El 24 de este mes de enero sor Covadonga, en el monasterio de San Pelayo, casi de la mano de su hermana sor María Milagros, en el monasterio Santa Cruz, decidieron caminar a la Casa del Padre. Ella también fue bendecida con larga vida, sus noventa y cuatro años la avalan, y es que el Señor le concedió esta gracia, quizás por su sencillez de vida dedicada a la realización de primorosas labores con sus hábiles manos y entre puntada y puntada siempre una plegaria, a parte de sus obligaciones en la Comunidad.
Ella también pasó junto a sus hermanas con humildad y de puntillas para no molestar, su alegría la transmitía gozosa a todos los que conocía, por ello era una “Madre” muy querida.
Su Sí a Dios impregno su vida, también su gran amor a nuestra Señora y a su querido san Benito, por eso Él la llamó con dulzura y acunada en su regazo se durmió.
En la Comunidad y en todos la que la conocíamos aflora la tristeza en los sentimientos, más nos reconforta la certidumbre de que ella goza de la presencia del Padre y que intercede por todos, ¡ojalá ella nos conduzca también de la mano a la morada celestial! En ese paso a la nueva vida junto a Dios.
Como con sor Mª Milagros solo podemos cantar un ¡Aleluya! ellas alcanzaron lo máximo que aspiran las almas buenas, ver cara a cara al Padre que es todo Amor.