Debemos hundir nuestra raíces en la idea jubilar para “enfrentarnos” a este año de la Misericordia, si no queremos que pase como muchos otros años jubilares. La razón del jubileo, está en la vuelta de todo al principio, al cabo de cincuenta años. Como se lee en el libro del levítico: “Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresara a su familia.”
Recobrar su propiedad y regresar a su familia, este debe ser el fundamento de este año de la misericordia si queremos que sea un verdadero paso de Cristo y su Espíritu Santo por el mundo. Volver a hacer las cosas “como Dios manda” que dicen los castizos. Imbuir de misericordia cada acción en mi propiedad, en mi trabajo, en mi familia. Volver a nuestra familia, no solo en Navidad para celebrar a Cristo recién nacido, sino para esta con ella en los momentos de pasión. No escurrir el bulto en mi casa, en mi responsabilidad.
Volver a casa, también es volver a la Iglesia, volver a mi compromiso bautismal, no querer que la Iglesia vuelva a mí. Redescubrir la verdad de la Palabra de Cristo sostenida durante siglos por la tradición de la Iglesia, no reinventar (o inventar directamente) novedades de dudosa factura o directamente promovidas por el Maligno. Volver a casa es también volver a la oración, a la piedad, a los ratos de rodillas ante el Sagrario, a dejar que la luz que de allí sale, descubra su eco en mi interior.
Volver a casa, también aquellos que hace siglos que se alejaron. Pueden retornar a sumar esfuerzos en el desarrollo de un Reino que no promulga poder sino Verdad. Que no se busca a sí mismo sino a Dios.
Volver a casa aquellas familias que se rompieron y que tienen la oportunidad de dejar a un lado rencillas egoístas y fundamentar en la donación hasta la cruz de su propia vida. Dos vidas crucificadas con Cristo y resucitadas con Él. Un año para profundizar en el poder depurador del fuego, de la prueba, del sufrimiento superado, del setenta veces siete con el cónyuge, con los padres, con los hijos…
Volver a casa los sacerdotes, a su feligresía, a sus labores de pastor de almas, de fuente de gracias para todos. Deben ponerse al lado de la oveja para guiarla hacia Cristo, no hacia los lugares que la oveja, en su libre albedrio, quiera escoger.
Para recuperar nuestra propiedad, hemos de renunciar a las propiedades que no nos corresponden y que nos hemos atribuido con malas artes. Muchos apegos que tiene nuestro corazón y que han de ser llevados como cruces dolorosas hasta el monte Calvario y allí crucificarlas para siempre, será entonces cuando este año de la Misericordia será verdaderamente un año Jubilar.
En otro caso quedará como un Año Internacional de la Misericordia que se celebró y que quedó en el recuerdo pero que no cambiará nada. El Espíritu empieza a soplar, abramos las velas para navegar en la dirección que nos lleve y no pongamos a nuestra voluntad a remar en dirección contraria.Las palabras están escritas, las obras están por hacer.