San Agustín

«Su infatigable búsqueda es preciosa para nuestro tiempo»  Angelo Scola

El arzobispo de Milán, el cardenal Angelo Scola, definió la figura de San Agustín: «Agustín es un formidable testimonio de la contemporaneidad de Cristo para todos los hombres y de la profunda conveniencia de la fe en la vida». E incluso: «un genio de la humanidad y un gran santo, es decir un hombre plenamente realizado», en la Basílica de San Pedro en Ciel d’Oro, Pavía, en donde el padre de la Iglesia se encuentra sepultado en un arca de mármol que se construyó en el siglo XIV.

La actualidad de la lección de San Agustín, para Scola, hay que buscarla en el “inquietum cor” que menciona en al principio de las Confesiones. Su infatigable búsqueda, que ha fascinado a los hombres de todas las épocas, es particularmente preciosa para nosotros hoy, inmersos (y a menudo sumergidos) en el bullicio de este tercer milenio. Una búsqueda que no se detiene ante la dimensión horizontal, sino que se dirige hacia la dimensión vertical.

En cuanto a la cercanía entre San Agustín y San Ambrosio, maestros de cultura y de espiritualidad en el Occidente, el cardenal Scola recordó que «vivieron las décadas difíciles del paso entre lo antiguo, representado por el imperio romano extenuado y en marcha hacia su inexorable declive, y lo nuevo que se anunciaba en el horizonte, cuyos contornos no se veían nítidamente todavía, aún en la profunda diversidad de historias y temperamentos, Ambrosio y Agustín fueron anunciadores indomables de la llegada de Cristo a todos los hombres, con la humilde certeza de que la propuesta cristiana, si se asume libremente, es un recurso precioso para la construcción del bien común». También fueron defensores de la verdad, sin tomar en cuenta los peligros y las dificultades que esto implicaba, con la consciencia de que la fe no mortifica a la razón, sino que la realiza, y de que la moral cristiana perfecciona a la moral natural, sin contradecirla, y favorece su práctica. Tomando como préstamo la expresión del debate contemporáneo, sugiere el cardenal Scola, «podríamos definirles como dos paladines de la dimensión pública de la fe y de un sano concepto de laicismo».

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