Carta a Dios

Querido Dios:

Me dijeron que así te llamabas. He oído hablar de ti, pero nadie me puede decir quién eres. A veces, en mi familia, oigo expresiones como : «Si Dios quiere, válgame Dios…» No sé lo que se quiere decir con esto. No entiendo a los mayores.

Estoy he empezando el colegio, pero poco se habla de ti. Tan sólo oigo tu nombre a mis abuelos, a mis padres, a vecinos que van a los entierros, etc.

Ahora, he cogido un poquito de mi tiempo, y en vez de jugar, tengo ganas de hablar contigo, pero no te veo. No entiendo por qué no me hablas, porque no dejas que te vea. ¿No te aburres jugando siempre al escondite? ¿No te aburres jugando tu solo? Hoy, yo, quiero jugar contigo, pero no te encuentro aquí. ¿Dónde estás, Dios? ¡Cómo eres! Si tan solo pudiera verte, por un momento, sabría que estas ahí.

Nada, no me respondes, no me haces caso. Quizá porque soy tan pequeña y tú no, no quieres que te vea cuando sea mayor. A veces, me enfado contigo, te llamo fantasma, un sueño de niños, una tontería mía, una ilusión o fruto de mi imaginación. Dime, por favor, ¿realmente vives, eres una persona, una cosa, algo o alguien?. Me vas a volver loca, Dios, si sigues jugando conmigo al escondite. Bueno, una cosa sé cierta: que juegas. Por eso, vengo a hablar contigo a mi desván. Muchas veces me marcho llorando, decepcionada: callas, callas y callas. ¡Menudo amigo!, me digo. Porque yo, te considero mi amigo. ¡Qué poco puedo ser a tus ojos, cuando te llamo y no me respondes! Te grito, cada vez que vengo a mi desván: «Dios, Dios, Dios, ¿dónde estás?»

Como amigo, me gustaría que me cogieses de la mano y me llevases a tu casa. Allí, me presentarías a tu familia y amigos, si es que los tienes. Yo, os enseñaría mis juegos de niña. Soy muy pequeñita aún, para jugar como los mayores, pero yo, quiero jugar contigo. Tú, juegas siempre al escondite y yo, quiero aprender juegos nuevos. ¿No te aburres jugando siempre a lo mismo?

No puedo jugar con mis hermanos. Somos dos, y el mayor, no quiere estar conmigo. Rufi, no quiere llevarme con él, cuando sale a jugar, ni cuando vamos para el colegio. Salimos juntos de casa, porque lo manda mamá y él refunfuña nada más andar un poco. Me dice que las niñas no pueden estar, ni jugar con los niños. Me dice muchas cosas que a mi no me gustan: Que debo comerme las uñas, incluso las de los pies, para que puedan volverme a crecer. Que tengo que comerme los mosquitos que me molestan cuando duermo, para que no haya más,.. En fin, no te lo cuento todo, porque no me gustan esas cosas que me dice. Él, quiere que yo, no lo acompañe, y me cuenta estas cosas para que desista.

Solo quiero tener una compañía, alguien que pueda jugar conmigo y me entienda. No consigo encontrar nadie como tú, que me escuche tanto. Pero… si me hicieras más caso, no estarías tú, tan sólo en la vida. Otras personas, no te conocen, no saben quién eres, pero ni te preguntan. ¿Por qué no nos lo dices a todos? Yo, también quiero que los demás lo sepan, que sepan que vives y que eres un amigo. Es lo único que puedo saber de ti, hasta ahora. Y nada, ¡sigues tan terco! Bueno, si no quieres aprender mi juego, si no piensas hablarme hoy, te dejo solo. ¡Tú, te lo pierdes!

Pero…., antes de marcharme, dime: ¿dónde está tu casa? Si queda lejos, no puedo ir a visitarte allí. Soy muy pequeña, ando despacito y mis padres no me dejan andar sola, por la calle. Menos, sin su permiso. Ya ves, ¡tampoco me entienden! ¿Es que soy tan difícil? ¿Soy distinta de las otras niñas? Bueno, al menos, visitarme tú, alguna vez, sobre todo si estoy enferma, en cama. No puedo venir siempre a mi desván a hablar contigo, ni estar mucho tiempo aquí. Mi madre, pronto me echaría en falta y se preocuparía. ¡UFF!

Te dejo, pero antes, dime: ¿Eres alto, bajo, llevas bigote, tienes traje o chándal, te pones tenis o zapatos? Te preguntarás por qué quiero saberlo. Sí, ya te imagino pensando y dando un giro de cabeza .Como niña que soy, es lo que me importa ahora de ti. Cuando ahorre algún dinero, quiero comprarte un traje que te guste , por eso me interesa cómo vistes.

Bueno, me canso y me marcho, pero sigo sin saber quién eres, si vives o ya estás en el cielo. De él me habla mi abuela, pero también de un lugar que se llama purgatorio. ¡Qué complicados sois los mayores! Yo, solo conozco mi casa y la escuela. Solo esos dos sitios.

Pienso que eres alguien y no una cosa, como algunos quieren creer. Otros , ni siquiera saben que existes o que estás a su lado. No todos piensan como yo. Algunos, te insultan, te maldicen… es que ¿tan mal te has portado con ellos? Al menos, piensan en ti, aunque solo sea para nombrarte. De esa forma, me están diciendo que «eres» no pueden demostrarme lo contrario.

En fin, espero no volverme loca, con tanto razonamiento. ¿Por qué unos te recuerdan, otros te olvidan, y otros, ni siquiera han oído hablar de ti? Es necesario que sepan quién eres, que no quieres estar ni vivir solo. Que no estas jugando con ellos, pues ya son mayores. Que juegues conmigo , es normal, pero con ellos ya sabes que no debes hacerlo. ¿Es que tu, no tienes derecho a la vida, como cualquiera? ¿Es que no tienes derecho a tener un cuerpo, unos amigos, a amar sin pedir nada? Ahora, todos son derechos, pero no respetan el tuyo: amar y vivir, vivir. Me gusta esta palabra: Vida. Lo de la muerte no me gusta. Si eres tan poderoso como algunos dicen, deberías borrar del diccionario esta palabra. Yo, ya la he borrado del mío y mamá me riñó, porque hacía borrones en mi libro.

Esta entrada fue publicada en Reflexiones. Guarda el enlace permanente.