MES DE MAYO A LA VIRGEN MARÍA – Día 4

EL QUE TIENE FE ES FELIZ DSCN0628

Una sonrisa hace más hermosa la cara de cualquier persona.  Y que es más positivo hacer felices a los demás.

Pero lo que nos hace verdaderamente felices y para siempre es la fe cristiana: sentir que Dios nos ama, que nos hace sus hijos o hijas, que nos promete vivir para siempre con Él en el Cielo. Eso nos llena de alegría y felicidad.

Ese es el sentido del piropo que Isabel dijo a María: «Feliz eres tú, que has creído, que has tenido fe, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». La vida de María no fue cómoda, tuvo un Hijo que fue perseguido desde niño, y que la hizo a Ella Madre Dolorosa. Pero tuvo fe absoluta en Él, porque era Virgen fiel,Virgen de la Esperanza, y terminó siendo Virgen de la alegría.

FLOR: Reflexiona: Si tienes fe, eres realmente feliz, como la Virgen María. 

Mes de mayo a María Auxiliadora

 

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MES DE MAYO – Día 3

LA BODA MÁS FELIZ DE LA HISTORIA727729virgen_de_Fatima.jpg

Nos hace gracia cuando nos aseguran que una boda es la boda del año, y resulta que eso nos lo repiten varias veces el mismo año. La boda más feliz de la historia se celebró el día en que Dios se unió a nuestra naturaleza humana para hacernos hijos e hijas de de Dios. El Hijo de Dios fue el Esposo y la humanidad su Esposa.

Ese matrimonio Divino-humano se realizó en una Madre, María: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús».  El punto de encuentro entre Dios y los hombres, el abrazo mutuo se realizó en María, por obra y gracia del Espíritu Santo, la fe cristiana nos asegura que eso, que nos parece un sueño imposible, es una maravillosa realidad.

FLOR:   Da gracias a Dios, porque nos ha enviado a su mismo Hijo. 

Mes de mayo a María Auxiliadora
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MES DE MAYO A LA VIRGEN MARÍA – Día 2

PALABRA DE HONORDSCN0769

Una palabra de honor es suficiente entre personas honradas. Dios había comprometido su Palabra de Honor, durante muchos siglos, de env
iar a su Salvador. El pueblo de Dios a pesar de las dificultades que tuvo que pasar, tuvo fe de que Dios cumpliría su Palabra.

Un día maravilloso, un Ángel se apareció a María para anunciarle que Dios quería cumplir su promesa. Y la quería cumplir precisamente en Ella, que siempre había tenido una fe total en Dios. María sintió el asombro de que esa promesa se iba a cumplir en Ella.

Lo que Dios nos promete se cumple siempre, aunque sea de modo insospechado. ¿Quién hubiera imaginado que el Hijo de Dios se iba hacer hombre en el seno de la humilde Virgen María?

FLOR. Fíate de Dios. Lo que Él nos promete se cumple siempre. 

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MES DE MAYO A LA VIRGEN MARÍA – Día 1

LA ORACIÓN MARIANA MÁS ANTIGUA 

Esta oración aparece en un papiro encontrado en Egipto y fechado como del siglo tercero.

A la sombra de tu misericordia
 nos refugiamos
¡Oh Madre de Dios!
No ignores nuestras súplicas
 en las tentaciones,
más líbranos de los peligros
¡Oh toda pura, toda bendita!
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro
¡Oh Virgen gloriosa y bendita!
 
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¡JUAN XXIII Y JUAN PABLO II, YA SON SANTOS!

SAN JUAN XXIII

JohnXXIII.jpgAngelo Giuseppe Roncalli nació y fue bautizado el día 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, diócesis y provincia de Bérgamo (Italia). Fue el cuarto de catorce hermanos. Su familia vivía del trabajo de los campos, cultivados en régimen de aparcería.
La vida familiar era de tipo patriarcal: dos hermanos con sus respectivas familias vivían bajo un mismo techo guiados por el barba (tío) Zaverio, anciano soltero que gobernaba con sabiduría el trabajo y la marcha de la gran familia. Al tío Zaverio, padrino de bautismo, atribuirá Angelo Roncalli su primera y fundamental formación religiosa: ”Él dio a su ahijado, sin intención de convertirlo en sacerdote, todo cuanto pudría servir con la máxima edificación y eficacia a la preparación no de un simple sacerdote, sino de un Obispo y de un Papa, como la Providencia había querido y decidido” Así escribirá de él el Papa Juan en 1959. El clima religioso de la familia y la fervorosa vida parroquial, guiada por el párroco don Francesco Rebuzzini, fueron la primera -y fundamental- escuela de vida cristiana, que marcá la fisionomía espiritual de Angelo Roncalli.
Recibió la confirmación y la primera comunión en 1889 y, en 1892, ingresó en el Seminario de Bérgamo, donde estudió hasta el segundo ano de teología y donde empezó a redactar los apuntes espirituales que escribiría hasta el fin de sus días y que han sido recogidos en el Diario del alma. Aquí empezó su practica de la dirección espiritual asidua. El 1 de marzo de 1896 don Luigi Isacchi, director espiritual del Seminario de Bérgamo, lo admitió en la Orden Franciscana Seglar, cuya Regla profesó el 23 de mayo de 1897.
De 1901 a 1905 fue alumno del Pontificio Seminario Romano, gracias a una beca de la diócesis de Bérgamo. En este tiempo hizo, ademas, un año de servicio militar. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, en Santa María in Monte Santo, de Piazza del Popolo, en Roma. En 1905 fue nombrado secretario del nuevo Obispo de Bérgamo, Mons. Giacomo Maria Radini Tedeschi. Desempeñó este cargo hasta 1914, acompañando al Obispo en las visitas pastorales y colaborando en múltiples iniciativas pastorales: Sínodo, reacción del Boletín diocesano, peregrinaciones, obras sociales. A la vez era profesor de historia, patrología y apologética en el Seminario, asistente de la Acción Católica femenina, colaborador en el diario católico de Bérgamo y predicador muy solicitado por su elocuencia elegante, profunda y eficaz.
Aquellos años fueron, además, el tiempo de un profundo encuentro espiritual con los grandes pastores: san Carlos Borromeo (de quien publicó las Actas de la visita apostólica realizada a la diócesis de Bérgamo en 1575) y san Francisco de Sales. Fueron los años del gran aliento pastoral, aprendido viviendo junto a ”su” Obispo Mons. Radini Tedeschi. ”Él sí que era digno de ser Papa”, anotará Juan XXIII en su diario. Tras la muerte del Obispo, en 1914, don Angelo prosiguió su ministerio sacerdotal dedicado a la docencia en el Seminario y a varias ramas de la pastoral, sobre todo asociativa.
En 1915, cuando Italia entró en guerra, fue llamado como sargento sanitario y nombrado capellán militar de los soldados heridos que regresaban del frente. Al final de la guerra abrió la ”Casa del Estudiante” y trabajó en la pastoral de estudiantes.
En 1919 fue nombrado Director espiritual del Seminario. En 1921 empezó la segunda parte de la vida de don Angelo Roncalli, dedicada al servicio de la Santa Sede. Llamado a Roma por Benedicto XV como Presidente de Italia del Consejo Central de las Obras Pontificias para la Propagación de la Fe, recorrió muchas diócesis de Italia organizando Círculos de Misiones. En 1925 Pio XI lo nombró Visitador Apostólico para Bulgaria y lo elevó al episcopado con el título de Areopoli. Su lema episcopal, programa que le acompañó durante toda la vida, era: ”Oboedientia et pax”.
Marchó a Bulgaria tras ser ordenado Obispo el 19 de marzo de 1925 en Roma. Nombrado Delegado Apostólico, permaneció en Bulgaria hasta 1935. Visitó las comunidades católicas y tejió relaciones respetuosas con las otras comunidades cristianas. Actuó con caritativa solicitud aliviando los sufrimientos causados por el terremoto de 1928. Sobrellevó en silencio las incomprensiones y dificultades de un ministerio marcado por la marginalidad. Afinó su confianza y entrega en Jesús crucificado.
En 1935 fue nombrado Delegado Apostólico en Turquía y Grecia. Era un vasto campo de trabajo. La Iglesia católica tenía una presencia activa en muchos ámbitos de la joven república que se estaba renovando y organizando. Mons. Angelo trabajó con intensidad al servicio de los católicos y se destacó por su dialogo y talante respetuoso con el mundo ortodoxo y con el mundo musulmán. Al estallar la II Guerra Mundial se hallaba en Grecia, que fue devastada por los combates. Procuró dar noticias sobre los prisioneros de guerra y salvó a muchos hebreos con el «Visado de tránsito» de la Delegación Apostólica. En diciembre de 1944 Pio XII le nombró Nuncio Apostólico en París.
Durante los últimos meses de la guerra y los primeros de paz ayudó a lo prisioneros de guerra y trabajó en la normalización de la vida eclesiástica de Francia. Visitó los grandes santuarios franceses y participó en las fiestas populares y en las manifestaciones religiosas más significativas. Fue un observador atento, prudente y lleno de confianza en las nuevas iniciativas pastorales del episcopado y del clero de Francia. Se distinguió siempre por su búsqueda de la sencillez evangélica, incluso en los asuntos diplomáticos más intrincados. Procuró ser sacerdote en todas las situaciones. Lo animaba una piedad sincera que se transformaba todos los días en prolongado tiempo de oración y de meditación. En 1953 fue creado Cardenal y enviado a Venecia como Patriarca. Le lleno de alegría poder dedicar sus últimos años al ministerio directo pastoral, deseo que lo acompañó a lo largo de toda su vida sacerdotal. Y fue un pastor sabio y emprendedor, a ejemplo de los santos pastores a quienes siempre había 
venerado, a ejemplo de san Lorenzo Giustiniani, primer patriarca de Venecia. Al tiempo que avanzaba su edad, aumentaba su confianza en el Señor, entregado a una laboriosidad pastoral activa, emprendedora y gozosa.
A la muerte de Pio XII, fue elegido Papa el 28 de octubre de 1958, con el nombre de Juan XXIII. Su pontificado, que duró menos de cinco años, lo presentó al mundo como una auténtica imagen del Buen Pastor. Manso y atento, emprendedor y valiente, sencillo y activo practicó cristianamente las obras corporales y espirituales de misericordia, visitando a los encarcelados y a los enfermos, recibiendo a hombres de todas las naciones y credos y cultivando un exquisito sentimiento de paternidad hacia todos. Su magisterio, sobre todo sus encíclicas Pacem in terris y Mater et magistra, fue muy apreciado.
Convocó el Sínodo Romano, instituyó una Comisión para la revisión del Código de Derecho Canónico y convocó el Concilio Ecuménico Vaticano II. Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma, sobre todo las de los barrios nuevos. La gente vio en él un rayo de la bondad de Dios y lo llamó ”el Papa de la bondad” Lo sostenía un profundo espíritu de oración. Su persona, iniciadora de una gran renovación en la Iglesia, irradiaba la paz propia de quien confía siempre en el Señor. Falleció el 3 de junio de 1963, por la tarde, en un profundo espíritu de abandono en Jesús, deseoso de su abrazo y rodeado de la oración cordial del mundo, que parecía haberse parado para recogerse en tomo a él y respirar con él el amor del Padre.
Fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de septiembre de 2000. Su fiesta litúrgica quedó fijada el 
11 de octubre, día de la apertura del Concilio Vaticano II.
En la homilía Juan Pablo II lo recordó así: ”Contemplamos hoy en la gloria del Señor a otro Pontífice, Juan XXIII, el Papa que conmovió al mundo por la afabilidad de su trato, que reflejaba la singular bondad de su corazón. Los designios divinos han querido que esta beatificación uniera a dos Papas que vivieron en épocas históricas muy diferentes, pero que están unidos, más allá de las apariencias, por muchas semejanzas en el plano humano y espiritual. Es muy conocida la profunda veneración que el Papa Juan XXIII sentía por Pío IX, cuya beatificación deseaba. Durante un retiro espiritual, en 1959, escribió en su Diario: “Pienso siempre en Pío IX, de santa y gloriosa memoria, e, imitándolo en sus sacrificios, quisiera ser digno de celebrar su canonización” (Diario del alma, p. 560)”
”Ha quedado en el recuerdo de todos la imagen del rostro sonriente del Papa Juan y de sus brazos abiertos para abrazar al mundo entero. ¡Cuántas personas han sido conquistadas por la sencillez de su corazón, unida a una amplia experiencia de hombres y cosas! Ciertamente la ráfaga de novedad que aportó no se refería a la doctrina, sino más bien al modo de exponerla; era nuevo su modo de hablar y actuar, y era nueva la simpatía con que se acercaba a las personas comunes y a los poderosos de la tierra. Con ese espíritu convocó el concilio ecuménico Vaticano II, con el que inició una nueva página en la historia de la Iglesia: los cristianos se sintieron llamados a anunciar el Evangelio con renovada valentía y con mayor atención a los “signos” de los tiempos”. 
”Realmente, el Concilio fue una intuición profética de este anciano Pontífice, que inauguró, entre muchas dificultades, un tiempo de esperanza para los cristianos y para la humanidad”.
”En los últimos momentos de su existencia terrena, confió a la Iglesia su testamento: “Lo que más vale en la vida es Jesucristo bendito, su santa Iglesia, su Evangelio, la verdad y la bondad”. También nosotros queremos recoger hoy este testamento, a la vez que damos gracias a Dios por habérnoslo dado como Pastor”.
Oficina de Prensa de la Santa Sede

SAN JUAN PABLO II

JohannesPaul2-portrait.jpgKarol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920.
Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.
Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del ”Teatro Rapsódico”, también clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.
Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada ”Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler”. Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojty?a tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado.
Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años. 
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la ”sollicitudo omnium Ecclesiarum” y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y 
en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.
Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno ”in pectore”, cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.
Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas,11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.
Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.
Publicó también cinco libros como doctor privado: ”Cruzando el umbral de la esperanza” (octubre de 1994);”Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal” (noviembre de 1996); ”Tríptico romano – Meditaciones”, libro de poesías (marzo 
de 2003); ?¡Levantaos! ¡Vamos!? (mayo de 2004) y ?Memoria e identidad? (febrero de 2005).
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.
Fue beatificado por Benedicto XVI el 1 de mayo de 2011, que en su homilía lo recordó así:
”Hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium”.
”El nuevo Beato escribió en su testamento: ”Cuando, en el día 16 de octubre de 1978, el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszy½ski, me dijo: ”La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio”. Y añadía: ”Deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado”. ¿Y cuál es esta ”causa”? Es la misma que Juan Pablo II anunció en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras: ”(No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”. Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del
Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás”.
”Karol Wojtyla subió al solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su ”timonel”, el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar ”umbral de la esperanza”. Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia. Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de ”adviento”, con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz”.
Vatican Information Service
 
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¡VENID Y VERÉIS. HA RESUCITADO!

Mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco:

DSCN0329El anuncio del ángel a las mujeres resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo: «Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí. Ha resucitado… Venid a ver el sitio donde lo pusieron» (Mt 28, 5-6).
Ésta es la culminación del Evangelio, es la Buena Noticia por excelencia: Jesús, el crucificado, ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues desde aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo el camino. El mensaje que los cristianos llevan al mundo es éste: Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido Señor de la vida y de la muerte. En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte. Por esto decimos a todos: Venid y veréis. En toda situación humana, marcada por la fragilidad, el pecado y la muerte, la Buena Nueva no es sólo una palabra, sino un testimonio de amor gratuito y fiel: es un salir de sí mismo para ir al encuentro del otro, estar al lado de los heridos por la vida, compartir con quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al anciano, al excluido… Venid y veréis: el amor es más fuerte, el amor da vida, el amor hace florecer la esperanza en el desierto.
Con esta gozosa certeza, nos dirigimos hoy a ti, Señor resucitado.
Ayúdanos a buscarte para que todos podamos encontrarte, saber que tenemos un Padre y no nos sentimos huérfanos; que podemos amarte y adorarte.
Ayúdanos a derrotar el flagelo del hambre, agravada por los conflictos y los inmensos derroches de los que a menudo somos cómplices.
Haznos disponibles para proteger a los indefensos, especialmente a los niños, a las mujeres y a los ancianos, a veces sometidos a la explotación y al abandono.
Haz que podamos curar a los hermanos afectados por la epidemia de Ébola en Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, y a aquellos que padecen tantas otras enfermedades, que también se difunden a causa de la incuria y de la extrema pobreza.
Consuela a todos los que hoy no pueden celebrar la Pascua con sus seres queridos, por haber sido injustamente arrancados de su afecto, como tantas personas, sacerdotes y laicos, secuestradas en diferentes partes del mundo.
Conforta a quienes han dejado su propia tierra para emigrar a lugares donde poder esperar en un futuro mejor, vivir su vida con dignidad y, muchas veces, profesar libremente su fe.
Te rogamos, Jesús glorioso, que cesen todas las guerras, toda hostilidad pequeña o grande, antigua o reciente.
Te pedimos por Siria: la amada Siria, que cuantos sufren las consecuencias del conflicto puedan recibir la ayuda humanitaria necesaria; que las partes en causa dejen de usar la fuerza para sembrar muerte, sobre todo entre la población inerme, y tengan la audacia de negociar la paz, tan anhelada desde hace tanto tiempo.
Jesús glorioso, te rogamos que consueles a las víctimas de la violencia fratricida en Iraq y sostengas las esperanzas que suscitan la reanudación de las negociaciones entre israelíes y palestinos.
Te invocamos para que se ponga fin a los enfrentamientos en la República Centroafricana, se detengan los atroces ataques terroristas en algunas partes de Nigeria y la violencia en Sudán del Sur.
Y te pedimos por Venezuela, para que los ánimos se encaminen hacia la reconciliación y la concordia fraterna.
Que por tu resurrección, que este año celebramos junto con las Iglesias que siguen el calendario juliano, te pedimos que ilumines e inspires iniciativas de paz en Ucrania, para que todas las partes implicadas, apoyadas por la Comunidad internacional, lleven a cabo todo esfuerzo para impedir la violencia y construir, con un espíritu de unidad y diálogo, el futuro del país. Que como hermanos puedan hoy cantar: ¡Cristo ha resucitado!
Te rogamos, Señor, por todos los pueblos de la tierra: Tú, que has vencido a la muerte, concédenos tu vida, danos tu paz. ¡Cristo ha resucitado, venid y veréis! Queridos hermanos y hermanas, feliz Pascua.
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SAN JUAN XXIII Y SAN JUAN PABLO II

EL 27 DE ABRIL DE 2014 SERÁN PROCLAMADOS SANTOS

El día 27 de abril del 2014, Su Santidad Papa Francisco proclamará Santos a sus predecesores Juan XXIII y Juan Pablo II. Un momento de alegría y de oración por los fieles que de todo el mundo afluirán a la Plaza de San Pedro, pero también al comienzo de un viaje eterno en la gloria de la Iglesia Católica. El Beato Juan XXIII es conocido por todos como el “Papa Bueno», apelativo que refleja mejor no sólo los rasgos somáticos de su rostro, tan querido a tantos fieles, sino sobre todo el carácter de un Pastor premuroso que no faltaba nunca, con pocas y simples palabras, que confortaba a los que tenían más necesidad. Su fundamental intuición histórica fue la convocatoria del Concilio Vaticano II, fuertemente deseado y abierto el 11 de octubre del 1962. El Concilio será un momento de giro en la historia de la Iglesia. Papa Roncalli murió el 3 de junio de 1963 y fue precisamente en aquellos tristes días de luto cuando se comprendió plenamente cuanto fue amada universalmente su figura y cuan fundamental su magisterio. Juan Pablo II ha sido el Pastor que ha guiado a la Iglesia en el nuevo milenio y su figura es considerada una de las más significativas e influyentes de la historia contemporánea, no sólo de la Iglesia, sino del mundo entero. Solamente por citar algunos de los aspectos sobresalientes que pueden resumir su extraordinario pontificado: los viajes apostólicos por el mundo, el diálogo con otras confesiones, la defensa constante de los valores morales, de la vida y de la familia, la especial relación con la gente y en particular, con los jóvenes, la promulgación el Catecismo de la Iglesia católica y el espíritu con el que afrontó la enfermedad sobre todo en los últimos días terrenos.

UNA ETAPA PRODIGIOSA EN LA VIDA DE LA IGLESIA CATÓLICA

Si contemplamos las fechas de los reinados de los pontífices Juan XXIII y Juan Pablo II estaríamos tropezándonos con una etapa prodigiosa en la vida de la Iglesia católica. Es cierto que para tener una dimensión en profundidad de esa aseveración tendría que pasar el tiempo y situar la comparativa en la historia total de la Barca de Pedro, o, al menos, en un periodo más largo. Angelo Roncalli, es designado Papa en el conclave que termina el 28 de octubre de 1958 con su elección como el pontífice 261 de la Iglesia. Juan Pablo II, el prodigioso Karol Wojtyla fallece el 2 abril de 2005. Reunimos entre esas dos fechas, nada menos que algo más de 47 años.

COINCIDENCIA EN LA SANTIDAD

Juan XXIII convoca el Concilio Vaticano II, que ha sido el más importante cambio – muy renovador para muchos y ataque a la solidez de la Iglesia, para otros—en muchos siglos. Pero se quiera o no, todos los católicos de hoy somos hijos del Vaticano II y también herederos del proceso de consolidación renovadora que un hombre llegado del otro lado del muro fue capaz de hacer con la Iglesia. Ciertamente, que por el medio está otro de los papas de mayor peso y personalidad de todos los tiempos, como lo fue Pablo VI, pero la cuestión es que el papa Francisco ha querido unir en la doble ceremonia del 27 abril de 2014 la subida a los altares de Juan XXIII y Juan Pablo II.

Juan XXIII fue beatificado por Juan Pablo II en el año 2000 y Juan Pablo II por Benedicto XVI en 2006. No parecía que, a partir de ese momento, sus vidas y sus historias coincidieran. Pero ha sido el papa Francisco quien, de un plumazo ha reunido esas dos biografías en una sola historia de la Iglesia católica.

OBSERVATORIO PARA LA HISTORIA

De aquí que, obviamente, el observatorio que para los historiadores de la Iglesia puede producir el intervalo entre las dos fechas que decíamos al principio tenga especial sentido, aunque haya que estudiar más en profundidad el acontecer preciso de todos esos años. Pero hay que reconocer que si Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II, Juan Pablo II, lo homogenizó, le doy solidez y lo incluso en el modo y costumbre de la vida de la Iglesia católica. Sinceramente creemos que hemos de seguir analizando esos 47 años e intuir el camino futuro de la Iglesia católica con la doble canonización y el criterio del Papa Francisco a convertir dos caminos en un solo capítulo de la historia de la Iglesia.

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CRISTO RESUCITADO – Domingo de Resurrección

La Resurrección de Jesús según los cuatro Evangelistas

I.-Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro.  De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella.  Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve.  Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos.  El ángel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado.  No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba,  y vayan en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán». Esto es lo que tenía que decirles».  Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán».                           Evangelio de San Mateo capítulo 28

File:Resurreccion Prado.jpgII.-Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas. Pero él les dijo: «No temáis, buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo habían puesto. Id ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que Él irá antes que ellos a Galilea; allí lo verán, como Él se lo había dicho».  Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.  Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios. Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron. Evangelio de San Marcos capítulo 16

 File:Resurrection of Christ and Women at the Tomb by Fra Angelico (San Marco cell 8).jpgIII.-El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro  y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.  Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: «Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día». Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles,  pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por que había sucedido. Evangelio de San Lucas capítulo 24

File:Peter Paul Rubens - The Resurrection of Christ - WGA20210.jpg

IV.-El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos regresaron entonces a su casa. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.  Evangelio de San Juan capitulo 20  

CRISTO SIGUE RESUCITANDO

Cristo sigue resucitando:
Cada vez que nos queremos,
cada vez que abrimos y ofrecemos nuestras manos,
cada vez que compartimos con el otro,
cada vez que nos superamos,
cada vez que cargamos con el prójimo,
cada vez que perdonamos,
cada vez que damos lo que tenemos,
cada vez que ofrecemos lo que somos,
cada vez que creamos y engendramos,
cada vez que rompemos ataduras,
cada vez que sembramos alegría,
cada vez que cultivamos esperanza,
cada vez que hacemos comunión, familia,
cada vez que nos hacemos como niños,
cada vez que en amor florecen nuestras manos,
cada vez que oramos en Espíritu y gritamos.
Dios nos trae la Pascua y no nos hace la pascua.

En estas horas luminosas y alegres, tanto como oscuras y tristes, cuando Occidente parece que ha renunciado a sus raíces cristianas, sintiéndose orgulloso de su progreso material y creyéndose autosuficiente, da la espalda a la Salvación. Pero sin Él, nuestro Creador, la criatura se diluye. Por eso, en esta Pascua, tan llena de significado, se nos pide, perseguir ideales, altos, muy altos, humanizadores y  humanizantes. ¡Cuántos más, mejor! Y es tarea del cristiano  ser la sal y fermento, y compromiso en la vida diaria; así hacemos presentes la Pascua y nos parecemos más a Cristo.

EL SEÑOR JESÚS HA RESUCITADO

Que el Señor Resucitado haga sentir por todas partes su fuerza de vida, de paz y de libertad. Las palabras con las que el ángel confortó los corazones atemorizados de las mujeres en la mañana de Pascua, se dirigen a todos: « ¡No tengáis miedo!…No está aquí. Ha resucitado» (Mt 28,5-6). Jesús ha resucitado y nos da la paz; Él mismo es la paz. Por eso la Iglesia repite con firmeza: «Cristo ha resucitado – Cristos anti». Que la humanidad del tercer milenio no tenga miedo de abrirle el corazón. Su Evangelio sacia plenamente el anhelo de paz y de felicidad que habita en todo corazón humano. Cristo ahora está vivo y camina con nosotros. ¡Inmenso misterio de amor! Chistus resurrexit, quia Deus caritas est! Alleluia»

Cristo ha resucitado porque Dios es Amor. Aleluya

(Del Papa emérito, Benedicto XVI)

¡Estemos alegres, el Señor resucitó! Demos gracias a Dios por el don inmenso de nuestra reconciliación. Todos los que laboramos en el Blog del Monasterio compartimos nuestro gozo con usted y le deseamos una

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

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TESTIMONIOS NO CRISTIANOS DE LA EXISTENCIA DE JESÚS

  ¿Padeció bajo el poder de Poncio Pilato? 

De la existencia de Jesús de Nazaret no duda ningún historiador serio. Para el historiador especializado en culturas antiguas Michael Grant, ya fallecido, hay más evidencia de que existió Jesús que la que tenemos de famosos personajes históricos paganos. También James H. Charlesworth escribió: «Jesús sí existió y sabemos más de él que de cualquier palestino judío antes del 70 d.C.».E. P. Sander en «La figura histórica de Jesús» afirma: «Sabemos mucho sobre Jesús, bastante más que sobre Juan el Bautista, Teudas, Judas el Galileo y otra de las figuras cuyos nombre tenemos de aproximadamente la misma fecha y el mismo lugar». y F.F. Bruce, autor de «¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento?», sostiene que «para un historiador imparcial, la historicidad de Cristo es tan axiomática como la historicidad de Julio César».

Flavio Josefo (93 d.C.) El historiador judío romanizado (37 a 110 d.C.) recoge en el texto conocido como «Testimonium flavianum» de su libro«Antigüedades judías (91-94)» una referencia a Jesús que si bien se cree que fue retocada con las frases abajo entre paréntesis, se considera auténtico: «En aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, (si es lícito llamarlo hombre); porque fue autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. (Él era el Mesías) Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los principales de entre nosotros lo condenó a la cruz, los que antes le habían amado, no dejaron de hacerlo. (Porque él se les apareció al tercer día de nuevo vivo: los profetas habían anunciado éste y otros hechos maravillosos acerca de él) Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido».

Tácito (116 d.C.) El historiador romano (56 a 118 d.C) menciona a «Cristo» en sus «Anales» escritos hacia el año 116 d.C. al hablar sobre Nerón y el incendio de Roma en el año 64. Informa de la sospecha que existía de que el propio emperador había ordenado el fuego y recoge cómo «para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos a los que el vulgo llamaba “crestianos”, [un grupo] odiado por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo, no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo».

Los historiadores consideran a Flavio Josefo y Tácito como los testimonios primitivos independientes relativos al mismo Jesús más consistentes, aunque también hay otras fuentes que recogen datos sobre los primeros cristianos:

Plinio, el joven (112 d.C.) Procónsul en Bitinia del 111 al 113 y sobrino de Plinio el Viejo. Se conservan 10 libros de cartas que escribió. En la carta 96 del libro 10 escribe al emperador Trajano para preguntarle qué debía hacer con los cristianos, a los que condenaba si eran denunciados. En ella cita tres veces a Cristo y señala que los cristianos decían que toda su culpa consistía en reunirse un día antes del alba y cantar un himno a Cristo «como a un dios»: «Decidí dejar marcharse a los que negasen haber sido cristianos, cuando repitieron conmigo una fórmula invocando a los dioses e hicieron la ofrenda de vino e incienso a tu imagen, que a este efecto y por orden mía había sido traída al tribunal junto con las imágenes de los dioses, y cuando renegaron de Cristo (Christo male dicere). Otras gentes cuyos nombres me fueron comunicados por delatores dijeron primero que eran cristianos y luego lo negaron. Dijeron que habían dejado de ser cristianos dos o tres años antes, y algunos más de veinte. Todos ellos adoraron tu imagen y las imágenes de los dioses lo mismo que los otros y renegaron de Cristo. Mantenían que la sustancia de su culpa consistía sólo en lo siguiente: haberse reunido regularmente antes de la aurora en un día determinado y haber cantado antifonalmente un himno a Cristo como a un dios. Carmenque Christo quasi deo dicere secum invicem. Hacían voto también no de crímenes, sino de guardarse del robo, la violencia y el adulterio, de no romper ninguna promesa, y de no retener un depósito cuando se lo reclamen».

Trajano contestó a Plinio diciéndole que no buscara a los cristianos, pero que, cuando se les acusara, debían ser castigados a menos que se retractaran.

Suetonio (120 d.C.) El historiador romano (70-140 d.C.) hace una referencia en su libro «Sobre la vida de los Césares» donde narra las vidas de los doce primeros emperadores romanos. En el libro V se refiere a un tal «Chrestus» al mencionar la expulsión de los judíos de Roma ordenada por el emperador Claudio: «Expulsó de Roma a los judíos que andaban siempre organizando tumultos por instigación de un tal Chrestus».

La mayoría de los historiadores coinciden en que Chrestus es Cristo porque era frecuente que los paganos confundieran Christus y Chrestus y no existe ningún testimonio sobre ningún Chrestus agitador desconocido.

En los Hechos de los Apóstoles se recoge este acontecimiento: «[Áquila y Priscila] acababan de llegar [a Corinto] desde Italia por haber decretado Claudio que todos los judíos saliesen de Roma».

Luciano (165 d.C.) El escritor griego Luciano de Samosata satiriza a los cristianos en su obra «La muerte de Peregrino»: «Consideraron a Peregrino un dios, un legislador y le escogieron como patrón…, sólo inferior al hombre de Palestina que fue crucificado por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres (…) Su primer legislador les convenció de que eran inmortales y que serían todos hermanos si negaban los dioses griegos y daban culto a aquel sofista crucificado, viviendo según sus leyes».

Recopilado de ABC
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VIERNES SANTO

REFLEXIÓN ANTE LA CRUZ Oración

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de mi cuerpo a tu cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada.
Estar aquí junto a tu imagen muerta
e ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.

Agonía de Nuestro Señor Jesucristo y                                         amargura de su Madre Santísima

Texto de la revelación de Nuestra Señora a Santa Brígida:

«Era mi Hijo de milagrosa complexión, y así batallaba en Él la muerte con la vida. Subía el dolor de los pies y manos clavados, de la cabeza traspasado y de los nervios y venas rotas, al corazón tiernísimo, y lo atormentaban con increíble angustia. Resistía la valentía del corazón la violencia del dolor; así volvía a difundirse por los miembros, y se prolongaba la muerte con indecible amargura. Estando en esta batalla de infinitas agonías, volvió hacia mí la vista, y conociendo la grandeza del tormento que padecía mi alma, fue tanta la amargura y tribulación de su amabilísimo corazón, que rendido a la inefable angustia de la muerte, según la humanidad, clamó a su eterno Padre, diciendo: «¡Padre en tus manos encomiendo mi espíritu!»

Para que conozcas, cristiano, que la aflicción, amargura y dolor de María Santísima llenó de tanta compasión al piadosísimo corazón de su Hijo, que le quitó la vida. Prosigue Nuestra Señora y dice: «Como yo, la más triste y afligida de todas las criaturas, oyese el clamor de mi Hijo y conociese que era señal de su muerte, tuve tanta tristeza y dolor en mi alma y cuerpo, que empecé a temblar con tanta fuerza, que las entrañas se me estremecían y todos los miembros y huesos de mi cuerpo temblando se daban unos con otros con tanto pavor y espanto, con tan amargo dolor de mi corazón, que faltan palabras para explicarlo.»

Volví a mi Hijo Santísimo la vista y conocí que su corazón se le partía por medio de dolor. Vi que todos los miembros de su divino cuerpo horrorosamente se estremecían y temblaban. Vi que levantó un poco su santísima cabeza, y luego la inclinaba a mí, su afligida y dolorosa madre. Vi que la boca se le abría, que la lengua se le divisaba toda cubierta de sangre helada. Vi que sus manos sacratísimas se retiraron un poco de los clavos y se alargaron las heridas, y todo el peso del cuerpo se dejaba venir sobre los divinos pies. Vi que los dedos de las manos y los brazos se estiraban y ponían yertos, las espaldas se le apretaban fuertemente contra la cruz, y entonces expiró con inefables angustias y amarguras, la vida de mi alma, mi Jesús».

NOTA: El bloc ha tenido un fallo técnico este Viernes Santo. Perdonen las molestias.

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