Solemnidad de San Pedro y San Pablo

El viernes día 29 se celebra la Solemnidad de los Apóstoles y Pablo. La Iglesia celebra desde hace muchos siglos conjuntamente la fiesta de los dos Apóstoles, al primer Papa y el Apóstol de los Gentiles.  Son las figuras señeras del seguimiento de Jesús de Nazaret que recibieron el martirio en la Ciudad de Roma, siendo sus muertes cercanas en el tiempo, y que ello convirtió a la antigua capital del Imperio Romano en sede eterna de la Iglesia de Dios.  Pedro fue martirizado en Roma, en la colina vaticana, enterrado en un cementerio común situado cerca del lugar de su muerte. Posteriormente, el lugar fue identificado y se construyó el primer templo conmemorativo. Hoy, el centro de la Basílica es, precisamente el lugar donde se encontró su cuerpo. Importantes excavaciones realizadas con todo el rigor científico durante el Pontificado de Pío XII encontraron los restos del Apóstol Pedro y hoy este hecho esta datado y acreditado con toda seguridad. San Pablo fue decapitado en un lugar llamado Tres Fuentes y enterrado muy cerca en el mismo sitio donde hoy se alza la Basílica que lleva su nombre. Allí, además, del cuerpo de Pablo está también la cabeza de Pedro. En el interior del templo hay dos impresionantes estatuas, Pedro exhibe las llaves del Reino; Pablo, la espada de su palabra. Se llama Extramuros porque se encuentra fuera del recinto amurallado que mantenía Roma. Esta basílica, muy importante, es como un santuario dedicado a las Iglesias de Oriente y su arquitectura guarda la inspiración de los grandes templos orientales.

Son los dos pilares más sólidos de nuestra fe. A Pedro Jesús le confiere ser la piedra sobre la cual se edificará su Iglesia. Y a partir de Pentecostés, el rudo pescador de Galilea asume un liderazgo continuo, fuerte y muy inspirado. Dicho liderazgo le llevaría a Roma a presidir, desde la capital del Imperio, el destino de los seguidores de Jesús. Esa sublime función se iba a mantener dos mil años después. La transformación que el Espíritu hace en Pedro le lleva a convertirse en un exegeta del camino de Cristo. Ahí están en los Hechos de los Apóstoles sus palabras y también conservamos sus cartas apostólicas. Saulo de Tarso se erige en perseguidor de la Iglesia de Dios. Es solo un muchacho cuando acompaña a quienes lapidan y matan al diácono Esteban. Luego se convierte en policía del Templo de Jerusalén para reprimir a los cristianos. De camino a Damasco se le aparece Jesús y se convierte. De perseguidor se convierte en perseguido. Y así pasará toda su vida. Es perseguido a causa del nombre de Jesús. Las revelaciones que el Señor Jesús tuvo que hacerle tuvieron que ser muy notables. Y a partir de ellas, Pablo de Tarso construye el más fabuloso tratado teológico, pastoral y moral de toda la historia de la Iglesia. Nadie ha superado hoy a Pablo y, probablemente, nadie podrá aportar al conocimiento de Cristo y del cristianismo tanto como él hizo.

Pedro mantiene en Roma su vicariato en la tierra de Cristo con sus seguidores, los Papas. Constatábamos que además del atractivo y carisma personal de cada uno de los Romanos Pontífices siempre se apercibe esa potencia espiritual que comunica el Papado y que está, sin duda, junto y por encima de cada uno de los hombres que han tenido el honor de suceder a Pedro y representar a Jesús en este mundo

En Roma, la estela espiritual dejada en el ánimo de todos los peregrinos por los dos Apóstoles es enorme. Es un algo muy especial que llena el ambiente o, al menos, impregna el alma de esos peregrinos que acuden a la Ciudad Eterna.

El óbolo de San Pedro

La iglesia celebra en la solemnidad de San Pedro y Pablo la “Colecta por el Óbolo de San Pedro”. Y por tanto tiene lugar el viernes día 29. Asimismo, suele celebrarse —o repetirse— la colecta en el domingo más cercano a la Solemnidad de los dos Apóstoles. En este caso es el domingo, día 1 de julio. Es una muy antigua costumbre de la Iglesia universal. Se trata destinar la colecta al año para entregársela al Papa. No necesariamente está destinada al mantenimiento de la actividad papal y de su entorno de El Vaticano. Ese dinero es dispuesto por parte del Santo Padre para atender necesidades y obras que él considere más necesarias, sin, en principio, comunicárselo a nadie. ¿Qué quiere decir esto? Pues que, en general, las decisiones del Papa son colegiadas, aunque su autoridad prevalezca. El Gobierno de la Iglesia es colegial y, por tanto, muchas de las decisiones del Papa han sido estudiadas y enriquecidas por la Curia cardenalicia o por las Iglesias particulares de cada país. Y la excepción podría estar en lo que se vaya a hacer con el Óbolo de San Pedro. De todas formas conviene aclarar que esa colecta mundial apoya la acción pastoral del Papa y el mantenimiento de sus necesidades.

En cuanto al Papa Benedicto XVI, sucesor del Beato Juan Pablo II y que fue un auténtico innovador, ha impuesto su propio talante de pastor, escritor y teólogo. A veces no entendido por todos. Ni por los progresistas, ni por los conservadores. Sus tres encíclicas basadas en la búsqueda de la verdad a través del amor suponen una auténtica revolución no muy especialmente entendida. Unidos a la realidad del Pontificado y solidarios con el Papa Benedicto celebremos pues con alegría y generosidad ese día dedicado al Papa que tiene un nombre tan sonoro y tradicional: el Óbolo de San Pedro.

Jornada de responsabilidad del tráfico

La Conferencia Episcopal Española dedica el primer domingo de julio a reflexionar sobre el Tráfico rodado, sobre el tránsito como lo llaman en algunos países de América. Para este año de 2012 el lema es “La gloria de Dios es la vida del Hombre. Cuídala al volante”. Desde la implantación del Carnet de Conducir por puntos la siniestralidad en las carreteras ha descendido notablemente, mejorando una grave situación anterior en la que España era uno de los países de Europa con mayor número de fallecidos en la carretera.

Pero hay una cuestión ética, moral y religiosa que no podemos hurtar a la cuestión de las muertes y los daños en personas relacionadas con el tráfico. Hemos de actuar con responsabilidad para no poner en peligro nuestra vida, ni las de los demás. Y algunos comportamientos, como consumir alcohol o drogas por parte de las personas que van a conducir es perverso e intrínsecamente malo. Ya esos abusos son nefastos en situaciones corrientes, si además se producen entre quienes conducen un vehículo son de una gravedad extrema. Pero, además, cosas como el cansancio, la alimentación poco apropiada y, en general, todos aquellos hechos que nos acercan a la conducción peligrosa marcan situaciones también potencialmente muy graves. Y todo ello se podría resumir con la formulación del mandamiento divino. ¡No matarás!

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