Reunida en Jerusalén , María aguardaba junto a los apóstoles la venida del Espíritu Santo.
Ella, que tenía en sí la plenitud de todos los Dones, se refugió en piadoso retiro para unir su oración, a la de los apóstoles.
La oración y el amor es signo de santificación darse por los demás y orar, por los vivos y muertos, por los justos y pecadores, por los conocidos y los que nunca hemos visto, por los que te quieren bien y los que te quiere mal. ¡Ora y a Dios escucharás!.
¡Oh María la que en Dios siempre confía! ¡On María Reina Mía!
Alcánzame el don de la piedad y enséñame a todo dar, para así con Dios hablar. Amén.
