calle si no fuera por la caridad y la entrega de las religiosas de la congregación fundada por la Beata Teresa de Calcuta.

El vicario apostólico de Arabia del Sur ha asegurado que «no hay duda que las hermanas han sido víctimas de odio contra nuestra fe” y ha explicado que en la región de mayoría islámica  “hay algunos grupos radicales que simplemente no soportan la presencia de cristianos que sirven a los más pobres de los pobres”. La vida de los católicos en lugares como Aden se ha convertido en un auténtico infierno.

En 2015, más de 7.000 cristianos han sido asesinados por su fe, según datos de la organización Open Doors. Estos datos solo incluyen las muertes que han podido ser verificadas, pero la organización advierte que se conocen que el número de asesinados por el Estado Islámico en países como Siria e Irak es mucho mayor.

Al tener conocimiento de la terrible masacre perpetrada en Yemen, el Papa Francisco quiso acudir tras el rezo del ángelus el pasado domingo a visitar a las Misioneras de la Caridad residentes en Roma. El Santo Padre acudió por sorpresa a la “Casa Dono di Maria”, donde las monjas cuidan a personas sin hogar, para dar el pésame a las hermanas y proporcionarles consuelo ante el dolor por el asesinato de las religiosas.

Por su parte, las Misioneras de la Caridad han mostrado su firme determinación de continuar aliviando el sufrimiento de los más desfavorecidos, sin que las amenazas puedan apartarlas de su labor. «Las Misioneras de la Caridad no van a dejar sus saris y seguirán trabajando como lo han hecho hasta ahora», ha defendido Sunil Lucas, presidente de World Catholic Association for Communication, al tiempo que ha asegurado que las religiosas nunca han dejado de atender a los más pobres aunque esa decisión pusiera en riesgo su vida.                           Artículo en La Gaceta

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