Domingo XXIV del Tiempo Ordinario

“El domingo del Padre Bueno”

Quien practica la misericordia devuelve alegría al que la perdió y se abre a la alegría plena. El Señor, que no quiere para los suyos una alegría a medias, nos invita a alegrarnos con El y, para ello, nos pide primero aprender misericordia. La tercera parábola muestra el rostro y la mirada del Padre Bueno. En ellas se nos enseña el camino que Jesús pide recorrer a sus discípulos: rechazo del pecado y abrazo del pecador para que vuelva.

La oveja y la moneda

“El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo“. Es el hombre quien ha de arrepentirse de sus malos pensamientos, de sus malos deseos, de sus malas acciones y omisiones. Por eso nos llama la atención que Dios se arrepienta de un propósito que había formulado. Pero así nos lo dice el libro del Éxodo (Ex 32,14).

Esta frase se sitúa en el contexto de un episodio escandaloso. El pueblo de Israel ha sido liberado por Dios de la esclavitud, pero parece confundir al único Dios con uno de los ídolos que había visto en Egipto. Y decide adorar un ternero de oro. Esa idolatría refleja su desesperanza y su nostalgia. En lugar de seguir al Dios que nos libera y nos invita a caminar hacia adelante, también nosotros preferimos refugiarnos en una comodidad adormilada.

El relato bíblico nos dice que Moisés intercede por su pueblo ante el Señor. Le pregunta si va a olvidar lo que ha hecho por Israel y las promesas con las que se ha comprometido a protegerlo. Y Dios decide ser fiel a sí mismo, a pesar de la infidelidad de su pueblo.

La pérdida y el hallazgo

Pues bien, esta imagen de un Dios misericordioso y compasivo resume todo el mensaje de Jesús. En el Evangelio según San Lucas esta idea de la compasión se refleja en las tres parábolas de las pérdidas y los hallazgos. En el texto que hoy se proclama leemos las dos primeras. Se nos habla de la pérdida de una oveja, reencontrada por el pastor y de la pérdida de una moneda buscada por su dueña (Lc 15, 1-10).

En ambos casos se pasa del nerviosismo a la paz, de la búsqueda al hallazgo, y de la soledad a la compañía. Ni el hombre ni la mujer gozan a solas de su satisfacción. Quien encuentra la oveja comunica la buena noticia a los amigos. Quien encuentra la moneda, comparte esa buena noticia con las vecinas.

En ambos casos, los protagonistas exclaman con alborozo: “¡Felicitadme!” No pretenden ser felicitados por la pérdida, sino por el hallazgo. La pérdida pertenece ya al pasado. Y ante el gozo del hallazgo se olvida la fatiga de la búsqueda.

Conversión y alegría

Con todo, la peripecia del pastor y de la mujer van más allá de sí mismas. Estas parábolas apuntan a  las relaciones del hombre con Dios. Las dos parábolas se cierran con una hermosa conclusión que se pone en boca de Jesús.

• “Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta”. El pastor tiene cien ovejas, pero dedica toda su atención a la que se ha perdido. Cada uno de nosotros merece la atención de Dios.

• “Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta”. La mujer tiene diez monedas, pero entrega su tiempo y su vida para buscar a la que se le ha perdido. Ni puede ni quiere prescindir de ella.

• “Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta”. Los justos son la alegría de Dios. Pero mayor alegría hay cuando alguien descubre el bien, la verdad y la belleza que solo pueden encontrarse en Dios.

Padre celestial, reconocemos que somos pecadores. Pero sabemos que el pecado no es una fatalidad. Tú sales cada día a buscarnos. Nuestra pérdida nos daña a nosotros. Pero el hallazgo es una alegría para ti, que nos amas y nos buscas. ¡Bendito seas!

José Román Flecha Andrés
 

La Exaltación de la Santa Cruz y la Virgen de los Dolores

DSCN0622El 14 y 15 de este mes de septiembre la Iglesia nos presenta La Exaltación de la Santa Cruz y la Virgen de los Dolores. Ambos nos invitan a unirnos a María en la contemplación del misterio de la santa Cruz. La memoria de la Virgen de los Dolores nos recuerda los dolores que sufrió la Madre de Jesús, sobre todo el día de la pasión y muerte de su Hijo, dolores que fueron profetizados por el anciano Simeón , cuando en el Templo  de Jerusalén  dijo a María que una espada de dolor le traspasaría el corazón.

El Papa Francisco expuso que para ser buen cristiano es hacer aquello que te pide se debe contemplar la Pasión de Cristo e imitar el comportamiento de la Virgen María.

Necesitamos hoy la dulzura de la Madre de Dios para entender estas cosas que Jesús nos pide. Amad a los enemigos ; hacer el bien ; dad sin esperar nada a cambio ; a quien te pegue en una mejilla , ofrece también la otra , a quien te arrebate el manto no le niegues también la túnica. Son cosas fuertes ¿no?. Pero todo esto, a su modo lo ha vivido la Madre de Dios; es la gracia de la mansedumbre, la gracia de la humildad.

Pénsar solo en Jesús. Si nuestro corazón, si nuestra mente está con Jesús , el triunfador, aquel que ha vencido a la muerte, al pecado, al demonio, a todo, podremos lograr lo que nos pide el mismo Jesús, y el apóstol Pablo: la humildad, la bondad, la ternura, la magnanimidad. Si no miramos a Jesús, si no estamos con Jesús, no pedremos lograrlo. Es una gracia que procede de la contemplación de Jesús.

“Pensar en el silencio humilde: este será tu esfuerzo. Él hará el resto.  Él hará todo lo que falta. Pero hay que hacer eso: identificar tu vida en Dios en Cristo. Esto se hace con la contemplación de la humanidad de Jesús, de la humanidad que sufre. No existe otro camino, no existe. Es el único.Identificar tu vida con la de Cristo en Dios. Este es el consejo para ser humildes, mansos y buenos, magnanimos, tiernos.

El beato Juan Pablo II expreso: “¡Que desconcertante es el misterio de la Cruz!”

DSCN0401La Virgen de los Dolores, firme junto a la Cruz con la elocuencia muda del ejemplo, nos habla del significado del sufrimiento en el Plan Divino de la Redención. Ella fue la primera que supo y quiso participar en el misterio salvífico “asociándose con entrañas de madre a su sacrificio consintiendo amorosamente a la inmolación de la víctima que Ella misma había engendrado” (Lumen gentium 58)

¡Oh cruz, única esperanza! Que María nos ayude a tomar cada día nuestra cruz y a seguir fielmente por el camino de la obediencia, el sacrificio y el amor.

ALABANZA A LA CRUZ

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Vinagre y sed la boca, apenas gime;
y, al golpe de los clavos y la lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza
por tierra, mar y cielo, y los redime.

Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.

Tú, solo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.

Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.

 

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