ÉL SALE A BUSCARNOS

«Dios no se queda esperando a que nos convirtamos,       sino que Él sale a buscarnos»

El Papa Francisco durante la misa, en la capilla de la Casa Santa Marta, de este martes ha pronunciado una hermosa homilía para reflexionar.

El Santo Padre leyó el pasaje de San Pablo en la liturgia en esta clave. La salvación traída por Jesús, que supera la caída de Adán, es una demostración de este darse con abundancia. Y la salvación, explica, “es la amistad entre nosotros y Él”.

“¿Cómo da Dios su amistad para nuestra salvación? Nos dará con una buena medida, apretada, colma, rebosante… Pero esto sugiere la abundancia y esta palabra «abundancia», en este pasaje se repite tres veces. Dios da en abundancia hasta el punto de decir, Pablo, como resumen final: «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia». Sobreabunda, todo. Y este es el amor de Dios: sin medida. Todo de sí mismo”.

Sin medida como el padre de la parábola del Evangelio, que todos los días mira hacia el horizonte para ver si su hijo decide regresar donde él.

“El corazón de Dios -afirma el Pontífice- no está cerrado: siempre está abierto. Y cuando llegamos, como aquel hijo, nos abraza, nos besa: un Dios que hace fiesta”.

“Dios no es un Dios mezquino: Él no conoce la mezquindad. Él da todo. Dios no es un Dios quieto que se queda mirando y esperando que nosotros nos convirtamos. Dios es un Dios que sale: sale a buscar, a buscar a cada uno de nosotros. ¿Pero esto es verdad? Todos los días Él nos busca, nos está buscando. Como ya lo ha hecho, como he dicho, en la parábola de la oveja perdida o de la moneda perdida: busca. Siempre es así”.

En el cielo, insiste el Papa, se hace “más fiesta” por un solo pecador que se convierte, que por cien que permanecen fieles.

Y sin embargo -reconoce- “no es fácil, con nuestros criterios humanos”, pequeños y limitados, “entender el amor de Dios”. Se entiende por una “gracia”, como lo había entendido –recuerda Francisco– la monja de 84 años, conocida en su diócesis, que todavía recorría constantemente las salas del hospital para hablar con una sonrisa del amor de Dios a los enfermos.

Ella, concluye el Santo Padre, tenía “el don de comprender este misterio, esta sobreabundancia” del amor de Dios, que a la mayoría se les escapa.

“Es cierto, siempre tenemos la costumbre de medir las situaciones, las cosas con las medidas que tenemos: y nuestras medidas son pequeñas. Por ello, haremos bien en pedir la gracia del Espíritu Santo, orar al Espíritu Santo, la gracia de acercarnos al menos un poco para entender este amor y tener el deseo de ser abrazados, besados con esa medida sin límites”.

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XXIX DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO -18 de Octubre

“EL QUE QUIERA SER GRANDE, SEA VUESTRO SERVIDOR…”

(MARCOS 10, 35-45)

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron. Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.

Les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros? Contestaron: Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.

Jesús replicó: No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber o de bautizaros con el bautismo que yo me voy a bautizar? Contestaron: Lo somos.

Jesús les dijo: El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizareis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo; está ya reservado.

Los otros diez al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reuniéndoles, les dijo: Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes les oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

Palabra del Señor

“Hemos de ser servidores”

En la Iglesia todos hemos de ser servidores. Nos hemos de colocar en la comunidad cristiana, no desde arriba, desde la superioridad, el poder o el protagonismo interesado, sino desde abajo, desde la disponibilidad, el servicio y la ayuda a los demás. Nuestro ejemplo es Jesús. No vivió nunca «para ser servido, sino para servir». Este es el mejor y más admirable resumen de lo que fue él: servicio a todos.

Citas para reflexionar

  • «Una de las cosas más difíciles de entender, para todos nosotros los cristianos, es la gratuidad de la salvación en Jesucristo  » Papa Francisco
  • «Lo más hermoso en la tierra es buscar a Dios y de Él repartir a otros» Madre María de la Purísima
  • «La Iglesia debe llegar a la gente con un lenguaje renovado, que evite juicios negativos y se haga cargo de las dificultades de las personas» Obispos del Sínodo
  • «¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable, todo se pasa » Santa Teresa de Jesús
  • «El paciente, por lo general, no tiene miedo al sacerdote; se asustan más los familiares» Martínez Carracedo, delegado diocesano

Efemérides y noticias

  • Los 270 padres sinodales han dedicado esta semana a profundizar sobre la vocación matrimonial y el papel de los padres en la educación de los hijos.
  • Cáritas atiende en España a 4,3 millones de personas en situación de precariedad.
  • Este pasado 15 de  octubre el cardenal R. Blázquez ha clausurado en Ávila el Año Jubilar Teresiano por el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús.
  • Este 18 de  octubre, cerca de 12000 personas de toda España asistirán a la  canonización de la madre María de la Purísima, de la Compañía de las Hermanas de la Cruz.
  • Este día 18 se celebra el Domingo Mundial de las Misiones (Domund). Uno de los objetivos de este año es dar a conocer el recorrido de los donativos, desde que el dinero sale del bolsillo del donante hasta que llega al misionero. España aumenta por segundo año consecutivo sus aportaciones.
  • El cardenal arzobispo de Valencia, Mons. Cañizares, ha pedido prudencia a los gobiernos a la hora de acoger a los refugiados porque puede convertirse en un “caballo de Troya” en las sociedades europeas.
  • El español salesiano Alejandro José León pide a los países europeos que “estén atentos” están llegando a Occidente musulmanes extremistas que “después harán mucho daño a Europa”.

ORACIÓN: TU, SEÑOR, ERES LA LUZ

La necesitamos para no tropezar

La queremos para no desviarnos

La escuchamos para no perdernos.

De todos los pueblos

De todos los hombres

De todas las mujeres

De todo el que te busca.

Que no nos falte tu Palabra

Que no nos falten misioneros

Que no se apague tu voz

Que no nos apartemos de ti.

TU, SEÑOR, ERES LA LUZ

“ EL DOMINGO DEL DOMUND”

La Jornada Mundial de las misiones es un acontecimiento siempre en la vida de la Iglesia. Los cristianos acostumbramos a llamar a este mes de octubre como mes de las Misiones y mes del Rosario. Lleva por lema: MISIONEROS DE LA MISERICORDIA, en relación con la Bula del Papa Francisco, “Misericordiae vultus”, en que nos convoca al próximo Año Santo de la Misericordia.

Ciertamente, los misioneros y misioneras, son instrumentos de Dios y canales de la misericordia divina. A través de de ellos, el Señor hace llegar la Buena Noticia del Evangelio, la caricia de la misericordia divina, a quienes aún no la conocen ni la han experimentado.

Esta jornada siempre es ocasión propicia para reavivar nuestras conciencias y recordar a todos los fieles que estamos implicados en este deber. “Toda la Iglesia es misionera y, la obra de la evangelización deber fundamental de todo el Pueblo de Dios” (cf. Concilio Vaticano II, Decreto Ad Gentes, 25). En el cincuentenario de la clausura de este Concilio sería muy oportuno acercarnos a sus enseñanzas, siempre de actualidad, y más de una vez, desconocidas o casi olvidadas.

El Mensaje del Santo Padre Francisco para esta Jornada misionera, en el contexto del Año de la Vida consagrada, se centra de forma especial, en el alcance que debe tener la misión hoy para los consagrados. Destaca también la colaboración y presencia de fieles laicos en el servicio a la misión. También desde aquí podemos desarrollar nuestros compromisos misioneros en comunión con toda la Iglesia. Cualquier actividad de información, formación y cooperación organizada a favor de las misiones y de los misioneros, sobre todo nuestra oración. En ella incluimos también nuestra colaboración económica a favor de sus muchas necesidades materiales atendidas, desde las Obras Misionales Pontificias, con plena garantía en su distribución. Respondamos a esta llamada con generosidad, modelando nuestro corazón misericordioso.

 

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DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Corrado Giaquinto - St Margaret Mary Alacoque Contemplating the Sacred Heart of Jesus - WGA8959.jpgMargarita Alacoque nació en la aldea de Hautecour, en la región francesa de Borgoña, el 22 de julio de 1647, dentro de la familia formada por Claudio Alacoque y Filiberta Lamyn. Desde muy temprana edad, mostró una especial devoción al Santísimo Sacramento, permaneciendo largas horas en oración, para sorpresa de quienes le rodeaban.

A la muerte de su padre, Margarita fue enviada al colegio de las Clarisas Pobres de Charolles. En Charolles, sufrió de una fuerte reumática que la obligó a permanecer en cama gran parte del día durante cuatro años, situación que la acercó más a la vida de oración, ofreciendo su sufrimiento al Señor y a la Virgen María. A los nueve años, prometió a la Virgen que dedicaría su vida a Dios e hizo votos secretos de castidad. Tras su confirmación, se adjuntó el nombre de “María”, como aún es tradición de la Iglesia en muchos países.

Tras recuperar su salud, Margarita-María fue puesta bajo la protección de unos parientes suyos, que no hicieron más que controlar su herencia y propiedades, las cuales su madre no logró recuperar hasta años más tarde. Sin embargo, fue ese el momento en el que la joven Margarita viviría una juventud convencional, asistiendo a fiestas propias de su acomodada posición, así como disfrutando de diversiones normales entre las niñas de su edad. Cuando tenía quince años, asistió con sus hermanos a un baile de máscaras, lo que la hizo reflexionar acerca de las frivolidades de su posición, así como de las vanidades de la vida mundana.

En 1671, Margarita decide visitar varios conventos, para así ver en cuál podría servir mejor al Señor, según su confirmada vocación a la vida consagrada. El 20 de junio de ese año, ingresó al monasterio de Paray-le-Monial. Al poco tiempo de su entrada al monasterio, cuando contaba tan solo con veinticinco años de edad, comenzó a recibir las primeras apariciones de Nuestro Señor, las cuales ocurrirían todos los primeros viernes de mes durante dos años.

En una de las apariciones, ocurrida durante la octava del Chorpus Christi de 1675, según narró la propia Margarita a su director espiritual, el Señor le dijo:He aquí el corazón que tanto ha amado a los hombres, que no se ha ahorrado nada, hasta extinguirse y consumirse para demostrarles su amor. Y en reconocimiento, no recibo de la mayoría sino ingratitud.” En la aparición, Margarita vio el corazón de Jesús coronado por espinas, y rodeado en llamas, dentro del cual había una llaga abierta que derramaba sangre y con ella emergía una cruz.

Esta imagen, descrita por Margarita, fue la que dio lugar a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que aún se representa según la aparición a la religiosa.

En 1689, durante unas de las apariciones, Margarita es encomendada con la misión de pedir al rey de Francia que consagre a su país al Sagrado Corazón, y que lo represente en los estandartes del Reino. El 17 de junio de ese año, la monja sale de su clausura en Charolles, pidiendo audiencia con el rey Luis XIV, a quien trasmite el mensaje. Habiendo ignorado la petición, no es extraño que algunos autores se hayan encargado de señalar que exactamente cien años después, el 17 de junio de 1789, el Tercer Estado proclama la constitución de la Asamblea General, desde la cual se gestaría la revolución que emprendería una lucha encarnizada contra la Iglesia, la monarquía y la tradición cristiana de Francia. No es en vano que los contrarrevolucionarios, en especial aquellos de la región francesa de Vendée, tomasen como símbolo el Sagrado Corazón de Jesús.

Santa Margarita cayó gravemente enferma a la edad de cuarenta y tres años, negándose a recibir otro auxilio que el consuelo del alma, los sacramentos y la oración. En su agonía, Santa Margarita dijo en voz alta: “Aquello que tengo en el Cielo, y aquello que quiero en la tierra, sois solo Vos, o Dios mío.”

Tras fallecer, su director espiritual transmitió a muchos la apasionante vida de oración de Margarita María Alacoque, así como las apariciones con las cuales el Señor mostró su especial voluntad de actuar a través de la religiosa. Habiendo conocido su vida, muchos se acercaron a pedir su intercesión, a lo que ella respondió obrando numerosos milagros que le valieron ser beatificada por el Papa Pío IX en 1864 y canonizada por el Papa Benedicto XV el 13 de mayo de 1920.

Gracias a Santa Margarita María Alacoque, se extendió la devoción al Sagrado Corazón de Jesúspor toda la cristiandad. Hoy en día, muchos alzan los estandartes con el Sagrado Corazón, según lo describió Santa Margarita, fondeado por las banderas de sus países, en señal de lucha por acercar el Reino de Cristo a la tierra.

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SANTA TERESA DE JESÚS

El 15 de octubre celebramos a Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia. Santa Teresa es recordada por fundar las Carmelitas Descalzas, así su liderazgo en la Contrarreforma.

Teresa de Ahumada, como fue conocida en vida, fue la hija de Alonso Sánchez de Cepeda y Doña Beatriz Dávila y Ahumada, bisnieta de los señores de Navarmorcuende, perteneciente a uno de los linajes más importantes de la ciudad de Ávila, misma en la que nació Teresa en el año 1515.

La familia de Teresa era extensa, pues su padre había traído a casa dos hijos habidos de un matrimonio anterior, sumándose a los diez hermanos del segundo. La infancia de Teresa se llevó acabo con total normalidad, dentro de un ambiente de relativa comodidad, entregándose a los juegos y al aprendizaje. Teresa mostraba especial interés en los cuentos de caballeros, que valerosos dejaban sus hogares para ir a luchar contra los moros, o contra algún rival detestable.

Impactada con tantas historias, entre ellas de mártires perecidos a manos de los musulmanes, Teresa y su hermano Rodrigo decidieron huir de Ávila para “buscar la gloria del martirio” en tierras musulmanas, pero sus infantiles pretensiones fueron frustradas por un tío suyo que encontró a los dos niños divagando del otro lado de la muralla.

La Reconquista de España había ya finalizado para cuando nació Teresa, sin embargo, en esa época comenzó un nuevo impulso a lo largo y ancho de la península, marcado por las aventuras de hombres de igual valerosidad, que partían a las guerras de Flandes, así como a la conquista del Nuevo Mundo, del cual se contaban sorprendentes y, en ocasiones, exageradas historias. Cuentos de hidalgos de empobrecidas arcas que volvían a Castilla con tesoros incontables suscitaron todo tipo de fantasías en las lecturas habituales de las jóvenes de la época, y Teresa no fue la excepción entre las que soñaba con verse rodeada de riquezas, perfumes y belleza.

La muerte de su madre en 1528, hizo que Teresa se encontrara muy pronto al cuidado de su padre, quien no veían con beneplácito el cortejo que uno de sus sobrinos estaba haciendo a su hija. Doña Beatriz Dávila, madre de Teresa, había encomendado a su hija a la Santísima Virgen antes de morir, pidiéndole a Ella que asumiera el cuidado y maternidad de Teresa, esperando así que su hija entrara en la vida religiosa. Teresa se resistía, pero tuvo que asumir la decisión de su padre de internarla en el Colegio de Gracia, para así alejarla de su sobrino, decisión que Teresa acató y asumió en el año 1531, contando con 16 años de edad.

Con el tiempo, Teresa se encontraría muy bien en la clausura, lo que la llevaría a ingresar al convento de la Encarnación en el año de 1535, a pesar de la oposición de su padre. En 1537, una dura enfermedad consiguió sacar a Teresa del convento, pensando su familia que sería tan solo para vivir sus últimos días. Sin embargo, dos años más tarde, y totalmente recuperada, Teresa vuelve a la Encarnación, a pesar de necesitar otros tres años para poder recuperarse por completo.

En 1544, Teresa sufre la muerte de su padre, marcada por la ausencia de su hermano Rodrigo, su más cercano amigo, que había partido a América.

La situación de los conventos en la época de Teresa, era muy distante a la que podemos imaginarnos hoy en día. Muchas mujeres entraban por cortas temporadas, quizás para alejarse de problemas en sus familias, o para pasar una temporada en la tranquilidad de la clausura. No eran todas monjas perpetuas que vivieran con radicalidad su compromiso con la vida consagrada y que realmente se esforzasen por la santidad. Teresa estaría acostumbrada a esta visión de los monasterios, pero poco a poco comenzó a entender, a medida que se acercaba más a Cristo, queen esas circunstancias era difícil comprometerse en una búsqueda seria y dedicada por la santidad.

En 1554, contando con 39 años de edad, comienza la vida mística de Santa Teresa, marcada por una entrega absoluta a la oración y al encuentro con el Señor. En torno a esa época, Teresa le pide a Jesús, representado en un Crucifijo, que le dé fuerzas para nunca ofenderlo, a partir de ahí, recibe una serie de visiones místicas por gracia de Dios, que fortalecen su cercanía con el Señor, y la animan a cumplir con la misión por Él encomendada.

Tras serle revelada en una visión la imagen del infierno, Teresa decide poner en marcha un proyecto bajo el cual se pueda asegurar la salvación de muchas almas, empezando por aquellas de sus hermanas del convento, a quienes anima a emprender una lucha seria por ganar la santidad.

Durante ese tiempo, toma contacto con un sacerdote jesuita cuya fama ya había traspasado las fronteras de España, un duque que lo había dejado todo por seguir al Señor, recordado como san Francisco de Borja, o el Santo Duque de Gandía. Este sacerdote, ejemplo para muchos de renuncia a la vida del mundo para servir mejor a Nuestro Señor, inspiraría y animaría a Teresa a no titubear en la radicalidad del compromiso evangélico.

La fama de esta religiosa abulense crecía día a día, por lo que no faltaron monjas que quisieran seguirla, así como sacerdotes y mujeres que admiraban la animosidad e ímpetu. La fundación de una nueva comunidad religiosa se consiguió con mucha dificultad, pues a pesar de que todos parecían aprobar la idea, hacían poco por apoyarla. Fue entonces una amiga de Teresa, llamada Doña Guiomar de Ulloa, quien apoyada en el Padre Ibáñez, consiguió la autorización de Romapara que se fundara la nueva comunidad, que pretendía renovar a la orden carmelitana, a la cual pertenecía Teresa en la Encarnación.

En 1562, se funda el convento de San José, el cual atrae a un gran número de monjas venidas de todas partes, lo que evidentemente acarrea la envidia y comentarios de los conventos de los que salían las monjas, así como de aquellos que se sentían receptores de las críticas de Santa Teresa. La austeridad que se vivía en San José, contrastaba con la vida habitual de los conventos de la época, siendo tildada de exagerada e incluso negativa por mucha gente. Las monjas, a las cuales se les veía calzando no más que unas alpargatas en pleno invierno, se ganaron el apodo de “descalzas”, en contraste a las demás, cuyos buenos ajuares les ganó el apodo de “calzadas”.

Las hijas de muchas familias prominentes de la ciudad abandonaban sus casas para unirse a las monjas de San José, y a un estilo de vida considerado todo menos convencional para la época. Muchas familias ardían en furia al ver las condiciones en las que vivían sus hijas, lo que unido a las envidias de los otros conventos, y demás habladurías, la fama de Teresa comenzó a volverse en su contra, consiguiendo que para 1562, se le obligara a abandonar su fundación y volver al convento de la Encarnación.

Un año después, tras innumerables indagaciones por parte de la Iglesia y las autoridades, se permite a Teresa volver a San José. Es entonces cuando en oración, comprende que el Señor está necesitado de más religiosas que vivan el Evangelio con la radicalidad de Teresa, en un mundo desilusionado por la vida mundana de los consagrados, cuya incoherencia propiciaba a que muchos perdieran la Fe o surgieran herejías como el protestantismo.

Comprometida con la misión que el Señor le había encomendado, se propuso a fundar más conventos, habiendo conseguido hacerlo en diecisiete ciudades españolas, las cuales recorría a pie, incluso en pleno invierno. Teresa no solo inspiró a mujeres en su compromiso con la vida consagrada, sino también a los sacerdotes del Carmelo, quienes guiados por un joven carmelita de veinticuatro años, recordado como San Juan de la Cruz, emprendieron el mismo camino, aunque adaptado a la vida sacerdotal.

Teresa luchó incansable por cumplir con su misión, unida siempre en una profunda vida de oración, así como de amor y obediencia a la Iglesia. Sus fundaciones fueron motivo de muchos problemas, pero también de grandes actos de caridad que su ejemplo despertó, consiguiendo con ello la salvación de más almas para el Señor.

Estando en Medina del Campo en 1582, decide volver a la fundación de Burgos, pero es requerida por la Duquesa de Alba, una de sus principales colaboradoras. Una vez en el Palacio de Alba de Tormes, la salud de Teresa decayó de manera estrepitosa, falleciendo en brazos de la hermana Ana de San Bartolomé, el 15 de octubre de ese mismo año.

El cuerpo incorrupto de Santa Teresa fue objeto de muchos traslados, descansando finalmente en Alba de Tormes. En 1614, el Papa Pablo V ofició la ceremonia de beatificación, y finalmentefue canonizada el 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV. En 1970, el Papa Pablo VI proclamó a Santa Teresa Doctora de la Iglesia Universal.

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SANTIFICACIÓN = UNIÓN CON DIOS

Dios, en su infinita bondad, concede tres dones que se derivan de la unión con Él: nos santifica, nos fecunda y nos hace ofrenda de alabanza agradable al Padre. 

En primer lugar, de la unión con Dios, se da como fruto nuestra santificación. Necesitamos vivir en nuestra verdad de hombres pecadores, pequeños y limitados. Hay que vaciarnos de nosotros mismos y presentarnos ante Dios desnudos, sin nada, deseosos de acogerlo como don.

Dios no pide que vivamos en nuestra pobreza para dejarnos ahí, en el fango. No hubiera mandado a su Hijo solo para hacernos ver qué bajo había caído su más alta creación. Fue alto el precio que pagó y no está dispuesto a desperdiciar la sangre derramada por Cristo, su Hijo (1Pe. 1, 17-19). Dios nos quiere elevar, enriquecer, llenar. Nos quiere llevar a la plenitud de su diseño de salvación (Jn. 1, 16). Nos quiere crear de nuevo en Cristo Hijo, por la acción de su Espíritu. En definitiva nos quiere santificar. “Nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor.” Ef. 1, 4.

El Corazón de Cristo está herido por la lanza de la que brota sangre y agua (Jn. 19, 34). La sangre y agua del costado es esa gracia sacramental que progresivamente nos santifica. Ahora bien, para poder acoger esa sangre y que se convierta en la nuestra, el corazón tiene que estar abierto. Nuestro corazón también tiene que ser herido por la espada que atravesó el corazón de María (Lc. 2, 35). Morir a nosotros mismos es lo que permite que la sangre fluya del Corazón de Jesús al nuestro y viceversa.

Dios va transformando nuestro corazón. Arranca nuestro corazón de piedra y nos da un corazón de carne (Ez. 11, 19-20). La acción de Dios no es inmediata. El Espíritu Santo actúa en el tiempo y realiza su obra progresivamente. A veces lo más fácil de cambiar es lo externo y si nos quedamos en un nivel superficial podría bastar esta transformación por fuera que es lo que el mundo ve. Sin embargo, la unión con Cristo Eucaristía nos va asemejando a Él desde dentro (Mc. 7, 15). Aquello que solo Dios conoce. Lo más ruin de nuestro interior. Dios quiere tocar ahí, lo más profundo, lo más arraigado y lo más difícil de cambiar.

Él nos quiere conceder los mismos sentimientos del Hijo (Fil. 2, 5). Sentimientos que son internos y que tienen un reflejo en el comportamiento externo. Nos quiere conceder la humildad, la compasión y la misericordia de su mismo Hijo. Tengamos paciencia y confiemos en la obra de Dios que es fiel a su promesa y no defrauda. Él es el primer interesado en nuestra santificación.

Oración de unión

Cuando te veas unido a Cristo puedes repetir esta oración:

Espíritu santificador, hazme capaz de morir a mí mismo para poder recibir de Cristo su sangre que me santifica. Deseo ser uno con Él; identificarme con Él. Te pido que me unas a su Corazón Eucarístico, que es la fuente de donde mana el agua que me purifica y la sangre que hace blancas mis vestiduras. Mantenme unido a Él siempre.

Frutos de la unión con Cristo Eucaristía

Durante la consagración nos podemos unir íntimamente a Cristo que se está ofreciendo en el altar. ¿Qué valor tiene esta unión? ¿cuál es el fin de la misma? ¿qué frutos da?

Podemos decir que la unión con Jesús Eucaristía es un don en sí mismo. No necesitamos nada más. Ese es el fin. Si toda nuestra vida cristiana no nos lleva al encuentro profundo con Dios, no vale para nada.

Podrás ser un catedrático en teología pero si no te relacionas con el Dios que conoces no sirve de nada. Podrás donar tu tiempo a los pobres y enfermos, pero si no descubres a Dios en ellos, caes en la filantropía. Podrás cumplir a la perfección los mandamientos, pero si mediante ellos no te encuentras con tu Dios están vacíos de sentido. Podrás recibir una y otra vez los sacramentos, pero si no te unes a Dios a través de ellos se convierten en rituales sin valor alguno (1Cor. 13, 1-3).

La unión de corazones

El cielo, fin de nuestra vida terrena, es un profundo abrazo con Dios que dura eternamente. Tú, hoy tienes la posibilidad de abrazarte a Él y abandonarte en sus brazos durante la consagración a través de la unión con Él dejando que te conceda su intimidad en el silencio. No pretendas nada maravilloso. Acepta que tu Dios es sencillo y pequeño. Desde tu banca en la Iglesia, por tu fe sencilla, puedes recibir el don de los grandes místicos: el don de la unión de corazones. El tuyo y el de Él en silencio.

Escucha las palabras que pronuncia el sacerdote: Tomad y comed todos de él porque éste es mi cuerpo, que será entregado por vosotros. Es necesario que aceptes al Dios que se humilla y se abaja y se hace alimento por ti (Jn. 6, 35). Quiere vivir en ti y hacer de tu corazón su morada (Jn. 14, 23). Acepta su entrega y ofrécete a Él, tu también.

Oración en la elevación de la hostia

En el momento en que el sacerdote eleva la hostia en el altar di:

Espíritu Santo ven a mi alma. Deseo profundamente unirme en intimidad con el Sagrado Corazón de Jesús que se encuentra en la Eucaristía. Realiza la unión de nuestros corazones y permíteme vivir así mi día ofreciéndome y acogiéndolo.

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NUESTRA SEÑORA DEL PILAR – 12 de Octubre

La Virgen del PilarLa veneración a Nuestra Señora del Pilar y la Evangelización de España, son dos fenómenos fuertemente vinculados, pues fue en la ciudad celtíbera de Caesaraugusta, hoy conocida como Zaragoza, donde se erigió el primer templo mariano de la cristiandad, tras la aparición que la Virgen María hizo al apóstol Santiago a orillas del río Ebro.

La singularidad de esta aparición viene en que la Santísima Virgen seguía habitando Tierra Santabajo la protección del apóstol San Juan, tras la muerte y resurrección de su Hijo, y en fechas anteriores a su Asunción al Cielo. Según la Magna Moralia de San Gregorio Magno, escrita en el siglo VI, y cuyas copias del siglo XIII se conservan en la actualidad, el conocimiento de la aparición de la Santísima Virgen al apóstol Santiago el Mayor y a sus ocho acompañantes, estaba ya muy difundido desde épocas muy antiguas por toda la cristiandad.

Según recoge San Gregorio, el apóstol Santiago fue a despedirse de la Madre de Dios, quien se encontraba bajo la protección de su hermano Juan, antes de partir a Evangelizar a los pueblos paganos celtíberos de la provincia romana de Hispania Tarraconensis. En esa ocasión, la Virgen María le prometió al apóstol que allí donde más gentes se convirtieran a la palabra del Señor, allí Ella se manifestaría.

Santiago partió a lo que él habría conocido como Iberia, por su nomenclatura griega, y habiendo predicado en las tierras de los astures y los galaicos, recorrió las llanuras espartarias hasta llegar a la ciudad de Caesaraugusta, donde su predicación consiguió la conversión de muchos paganos a la Fe Verdadera. Encontrando una gran resistencia en la conversión de las almas para el Señor, el apóstol se entristeció por no haber convertido más que a un hombre en las tierras de los astures, y a ocho en Caesaraugusta. Sin dejarse vencer por la tentación de la desdicha, Santiago siguió predicando, buscando los momentos de oración en compañía de los ocho nuevos cristianos, quienes se retiraban por las noches a orillas del río Ebro a descansar y hablar acerca de Nuestro Señor.

Fue una noche de enero del año cuarenta, mientras que Santiago y sus discípulos se encontraban en oración, que escucharon el canto de los ángeles, que clamaban “¡Ave Maria Gratia Plena!“, y tras ellos venía la Madre de Dios, levantada sobre una columna de jaspe. La Virgen María se dirigió a los cristianos, pidiéndoles que le construyeran un templo en ese lugar, el cual prometió que se preservaría hasta el fin de los tiempos, sirviendo de fortaleza de la Evangelización para la conversión de las almas a la Salvación Eterna.

En ese momento, Santiago y los cristianos de Caesaraugusta, erigieron un pequeño templo de adobe dedicado a la Virgen, el cual sería motivo de numerosas peregrinaciones, y donde se reunirían para rezar, atrayendo a muchos a su causa. Más tarde, Santiago volvió a Jerusalén, esperando reencontrarse con la Santísima Virgen, glorificándose en el martirio hallado durante la persecución de Herodes Agripa. Más tarde, su cuerpo fue recuperado por sus discípulos hispanos, quienes lo enterraron en Iria Flavia.

Para los cristianos de Caesaraugusta, el pequeño santuario de la Virgen del Pilar, se fue convirtiendo en un importante centro de cristianización, consiguiendo ser sede de una diócesis en el siglo III, durante la persecución de Diocleciano. Desde el Pilar de Zaragoza, se salió aEvangelizar todas las provincias de Hispania, convirtiendo a pueblo y reyes por igual. La invasión visigoda trajo consigo la herejía del arrianismo, pero desde el Pilar se rogó por la conversión de los reyes visigodos al catolicismo, la cual se logró en la persona de Recaredo I en el siglo VI.

Un nuevo templo visigótico fue el testigo de la invasión musulmana del siglo VIII, aunque la diplomacia consiguió su supervivencia, trasladando la sede catedralicia al santuario mariano, llamado entonces de Santa María la Mayor. La ciudad de Caesaragusta, llamada Saraqusta por los musulmanes, vivió grandes cambios durante la dominación islámica, siendo necesario el pago de tributos para poder profesar la religión católica, así como una dura persecución y prohibición de construir nuevas iglesias. Al Templo de Santa María la Mayor se trasladaron gran parte de las reliquias de las iglesias vecinas, siendo de especial relevancia el cadáver de San Vicente.

La reconquista de Zaragoza, encabezada por el vizconde Gastón IV de Bearne en 1118, le consiguió recibir de manos del rey de Aragón, Alfonso I “el Batallador”, el señorío de Zaragoza, y con ello el patronazgo del Templo del Santa María, que se encontraba en un estado ruinoso, según atestiguó el entonces obispo de Zaragoza, Pedro de Librana.

En 1296, el Papa Bonifacio VIII emitió la bula Mirabilis Deus, en la que exhortaba  a los fieles a colaborar con el proyecto de reconstrucción de la iglesia presentado por el obispo Hugo de Mataplana, quien había propuesto agrandarla y convertirla al estilo gótico. Aunque el obispo Mataplana falleció en Roma antes de ver promulgada la bula, fue uno de sus sucesores, el arzobispo Don Alfonso de Aragón, hijo del Rey Católico Don Fernando II de Aragón, quien consiguió finalmente la financiación y ejecución del proyecto.

En el siglo XVI, el Papa Clemente VII fusionó los cabildos del Pilar y de la Seo de Zaragoza para evitar problemas de jurisdicción, y el Templo de Santa María la Mayor fue transformado nuevamente al estilo gótico-mudéjar.

En 1642, dos años después del Milagro de Calanda, en el cual una pierna le fue restaurada a un cojo tras pedir la intercesión de la Virgen, el ayuntamiento de Zaragoza concede el patronazgo de la ciudad de la Virgen del Pilar. En 1678, el rey Carlos II de España declara a la Virgen del Pilar patrona del Reino de Aragón, por instancias del virrey Duque de Segorbe y Cardona, Don Pedro Antonio Folch de Cardona y Enríquez de Mendoza, más conocido como Pedro Antonio de Aragón.

En 1670, el hermano natural del rey Carlos II, Don Juan José de Austria, promovió la siguiente reforma del Templo de Santa María al estilo barroco, proyectándose por Francisco de Herrera “el Mozo”. La primera piedra fue colocada en 1681 por el arzobispo de Zaragoza, Diego de Castrillo, y la inauguración del nuevo templo se llevó acabo en 1718.

En 1751, el rey Fernando VI de España aprueba el proyecto del arquitecto Ventura Rodríguez para reedificar la capilla barroca de la Virgen del Pilar, dentro del Templo de Santa María. Las obras no fueron completadas hasta el año de 1872, debido a las múltiples guerras y conflictos ocurridos durante el siglo XIX.

Durante la invasión francesa, ocurriendo los famosos Sitios de Zaragoza, los defensores de las ciudad se refugiaron en el inacabado Templo de Santa María, donde fueron bombardeados por los franceses, causando grandes estragos en las inmediaciones del templo. Sin embargo, una bomba caída dentro de una de las capillas no explotó milagrosamente. Los sitios finalizaron, y con ello las obras del templo.

En 1872, al finalizar las obras, el Templo de Santa María fue consagrado como Basílica de Nuestra Señora del Pilar, dignificando así las gracias que la Santísima Virgen quiso derramar al apóstol Santiago y al pueblo evangelizado por el discípulo.

En el año 1905, un grupo encabezado por la reina Doña María Cristina de Habsburgo-Lorena, consiguió el apoyo del Papa San Pío X para celebrar la coronación canónica de la Virgen del Pilar, llevada acabo el 20 de mayo de ese año. Un Real Decreto promulgado por Alfonso XIII el 8 de octubre de 1908, concedió la Virgen el título de Capitán General, colocándosele el fajín y manto al año siguiente.

El 3 de agosto de 1936, la Basílica de Nuestra Señora del Pilar fue bombardeada durante laGuerra Civil por el bando republicano. Ninguna de las tres bombas que cayeron sobre la basílica lograron explotar, corroborando la promesa de la Virgen de permanecer ahí hasta el fin de los tiempos.

La Virgen del Pilar, asume los patronazgos de la ciudad de Zaragoza, del Reino de Aragón, de laHispanidad, de la Guardia Civil, entre muchos otros.

Leido en Infovaticana.

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SAN JUAN XXIII -11 DE OCTUBRE

Pope John XXIII - 1959.jpgÁngelo Giuseppe, internacionalmente conocido por su afabilidad como el «papa bueno», nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, Bérgamo, Italia. Era el cuarto de trece hermanos de una humilde familia de fervorosos campesinos. Creció arropado por las hondas convicciones religiosas del clan Roncalli. Su tío y padrino Zaverio influyó notablemente en su formación espiritual. Ingresó en el seminario de Bérgamo en 1892.

En 1895 comenzó a redactar su extraordinario Diario del alma mientras realizaba ejercicios espirituales. No solo consignó en él buenos propósitos sino que, al ser fiel a ellos, arrebató para su vida un cúmulo de bendiciones. Incluyó pautas cotidianas de oración, reflexión, examen de conciencia, lectura de libros piadosos, rezo a María, de la que fue devoto, etc. Un programa minucioso que iba ampliando atendiendo al mes, al año, y en todo tiempo, caracterizado por la concisión en cuanto a las prácticas de las virtudes en las que juzgó debía progresar. Se encomendaba a sus santos preferidos, que eran junto a Bernardino, Luís Gonzaga, Estanislao de Kostka y Juan Berchmans, todos adalides de la pureza a la que aspiraba. Entonces advirtió que le conduciría al altar la «vida oculta, oración y trabajo. Orar y trabajar, trabajar orando».

El Diario muestra su extraordinaria sensibilidad plasmada en su amor a Cristo, a la Iglesia, a su familia y al género humano: «cualquier forma de desconfianza o de trato descortés con alguien –sobre todo, si se trata de débiles, pobres o inferiores–, cualquier dureza o irreflexión de juicio me procuran pena e íntimo sufrimiento». Revela la conciencia de su propia indigencia –«el Miserere por mis pecados debería ser mi plegaria más familiar»–, la humildad y generosidad de un alma nobilísima, dispuesta a conquistar la santidad: «el pensamiento de que estoy obligado, como mi tarea principal y única, a hacerme santo cueste lo que cueste, debe ser mi preocupación constante; pero preocupación serena y tranquila, no agobiante y tirana». En suma, el Diario revela la trayectoria vital y espiritual de este gran hombre de Dios. Es uno de esos textos que, por su enseñanza, merecen estar en la cabecera de cualquier persona.

Becado en 1901 por la diócesis de Bérgamo, prosiguió su formación en el Pontificio seminario romano. Mientras aguardaba el momento de su ordenación, que se produjo en 1904, cumplió el servicio militar. En 1905 fue designado secretario del obispo de Bérgamo, Giacomo María Radini Tedeschi, misión que simultaneó como profesor en el seminario de diversas disciplinas y otras acciones pastorales y apostólicas. Comenzaba a ser reconocido como excelente predicador y reclamado por diversas instituciones católicas. Monseñor Radini murió en 1914, y al año siguiente el futuro pontífice tuvo que partir al frente actuando como sargento sanitario y capellán de los combatientes heridos en la batalla.

Culminada la Primera Guerra Mundial, creó la «Casa del estudiante» y desempeñó una gran labor entre los alumnos. Fue director espiritual del seminario en 1919, y a partir de entonces su carrera diplomática fue imparable. Presidió el consejo central de las Obras pontificias para la Propagación de la Fe, fue visitador apostólico y obispo de Bulgaria con sede en Areópoli, delegado apostólico en Turquía y Grecia, nuncio apostólico en París, y finalmente, cardenal y patriarca de Venecia en 1953. En estas relevantes misiones fueron evidentes su sencillez y apertura, así como su carácter respetuoso y dialogante. Era un observador excepcional y supo actuar con prudencia y tacto en todos los momentos delicados que se le presentaron. Ya entonces acogió a miembros de otras religiones. A su paso fue dejando copiosos frutos, apaciguando los ánimos entre el clero y el estamento diplomático. En la Segunda Guerra Mundial ayudó a muchos judíos proporcionándoles el «visado de tránsito». Siempre tuvo presente el fiatevangélico: «Basta la preocupación por el presente; no es necesario tener fantasía y ansiedad por la construcción del futuro».

Cuando en 1958, contando ya 77 años, fue elegido pontífice, nadie pudo imaginar –y menos él mismo– que su pontificado iba a suponer un hito de insondables proporciones en la Iglesia. «No puedo mirar demasiado lejos en el tiempo», decía. Sin embargo, en cinco años escasos fue artífice de una renovación sin precedentes.«Obediencia y paz», el lema que escogió cuando fue nombrado obispo de Bulgaria, seguía animando su vida que le urgía al amor. No se olvidó de los enfermos, especialmente de los niños, ni de los presos a los que confortó visitándoles, portando con su testimonio el evangelio de la mansedumbre, de la alegría evangélica y de la generosidad. Fue un intrépido apóstol, creativo, innovador… Con ese gesto de paz que le acompañó abría sus brazos a todos. Pero fue también un papa firme. No dudó en cercenar de raíz formas de vida de la curia que juzgó impropias de su condición, logró que se respetasen los derechos laborales de los empleados del Vaticano, designó cardenales a miembros de países lejanos del Oriente y de América, algo novedoso en la Iglesia, etc.

A los tres meses de pontificado convocó el Concilio Vaticano II, y poco después mantuvo un encuentro con el arzobispo de Canterbury. El Concilio se inició el 11 de octubre de 1962 y con él franqueó la puerta al ecumenismo. «Lo que más vale en la vida es Jesucristo bendito, su santa Iglesia, su Evangelio, la verdad y la bondad», dijo antes de morir. Había querido renovar la Iglesia con el fin de que pudiese afrontar su misión evangelizadora en la etapa moderna en la que estaba inserta con este luminoso criterio: fijarse «en lo que nos une y no en lo que nos separa». Escribió ocho encíclicas, entre otras, la Pacem in terris y Mater et Magistra. En mayo de 1963 se conoció el funesto diagnóstico: cáncer de estómago. Murió el 3 de junio de ese año en medio de la consternación del mundo que le amaba profundamente. Juan Pablo II lo beatificó el 3 de septiembre de 2000 indicando que su fiesta se celebrase el 11 de octubre. Francisco lo canonizó el 27 de abril de 2014.

Lerido en Catholic.net

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XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – 11 de Octubre

ASÍ TENDRÁS UN TESORO EN EL CIELO

SAN MARCOS 10,17-30

En aquel tiempo, cuando Jesús salía al camino se le acercó uno corriendo, se arrodillo y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

Jesús le contestó:  ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.

Él replicó: Maestro, todo esto lo he cumplido desde pequeño.

Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo a sus discípulos: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo–, y luego sígueme.

A estas palabras él frunció el ceño y se marcho pesaroso porque era muy rico.

Jesús mirando alrededor, dijo: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!

Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió:

Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.

Ellos se espantaron y comentaban: Entonces, ¿quién puede salvarse?

Jesús se les quedó mirando y les dijo: Es imposible para los hombres no para Dios. Dios lo puede todo.

Pedro se puso a decirle:  Ya ves que nosotros lo hemos dejado y te hemos seguido.

Jesús dijo:  Os aseguro, que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones–, y en la edad futura la vida eterna.

El dinero que no deja vivir

En el evangelio de Marcos de este domingo XXVIII se narra el conocido encuentro de Jesús con el joven rico. El Maestro le pide entrega y exclusividad, le pide ser el primero para él. Pero aquel joven era muy rico y las riquezas le tenían secuestrado. Aunque parezca un contrasentido, resulta que la esclavitud por el dinero no deja vivir. Y, sin embargo, el dinero bien utilizado y repartido es un seguro de vida para muchos. Todo ello debe decirse sin rodeos en estos tiempos difíciles de una tremenda crisis económica. No adoremos al dinero y busquemos con lo mucho o lo poco que tengamos la felicidad de todos los hermanos y hermanas especialmente los más pobres y necesitados.

ORACIÓN: ¿QUÉ ME FALTA, SEÑOR?

Pienso que soy justo y, mirando en mí sendero,

encuentro abundantes deficiencias y debilidades.

Digo darme, y me quedo con lo mío

Presumo de ser bueno, y juzgo

a los que no son como yo.

Digo ser humilde, y me encanta ser juez.

¿QUÉ ME FALTA, SEÑOR?

Dime, Jesús, qué me falta y qué me sobra

para ser merecedor de la Vida Eterna.

Dime, Jesús, qué me falta

para entrar un día por las puertas del cielo.

¿QUÉ ME FALTA, SEÑOR?

Dame un poco de fe, para ver con claridad.

Un poco de caridad, para dar lo que pueda.

Un poco de esperanza, para no apartarme de Ti

Y entonces, Jesús. Tal vez, Señor,

me daré cuenta de “esa cosa”

que me hace falta o que me sobra

para alcanzar la Vida Eterna.

Amén.

 

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LA CONFESIÓN Y SUS FRUTOS

confesion.jpgLa confesión no existe sólo para perdonar pecados graves. Sabemos que el pecado grave es grave; en cambio el venial, es venial; y las imperfecciones, simples faltas de amor. Pero, el amor hace que también nos duelan las faltas pequeñas, sabiendo que son pequeñas. Es un medio excelente de santificación: divino. El lugar de encuentro con la Misericordia infinita de Dios. Y nos interesa mucho vernos inundados por ella. Purificados por la gracia. Santificados por su amor.

1. Por el hecho de ser un sacramento, su principal efecto es aumentarnos gracia santificante, es decir, la participación de la vida divina en nuestra alma. Y junto con al gracia, las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, y los dones del Espíritu Santo.

2. Este encuentro con la misericordia infinita de Dios va purificando cada vez más nuestra alma. La confesión va remitiendo de parte de la pena temporal debida por nuestros pecados.

3. Con los consejos y aclaraciones que nos dan, ayuda a formar la propia conciencia.

4. La confesión supone varios actos de humildad: hacer examen de conciencia, sinceridad al acusarse de los pecados, superar la vergüenza, obediencia al cumplir la penitencia. Por eso nos hace crecer en esta virtud.

5. Nos permite reconocer mis faltas pequeñas concretas y pedir perdón por ellas. ¿Qué críticas hice hace tres meses? No lo recuerdo. ¿Distracciones u omisiones voluntarias en la oración? ¿Discusiones, ironías faltas de caridad, etc.? En concreto, no me acuerdo. Sé, en general, que debo haber fallado en esas cosas… pero en concreto, sería imposible acordarse. De mis faltas más “gordas” puedo acordarme, pero no de las más comunes, de las que entonces no me arrepentiría por olvido. Más allá que la confesión me perdone también las faltas que sin culpa propia no puedo confesar por olvido, y que Dios nos perdona mucho más de lo que somos capaces de darnos cuenta, sacaríamos mucho más provecho para nuestras almas si las tuviéramos en cuenta.

6. Lo dicho en el número anterior, explica que nos haga crecer en conocimiento propio: la confesión frecuente lleva consigo el examen habitual de nuestra vida. Puedo conocer mejor en qué tengo que mejorar, qué defectos tengo que superar, etc.

7. Nos ayuda a luchar para ser santos. Todos tenemos experiencia de nuestra poca “autonomía de vuelo” y de hecho, nos esforzamos especialmente por mejorar en los períodos de tiempo cercanos a la confesión. Con el paso del tiempo con facilidad vamos aflojando en ese empeño. La explicación es que la confesión nos da una gracia específica para luchar en las cosas en que nos confesamos: Dios no sólo nos perdona, sino que de alguna manera se compromete en ayudarnos a superar esa dificultad. Así la confesión frecuente se convierte en un “arma” indispensable en el camino de la santidad.

8. Recibir la misericordia divina, nos impulsa a ser también nosotros misericordiosos con los demás.

9. Si procuramos confesarnos habitualmente con el mismo confesor, nos conocerá mejor, lo que permitirá que sus consejos sean más personales según las necesidades de nuestra alma.

10. Nos llena de alegría y paz interior.

¿Cada cuanto sería bueno que me confiese?

En general no hay reglas fijas. El único punto de referencia es la obligación que nos señala la Iglesia de hacerlo al menos una vez al año (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1457).

Dependerá de las necesidades de cada alma y de la facilidad que se tenga para encontrar un confesor.

Quien está en pecado mortal, debería confesarse cuanto antes para recuperar la gracia, y así tener la gracia santificante vivificando su vida, al Espíritu Santo habitando en su alma, y también para poder volver a comulgar.

Quien no tiene pecados mortales, dependerá de sus expectativas de santidad: cuanto más santo quiera ser, más se confesará (obviamente dentro de ciertos límites, en principio no hace falta hacerlo más de una vez por semana).

A un cristiano practicante, que quiere evitar el pecado y vivir cerca de Dios, le aconsejaría que lo haga al menos una vez por mes.

A un cristiano que quisiera cultivar su vida interior, le aconsejaría hacerlo cada quince días –o incluso semanalmente-, para así poder también tener una guía para su alma. Basta recordar que una de las condiciones para ganar indulgencias es la confesión dentro de la semana en que se ha realizado la acción de indulgencia.

 

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OCTUBRE : MES DEL ROSARIO


Virgen del Rosario, San NicolásLa Iglesia ha dedicado un mes, el de Octubre, para honrar a María con el rezo del Santo Rosario

Origen e historia de esta devoción:

En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses, como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra “rosario” significa «corona de rosas».

Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.

La Iglesia recomendó entonces rezar el rosario, el cual consistía en recitar los 150 salmos de David, pues era considerada una oración sumamente agradable a Dios y fuente de innumerables gracias para aquellos que la rezaran. Sin embargo, esta recomendación sólo la seguían las personas cultas y letradas pero no la mayoría de los cristianos. Por esto, la Iglesia sugirió que aquellos que no supieran leer, suplantaran los 150 salmos por 150 Avemarías, divididas en quince decenas. A este “rosario corto” se le llamó “el salterio de la Virgen”.

Cuenta la Historia que un día, a finales del siglo XII, Santo Domingo de Guzmán quien sufría mucho al ver que la gravedad de los pecados de la gente estaba impidiendo la conversión de los albigenses, decidió ir al bosque a rezar. Estuvo en oración tres días y tres noches haciendo penitencia y flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se le apareció la Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para convertir a las almas duras no era la flagelación, sino el rezo de su salterio.

Santo Domingo se dirigió en ese mismo momento a la catedral de Toulouse, sonaron las campanas y la gente se reunió para escucharlo. Cuando iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento muy fuerte que hizo que la gente se asustara. Todos los presentes pudieron ver que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral alzaba tres veces los brazos hacia el Cielo. Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la Virgen y la tormenta se terminó.

En otra ocasión, Santo Domingo tenía que dar un sermón en la Iglesia de Notre Dame en París con motivo de la fiesta de San Juan y, antes de hacerlo, rezó el Rosario. La Virgen se le apareció y le dijo que su sermón estaba bien, pero que mejor lo cambiara y le entregó un libro con imágenes, en el cual le explicaba lo mucho que gustaba a Dios el rosario de Avemarías porque le recordaba ciento cincuenta veces el momento en que la humanidad, representada por María, había aceptado a su Hijo como Salvador.
Santo Domingo cambió su homilía y habló de la devoción del Rosario y la gente comenzó a rezarlo con devoción, a vivir cristianamente y a dejar atrás sus malos hábitos.

Santo Domingo murió en 1221, después de una vida en la que se dedicó a predicar y hacer popular la devoción del Rosario entre las gentes de todas las clases sociales para el sufragio de las almas del Purgatorio, para el triunfo sobre el mal y prosperidad de la Santa Madre de la Iglesia.

El rezo del Rosario mantuvo su fervor por cien años después de la muerte de Santo Domingo y empezó a ser olvidado.

En 1349, hubo en Europa una terrible epidemia de peste a la que se le llamó ¨la muerte negra” en la que murieron muchísimas personas.
Fue entonces cuando el fraile Alan de la Roche, superior de los dominicos en la misma provincia de Francia donde había comenzado la devoción al Rosario, tuvo una aparición, en la cual Jesús, la Virgen y Santo Domingo le pidieron que reviviera la antigua costumbre del rezo del Santo Rosario. El Padre Alan comenzó esta labor de propagación junto con todos los frailes dominicos en 1460. Ellos le dieron la forma que tiene actualmente, con la aprobación eclesiástica. A partir de entonces, esta devoción se extendió en toda la Iglesia.

¿Cuándo se instituyó formalmente esta fiesta?

El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios, a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota. En Roma estaba el Papa despachando asuntos cuando de pronto se levantó y anunció que sabía que la flota cristiana había sido victoriosa. Ordenó el toque de campanas y una procesión. Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre.

Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de Octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.

La fuerza del Rosario

A lo largo de la historia se ha visto como el rezo del Santo Rosario pone al demonio fuera de la ruta del hombre y de la Iglesia. Llena de bendiciones a quienes lo rezan con devoción. Nuestra Madre del Cielo ha seguido promoviéndolo, principalmente en sus apariciones a los pastorcillos de Fátima.

El Rosario es una verdadera fuente de gracias. María es medianera de las gracias de Dios. Dios ha querido que muchas gracias nos lleguen por su conducto, ya que fue por ella que nos llegó la salvación.

Todo cristiano puede rezar el Rosario. Es una oración muy completa, ya que requiere del empleo simultáneo de tres potencias de la persona: física, vocal y espiritual. Las cuentas favorecen la concentración de la mente.

Rezar el Rosario es como llevar diez flores a María en cada misterio. Es una manera de repetirle muchas veces lo mucho que la queremos. El amor y la piedad no se cansan nunca de repetir con frecuencia las mismas palabras, porque siempre contienen algo nuevo. Si lo rezamos todos los días, la Virgen nos llenará de gracias y nos ayudará a llegar al Cielo. María intercede por nosotros sus hijos y no nos deja de premiar con su ayuda. Al rezarlo, recordamos con la mente y el corazón los misterios de la vida de Jesús y los misterios de la conducta admirable de María: los gozosos, los dolorosos, los luminosos y los gloriosos. Nos metemos en las escenas evangélicas: Belén, Nazaret, Jerusalén, el huerto de los Olivos, el Calvario, María al pie de la cruz, Cristo resucitado, el Cielo, todo esto pasa por nuestra mente mientras nuestros labios oran.

Las Letanías

El Rosario no es una oración litúrgica, sino sólo un ejercicio piadoso. Las Letanías forman una parte oficial de la liturgia en cuanto que las invocaciones reciben permiso de la Santa Sede. Se cree que su origen fue, probablemente, antes del siglo XII.

La forma actual en la que las rezamos se adoptó en el santuario mariano de Loreto, en Italia y por eso se llama Letanía lauretana. En 1587, el Papa Sixto V la aprobó para que la rezaran todos los cristianos. Todos los cristianos hemos recurrido a la Virgen en momentos de alegría llamándola “Causa de nuestra alegría”, en momentos de dolor diciéndole “Consoladora de los afligidos”, etc.
Podemos rezar las Letanías con devoción, con amor filial, con gozo de tener una Madre con tantos títulos y perfecciones, recibidos de Dios por su Maternidad divina y por su absoluta fidelidad. Al rezarlas, tendremos la dicha de alabar a María, de invocar su protección y de ser ayudados siempre ya que la Virgen no nos deja desamparados.

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