Érase, una comunidad benedictina

La comunidad de las MM Benedictinas de Santa Cruz de Sahagún.

Hay que agradecer a las MM Benedictinas, junto a las autoridades y vecinos de Sahagún, que hicieron realidad, ese “museo glorioso” de Santa Cruz: clamor callado y elocuente, de las grandezas históricas y culturales de las que Sahagún fue portavoz y brazo adelantado, por los caminos de España.
El legado de las MM Benedictinas, nos ayuda a elevar nuestros ojos a lo alto, musitando salmos y versos, que en primorosa obra callada, en el día a díavanhaciendo realidad, estas monjas de Santa Cruz.

Ellas, invitadas por la voz del Creador y atentas a las voces proféticas de nuestro tiempo, siguen a Jesucristo: obediente, pobre y casto, en una vida de austeridad y sobriedad, en la Escuela del Servicio Divino de la que nos habla San Benito.

Es la comunidad Benedictina de las monjas de Santa Cruz.

Forman parte de esta comunidad, doce hermanas, que encarnan hoy, el carisma benedictino, en obediencia a una abadesa, a una regla y de las hermanas entre sí. M. Anunciación Ríos, Abadesa de esta comunidad, intenta seguir fielmente el espíritu de San Benito, guiando a sus hermanas por los caminos del evangelio

También aquí, en esta ilusionada y esperanzada COMUNIDAD, vive Sor Paz, uno de sus miembros más jóvenes. Ella, joven de nuestro mundo con sus inquietudes, interrogantes e incertidumbres, halló, en la vida monástica, la respuesta a los interrogantes que se le plantearon a lo largo de su vida, preguntas que se puede hacer cualquier joven de nuestro tiempo. Ella, que soñaba con ser maestra, enfermera, escritora, o una simple madre de familia, fue madurando en su vida de fe, con la aceptación plena a la voluntad de Dios sobre sí, Dios a quien  ha buscado desde su más tierna infancia, y con quien se ha encontrado en el recinto monacal.

Tampoco lo tuvo fácil, como cualquier joven de hoy, por el entorno social, familiar, por su historia personal, pero gracias a su búsqueda tenaz y perseverante, un 3 de junio de 1990, solemnidad de Pentecostés, ratificaba con su Profesión Solemne, su sí a Dios.
He aquí, querido oyente, quien quiera que seas, a quien se dirigen estas mis palabras, queriendo compartir contigo, su experiencia de amor.  En su diario, verás reflejadas alguna de tus vivencias, de tus proyectos, de tus sueños, de tus inquietudes, de tus interrogantes.
La tierra a la que Dios te invita a dirigirte, está esperando ser germinada por tus semillas de amor y rostro de juventud.  En el monasterio, todo: el horario, el trabajo, la “lectio divina”, la oración en común, están pensados de manera que la monja pueda sentirse equilibrada y en perfecta armonía consigo misma y con los demás.
El canto de las divinas alabanzas, abren y cierran los momentos de la jornada monástica. Todo está en función de una vida litúrgica, en el sentido más amplio de la palabra, y sus celebraciones  del Oficio Divino, según la Regla de San Benito, hechas con dignidad y decoro, dan a Dios, la debida y merecida alabanza.
La monja, en los momentos de su “lectio divina” (oración personal) sosiega el espíritu y se prepara para su encuentro con Dios: en el rostro de su M. Abadesa, de sus hermanas, de los huéspedes y peregrinos que a diario llegan al Monasterio.
Todo, visto con mirada limpia, purificada y acrisolada, por los largos años de vida monástica.
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