¡Era su día!

Añoranza y resignación allí en el balcón
los geranios y el jazmín eran su jardín.
La vida pueblerina tan amada tan querida
quedó atrás, ahora vive en la ciudad.
Agotadas las fuerzas de tanto trabajar
los ayees del asma nacen del alma
más de sus labios afloran la oración
de amor y avemarías a la Virgen María
desgrana el rosario esperando a su amado
ha salido a caminar, ¡casi no puede andar!
Para el cielo ¿quién marchará primero?
¡misericordia Madre mía!, Dios te salve María…
En silencio, sin avisar, la abuela se va
el enfermo abuelo llora sin consuelo.
Pasan tres meses y tres días, octubre corría
llegado su séptimo día el abuelo partía
Luisa y Manuel, ¡por fin!, juntos otra vez.
Nuestra Señora del Rosario sonreía, ¡era su día!

Ejemplo y testimonio da, esta historia real a los que suelen dudar del poder de la oración.
Recemos el rosario a María, nuestra Madre y guía.

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