Día por excelencia de la Madre, recordamos que la devoción a María continúa viva, siglo tras siglo. Los jóvenes de ahora recogen el testigo de los jóvenes de ayer, porque María hace vibrar los corazones de personas de todos los tiempos y edades. Ella es quien nos coge de la mano para caminar rectamente, derechos a Dios. El punto de partida de la devoción a María no puede ser más modesto: su prima santa Isabel, protagonista del primer canto de alabanza a la Virgen, bendecía a María mientras el niño daba saltos en su seno: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre; ¿cómo es posible que la Madre del Señor venga a visitarme?» Desde entonces y hasta hoy, el amor a la Virgen se ha sucedido, generación tras generación. No hace falta rebuscar mucho para ver ejemplos concretos de este amor mariano que caracteriza a nuestro país: ¿qué pueblo o ciudad no tiene una Virgen, bajo una advocación concreta, que es el corazón de todos los lugareños? En este mes que vivimos, las romerías se suceden a lo largo y ancho de España, en celebraciones que unen a todos los vecinos en torno a ella. Pero es importante no confundir el amor a María con la tradición, o con una celebración vacía de contenido y llena de diversión. Por otro lado, ¿qué parroquia no tiene, antes de la celebración de la Misa, los sempiternos fieles que, cada día, acuden a rezar el Rosario?. Gracias a ellos, muchas almas habrán ido directas al cielo, además de crear escuela. En la parroquia de San Fernando de Henares en Madrid un grupo de jóvenes quiere hacer llegar el mensaje de Jesús a lugares donde la sociedad no habla de Él. El mundo de hoy está vacío de Dios porque los hombres han decidido echarle de sus vidas. Hace unos días Benedicto XVI aludió a la importancia de la oración en la vida del cristiano: “la actividad pastoral en la Iglesia comienza y termina siempre con la plegaria. Sin ello se corre el riesgo de olvidar el alma profunda de nuestras ocupaciones para convertirlas en mero activismo”.
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