19 de marzo: «San José»

San José, La importancia del silencio

Nos «enfrentamos» —aquí y ahora— a la idea de glosar el papel de San José en nuestras vidas.  Queremos demostrar nuestra admiración por un personaje que quiso siempre estar en segunda fila, que fue más que fundamental en la tarea de la Redención. La gran coautora con Cristo de esa Redención es la Virgen María. Y no se trata de establecer un ranking. Y todos sabemos cuál es el lugar de cada uno de ellos. Es muy difícil dejar fuera de ese protagonismo a José y además debemos sentirnos atraídos por la misión —y sus características— del trabajo de San José. Atento a las necesidades de la Madre y del Hijo. Eficaz en su misión. Hábil en su trabajo. Paciente, sencillo, humilde seguidor de la voluntad de Dios es, sin duda, ejemplo para muchos de nosotros.

Hay otros brillos. Así en medio de la cuaresma se presenta la fiesta de San José, esposo de la Virgen María y padre adoptivo de Jesús, que es, al menos en el mundo hispánico, una explosión de alegría en medio de la austeridad cuaresmal. En España es patrón de numerosas ciudades y de muchas personas. Los nombres de José, Josefa, Pepe, Pepita y todas sus variantes son, sin duda, los más frecuentes de los censos de los hispanoparlantes. En España, por ejemplo, Valencia celebra la Fiesta de las Fallas, donde arden a las doce de la noche del día 19 unos peculiares monumentos de madera y cartón-piedra, y que sin duda tienen una interpretación finalista y penitencial. Se queman los malos modos, se incendian los viejos pecados…

San José está cada vez más presentes en nuestras vidas. La liturgia cotidiana le hace aparecer en las oraciones junto a la Virgen María. Nosotros hemos asumido que José de Nazaret era un gran y continuo intercesor. Santa Teresa de Jesús opinaba lo mismo… y muchos más.

Invocación a San José del Beato Juan XXIII

San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre. Amén.

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