Domigo XXIII del tiempo ordinario

La Cruz y la Torre 

“¿Quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? Solo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada; y la sabiduría los salvó». Una buena pregunta y una buena respuesta. No deberíamos olvidar estas palabras del libro de la Sabiduría que que se leen en la misa de este domingo (Eclo 3, 17-18.20).

Decimos que hoy a nadie interesan las cosas del cielo. Que muchos viven “como si Dios no existiera”. Pero en su carta “La Puerta de la fe”, Benedicto XVI escribía que muchas personas en nuestro contexto cultural, aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo” (PF 10).

A unos y a otros se nos dice que el camino no es fácil si no contamos con la sabiduria de Dios. No se trata de saber más cosas, sino de saborear el proyecto de Dios, de aceptarlo y de convertirlo en hoja de ruta para nuestra peregrinación.

Renuncia y libertad

En Jesús se ha hecho carne esa sabiduría de Dios. Él nos precede por el camino. Nos invita a seguirlo. Y a calcular nuestras fuerzas para construir la torre: es decir para llevar la fe a su cumplimiento. En el evangelio de hoy (Lc 14, 25-33), Jesús señala tres relaciones que han de ser revisadas y repite tres veces la referencia a sí mismo y el riesgo del desvío.

  • La tres relaciones nos remiten a los lazos familiares (v. 26), a la posesión y disfrute de los bienes (v. 33) y al cómodo apego a la propia vida (v. 26). No podemos vivir sin esos anclajes. Pero habrá que ver si estamos dispuestos a verlos a la luz de la sabiduría de Dios. La llamada al seguimiento de Jesús es una llamada a la libertad. Ese es el punto de partida.
  • Las tres referencias a su persona señalan la característica propia del discipulado. “Si alguno se viene conmigo”…, “detrás de mí”…, “discípulo mío”. El itinerario es difícil, pero el Maestro lo ha dejado bien trazado. Nadie va con el Señor para triunfar en la vida. La llamada a la libertad es una llamada al seguimiento de Jesús. Ese es el punto de llegada.
  • Junto a esas tres relaciones y referencias, se encuentran otras tres negaciones: “No puede ser discípulo mío”. Esa es la grandeza de la libertad. La persona puede hacer su opción fundamental. Y esa es la limitación de la libertad. Que no siempre nuestras opciones nos llevan a vivir como discípulos del Señor y a construir la torre del Reino de Dios.

La Cruz y el camino

“¿Seguís al Señor sin cruz? Pues no vais tras él. Muchos se venían cuando predicaba en los montes, en el campo y en los templos, y de cuantos siguieron entonces no hubo uno que le ayudase a llevar la cruz… No hay quien se aparte del mal por Jesucristo y le ayude a llevar la cruz”. Así predicaba San Juan de Ávila con palabras que recuerdan las de Jesús.

  • “Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. No es el Señor quien nos impone la cruz. Creyentes o no creyentes, algún día encontraremos el dolor. Basta esperar lo suficiente. A todos nos tocará un día llevar nuestra cruz. Pero el Señor nos invita a llevarla tras Él. Es decir, a ver cómo él nos precede en el camino y a seguirle con su espíritu
  • “Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser dicípulo mío”. Esas palabras no se dirigen solo al cristiano individual. Ese es el camino de toda la Iglesia. No puede eximirse de llevar la cruz una comunidad que dice seguir y confesar al Crucficado. La persecución no es un accidente de la historia. La comunidad cristiana sabe bien cuál es el camino del Señor.
  • Señor Jesús, tú sabes con qué ánimo hemos comenzado a construir la torre de nuestra fe. Que tu gracia nos ayude a perseverar en el esfuerzo. Que nuestra pereza o nuestra inconstancia no justifiquen las burlas y el rechazo a tu mensaje de vida y de esperanza. Amén.
José-Román Flecha Andrés

SOLO TÚ, SEÑOR

Eres  riqueza que me da la posibilidad
de  hacerme con un futuro eterno y mejor.

Eres  grandeza, que en mi pobreza,
me  hace mirarte con ojos agradecidos
sentirme  pequeño ante Ti.

SOLO TÚ, SEÑOR

Eres  capaz de despertar en mí
sentimientos  de alegría profunda y verdadera,
de  conversión y de encuentro,
de  fe y de esperanza,
de  ilusión por trabajar por tu reino.

SOLO TÚ, SEÑOR

Mereces  todo honor y toda gloria,
toda  alabanza y todo júbilo

SOLO TÚ, SEÑOR

Enciendes  en nuestras almas
los  deseos de seguirte dejando lo que estorba,
lo que nos humilla, lo que empaña nuestra mirada

SÓLO TÚ, SEÑOR

 

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