Cuaresma; momento de conversión

La cuaresma es el gran tiempo de preparación para la Pascua y todos los cristianos debemos hacer un esfuerzo personal para que esta preparación nos permita vivir el memorial de la muerte y Resurrección de Cristo, con toda fuerza y plenitud.

Uno de los principales elementos de este tiempo litúrgico es la conversión. Para poder tener una verdadera conversión, es necesario: reconocer nuestros pecados, darnos cuenta de que nuestra verdad es lo que somos delante de Dios, y hacer un firme propósito de cambiar de vida.

Para reconocerse pecadores, debemos saber lo que significa la palabra pecado. Lo más inmediato, es buscar su definición en el Catecismo de la Iglesia Católica, el cual, nos la da, en su número 1849: «El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna»

Acto seguido, se observa que la variedad de pecados, es grande. Se pueden distinguir los pecados según su objeto, como en todo acto humano, o según las virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto, o según los mandamientos que quebrantan. Se los puede agrupar también según que se refieran a Dios, al prójimo o a sí mismo; se los puede dividir en pecados espirituales y carnales, o también en pecados de pensamiento, palabra, acción u omisión.

Por razones de efectividad, es conveniente que nos centremos en las distintas clases de pecado, en función de su gravedad. Son, el pecado mortal y venial. Para dar un poco de luz a la diferencia entre ellos, acudamos de nuevo al Catecismo, que en su punto 1857 dice así: «Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: que tenga como objeto una materia grave y que, sea cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento» y el número 1862 encontramos: «Se comete un pecado venial cuando no se observa en una materia leve la medida prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin entero consentimiento».

La materia grave, viene indicada en los diez mandamientos, por la naturaleza de la mala acción y a quien se dirija el pecado. Como presupone pleno conocimiento de la materia grave y que quien la realiza lo hace con pleno consentimiento, nos aleja automáticamente de la voluntad de Dios y de su amistad. En cambio, el pecado venial, que no nos aleja de la amistad con Dios, sí, nos debilita en la caridad, impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y predispone, en algunos casos, al pecado mortal.
El pecado mortal, nos impide alcanzar la felicidad eterna que supone la amistad con Dios, y el pecado venial repetido, nos incita a cometer pecado mortal. Como podemos ver, sin la gracia de Dios, no somos capaces de mantenernos en su amistad. Pero la buena noticia, es que Cristo murió para cumplir el plan salvífico de Dios y cargando con todos los pecados de la humanidad, abrió las puertas del cielo, cerradas como consecuencia del pecado original de la humanidad.

Para terminar, me gustaría que reflexionáramos sobre la importancia que tiene en este tiempo de conversión, el sacramento de la penitencia. Es necesaria para una buena conversión, haber pedido perdón por nuestros pecados y arrepentidos, poder preparar bien. «El Misterio Pascual» mediante el cual, la humanidad es salvada por obra y gracia, del Amor de Dios: Jesucristo.

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