SEAMOS MISERICORDIOSOS CON DIOS

Es en el ambiente de este tiempo de reparación y de misericordia, donde el Espíritu inspiró esta idea, a este pobre pecador.

En mis esquemas, Dios había venido a salvarnos haciéndose (la segunda persona de la Santísima Trinidad) hombre como nosotros. Y por tanto Él ponía (y pone) todo el trabajo duro en esta empresa de Salvación. Sin embargo, nosotros andamos renqueando, quejándonos de lo difícil que es todo, pidiendo al Señor que nos libre, que nos perdone y nosotros volvemos a las andadas, cual niños pequeños en cuanto nos entran ganas de satisfacer nuestros deseos.

Y Dios está ahí para perdonarnos, ha muerto en la cruz para ello. Y es verdad, pero ¡vaya planteamiento más mezquino e hipócrita!

Ante el cuerpo de Cristo elevado cada día en los altares de todo el mundo, Dios se vuelve a entregar por nuestra salvación. Es un ya fue, pero sigue siendo. En la cortedad de nuestro encorsetamiento en la historia, necesitamos revivir para no olvidar. La entrega de Jesús que fue, vuelve a actualizarse cada día, pues cada día muere por mis miserias que suceden cada día. Y cada día Cristo sufre por mis contradicciones y mis pecados, que no son más que faltas de misericordia hacia Él.

Él que no tiene la culpa de nada, carga con las nuestras para liberarnos, y en lugar de agradecérselo, le cargo cada día con nuevos pecados por mi parte. Mañana ya cambiaré, aún hoy pecaré un poco más esperando que Dios me libre. Mientras llega la salvación, estaré retozando en el lodo. ¡Alma cándida! ¿Crees que cuando venga el Señor vas a estar limpia si no pones de tu parte para no ensuciarte, para limpiarte cuanto antes?

Confiamos en la Misericordia de Dios, pero Él espera pacientemente un gesto de misericordia por nuestra parte. Pongamos de verdad a Dios en el centro de nuestra vida. Obsesionémonos con Él. Es la perla preciosa, ante la cual todo lo demás lo estimaremos basura. Dios sigue, esperando nuestra respuesta.

David Llena

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