La cuaresma de una monja II

«La oración sea breve y pura»
(Regla de San Benito)

¿Se puede vivir siempre como si fuera Cuaresma?

Capilla clausuraMi Cuaresma de monja consiste en volver a recibir como un regalo, pero con toda conformidad y verdad, la herencia de Jesús.

Dos cosas, ante todo, me propone san Benito en su Regla respecto a la Cuaresma: que toda mi vida debe ser una Cuaresma, y que en este tiempo litúrgico debo tratar de enmendar las negligencias del resto del año.

La experiencia de la propia nada y de la misericordia divina, a Quien no le basta perdonar las faltas de su criatura, sino que se abaja a tener trato de amistad con ella, hacen que uno desee la Cuaresma.

No es mérito nuestro

Porque reparar las faltas pasadas no es otra cosa que acoger la misericordia de Dios, que sale a mi encuentro. Cuando me sorprendo pensando que esta humilde y generosa iniciativa parte de mi yo, serenamente la rechazo, considerando la total incapacidad de reparar nada por mí misma. Y si se trata de enderezar la conducta errónea de algunas de mis actuaciones, procuro desautorizar la insaciable sed de atribuirme el mérito de tales arrestos de conversión.

La gente pensará que las monjas vivimos perennemente en una paz beatífica. Si se supiera a lo que estamos obligadas…; pero el conocimiento sobrenatural de la Sagrada Escritura me ayuda: «Sin mí, no podéis hacer nada» y el compendio de La Regla «Y no desesperar jamás de la misericordia de Dios», me estimula.

Retablo altar mayorSi Cuaresma, en nuestra mente, concuerda con la imagen popular desenfocada de lo que significa este tiempo, y en el corazón no se tiene la ilusión de reparar las faltad de amor que continuamente hacemos al dulce Huésped del alma, entonces la Cuaresma es desagradable. Pero si una desea dejarse llevar por lo que el Espíritu está siempre alentando al alma, y se apresta a poner atención a ese clamor del Espíritu, que hace salir a la luz su condición de hija de Dios, entonces el silencio interior y exterior, el tener sujetos los sentidos, para que sea el Espíritu quien guíe nuestra vida, se siente como una necesidad, y una fatiga salir de ese estado. Y si todavía me parece que Dios no oye mis oraciones, he de purificar mi visión hasta percibir la obra silenciosa de Quien se ha complacido en darme constancia y paciencia, a pesar de ser tan desagradecida e indiferente a su amor.

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