María en la soledad y en el dolor esperaba en la Resurrección las promesas del Señor.
Ella esperaba el cumplimiento de lo anunciado por su Hijo.
No tenía una fe débil, como la de los apóstoles, Ella creía que su Hijo resucitaría.
¡Oh alma mía! si alguna vez te agobia el peso de la cruz, confía en ella, que te consolará, te abrazará, te hará esperar segura de que Dios jamás te abandonará y te anticipará los regalos eternos que se nos reservan en el Paraíso.
¡Oh María, fortaleza de toda agonía, esperanza mía!
Fortaléceme en la fe y en la esperanza también, seguro de que al Rey nos haréis ver. Amén.
