¿Qué exige el Señor de nosotros?

Ante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Queridos diocesanos:

La Semana de oración por la Unidad de los Cristianos que vuelve con el mes de enero, tiene este año una doble motivación. Por una parte se enmarca en el Año de la Fe, en el que hemos sido invitados a reflexionar y a redescubrir la fe para confesarla, celebrarla, vivirla y rezarla con renovada convicción. Para ello se nos propone volver a los contenidos de la fe sobre la base del Catecismo de la Iglesia Católica, que da una gran importancia a los símbolos de la fe apostólico y niceno-constantinopolitano. Me parece muy interesante y sugestivo que, cuando acudamos a la lectura, meditación o estudio de los artículos de la fe expresados en estos símbolos, tengamos en cuenta que todas las Iglesias y Confesiones cristianas nos encontramos en su formulación. Cuando los recitemos o cantemos, debemos pensar también en la Iglesia indivisa que los forjó y pedir al Señor que todos seamos uno en el amor y en el camino de la unidad.

La segunda motivación me parece también muy oportuna. Estamos celebrando el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Fomentar la unidad de los cristianos fue uno de sus principales objetivos y así se declara en el art. l del primer documento conciliar, la Constitución sobre la Sagrada Liturgia: “Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia” (SC 1; cf. UR 1). La unión de cuantos creen en Jesucristo era el gran sueño del amado Papa beato Juan XXIII. No en vano lo anunció el 25 de enero de 1959 en la basílica de San Pablo Extramuros al término del octavario de oración por la Unidad de los cristianos y se refirió a este objetivo en incontables ocasiones. Fruto de ese empeño, asumido con no menor interés por el Siervo de Dios Pablo VI, fue el Decreto conciliar Unitatis Redintegratio, de 21-XI-1964.

Merece la pena sacar del olvido este documento y poner en práctica sus sugerencias, la principalatañe precisamente a la oración que nos asocia a la de nuestro Redentor en la última Cena: “Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti…” (Jn 17, 21). La Semana de oración para la Unidad de los Cristianos es un medio ideal que debe procurarse en todas las parroquias y comunidades. Y junto a la oración el ecumenismo espiritual que consiste en la conversión interior de los cristianos. También la colaboración ecuménica, cuyas modalidades principales son, además de la oración comunitaria, el diálogo que requiere un buen nivel de formación teológica, el testimonio común cristiano que está al alcance de todos, y el esfuerzo compartido también en la defensa de los valores humanos y cristianos.

El hecho de vivir en una sociedad cada día más plural y secularizada debería interpelarnos a todos los cristianos en el compromiso de dar siempre razón de nuestra esperanza. Por grandes que puedan ser las dificultades para la unión entre las confesiones cristianas está siempre el núcleo fundamental de la fe en Dios revelado en Jesucristo y del amor fraterno. Esto es lo mínimo que el Señor nos exige.

Con mi cordial saludo y bendición.

+ Julián, Obispo de León

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