XXVI DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – 25 de Septiembre

«Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto»

(San Lucas 16, 19-31)

SANTO EVANGELIO

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:

 «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió que se murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: «Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas».

Pero Abrahán le dijo: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros».

Él dijo: «Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también vengan ellos a este lugar de tormento».

Abrahán le dice: «Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen».

Pero él le dijo: «No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán»

Abrahán le dijo: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto»».

Palabra del Señor.

REFLEXIÓN:

Jesús actuaba y hablaba con plena franqueza, decía con libertad lo que tenía que decir, tanto a los de arriba como a los de abajo, tanto a los ricos como a los pobres. Tocaba, además, todos los temas. En muchas ocasiones sus palabras aquietan el alma, en otras inquietan al hombre. Habla de premio pero también de castigo. Nos refiere cuán grande es el amor y la misericordia del Padre, pero nos advierte también cuán terrible es su ira y su eterno castigo. Él nos quiere transmitir la verdad, pero toda la verdad, esa que nos hace libres y nos redime si la aceptamos con el entendimiento y la acatamos con la voluntad, luchando para que toda nuestra vida se acople a las enseñanzas del Evangelio.

Los cristianos de hoy debemos ser los primeros en defender una justicia social evangélica, optando por una sociedad cristiana en la que la distancia entre ricos y pobres sea cada día menor y en la que los Epulones y los Lázaros se vean y se ayuden mutuamente, más como hermanos que se necesitan, que como enemigos que se autodestruyen.

No podemos los cristianos decir que estamos dando verdadero culto a Dios si no practicamos una verdadera justicia social cristiana. Los grandes santos fueron personas misericordiosas y defensoras de los más pobres y necesitados. Pensemos, entre otros muchos, en san Pablo, en san Agustín, en san Francisco de Asís, san Juan Bosco, en la madre Teresa de Calcuta y en tantos y tantos otros. Un cristianismo que no practique la justicia social no es un verdadero cristianismo.

ORACION:

NO SEA YO, SEÑOR, COMO EL RICO EPULÓN

Que no me ciegue la riqueza terrena

Que cuide con esmero riqueza interior

NO SEA YO,  SEÑOR, COMO EL RICO EPULÓN,

Si estoy indiferente ante la miseria, sacúdeme

Si soy insensible a tu llamada, de nuevo háblame

NO SEA YO, SEÑOR, COMO EL RICO  EPULÓN

Y al lleguar el día de partir, que esté preparado

Y al lleguar el día de morir, que sea para ir Ti

NO SEA YO, SEÑOR, COMO EL RICO  EPULÓN

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SAN PIO DE PIETRELCINA – 23 de Septiembre

Saint Pio of Pietrelcina

Francesco Forgione es una de las figuras emblemáticas del siglo XX, extraordinariamente probado y aclamado como santo antes de su muerte. Lo inexplicable tuvo en él a uno de sus insignes representantes. Fue, sin proponérselo, vía de controversia para los incrédulos, de los que eligieron la razón como bandera. Es un instrumento del cielo para mostrar a los reticentes y al resto del mundo la grandeza y el poder infinito del amor de Dios, clave única de tanto misterio acogido sin dudar por los sencillos y humildes de corazón. Un caudal de dones: estigmas, bilocación, curación, profecía, lágrimas, penetración de espíritu, de perfume (sus estigmas olían a flores), etc., fueron llegando a la vida de este capuchino, que solo quiso ser «un fraile que reza», en medio de incontables sufrimientos, sirviéndole como peana para alcanzar la gloria eterna. «Los ángeles solo nos tienen envidia por una cosa: ellos no pueden sufrir por Dios. Solo el sufrimiento nos permite decir con toda seguridad: Dios mío, mirad cómo os amo». Entendió perfectamente las palabras de Cristo: «Casi todos vienen a mí para que les alivie la cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla». Este moderno cirineo no vaciló; portó la cruz elegantemente hasta el fin de sus días, unido al Redentor, infundiendo aliento a los demás y ayudándoles a llevar la suya: «Ten por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡coraje! y adelante siempre».

Nació en Pietrelcina, Italia, en el seno de una humilde familia, el 25 de mayo de 1887; fue el cuarto de ocho hijos. A los 5 años tuvo la primera aparición del Sagrado Corazón de Jesús, y tiempo después comenzaron las de la Virgen, que perduraron siempre. A esa edad le asaltaron los envites del diablo, que no cesaron de atormentarle a lo largo de su existencia. Su ángel de la guarda, cuya presencia se le hizo patente, le fue asistiendo en su misión. Fue un niño silencioso, disciplinado, tímido, sensible y estudioso. Devotísimo de Jesús y de María, se las ingenió para que el sacristán le permitiese acudir al Sagrario cuando el templo estaba cerrado. Era pequeño cuando por su mediación sanó un niño que tenía malformaciones y al que su madre, desesperada, arrojaba contra el altar. Ingresó con los capuchinos en 1903. La víspera se le apareció la Virgen acompañando a su divino Hijo, quien le animó en el paso que iba a dar poniendo la mano sobre su hombro. En otras visiones terribles de sesgo diabólico había contemplado los sufrimientos que le esperaban, y Cristo le confortó asegurándole que estaría junto a él hasta el fin del mundo. También María le consoló.

Se ordenó en Benevento en 1910 con este sentimiento: «Que yo sea un altar para tu Cruz. Un cáliz de oro para tu sangre». No gozó de buena salud. De pequeño había estado a punto de morir de fiebres tifoideas, y aún así llevó una vida austera, de grandes ayunos y penitencias. Poco después de ordenarse, muy enfermo tuvo que regresar a Pietrelcina para reponerse. Fue de convento en convento y sirvió en filas; seguía sin mejorar. En 1912 este fraile de fuerte carácter y cierta rudeza, pero de inmenso corazón, percibió los primeros signos de los estigmas y, aún fugazmente, el amor místico. En 1916 partió a San Giovanni Rotondo con idea de pasar un tiempo, pero permaneció allí el resto de su vida. En agosto de 1918 experimentó la transverberación, sintiéndola como un dardo de fuego que se le clavaba en el corazón, y en septiembre los estigmas, «visibles y sangrantes» que nunca cesaron.

Había recibido el don de aglutinar en torno a sí a personas que demandaban su consejo espiritual; no las decepcionó. Asistió a todas a través de exhortaciones, diálogos y un sinfín de cartas que cursó hasta que fue vetado por las autoridades eclesiásticas que examinaban concienzudamente su caso. Y es que en 1918, al quedar al descubierto las llagas de Cristo que había recibido en sus manos, pies y costado izquierdo, comenzó otro calvario uniéndose los combates contra el diablo que arremetía contra él casi de continuo. A cada uno se nos concede la gracia que nos basta. Al P. Pío no le faltó tampoco en medio de la estrecha vigilancia a la que fue sometido, sobre todo entre los años 1922 y 1923. El Santo Oficio dudaba de la «sobrenaturalidad de los hechos» y ello le acarreó no pocos sufrimientos. No pudo oficiar misa públicamente ni remitir escrito alguno, de modo que no pudo responder a las misivas que iban llegando al convento. Los numerosos fieles que acudían a sus misas, que duraban horas y en las que mostraba su profunda adoración al misterio del sacrificio del Redentor, no pudieron acompañarle. En 1931 la situación empeoró. La orden dictada era estricta; se redujo a la celebración privada de la misa. Dos años más tarde cesó esta restricción y en 1934 pudo confesar. Atrás quedaba una década de reclusión en su celda, soportando interrogatorios entre las sospechas de sus hermanos, de miembros de la Santa Sede, médicos y otros.

Entretanto, se multiplicaron las conversiones en torno al santo que había llegado a pasar 16 horas diarias en el confesionario; tenía una lista de espera de varios días porque la gente quería ser dirigida por este sacerdote que reprendía con dureza las faltas de amor. Ello se debía,  por la intensísima pasión por lo divino que inundaba sus entrañas: «Todo se resume en esto: estoy devorado por el amor a Dios y el amor al prójimo. ¿Cómo es posible ver a Dios que se entristece ante el mal y no entristecerse de igual modo? Yo no soy capaz de algo que no sea tener y querer lo que quiere Dios». En 1940 proyectó la «Casa Alivio del Sufrimiento», inaugurada en 1956. En 1960 fue objeto de nuevas prohibiciones; en 1964 las levantaron. Murió el 22 de septiembre de 1968, tras medio siglo con los estigmas. Juan Pablo II lo beatificó el 2 de mayo de 1999, y lo canonizó el 16 de junio de 2002.

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PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO – 22 de Septiembre

El Santo Padre Francisco en la misa de este jueves en Santa Marta señaló que el Espíritu Santo nos da una santa inquietud, diversa de aquella que produce la conciencia sucia, y profundizó  cómo la vanidad maquilla la vida y se transforma en una osteoporosis del alma.

El Santo Padre ha explicitado el tema de la inquietud partiendo del Evangelio de hoy, en el que el rey Herodes se agita porque después de haber asesinado a san Juan Bautista, se siente amenazado por Jesús, y preocupado como su padre, Herodes el Grande, después de la visita de los Reyes Magos.

En nuestra alma, explica Francisco pueden nacer dos inquietudes: “la buena” que “la da el Espíritu Santo y que hace que el alma esté inquieta para realizar cosas buenas” y la mala, “que nace de una conciencia sucia”. Y los dos Herodes resolvían su inquietud asesinando, avanzaban “sobre los cadáveres de la gente”.

Quienes viven con la conciencia sucia tienen en un “prurito continuo, una urticaria que no les deja en paz”. Sin olvidar que el mal “tiene siempre la misma raíz: la avidez, la vanidad y el orgullo” y estas tres cosas no dejan a la conciencia en paz y no dejan entrar la sana inquietud del Espíritu, pero llevan a vivir con miedo.

El Santo Padre señala también la lectura del día, que habla de “la vanidad que nos hincha” y la ilustra “como una burbuja de jabón”. Y se interroga: “¿Qué ganancia obtiene el hombre por todo este esfuerzo con el que se agita?”, y todo para para aparecer, fingir y parecerse a algo. “La vanidad es como una osteoporosis del alma: o sea desde afuera parece buena, pero adentro está todas arruinada. La vanidad nos lleva al fraude”.

San Bernardo, recuerda el Papa, dice una frase fuerte a los vanidosos: ‘Piensa en lo que serás, comida de los gusanos. Y todo este maquillarse es una mentira, porque te comerán los gusanos y no serás nada”. Entonces, ¿de dónde viene la fuerza de la vanidad? Del empuje de la soberbia y maldades, así piensan: “No permitan que se vea una equivocación, escondan todo, todo se esconde”.

“Cuanta gente conocemos que parece… ¡Que buena persona!, va a misa todos los domingos…”. Incluso la vanidad “de aparecer con carita de santo” cuando después “la verdad es otra”.

Nuestro refugio ante todo esto “lo hemos leído en el salmo: Señor tú eres nuestro refugio de generaciones en generaciones”. Y antes en el Evangelio hemos recordado: Yo soy el camino, la verdad y la vía. Esta es la verdad, no el maquillaje de la vanidad. Que el Señor nos libre de estas tres raíces de todos los males: la codicia, la vanidad y el orgullo. Pero sobre todo de la vanidad, que produce tanto mal”.

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XXV DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – 18 de Septiembre

«NO PODÉIS SERVIR A DIOS Y AL DINERO»

(San Lucas 16, 1-13)

SANTO EVANGELIO

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.

Entonces lo llamó y le dijo: «¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando».

El administrador se puso a decir para sí: «¿Qué voy a hacer, pus mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.»

Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: «¿Cuánto debes a mi amo?»

Éste respondió: «Cien barriles de aceite.»

Él le dijo: «Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta.»

Luego dijo a otro: «Y tú, ¿cuánto debes?»

Él contestó: «Cien fanegas de trigo».

Le dijo: «Aquí está tu recibo, escribe ochenta».

Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.

Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.

El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.

Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?

Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».

Palabra del Señor.

COMENTARIO: La parábola del evangelio ha causado, a veces, dificultades de interpretación al presentar como ejemplo a un sinvergüenza. Naturalmente que para Jesús el administrador es un hombre injusto; pero lo que se propone a modo de ejemplo es su habilidad, el saber emplear con visión el dinero que administra. En él se alaba la actitud del hábil gerente que mira al futuro y lo prevé sabiendo negociar con su actual situación. Esta es la actitud que Jesús pide al que emprende el camino del evangelio. Pero la astucia del discípulo en Jesús no consiste en prepararse una salida airosa en lo económico, sino en renunciar a los bienes materiales para entrar en el reino de Dios. Abandonando los bienes aquí, por el reino, se está ya actuando con una mentalidad evangélica. Palabras claras para actitudes valientes. La prueba de fuego viene a ser la actitud ante los bienes o, dicho de otro modo, la confianza en Jesús y su palabra. Aceptar las promesas de Jesús exige el abandono del dinero traidor. Para comprender esto, es preciso la fuerza de Dios y actitudes generosas en orden a establecer unas categorías diferentes que las que rigen nuestra propia sociedad. El dinero puede ser obstáculo real para el acercamiento y el encuentro con Dios. En una sociedad de opresión económica como la nuestra es muy difícil entender palabras como éstas. San Agustín en su comentario a este evangelio hace una llamada a la generosidad, a pesar de que a veces podamos ser engañados

SAN ALONSO DE OROZCO  –  18 de Septiembre San Alonso de Orozco (Wiki commons)

Dejó una imborrable estela en el Madrid del siglo XVI como insigne predicador e incansable apóstol. Nació el 17 de octubre de 1500 en Oropesa, localidad toledana integrada en la diócesis de Ávila, España, y de cuyo castillo era gobernador su padre, Hernando de Orozco. Debía su nombre a una profunda convicción de su madre quien, hallándose encinta y pensando cómo habría de llamar al hijo que esperaba, sintió que la Virgen María le sugería el nombre de Alonso en honor de san Ildefonso, puesto que deseaba que el niño fuese su «capellán». Sus tres hermanos se abrazaron, como él, a la vida religiosa. Su infancia también se caracterizó por su amor a Dios y la clara voluntad de consagrarle su vida. 

Cursó estudios elementales en Talavera de la Reina, donde fue monaguillo, y en Toledo, de cuya catedral fue «seise» (niño de coro). En esta época se originó su afición por la música y nunca perdió su dilección por ella. Los estudios universitarios los realizó en Salamanca. Su intención era cursar leyes como su hermano Francisco y secundándole ingresó en el convento de los ermitaños de San Agustín, un lugar que habían encumbrado con su virtud venerables e insignes figuras, entre otros: san Juan de Sahagún y santo Tomás de Villanueva. Alonso tomó el hábito de manos de éste último en 1523.

Después de ser ordenado sacerdote, completó sus estudios en la universidad salmantina, pero su camino no discurriría por la vertiente académica, sino por la vía de la predicación que le encomendaron, prestigioso ministerio en la época. No se destinaba a cualquiera para esta misión ya que requería una sólida formación, además de unas cualidades para la oratoria que no están en manos de todos. Ahora bien, no era cuestión de talento o condiciones; era un asunto de virtud. Como Alonso la poseía, Dios le dio la gracia de llegar al corazón de las gentes de diversa procedencia, y obtener incontables conversiones a través de sus palabras y de acciones apostólicas que le hicieron muy popular. Lo mismo alternaba con la corte y nobleza, se codeaba con escritores ya inmortales como Quevedo y Lope de Vega, que se volcaba en el pueblo. Eran las gentes humildes y sencillas quienes se sentían identificadas por el testimonio de su vida austera y su ardiente caridad con los enfermos, los abandonados y los reclusos.

Doña Juana, hija de Carlos V, le admiraba profundamente por haberle escuchado predicar en Valladolid; le acogió como predicador real, misión ratificada por su padre en 1554 y por Felipe II. Pero antes de recalar en Madrid, Alonso ya había desempeñado el oficio de prior de los conventos de Medina, Soria, Sevilla, Granada y Valladolid. Además, fue visitador de Andalucía y definidor provincial. Una artritis gotosa frustró su anhelo de evangelizar y obtener la palma del martirio en Méjico; ya había emprendido el camino, y estando en Canarias se vio obligado a regresar al convento.

En 1561, cuando Felipe II le llamó a Madrid, le avalaba una larga trayectoria como religioso y como escritor, porque hallándose en Sevilla en 1542 había sentido que la Virgen le instaba a hacerlo: «¡escribe!», le dijo. Y de su pluma surgieron numerosos tratados de espiritualidad, libros, sermones, obras poéticas y una notable correspondencia. De modo que, entre su capacidad como predicador para elevar el corazón de las gentes a Dios, sus dotes musicales (tañía el clavicordio), que eran aclamadas por espíritus selectos, y su ingente producción literaria, coronadas por su virtud, amor a la oración y devoción por la Eucaristía y por María, que eran el centro de su vida, se comprende la expectación con la que se acogía su palabra y el cariño del pueblo llano que lo denominaba «el santo de San Felipe», aludiendo al nombre del convento madrileño en el que vivía.

Los que recurrían a él ignoraban la batalla interior que libraba. Durante treinta años padeció unos escrúpulos tales que solo cesaban durante la confesión y la celebración de la Santa Misa. En una etapa de su vida tuvo que luchar para defender su vocación al sentirse atraído por el mundo, escuchar la llamada del amor humano y tener que aceptar las dificultades del día a día dentro de la vida religiosa. «¡Oh cuántas veces estuve determinado de dejar la vida santa que había comenzado!», confesó después. En particular, siempre le costó tener que acoger obedientemente las misiones de gobierno que le confiaron: «Si algunas veces, ordenándolo vuestros ministros, sentí pesadumbre en aceptar […], al fin, peleando con mi voluntad, me sujetaba al yugo de la obediencia, en la cual Vos, bondad infinita, siempre me fuisteis favorable, de suerte que hallaba nuevas fuerzas adonde yo no pensaba». Todo lo superó con insistente oración, mortificación y vivencia de la radicalidad evangélica. De su intensa oración extrajo la sabiduría que vertía en sus numerosos textos.

En 1570 fundó el convento de las agustinas de la Magdalena de Madrid, en 1576 el de las agustinas y los agustinos de Talavera, y en 1588 el de agustinas de la Visitación, también en Madrid. Siempre preocupado por la santidad de todos, y sabiendo el alcance que tiene la misión sacerdotal, decía a los presbíteros: «no os engañéis diciendo no me siento devoto para celebrar, porque eso es decir que arda la lámpara sin echarle aceite o el fuego sin leña. El santo David dice que los carbones fríos son encendidos en la presencia de este santísimo fuego. Lleguémonos luego a él; que si flacos somos, él es nuestra fortaleza; y si pecadores, él es nuestra salud y remedio; y si tibios, él mismo se llamó fuego abrasador por su inmensa caridad y amor». A los 90 años, residiendo junto a un grupo de agustinos en la casa de doña María de Aragón, enfermó gravemente. Allí le visitaron Felipe II, Isabel Clara Eugenia y el cardenal Quiroga, entre otros. Murió el 19 de septiembre de 1591. León XIII lo beatificó el 15 de enero de 1882. Juan Pablo II lo canonizó el 19 de mayo de 2002

XXV

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AÑO JUBILAR

El Jubileo o Año Santo es en la Iglesia Católica Romana una celebración que tiene por objeto obtener la indulgencia plenaria.

El jubileo católico puede ser de dos clases: ordinario o extraordinario. El Año Santo ordinario, o año jubi­lar, es el celebrado en los intervalos preestablecidos por la Iglesia mientras que el extraordinario, o jubileo, es el proclamado como celebración de un hecho destacado.

Es el papa Bonifacio VIII quien convoca el primer Año Santo con la bula Antiquorum habet fida relatio de 22/febrero/1300 donde se precisa que para la obtención de la indulgencia el peregrino debe visitar las basílicas de San Pedro y San Pablo Extramuros durante treinta días (quince días si no habita en Roma) y que los jubileos se celebrarán cada cien años.

 Pero el papa Clemente VI adelanta a 1350 el segundo Año Santo agregando a la lista de basílicas a visitar la de San Juan de Letrán, cuando la sede papal está en Avignon; se justifica el intervalo de cincuenta años en hacer posible que cada generación pudiera al menos celebrar un Año Santo.

En España, el Año Santo más relevante es el compostelano. una celebración que atrae a peregrinos de todo el mundo y que tiene un gran impacto religioso, turístico y económico. Se celebra aquel año en el que el 25/julio cae en domingo, lo cual ocurre cuando el año comienza en viernes, si es común, o en jueves, si es bisiesto.

Año Santo compostelano

El privilegio compostelano fue presuntamente otorgado por Calisto II, papa del 1118 a 1124 y tío del futuro emperador leonés Alfonso VII; según ello en 1122 se estableció la regla, además de conceder la dignidad de arzobispos a todos todos los obispos de Compostela. Pero es el papa Alejandro III, reinante de 1159 a 1181, quien emite la bula Regis aeterni, fechada en 1179, la bula de concesión más antigua que conserva la religión católica. Las dudas sobre su veracidad provienen de que el primer jubileo romano fue establecido en 1300. El actual arzo­bispo Julián Barrio escribió, en su carta pastoral de mayo/2009: «Celebramos el Año Santo Jacobeo 2010, el segundo del tercer milenio y en los tiempos de la llamada transmodernidad.

Además de en Compostela, hay jubileo in perpetuum en Santo Toribio de Liébana cuando el 16/abril cae en domingo (desde 1512 por bula del papa Julio II, dado que el monasterio guarda el trozo más grande del Lignum Crucis que se conoce); en Caravaca de la Cruz cada 7 años, por concesión del papa Juan Pablo II en 1998, por la Santísima y Vera Cruz de Caravaca (el primero tuvo lugar en 2003 y contó con la visita del Cardenal Ratzinger, posteriormente papa Benedicto XVI); Urda en Toledo, desde 1994, que se celebra cuando el 29/septiembre cae en domingo; y Valencia (aprobado en 2014, por su Santo Caliz que se celebrará cada 5 años).

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«UN NUEVO HUMANISMO EUROPEO»

El papa Francisco asegura que para contribuir al renacimiento de Europa, la Iglesia, madre cuidadosa, “se esfuerza por acercarse con amor a las heridas de la humanidad para curarlas con el bálsamo de la misericordia divina”. Así lo indica en el mensaje dirigido a los participantes del Encuentro del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) sobre las Obras de Misericordia, que se está celebrando en Sarajevo del 15 al 18 settembre.

En el mensaje, publicado por el CCEE y dirigido a su presidente, el cardenal Péter Erdő, Francisco se detiene sobre la contribución de la Iglesia al “renacimiento de Europa” y llama a Europa “no tanto a defender los espacios, sino a ser una madre generadora de procesos” por tanto, “fecunda” porque “respeta la vida y ofrece esperanza de vida”.

Asimismo, Francisco señala que esta importante reunión recuerda a todos los creyentes “la solicitud hacia los más necesitados: los migrantes pobres, refugiados, prisioneros, desocupados, enfermos en el cuerpo y en el espíritu”.

Por lo tanto, el Pontífice anima a los representantes del episcopado europeo, “a hacer partícipes cada vez más a vuestras comunidades y a las diferentes realidades caritativas y asistenciales” en el compromiso de “anunciar el Evangelio a quienes han perdido por distintos motivos la orientación de sus vidas”.

El Santo Padre reconoce que sigue soñando con “un nuevo humanismo europeo, quien necesita memoria, coraje y una utopía sana y humana”. Y asegura que en este camino de humanización, Europa, cuna de los derechos y de las civilizaciones, “está llamada no tanto a defender sus espacios”, sino a ser “madre generadora de procesos”, por lo tanto a ser fecunda, “porque respeta la vida y ofrece esperanzas de vida”.

Finalmente, exhorta a los participantes a encontrar nuevos caminos y trayectorias para garantizar a las personas que viven o que llegan a Europa “oportunidades de integración, de diálogo y de renacer para convertirnos en una única familia de pueblos”.Catequesis del Papa

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MOMENTOS COMPARTIDOS CON SANTA TERESA DE CALCUTA

Joaquín Navarro-Valls, quien fue director de la Sala de Prensa Vaticana durante 22 años, de 1984 a 2005, durante el pontificado de San Juan Pablo II, ha publicado unas reflexiones sobre algunos momentos que compartió con Madre Teresa de Calcuta.

“Hay un aspecto de su figura que expresa la personalidad auténtica de Madre Teresa por encima de cualquier otro, y que he podido observar en los numerosos encuentros que mantuve con ella: esa sonrisa inocente, como de niño, que se encendía como una llama en una cara surcada por el tiempo”, asegura Navarro-Valls en su reflexión publicada en la web Iglesia en Directo.
El ex portavoz de la Santa Sede recuerda que en una ocasión le preguntó por el sentido de esa “empresa sobrehumana”, que es el cuidado de los más pobres entre los pobres. “Y me dio una respuesta inolvidable: ‘Tratar de que las personas que han vivido maltratadas como bestias puedan morir como lo que son, como hijos de Dios, es decir: lavados, peinados, alimentados’.

“Tal afirmación esconde, en mi opinión, la riqueza interior de Teresa de Calcuta: su espiritualidad práctica, humanitaria, capaz de adaptarse a cualquier situación y a cualquier cultura, con una gran dedicación humana”, apunta.
En otro encuentro en 1993, Joaquín Navarro-Valls le preguntó «irreflexivamente, qué le diría a una monja que quisiera abandonar su camino vocacional». Su respuesta fue inmediata: «Le diría: no tengas miedo, ahora estás con tu Esposo en su pasión, en el Huerto de los Olivos…, pero ¡sigue adelante y no te rindas!»
“Entonces no podía imaginar que quizá era esta la frase que se decía a sí misma en los momentos de su aridez interior, durante tantos años”, asegura.
Además precisa que “ciertamente, su convicción religiosa no era fácil de entender, siendo inmune a la banalidad y a la superficialidad. Teresa de Calcuta sabía perfectamente que la experiencia existencial de cada persona pasa por momentos de dificultad, momentos de gran aridez y de desolación profunda, pero que todo esto no es señal de falta de fe, sino del normal —en su caso quizá heroico— sacrificio al que uno se enfrenta cuando trata de vivir coherente y profundamente los propios compromisos y las propias decisiones, y no sólo los requeridos por una específica vocación religiosa”.
Además precisa que está convencido de que “ese lamento interior de Madre Teresa (…) pone frente a la conciencia de cada uno cómo es áspero a veces el camino que conduce a la realización de la propia autenticidad”.

Recuerda también que su canonización “comporta una fuerte enseñanza existencial: el ejemplo de quien ha seguido un ideal –en su caso el de la caridad, manifestada de modo heroico en su auto-donación a los excluidos de la tierra– y lo ha mantenido hasta la muerte, a pesar de no ‘sentir’ nada”.
“Podría decirse que la batalla interior que santa Teresa de Calcuta mantuvo consigo misma fue otro gran acto de misericordia, del que se beneficiaron millares de personas pobres y enfermos en todo el mundo”, aseguró Navarro-Valls.

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XXIV DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – 11 de septiembre

«Este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado». 

(Lc. 15, 1-32)

SANTO EVANGELIO:

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:

« ¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: «¡Alegraos, conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido».

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

O ¿qué mujer tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido».

Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

También les dijo:

«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:

«Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.»

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:

«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».

Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo:

«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.»

Pero el padre dijo a sus criados:

«Sacad enseguida el mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebramos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado».

Y empezaron el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Éste le contestó:

«Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud».

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre:

«Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tu bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado».

El padre le dijo:

«Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado»».

EL RENCUENTRO

 “Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado” (Éx 32,7). Con esas palabras se dirige el Señor a Moisés para anticiparle el espectáculo bochornoso que va a descubrir cuando descienda al llano.

Dios había adoptado a Israel como su pueblo. Ahora parece desentenderse de él al decir a Moisés. “Se ha pervertido tu pueblo”. Dios había tomado la iniciativa de sacar a su pueblo de Egipto. Ahora parece cargar esta responsabilidad sobre Moisés. La apostasía del pueblo enciende la ira de Dios. Pero ante la súplica de Moisés, Dios se arrepentirá de la amenaza que pronuncia contra su pueblo (Ex 7,14).

San Pablo reconoce que, a pesar de haber sido un blasfemo, un perseguidor y un violento, Dios se ha compadecido de él (1 Tim 1, 12-17). Por eso, la asamblea litúrgica canta en este día: “Misericordia, Dios mío por tu bondad” (Sal 50, 3).

 LA ALEGRÍA

Tres parábolas sobre pérdidas y encuentros. Tres parábolas sobre la alegría (Lc 15). Un capítulo que quedaría flotando en el recuerdo, aunque todo el evangelio se olvidara. Así lo pensaba el poeta Charles Péguy.

  • Un pastor perdió una oveja. La buscó y logró encontrarla. Y, alborozado, invitó a sus amigos a felicitarlo. Una mujer perdió una moneda. La buscó y al encontrarla, pidió a sus vecinas que la felicitaran. Jesús concluye estas parábolas con una misma profecía: “Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta”.
  • En la tercera parábola hay un hijo que abandona el hogar, pero se arrepiente y vuelve. En su casa no hay cerrojos. Hay un padre que recibe al que se había perdido. Y hay otro hijo que no se ha ido de casa, pero no la vive como el hogar del amor y la armonía. Pero su padre lo invita a alegrarse: “Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lc 15, 32).

EL TERCER HIJO

Hace muchos años explicaba yo a los niños de la parroquia la “parábola del hijo pródigo” y de su padre misericordioso. En un momento les dije que en la tercera parábola me faltaba un tercer hijo. Un hijo que no abandonara el hogar. Un hijo que esperara a su hermano y se adelantara a preparar con alegría la fiesta para recibirlo en la casa.

De pronto, un niño levantó su mano para pedir la palabra. Nunca olvidaré su observación: “Ese tercer hijo también aparece en el evangelio. El tercer hijo es el mismo que cuenta la parábola”. Y así es. Una vez más, un niño nos ha evangelizado. Jesús no reniega del amor del Padre. Y tampoco reniega del hermano. Su amor y su alegría nos acogen en el hogar.

– Señor Jesús, el pueblo de Israel alcanzó el perdón a pesar de su idolatría. Tú nos enseñas que no es el reproche, sino la alegría lo que corona el reencuentro cuando nos hemos perdido. Te reconocemos como “el rostro de la misericordia de Dios”. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.

José-Román Flecha Andrés

VOLVERÉ, SEÑOR, PERO EMPÚJAME

De mis miedos y temores, hacia la seguridad en tus brazos

De mis angustias y ansiedades, al descanso de tu Palabra

VOLVERE, SEÑOR, PERO EMPÚJAME

Porque tengo miedo de  quedarme a mitad del camino

Porque tengo miedo de verte, y nunca encontrarte

VOLVERÉ, SEÑOR, PERO EMPÚJAME

Para dar con tu casa donde siempre hay una fiesta

Para entrar en tu jardín donde siempre es primavera

VOLVERÉ, SEÑOR, PERO EMPÚJAME

Para que no vacile y supere mis propios errores

Para que regrese y sea feliz de poder de nuevo verte

VOLVERÉ, SEÑOR, PERO EMPÚJAME

Y si por lo que sea dudo, dame fortaleza para triunfar

Y si por lo que sea caigo, levántame con tu Espíritu

EMPÚJAME PARA LLEGAR HASTA TU HOGAR

 

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SANTA TERESA DE CALCUTA

5 de septiembre: Fiesta de Santa Teresa de Calcuta

El 5 de septiembre, celebramos por primera vez la fiesta de Santa Teresa de Calcuta, canonizada el día 4 de septiembre de 2016 por el Papa Francisco en una Misa celebrada en la Plaza de San Pedro, a la cual asistieron unas 120 mil personas.

Madre Teresa dio siempre testimonio de servir a Cristo en los “más pobres entre los pobres”, enseñando que la mayor pobreza no estaba en los barrios humildes de Calcuta, sino en los lugares donde muchas veces falta el amor o en las sociedades que permiten el aborto.

Les presentamos 12 detalles que tal vez no sabías de la mujer que con su servicio en los más pobres mostró la gran misericordia de Dios en el siglo XX.

1. Se llamaba Agnes Gonxha Bojaxhiu

Nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, actual Macedonia, que en ese entonces formaba parte de Albania. Fue bautizada con el nombre de Agnes Gonxha Bojaxhiu.  Agnes, en español es Inés y Gonxha significa “capullo de rosa o pequeña flor”.

2. Tuvo una dura infancia

Hizo su primera comunión con cinco años y fue confirmada a los seis; a los ocho murió su padre y su familia pasó por un periodo de estrechez económica. Recibió una sólida formación cristiana en casa y en la Parroquia jesuita del Sagrado Corazón de Jesús.

3. Tomó el nombre de Teresa por Santa Teresita de Lisieux

A los 18 años dejó su hogar para ir a Irlanda e ingresó en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, más conocida como Hermanas de Loreto. Tomó el nombre de Teresa en honor a Santa Teresa de Lisieux, Patrona de las misiones y Doctora de la Iglesia.

4.  Fue maestra en una escuela de Calcuta

Llegó a Calcuta un 6 de enero de 1929, fiesta de la Epifanía o bajada de reyes para trabajar como maestra. El 24 de mayo de 1937, fiesta de María Auxiliadora, realizó su profesión perpetua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda la eternidad”.

5. Dejó a las Hermanas de Loreto para fundar las Misioneras de la Caridad

Estuvo muchos años en la Congregación de las Hermanas de Loreto dedicándose a la enseñanza. El 10 de septiembre de 1946, en un viaje para ir a su retiro anual, recibió lo que denominó la “llamada dentro de la llamada” en la que una sed de amor y almas se apoderó de su corazón.

6. Tuvo visiones de Jesús

Mediante locuciones y visiones, Jesús le fue mostrando la nueva misión a la que la llamaba. “Ven y sé mi luz”, le suplicó el Señor. Cristo le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su pena por la ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado por ellos.

La Madre Teresa dejó el convento de las Hermanas de Loreto y vestida con el sari blanco orlado de azul se introdujo en el mundo de los más necesitados. Recibió un curso de medicina con las Hermanas Médicas Misioneras y encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los Pobres.

7. De Santa Misa diaria y confesión semanal

Comenzaba su día con la Eucaristía y salía de casa con el rosario en la mano para servir al Señor en los más pobres. Acudía a la confesión una vez a la semana. Un 7 de octubre de 1950, fiesta de Nuestra Señora del Rosario, se estableció oficialmente la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad.

8. Abrió su primera obra fuera de India en Venezuela

En los años sesenta, la Madre Teresa empezó a enviar a sus hermanas a diversas partes de la India y la primera obra que abrió fuera de ese país se estableció en Venezuela. Luego se expandieron a demás continentes, incluso en países comunistas como la antigua Unión Soviética y Cuba.

9. Fundó varias asociaciones derivadas a las Misioneras de la Caridad

La Madre Teresa también fundó a los Hermanos Misioneros de la Caridad, la rama contemplativa de las Hermanas, los Hermanos Contemplativos, los Padres Misioneros de la Caridad, los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes. Asimismo inició el Movimiento Sacerdotal Corpus Chisti.

10. Tuvo muchos años de «oscuridad»

En su  vida interior experimentó un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por Él, unido a un deseo creciente de su amor. Ella llamó “oscuridad” a esta experiencia interior que comenzó más o menos al inicio de su servicio a los pobres y que continuó hasta el final de su vida.

11. Vía rápida a la santidad

La Madre Teresa y San Juan Pablo II fueron grandes amigos y se reunieron en varias oportunidades. El mismo Santo permitió la apertura de su causa de beatificación antes de los cinco años posteriores a la muerte del candidato, previstos por la Iglesia y la beatificó el 19 de octubre de 2003, día en que se celebró la Jornada Mundial de las Misiones.

12. Tenía una «novena de emergencia»

Ante la gran cantidad de problemas que afrontaba con frecuencia y en medio de un acelerado ritmo de vida, santa Teresa de Calcuta inventó una manera de invocar la intercesión de la Virgen María a la que nombró «Novena de emergencia», consistía en el rezo de 10 veces en el día del «Acordaos»

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LA MADRE TERESA SERÁ CANONIZADA el 4 de Septiembre

«Madre Teresa vivía y expresaba santidad con cada gesto, palabra y paso» 

La Madre Teresa será canonizada este domingo en la plaza de San Pedro en Roma. Precisamente en el Año que la Iglesia celebra el Jubileo de la Misericordia, sube a los altares esta mujer de origen albanés conocida en todo el mundo, que vivió una vida en la que con sus gestos, palabras y oración transmitió la misericordia de Dios, de forma especial, en su opción preferencial por los pobres.

El brasileño Marcilio Haddad Andrino, la persona que recibió el milagro que llevará a la canonización de la Madre Teresa el 4 de septiembre, compartió su increíble historia a la prensa de Italia y comentó que él y su esposa son solo unos “creyentes normales que recibieron un extraordinario signo de la Misericordia de Dios”.

Marcilio, que proviene del municipio de Santos en Brasil, fue curado inexplicablemente en diciembre del 2008 cuando tenía problemas con una infección bacteriana en el cerebro que le generó ocho abscesos cerebrales graves y un dolor de cabeza insoportable.

«Desde el principio el diagnóstico no era bueno y solo parecía empeorar. Pero en el interior de este gran sufrimiento comprendimos que algo había ocurrido. Estaba seguro de que fue la Madre Teresa quien me sanó«

La historia del milagro comenzó cuando un sacerdote amigo, el P. Elmiram Ferreira, animó al joven recién casado y a su esposa, Fernanda Nascimento Rocha, a orar pidiendo la intercesión de la Madre Teresa.

Fernanda explicó que Marcilio estuvo enfermo durante dos años y que acudieron a innumerables médicos pero sin recibir un diagnóstico certero. «Fue una espera llena de angustia y no sabíamos qué era lo que estaba mal. El primer intento de tratamiento no tuvo éxito. Así que el médico cambió la terapia, pero Marcilio continuó emperando«.

Con la oración ocurrió el milagro… Y se evitó la cirugía
Tras el fracaso del tratamiento, Andrino se despertó un 9 de diciembre del 2008 con un dolor de cabeza «insoportable» que lo dejó incapaz de hablar. Mientras su esposa oraba, fue llevado para una cirugía como último recurso.

Después de ejecutar una serie de pruebas «el médico miró el examen, e iluminado por el Espíritu Santo, entendió que mi esposo tenía ocho abscesos cerebrales”, agregó Fernanda.

Asimismo, la esposa aseguró que ambos siempre habían orado a la Madre Teresa, y que inclusive, su párroco les obsequió una reliquia de la Beata antes de su boda. «Puse la reliquia en la cabeza de Marcilio, donde tenía los abscesos. Recité la oración de beatificación y también lo que venía de mi corazón. No fue fácil, pero este período me enriqueció mucho, enriqueció nuestro amor, nuestra fe… Hoy puedo decir que valió la pena».

Cuando el cirujano entró en la sala de operaciones se encontró con Marcilio despierto. “Sentí una gran paz dentro de mí y ya no tenía dolor de cabeza. No entendía lo que me estaba pasando», expresó.

Al ver la mejora, los médicos decidieron trasladarlo a cuidados intensivos y aplazar la cirugía hasta el día siguiente. Marcilio durmió toda la noche sin ningún problema, y al día siguiente tras reunirse con su médico, éste le dijo que volvería a su habitación.

«La Madre Teresa lo había sanado»
“Vi que los abscesos se redujeron en gran medida, al igual que la hidrocefalia», dijo Marcilio refiriéndose al término médico para la acumulación anormal de líquido en el cráneo.
«Los abscesos se redujeron en un 70% y la hidrocefalia había desaparecido, ni siquiera las cicatrices de los abscesos eran visibles. En ese momento descubrí que estaba curado«, añadió.

Su esposa Fernanda afirmó que si bien el médico no confirmó que Marcilio estaba curado, ella “ya lo sabía enérgicamente” porque “había orado a Dios por medio de la intercesión de la Madre Teresa», y añadió que cuando fue a la habitación de su esposo y lo vio sentado y hablando, entendió que “la Madre Teresa lo había sanado».

«Mi caso fue muy difícil clínicamente. Pero estoy seguro de que ocurrió un milagro… Yo estaba seguro de que la Madre Teresa me había sanado”, agregó Marcilio.

 

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