¡Ven Espíritu Santo! Solemnidad de Pentecostés

jesus1.jpgLa solemnidad de Pentecostés sólo es comparable al día de Resurrección, porque la Venida del Espíritu a los apóstoles forma parte del plan de salvación sobre los hombres, en el que intervienen las tres divinas personas, cada una con acciones propias: el Padre nos crea y nos entrega a su Hijo, Éste nos rescata con su muerte redentora, y el Espíritu, enviado por ambos, corona el ciclo con su acción santificadora de la Iglesia, y la sostendrá hasta el fin de los tiempos.

Jesús lo prometió: «Os he dicho todo estando entre vosotros, pero mi Padre os enviará al Espíritu Santo para que os enseñe y os recuerde todo lo que yo os he dicho». Ésta ha sido la promesa cumplida de Jesús.

Como, por definición, todo espíritu es invisible, nos servimos de metáforas, alegorías e incluso de paradojas, para aproximarnos al «Misterio Divino»: es viento recio y brisa suave, es silencio interior y pregón profético, es fuego ardiente y lluvia mansa, es experiencia intransferible de Dios y lo son también los dones y carismas que estallan entre los miembros de cada comunidad, diversos entre sí, como sumandos de una comunión humilde y fraterna.

El misterio que comentamos está tomado del libro de los -Hch 2, 1-11-. Los Apóstoles, juntos en torno a Pedro, y con María, viven todos unos días con el corazón en vilo, hasta que, llegado el momento de Dios, sacude de repente la casa un viento recio, y se sitúan sobre sus frentes las conocidas lenguas de fuego. Se llenaron todos de Espíritu Santo y rompieron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la que el Espíritu le sugería. El primer sermón de san Pedro, que apoyado en un largo resumen histórico de los textos mesiánicos del Antiguo Testamento, termina diciendo a la inmensa multitud: «Así pues, que todos los israelitas tengan la certeza de que Dios ha constituido Señor y Mesías a este Jesús a quien vosotros crucificasteis». Los invita luego a la conversión y al Bautismo, prometiéndoles que también ellos recibirán el don del Espíritu.

Muchos desean saber si aquello que ocurrió entonces, es posible que vuelva a suceder hoy, aquí y ahora. La historia cristiana da cuenta que en todo tiempo, en cada rincón de la tierra, y en todas las lenguas, Jesús se ha hecho presente y audible cuando ha habido un cristiano y una comunidad que ha dejado que el Espíritu Santo enseñe y recuerde lo que el Padre nos dijo y mostró en Jesús.ab74.jpg

San Juan Crisóstomo nos dice: «El mismo Espíritu que mueve la lengua del predicador para anunciar el Evangelio, mueve también el oído del oyente para acogerla en su corazón».

Y Pentecostés es una savia de gracia y de santidad que fluye por el sistema circulatorio de la Iglesia, Cuerpo místico del Señor, del que todos somos miembros vivos.

 

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