TESTIMONIO DE UNA VIDA CONTEMPLATIVA CONSAGRADA

Son ya 1.544 los mártires españoles beatificados hasta ahora. Lo últimos 18 fueron beatificados el sábado 3 de octubre, en la Catedral de Santander.

Los nuevos beatos son 16 religiosos cistercienses del monasterio cisterciense de Cóbreces en Cantabria (Diócesis de Santander): Pío Heredia (Álava), Amadeo García (León), Valeriano Rodríguez (León), Álvaro González (León), Antonio Delgado (Burgos), Eustaquio García (Palencia), Ángel de la Vega (León), Ezequiel Álvaro de la Fuente (Palencia), Eulogio Álvarez (León), Bienvenido Mata (Burgos), Marcelino Martín (Palencia), Leandro Gómez (Burgos), Eugenio García (Burgos), Vicente Pastor (Valencia), José Camí (Lérida),  y de 2 monjas más cistercienses:  Micaela Baldoví (Valencia) y Natividad Medes (Valencia) del monasterio de Fons Salutis de Algemesí, en Valencia.

Los nuevos mártires «eran unos sencillos monjes trabajadores del campo y de la quesería del monasterio y que nunca se inmiscuyeron en actividades políticas». «El 22 de julio de 1936, un grupo de milicianos entró en el monasterio de Cóbreces», relató el prefecto, «pusieron contra un muro a algunos religiosos, los insultaron y simularon su fusilamiento. Entre el 3 y 4 de diciembre de 1936 el grupo más numerosos de religiosos fue tirado al mar con las manos atadas y la boca cosida con hilo de hierro porque continuaban orando. Pero ellos no guardaron rencor, perdonaron a sus verdugos». El cardenal Amato significó que «el único pecado que cometieron estos monjes fue el testimonio de una vida contemplativa consagrada, toda ella, al Señor y a la ayuda del prójimo necesitado». «En la dulce y amable tierra española había llegado la hora del anticristo». Por ello, calificó de «injustas» las muertes de estos monjes y monjas que «murieron sin odio y perdonando a sus agresores».

Estos religiosos españoles son «de la misma talla de los primeros mártires, pues llegada la hora de la verdad prefirieron morir antes que traicionar su fe, el amor fue mas fuerte que la muerte»  «estos mártires no se avergonzaron de Cristo» porque tenían la certeza de que «nadie les separaría del amor del Señor, y con su fe firme salieron victoriosos de sus enemigos».

El cardenal Amato indicó que, hoy, estos nuevos mártires nos enseñan al resto de sus hermanos religiosos a «perseverar en la fidelidad» a su vocación, en la oración, y en la alabanza al Señor. Ellos sostienen así a la Iglesia con su sacrificio cotidiano en favor de la redención del mundo y de la edificación de la propia Iglesia».  «Estos mártires nos exhortan a mantener siempre abierta la puerta del monasterio a los que llaman en busca de consuelo o ayuda», continuó el prefecto. «Son recuerdo de la generosidad y se unen desde el cielo para cantar la Salve a la Virgen María. Que esta alabanza mariana siga difundiéndose en la Iglesia, meta gozosa de todo bautizado»

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