¡Despierta, joven inquieta!

«Despierta» es una orden que te das a ti misma al comienzo de cada día luminoso. Sí, todo es luminoso si tus ojos, tu cuerpo y tu interior saben observar todo bajo la óptica de lo digno, hermoso y lindo que hay en ti.

Y tu despertar será hermoso si, en lugar de ver los miles de fotogramas que llenan las pantallas de vulgaridad, te fijas en una serie de valores que conducirán tu bella existencia por las sendas de ser tú misma ante esta sociedad que únicamente te presenta estímulos que te llevan a lo fácil. Nunca a la conquista de tu propia personalidad.

Vives en una época en la que necesitas de personas jóvenes que brillen ante la mirada de todos por su vida ejemplar, por la forma de vivir, divertirse y, por supuesto, sin dejar de cultivar en ellos las semillas de lo religioso.

Ya ves que hoy asistes impávida a reacciones antirreligiosas en tu misma ciudad, pueblo y nación. No es nada nuevo. Por eso, amiga, la figura de una joven como Teresa que un día aceptó la invitación de seguir a Jesucristo, puede ser para ti, un faro que te oriente en los preciosos quehaceres de formarte integralmente, en todos los valores que jalonan la personalidad, de alguien que, siendo joven como tú, se te presenta como quien busca a Dios, y sigue a Jesucristo, como modelo y referente.

Para muchas jóvenes de hoy, la vocación es algo que afecta sólo a las que quieren ser monjas, pero la vocación es una llamada, una palabra que nos viene al encuentro, pidiéndonos una adhesión. La persona sorda a la vocación ya no sabe a dónde ir.

La crisis de la vocación es muy preocupante. Vivimos en una sociedad que exagera la exaltación del yo. Parece que para conseguir la felicidad, hay que tener un poder total sobre la realidad y sobre las cosas, poder disponer de las personas y de sus cuerpos, quizás sean estos los motivos que han llevado al ofuscamiento de la vocación y llevan a desesperarse a los que no ya no encuentran sentido a la vida, porque inhibe la convivencia: la acogida, la gratitud, la gratuidad.

La acogida del otro nos resulta imposible sin la idea de acoger nosotras mismas y la experiencia de haber sido acogidas.

La gratitud: Nuestra familia, nuestra cultura, ser mujer, trabajar, proceder de una historia, haber recibido la vida,… todo esto puede ser objeto de gratitud. Si no sentimos gratitud hacia los que noshan transmitido determinados valores, no sentimos el deber de transmitirlos.

La gratuidad: Gratuito es lo que se acoge simplemente como regalo o gracia. La vocación nos es dada como regalo. Perder el sentido de la vocación significa perder el sentido del don.

La vocación comporta todo esto porque no es una «palabra que pronunciamos nosotros», sino una «palabra pronunciada sobre nosotros».

¿Quién es el que la pronuncia? Seguro que ya lo habrás descubierto, ¡El Santo Espíritu!

«El está ahí y te espera». Nuestra comunidad de Benedictinas se te ofrece para «Tú vocación de entrega a Jesucristo».

Seguir a Jesucristo de cerca manifiesta y proclama el carácter absoluto de nuestra elección y siempre tiene un valor testimonial «Yo os he dado ejemplo, para lo que yo he hecho, eso hagáis también vosotros».

joven orando y letras.gif

Esta entrada ha sido publicada en Reflexiones, Testimonios y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.