«El rosario es mi oración predilecta» (Juan Pablo II)

El mes de Octubre es tradicionalmente conocido como el mes del rosario.

El rezo del Santo Rosario ha evolucionado a lo largo de la Historia, desde los primeros siglos de la Iglesia hasta nuestros días, y como Juan Pablo II estaba convencido de que, contemplando el rostro de Cristo con María, se estaba recorriendo un verdadero camino de santidad.

Dediquemos este mes «a servirse de esta oración, sencilla y honda, para pedir a la Virgen por tantas necesidades que experimentamos cada día».

La recomendación de rezar esta oración, enraizada en la tradición de la Iglesia, es una constante entre quienes más cerca estuvieron del Señor durante su vida. Muchas son las excusas para no rezar el rosario: no sé rezarlo, por pereza, por falta de tiempo, por ser monótona y absurda al repetir siempre lo mismo, porque es una devoción anticuada, yo prefiero hablar directamente con Dios; mil y una excusas alegamos para no desgranar sus cuentas. La fuente de la que manan buena parte de estas excusas queda al descubierto en las palabras del teólogo Francis James, es: «La aversión diabólica, denunciada por los místicos, hacia el Rosario nace de esto: para realizar un acto tan fácil y típico de niños y de viejos como es desgranar el rosario, hay que vencer completamente el respeto humano y el orgullo. Quien alimenta tanto odio hacia una devoción semejante es porque ve en ella un abismo de humildad y el arma de los pobres de espíritu según el Evangelio». Así que, si al Maligno no le gusta será que es bueno.

Tan bueno, que no le faltan avales de altura. Por ejemplo:

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Sor Lucía, una de las tres videntes de la Virgen de Fátima, que se presentó entre los tres pastorcillos con un rosario en las manos, nos dijo en 1957: «no hay problema, por más difícil que sea, temporal y sobre todo, espiritual; se refiera a la vida personal de cada uno o a la vida de nuestras familias o comunidades religiosas, o a la vida de los pueblos y naciones, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario».

San Luis María Grignion de Montfort aseguró «No encuentro otro medio más poderoso para atraer sobre nosotros el reino de Dios que unir a la oración vocal la oración mental, rezando el Santo Rosario y meditando sus misterios».

SS. Juan Pablo II confesó, al poco de ser elegido Papa, que: «El Rosario es mi oración predilecta, con el trasfondo de las Avemarías, pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo. El Rosario nos pone en comunión vital con Jesucristo, a través del corazón de su Madre. Al mismo tiempo, nuestro corazón puede incluir en el Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la Humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevamos más en el corazón. De este modo, la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana».

SS. el Beato Pio IX lo recomendó en su lecho de muerte:«El Rosario es un Evangelio compendiado y dará a quienes lo rezan los ríos de paz de que nos habla la Escritura; es la devoción más hermosa, más rica en gracia y gratísima al corazón de María. Sea este, hijos míos, mi testamento» dijo a quienes le asistían.

SS. León XIII estableció en el año 1.883 el mes de octubre como mes dedicado al Rosario.

San Pío de Pietrelcina, a quien se ha referido como «Un hombre hecho Rosario» por la cantidad de veces que lo rezaba -hasta 15 al día-, dijo antes de morir: «¡Amen a la Virgen y háganla amar. Recen siempre el Rosario!». Años antes, el padre Pío rubricó una pregunta que hoy se nos presenta a cada uno, para que encontremos las razones por las que sí rezar la Corona de María: «Si la Virgen lo ha recomendado siempre calurosamente, dondequiera que ha aparecido, ¿no nos parece que debe ser por un motivo especial?».

«Sin Dios y sin Madre no es posible pensar en un futuro halagüeño»

Monseñor Asenjo Pelegrina -arzobispo coadjutor de Sevilla y administrador apostólico de Córdoba- nos dice: «acuciados por las prisas, muchos cristianos difícilmente encuentran espacios para la oración personal serena y dilatada. Todos, sin embargo, niños y jóvenes, adultos y mayores, y muy especialmente los enfermos, tenemos cada día mil oportunidades de practicar esta devoción, en casa, en la calle, camino del trabajo, en el coche o en el autobús. Qué bueno sería recuperar esta devoción en las familias; la vida familiar es muy distinta cuando en el hogar se concluye la jornada rezando el Rosario».

Oración: Señor el mes de octubre me invita a gozarme con los misterios de tu infancia, a aceptar la luz que me viene de tu vida pública, a acompañarte en los dolores de tu pasión y muerte, para participar en la gloria que ya gozas con tu Madre. Tomaré el Rosario en mi mano y lo rezaré con mis labios y mi corazón.

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