«Puede haber alegría mayor»

Signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo

Hoy, 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor en el templo, se celebra desde el año 1997 la Jornada de la Vida Consagrada con el fin de recordar a toda la comunidad eclesial la presencia de incontables hombres y mujeres que se han consagrado a Dios en cuerpo y alma siguiendo los más variados carismas, dedicaciones apostólicas y formas de trabajar por el bien de los demás. Prácticamente desde los orígenes del cristianismo han existido siempre creyentes que buscando una purificación interior y una mayor cercanía a Dios se han refugiado en lugares desiertos y en monasterios para dedicarse a la oración y al estudio de los textos sagrados. Eran los hijos e hijas de S. Benito y S. Bernardo, los contemplativos que poblaron lugares como San Miguel de Escalada, por citar un ejemplo solo, la famosa iglesia de cuya dedicación al culto divino se cumplen 1100 años. En nuestra diócesis contamos aún con 11 monasterios femeninos.

Después vinieron los seguidores de santos como Francisco, Clara, Domingo, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Juan de Dios, Ignacio y un larguísimo etcétera que enroló verdaderos ejércitos de religiosos y religiosas para las misiones, la predicación, la enseñanza, los pobres, los enfermos, los ancianos… En León están presentes 10 órdenes y congregaciones de religiosos y 30 de religiosas, sumando unas 51 casas. Más tarde nacieron las Sociedades de Vida Apostólica y los Institutos seculares, con unas 14 comunidades aquí. Tan importante es la Vida Consagrada cuyo modelo es el mismo Cristo, que el Concilio Vaticano II le dedicó un capítulo en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, y un documento específico, y en 1994 todo un Sínodo de los Obispos.

He aquí una muestra de lo que dijo el Concilio: “Esta sagrada asamblea confirma y alaba a los hombres y mujeres, hermanos y hermanas que, en los monasterios, en las escuelas y hospitales o en las misiones, ilustran a la Esposa de Cristo con la constante y humilde fidelidad en su consagración y ofrecen a todos los hombres generosamente los más variados servi­cios” (LG 46).

En este Año de la Fe la Jornada de la Vida Consagrada quiere recordar que, en sus múltiples formas, es un signo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Pues, no en vano, la forma de vida de los que se han consagrado se caracteriza por el desprendimiento de los bienes materiales, la donación de sí mismos a Dios y a los demás. Es vivir en el mundo sin dejarse atrapar por sus exigencias, en libertad interior, dando testimonio de que hay valores mucho más importantes que el dinero, la salud o la fama. La inmensa mayoría de nuestros misioneros son personas consagradas. Generalmente la sociedad reconoce el valor de estas vidas sacrificadas, a veces hasta el martirio como en el caso de los testigos de la fe del siglo XX. Para todos y para cada uno en particular un ¡Gracias por vuestra presencia y testimonio!

+ Julián, Obispo de León

 

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