Prácticas de Cuaresma según la Regla de San Benito

Prácticas Cuaresmales (RB 49,4):

He aquí una primera lista indicativa de cosas que podrían y deberían hacerse para alcanzar el objetivo de la cuaresma. Ante todo, reprimir los vicios, luchar contra ellos denodadamente, y, de ser posible, extirparlos de raiz. Este es uno de los fines del ascetismo cristiano. El otro consiste en plantar y cultivar las virtudes.

En realidad, ambos fines se alcanzan al conmbatir los vicios, pues vencer a cada uno de ellos equivale a adquirir la virtud contraria. Pero además hay que dedicarse con especial ahinco a ciertas practicas. En esta primera lista, San Benito señala cuatro.

Tres de ellas constituyen otros tantos elementos positivos y espirituales:

  • Oracion con lagrimas
  • Lectio divina
  • Compunción de corazón
  • Abstinencia, es decir privación del alimento

Aumentar la intensidad y la frecuencia con las que éstas practicas se realizan durante el resto del año.

Programa de Cuaresma (RB 49,5-7):

Hasta aqui nos hemos mantenido, más o menos, en el ámbito de la teoria. Es preciso descender a la practica. Durante la cuaresma añadamos algo a la tarea ordinaria: «oraciones privadas», abstinencia en la comida y en la bebida (v.5); es decir, un elemento espiritual  y otro corporal , más especificado que en la lista anterior: privarse de comida y bebida. Más adelante, en la tercera lista solo se tratará de la abstinencia; ante todo, cercenar algo en el comer y en el beber, pero también privarse de sueño, de conversaciones y de chocarrerias o chanzas (v.7). Esto ultimo puede sorprender a los muy lógicos: ¿no había desterrado la Regla para siempre y absolutamente las scurrilitates al tratar del silencio? ¿Cómo reaparecen ahora, no para reprobarlas de nuevo, sino para sugerir tan sólo que se repriman un poco durante la cuaresma? Una cosa es la teoría y otra la practica. En la vida existen personas naturalmente graciosas, a las que privarles absolutamente de hacer chistes, casi equivale a privarles de respirar. Basta que se moderen un poco, por lo menos en cuaresma.

Entre las dos ultimas listas inserta la Regla una observación de gran interes: las prácticas cuaresmales que se mencionan no son impuestas obligatoriamente a todos los monjes por la autoridad de la Regla o del Abad, sino simples sugerencias que se dejan a la elección de cada cual. La Regla ignora totalmente un programa preciso y obligatorio para la comunidad entera. Se trata de obras que cada cual ofrecerá a Dios voluntariamente y con «gozo del Espíritu Santo» (v.6); lo que es decir que las prácticas cuaresmales no revisten, según la Regla un caracter tenso, penoso y triste, sino ágil y gozoso; no son un peso suplementario sino muestras de generosidad que, cada uno expontanea y libremente, quiere dar a su Señor en compensación de sus negligencias y deficiencias, que lamenta profundamente. De este modo la cuaresma se llena de luz y alegría y todas sus penitencias se convierten en una preparación para el gran día: «que espere (el monje) la Santa Pascua con el gozo de un anhelo Espiritual»(v.7).

 

Apéndice (RB 49,8-10):

Sanctum Pascha expectet. Con estas palabras se cerraba el capítulo en su primera redacción. Luego, San Benito, añadió un apéndice. Acaso algunos monjes se aprovechasen de la libertad de elección que se les daba para llevar a cabo ascéticas proezas. Lo cierto es que la Regla, sin menoscabo de esa libertad, vuelve por los derechos de la obediencia. Los planes cuaresmales de los monjes deben ser sometidos a la aprobación del Abad y realizados con su beneplácito y su oración. Es esta una idea muy propia del monacato primitivo: el discípulo atribuía a la oración de su «padre espiritual», requerida antes de emprender cualquier buena obra, el éxito de la misma. San Benito se mantiene, pues, en la línea de la tradición auténtica. Y termina con un principio de alcance general: «Todo debe hacerse con el consentimiento del Abad»; frase que nos acerca a RB 67,7 que nos recuerda que nada debe hacerse en el monasterio, nada absolutamente, sin la autorización del Abad.

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