Jornada mundial de la vida consagrada

La Iglesia celebra, el 2 de febrero, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.

Son muchos los caminos, efectivamente, por los que el Señor llama a cada uno a consagrarse, como laico o como religioso; pero en el inicio de la segunda década del nuevo milenio, el Espíritu sigue suscitando nuevos carismas, nuevas formas de entregar la vida a Cristo, puliéndolas a la luz de las nuevas necesidades de nuestro tiempo. Muchos movimientos o instituciones son aún muy poco conocidos; realidades que llevan años en la Iglesia mostrando la belleza y la fecundidad de la vida consagrada.

Nuestra Comunidad Benedictina en Sahagún, en el monasterio de Santa Cruz, doce religiosas pasamos los días, «desde la mañana a la noche -afirma sor Mª Anunciación, la Madre Abadesa-, suspirando con todas nuestras fuerzas por la vida eterna». Somos conocidas por continuar con la gran tradición monástica de la acogida, llevamos la hospedería y el refugio de peregrinos anejos al convento, los dulces que hacemos en nuestro obrador, por orar por las intenciones que nos confían, y por la vinculación de nuestro monasterio con la historia de España. «Nosotras rezamos mientras realizamos todas nuestras actividades, rezamos por las personas que nos visitan, por las que nos lo solicitan, por las que -aunque lejanas- nos sentimos vinculadas por los más diversos motivos: misiones, futuros matrimonios, dificultades familiares, personas difuntas, enfermedad, enfriamientos de fe, conversión, sacerdocio, vocaciones; si es para una iglesia, rezamos por las personas que van a vivir la fe allí».

«Con Cristo somos felices»

Sin título.pngLo que más llama la atención, al encontrarse con ellas, es la alegría que desprenden, que tiene como raíz una fuerte experiencia de Dios: «Nuestro centro es Jesucristo -dicen-. Dios no nos puede faltar. La profunda unión con Dios, la sentimos como una unión esponsal. Al amar a Dios, entramos en una intimidad con él en la oración, tanto más él se da a conocer y enciende nuestro corazón con su amor. Cuanto más amemos a Dios y seamos constantes en la oración, más lograremos amar verdaderamente a quien está a nuestro alrededor, a quien tenemos cerca, porque seremos capaces de ver en cada persona el rostro del Señor que ama sin límites ni distinciones. La mística no aleja de los otros, no crea una vida abstracta, sino mas bien acerca a los demás porque se comienza a ver y a actuar con los ojos, con el corazón de Dios. La experiencia de la unión con Dios, alcanza un saber tan profundo de los misterios divinos, en el cual amor y conocimiento se compenetran.

Jesucristo es nuestra vida, nuestra ilusión, nuestra fuerza. Somos muy felices y no ambicionamos nada. Todo lo que recibimos, lo compartimos. Nosotras no queremos nada para nosotras. Buscamos a Dios con todo el corazón, y con todas las debilidades que podamos tener. Para nosotras, la oración y la vida litúrgica intensa es nuestro modo de renovar los misterios de Jesucristo. El que no es fuerte, es porque no quiere. A nosotras nos preguntan mucho: ¿Ustedes son felices? Y contestamos: Todo lo que queremos, porque Cristo es la fuente de nuestra felicidad».

Se levantan a las seis de la mañana, y a las 6,25 comienzan la Liturgia de las Horas. Celebran la Eucaristía cantada todos los días «de ahí sacamos la fuerza», afirman, y luego tienen otro rato de oración, y el desayuno. Después, a trabajar. «Trabajamos para comer y para poder ayudar a los demás. No queremos ser gravosas para nadie. Compartimos muchas cosas; y atendemos a mucha gente que viene a contarnos sus penas». Después de la comida y de un rato de descanso, continúan con el trabajo, y luego vienen las Vísperas y la lectura espiritual; un poco de recreo y el rezo de Completas, antes de ir a dormir. Todo al hilo del Ora et labora de la Regla de san Benito: «Tenemos lo justo, todo lo necesario con tal de que podamos encontrar a Dios»

«Una de las características de san Benito -afirma la Madre Abadesa- es la insistencia en la comunidad, basándose en los Hechos de los Apóstoles: vivir en común, participar de todo, interesarnos por todo. Estamos bajo una misma orientación y en una misma dirección. San Benito quería que cada comunidad fuera un hogar. Somos humanas, con dificultades también, pero pedimos perdón cuando es necesario. Lo ejercitamos diariamente, porque somos tan débiles como los demás. El perdón desata todos los nudos. No somos más que nadie, somos pecadoras que sólo queremos buscar a Dios».
El día 2 de febrero renovarán sus votos, junto a todos los religiosos consagrados a lo largo de todo el mundo: Renuevo mi profesión, me entrego de nuevo al seguimiento de Jesucristo en gratuidad absoluta, para gloria de Dios y el bien de la Iglesia y de la Humanidad.

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