Pasos hacia la santidad

Cuando una persona ha sido proclamada santa, detrás de esta conclusión hay años de investigación, y un camino lleno de pruebas, análisis y pasos que se dan religiosamente, de modo que, ante cualquier duda, el Proceso puede pararse en seco e indefinidamente. En primer lugar, al abrirse un Proceso, la persona es declarada Siervo de Dios. En el momento en que el Papa firma los Decretos que reconocen las Virtudes Heroicas de la persona, ésta pasa a ser Venerable. A partir de aquí, es necesario un milagro para que pueda pasar al siguiente paso, la beatificación. Primero lo analiza una Comisión científica, luego una Comisión teológica y, después, la Comisión de cardenales; por último, ha de ser el propio Papa quien lo reconozca. Quien tiene el reconocimiento de martirio pasa a ser beatificado, sin necesidad de Decreto de Virtudes Heroicas ni de milagro: necesario, en cambio, para la canonización, como en el caso de los demás beatificados. La canonización, último paso para que un Beato sea declarado santo, necesita de otro milagro atribuido a su intercesión.

Con Juan Pablo II, las celebraciones de beatificación tendían a concentrarse en Roma. En un solo día, podían proclamarse numerosos beatos. Pero una de las primeras medidas de Benedicto XVI estableció que las ceremonias de beatificación tuviesen lugar en las ciudades ligadas al nuevo beato, de forma que éstas se distribuyen por el mundo y por el calendario, tendiendo a concentrarse en primavera por ser fechas de Pascua.

De las siete beatificaciones de este trimestre, tres se celebran en España:

El jesuita Bernardo Francisco de Hoyos (1711-1735). Pese a su gran juventud, triunfó en su cometido de difundir la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús en España.

El sacerdote José Tous y Soler (1811-1871). Natural de Igualada y fallecido en Barcelona, fue el fundador de las Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor.

El periodista y escritor “Lolo” Manuel Lozano Garrido (1920-1971). Natural de Linares. Ejemplo para la sociedad, por la forma que había vivido su propio sufrimiento.

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