BEATA JACINTA MARTOS – 20 Febrero

Jacinta Lucia FranciscoJunto con su hermano, el pequeño Francisco, y su prima Lucía, Jacinta compone la tríada de pastorcitos a los que se les apareció la Virgen María en Fátima. Francisco nació en Ajustrel el 11 de junio de 1908, y Jacinta vino al mundo en esa misma localidad el 11 de marzo de 1910. Lucía era la mayor, nació el 22 de marzo de 1907. Fue la superviviente de los tres. Falleció el 13 de febrero de 2005. Ella y los dos hermanos compartían confidencias, jugaban y rezaban unidos mientras cuidaban del rebaño. Lucía les hablaba de Cristo. El prodigio que aconteció con los niños se produjo entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917. El lugar elegido por la Virgen para hacerse presente ante ellos fue Cova da Iría. Como les sucedió a otros videntes, los pastorcitos también sintieron su corazón henchido de amor por Dios y por la humanidad, disponiéndose a ofrecer sus sufrimientos para rescate de los pecadores.

Sus desdichas aparecieron desde el primer instante en el que hicieron partícipes a otros de la celeste visión. Fueron objeto de malas interpretaciones y calumnias, perseguidos y encarcelados. Pero todo lo soportaron con paciencia y humildad dando pruebas de heroica fortaleza, pese a su corta edad. En particular Francisco actuó con hombría cuando fueron amenazados de muerte, a menos que declararan falsas las apariciones. Él infundió valor a Jacinta y a Lucía. Los tres se mantuvieron firmes: «Si nos matan no importa; vamos al cielo». De forma específica se hizo patente su espíritu martirial cuando le engañaron llevándose a su hermana, a la que supuestamente iban a sacrificar: «No se preocupen, no les diré nada; prefiero morir antes que eso». También fue palpable su inocencia evangélica y candor en el transcurso de su enfermedad. Siempre deseó consolar a Dios y a la Virgen en los que le pareció entrever su tristeza: «¿Nuestro Señor aún estará triste? Tengo tanta pena de que Él este así. Le ofrezco cuanto sacrificio yo puedo», confió a su prima. El Padre se llevó tempranamente junto a Él a este pequeño beato el 4 de abril de 1919.

Su hermana Jacinta, impresionada también por la pavorosa visión del infierno, oraba por la conversión de los pecadores: «¡Qué pena tengo de los pecadores! ¡Si yo pudiera mostrarles el infierno!». Ella, como su hermano y su prima, no ahorró mortificaciones ni sacrificios. Las apariciones pusieron al descubierto su espíritu misionero. Así como Francisco experimentaba inclinación a consolar a Dios y a María, Jacinta quería convertir a las almas rescatándolas del infierno. El amor a Dios la devoraba: «¡Cuánto amo a nuestro Señor! A veces siento que tengo fuego en el corazón pero que no me quema». Obtuvo la gracia de ver los sufrimientos del Santo Padre, que narró a su hermano y a su prima. Entonces unieron sus oraciones y elevaron insistentes plegarias por él, a la par que ofrecían sacrificios.

Los dos hermanos fueron testigos de hechos prodigiosos realizados por mediación de María, que se hizo eco de sus súplicas. Cuando veían que la atención recaía en ellos por haber sido agraciados con las visiones, actuaban con la misma sencillez y humildad de siempre, huyendo de la notoriedad. En concreto Jacinta fue bendecida con apariciones de la Virgen de la que no fueron testigos ni Francisco ni Lucía. Ésta admiraba a su prima; la vio madurar después de haberse comprometido con María a ofrecer su vida y aficiones –como el baile que le agradaba sobremanera– por los pecadores. Antes se había dejado llevar por un carácter voluble y oscilante que según fuesen las circunstancias se tornaba en gozo o en llanto.

Cuando al paso de los años Lucía hizo memoria de su acontecer, manifestó: «Jacinta fue, según me parece, aquella a quien la Santísima Virgen comunicó mayor abundancia de gracia, conocimiento de Dios y de la virtud. Tenía un porte siempre serio, modesto y amable, que parecería traslucir en todos sus actos una presencia de Dios propia de personas avanzadas ya en edad y de gran virtud. Ella era una niña solo en años […]. Es admirable cómo captó el espíritu de oración y sacrificio que la Virgen nos recomendó. Conservo de ella una gran estima de santidad». Otra de las características de Jacinta fue su devoción por el Sagrado Corazón de Jesús, unida a la que sentía por María, y una especial dilección por el Santo Padre al que tenía presente en su ofrenda personal y en las oraciones compartidas con su hermano y con su prima.

La Virgen había advertido a Francisco y a Jacinta que sus vidas serían breves. Ésta padeció mucho antes de morir por una llaga abierta en el pecho, producto de la pleuresía que se infectó por falta de higiene: «Sufro mucho; pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón Inmaculado de María», confió a su prima Lucía. En una aparición, María le aseguró que vendría a buscarla. Voló a los brazos del Padre en un centro hospitalario de Lisboa, donde la llevaron casi in extremis esperando que se recuperara, el 20 de febrero de 1920, a los 10 años de edad. Ambos hermanos fueron trasladados al santuario de Fátima. Al abrir el sepulcro de Francisco vieron que el rosario que colocaron sobre su pecho aparecía enredado en sus dedos. En cuanto a Jacinta, al trasladarla al santuario, 15 años después de su muerte, constataron que su cuerpo estaba incorrupto. El 18 de abril de 1989 Juan Pablo II declaró venerables a los dos hermanos. Y el 13 de mayo de 2000, en el transcurso de su visita a Fátima, los beatificó en presencia de Lucía, la tercera vidente.

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VII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO -Ciclo A- 19 Febrero

“SED PERFECTOS” 

(Mateo 5, 38-48)

SANTO EVANGELIO:

«Habéis oído que se dijo: «Ojo por ojo, diente por diente». Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.

Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

Palabra del Señor

“¡CARIDAD!”

El único y nuevo mandamiento que Cristo nos dejó fue la caridad, va más allá de la justicia humana equilibrada o ley del talión, hasta la paradoja de “presentar la otra mejilla, amar al enemigo y rezar por los que nos persiguen”. En esto nos jugamos la santidad y la perfección. Cristo es el espejo en donde mirarnos para vivir la caridad. Esa caridad fue infundida por Dios el día del bautismo, como semilla que debemos regar, abonar y hacer fructificar. Esa caridad comienza por casa, en el trabajo, en la comunidad religiosa y en la parroquial. No dar importancia a pequeñeces, sobre las que discutimos a veces perdiendo el humor y la paz. También caridad con los pobres, los débiles, los pecadores, los que están en las periferias. El cristiano saluda a los adversarios, presta gratuitamente, no responde con contraataques, está pronto a la reconciliación sin albergar sentimientos de represalia y cortando las escaladas del rencor en nuestro trato con los demás.

¿Entendimos el mensaje difícil de Jesús? ¿Lo practicamos? En esto nos jugamos nuestro nombre de cristianos.

Citas para reflexionar:

  • «Les invito a luchar contra la pobreza, tanto material como espiritual. Edifiquemos juntos la paz y construyamos puentes entre las personas» Papa Francisco
  • «La lógica mundana nos empuja hacia el éxito, el dominio, el dinero; la lógica de Dios, hacia la humildad, el servicio y el amor» Papa Francisco
  • «El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir »  Albert Einstein

Efemérides y noticias:

  • El Papa Francisco visitó el viernes la universidad Roma Tre, con unos 40 mil estudiantes y en su didáctica tiene una ‘tercera misión’, la atención de los problemas sociales de la ciudad. Allí advirtió de los riesgos de impartir ideología sin permitir el diálogo en las universidades de élite.
  • La catedral católica de Westminster acogerá la consagración de Inglaterra y Gales al Inmaculado Corazón de María.
  • “Guardianes de la fe” documental de los cristianos perseguidos en Irak se estrena en Barcelona.
  • Concluye la fase diocesana del proceso de beatificación de Sor Lucía, vidente de Fátima.
  • Los Cardenales del C9 hacen una declaración de pleno apoyo al ministerio del Papa Francisco.
  • La Santa Sede ha concedido a la diócesis de Pamplona la celebración del Año Santo Sanferminero por los 300 años de la construcción y consagración de la capilla de San Fermín, se inicia el 7 de julio.
  • El cardenal Blázquez opina que la Iglesia en el País vasco ha contribuido muchísimo a la erradicación del terrorismo etarra.
  • Una comisión parlamentaria pide al gobierno español que obligue a la Iglesia a pagar el IBI y a retirar su casilla en la declaración de la renta.
  • Miles de personas piden al Real Madrid que no elimine la cruz de su escudo para vender en Arabia.
  • La realidad de África llega cada mes a las casas de 17.000 niños españoles con  “Aguiluchos”, la revista de los misioneros combonianos cumple 60 años.
  • La Conferencia Episcopal impulsara la catequesis de personas con discapacidad intelectual, animará a las diócesis a poner en marcha servicios específicos y a formar catequistas especializados.

ORACIÓN: GRACIAS, SEÑOR

 Por llamarnos a superarnos y ser mejores

Por salir a nuestro encuentro a pesar de  nuestros errores

Por darnos a conocer el inmenso amor de Dios

Porque el amor de Dios es ilimitado

Por invitarnos a ser buenos y perfectos

Por ayudarnos a brindar nuestros corazones

con generosidad y alegría a los demás

Por recordarnos que, más allá de las diferencias,

todos somos hermanos

Por estar presente cuando más te necesitamos

GRACIAS, SEÑOR.

“EL ESCORPIÓN”

Un maestro oriental vio cómo un escorpión se estaba ahogando, y decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el escorpión lo picó.  Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose.  El maestro intentó sacarlo otra vez y otra vez el alacrán le picó.

Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo:

Perdone maestro, ¡pero usted es terco!  ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua el escorpión lo picará?

El maestro respondió:

-La naturaleza del escorpión es picar, él no va a cambiar su naturaleza y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar y servir

Y entonces ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.

REFLEXIÓN:

María Sastre, una mujer de 75 años y sin familia, tenía por techo una choza en las afueras de la ciudad, a pocos metros del cementerio municipal. Sin agua ni luz subsistía pobremente con una pensión no contributiva. Era bien conocida por los ciudadanos porque recogía con su pequeño carro muchos desechos del mercado que ella aprovechaba. Los batacazos y la dureza de la vida no le habían robado su generosa sonrisa de niña. Una mañana, de regreso a casa, se encontró con un hombre caído y aparentemente muerto en medio del camino. Ella, asustada, dejó el carro y corrió a buscar ayuda. Encontró a un joven a quien informó. Los dos fueron corriendo hacia el accidentado. A María le entró un gran temblor de piernas cuando se dio cuenta, impotente, que el joven se agachaba para coger el reloj y la cartera de aquel hombre y huir montaña abajo.

María me explicó que no podía entender que un joven «normal» se aprovechara de un indefenso. Ella continuó, sin embargo, más que nunca, regalando su sonrisa por las calles de la ciudad. Ella, por más indigente y analfabeta que fuera, tenía claro que su naturaleza era ayudar y servir, por más ladrones «sabios» y «listillos» que se encontrara en el camino.

Más de una vez habremos experimentado algo parecido. ¿Quieres ayudar o hacer un favor a alguien y sales «escaldado». La tentación es evidente: tiendes a replegarte sobre ti mismo y que «el mundo siga girando». Este camino lleva al precipicio. Lo que Dios ha grabado en nuestro corazón para que seamos más felices es, amar sin dejar parada la mano, dando gratuitamente. En todo caso «poner la otra mejilla» para decirle a nuestro verdugo:

  • Que nuestra dignidad no disminuirá por su astuta y malévola prepotencia.
  • Que confío que tras su injusticia brote la dignidad de hijo de Dios, que tanto bien oculta.

Esto no quiere decir que vayamos por la vida de ingenuos, debemos aprender de cada contratiempo para poder seguir amando más inteligentemente, con todas las precauciones que sean necesarias.                                                                                                                                                               José Perich y A. Bautista

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SOLICITUD DEL PAPA A EUROPA

Santos Cirio y Metodio. Estatua en Trebic, Rep. Checa (Wikicommons)Los santos patronos de Europa: Cirilo, monje y  Metodio, obispo, “todavía hoy recuerdan a Europa y a todos nosotros la necesidad de mantener la unidad de la fe, la tradición, la cultura cristiana y de vivir cada día el Evangelio”. Y concluyó: “A todos los que afrontan estos retos, sosteniéndolos con las plegarias, imparto de corazón mi bendición”.

Lo indicó el papa Francisco hacia el final de la audiencia de hoy miércoles, al saludar a los fieles y peregrinos de diversos países presentes en el Aula Pablo VI entre ellos los polacos, los francófonos procedentes de Francia y Suiza y los de habla inglesa llegados de Reino Unido, Dinamarca y Estados Unidos.

De los santos Cirilo y Metodio volvió a hablar cuando se dirigió a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. “Que su ejemplo les ayude queridos jóvenes –dijo- a convertirse en cada ambiente en discípulos misioneros. Que su tenacidad nos aliente, queridos enfermos, a ofrecer los sufrimientos por la conversión de los alejados y que su amor por el Señor nos ilumine, queridos recién casados, para hacer del Evangelio la regla fundamental de vuestra vida familiar”.

 

 

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San Melecio de Antioquia – 12 de febrero

San Melecio de Antioquia

En el Año de la Fe se nos recordó la invitación petrina a estar dispuestos para dar razones de nuestra esperanza (1 Pe 3,15). Ofrecer la vida a Cristo incluye el esfuerzo de formarse a conciencia para llevar a todos, creyentes e incrédulos, con el rigor debido, las verdades en las que se asienta el patrimonio fiducial que hemos recibido. Y esto es algo que viven como bendición y privilegio sus genuinos seguidores, a quienes urge ponerle en el lugar que le corresponde abriendo siempre nuevos caminos.

El acervo patrimonial de una tradición apostólica de inmensas proporciones ha sido labrado por aquellos que antepusieron su defensa a todo interés personal, y utilizaron responsablemente las ágoras del momento, como hoy las tenemos y no solo en las redes sociales. También los paraninfos universitarios están ávidos de que alguien esparza las semillas de la fe que durante siglos han querido ser suplantadas por los diversos «ismos». Melecio de Antioquía salió al paso de las corrientes de la época y, aún viviendo inmerso en ese caos de tendencias afines y contrarias al dogma, supo llevar a muchos por el camino de la conciliación con una altura intelectual que dejó a todos perplejos. Ensamblar estudio y apostolado en orada ofrenda es la gran tarea que tenemos delante y que muchos hemos recibido dentro del carisma al que hemos sido llamados. Es uno de los cruciales desafíos a los que nos invita la nueva evangelización.

Melecio era natural de Melitene, Armenia. Nació hacia el año 310 en el seno de una ilustre familia. El año 357 se celebró un Concilio en su ciudad natal y fue designado obispo de Sebaste. Pero este férreo garante de la fe nicena, que supo ganarse a los arrianos y a los católicos, sufrió exilio en varias ocasiones. El arrianismo estaba en su apogeo y los conflictos le acompañaban. Siendo prelado las tensiones creadas le indujeron a refugiarse durante un tiempo en el desierto, y luego en Siria. Lejos de amainar las disputas, éstas fueron creciendo porque la iglesia de Antioquía había sucumbido bajo el yugo de la herejía. Los que sucedieron al obispo Eustaquio, desterrado el año 330, aniquilaron la fe. En medio de constantes pugnas, Melecio fue elegido obispo de Antioquia.

La situación en la que se produjo su designación fue incómoda ya que en ella no habían intervenido los católicos sino algunos arrianos, hecho mal acogido por una parte de los fieles. El asunto se dirimió una vez que el emperador Constancio II, que había dispuesto que otros prelados comentasen el Libro de los Proverbios, pudo constatar que, a diferencia de ellos, Melecio daba claras pruebas de su ortodoxia ensalzando el texto que vinculó al misterio de la Encarnación, con lo cual se diferenciaba de aquéllos.

Este nítido testimonio de fe –conservado por san Epifanio por su modélico y riguroso enfoque– puso en aprietos a los arrianos, y Eudoxio, que no perdía ocasión para desacreditar a Melecio, intentó influir en la decisión de Constancio y convencerle de que debía enviarle al destierro. Logró sus propósitos, ya que las denuncias de sabelianismo lanzadas sobre Melecio tuvieron éxito, y fue desterrado a Melitene, ocupando Eudoxio, que había sido discípulo de Arrio, la sede de Antioquía. No obstante, el cisma que planeaba sobre ésta desde que se produjo el destierro de san Eustaquio aún no había llegado a su apogeo. El vaivén que se cernía sobre los prelados de uno y de otro signo estaba unido al criterio de los sucesivos emperadores. Así, Justiniano en el año 362 restituyó a Melecio en el gobierno de la sede antioquena, pero ese no fue el criterio seguido por Valente, que lo desterró en el año 365. Graciano en el 378 propició su regreso a la ciudad, pero las dificultades arreciaban. Y en el año 381 se convocó el II Concilio ecuménico que tuvo lugar en Constantinopla. Melecio lo presidía, y fue entonces cuando entregó su alma a Dios.

Se había caracterizado por la bondad, humildad, paciencia y espíritu conciliador. Con su virtud se hizo acreedor del respeto y afecto de muchas personas, sentimientos que fueron patentes de modo singular cuando regresó del destierro. Tomaron como una bendición el mero hecho de poder verle y oírle. Los que podían se afanaron para besar sus manos y sus pies. Simplemente estos gestos dan idea de la altísima consideración que tenían los fieles de la ciudad por este obispo santo, al que ya habían encumbrado como tal antes de que la Iglesia lo hiciera. No es de extrañar que, tras su muerte –como atestiguó san Juan Crisóstomo, que lo conoció bien ya que había estado bajo su protección y fue ordenado diácono por él–, quienes lo conocieron dieran tantas muestras de veneración hacia este heroico prelado que se había mantenido fiel a la fe, y que durante dieciocho años había sufrido las fluctuantes decisiones de los gobernantes de turno.

El signo que prueba el anhelo del pueblo de que su nombre perdurase al paso del tiempo, es que muchos ciudadanos de Antioquía lo escogieron para bautizar a sus hijos. Además, su efigie la tenían presente en anillos, elementos de la vajilla y paredes de sus moradas, además de esculpirla en el dintel de la puerta de acceso a las mismas, como testificó Juan Crisóstomo en el panegírico que le dedicó: «Apenas llegado a Antioquía, cada uno de vosotros da su nombre a sus hijos, creyendo de este modo introducir al mismo santo en su casa». La oración fúnebre corrió a cargo de san Gregorio de Nisa. Éste, acompañado de todos los que se hallaban presentes en el Concilio, tributó honor a san Melecio. Con sentidas palabras ensalzó de él: «la dulce y tranquila mirada, radiante sonrisa y bondadosa mano que secundaba a su apacible voz», concluyendo magníficamente con esta certeza: «Ahora él ve a Dios cara a cara, ruega por nosotros y por la ignorancia del pueblo».

 

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ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO -12 de Febrero

“Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!El Papa saluda antes de rezar el ángelus. 12 de febrero de 2017

La liturgia de hoy nos presenta otra página del Discurso de la Montaña, que encontramos en el evangelio de Mateo. En este paso Jesús quiere ayudar a sus oyentes a realizar una nueva lectura de la ley mosaica.

Aquello que fue dicho en la Antigua Alianza no rea todo: Jesús vino para cumplir y promulgar de manera definitiva la ley de Dios. Él manifiesta la finalidad originaria y cumple los aspectos auténticos, y hace todo esto con su predicación y más aún ofreciéndose a sí mismo en la cruz.

Así Jesús enseña como hacer plenamente la voluntad de Dios y usa esta palabra: “justicia superior” respecto a los escribas y fariseos. Una Justicia animada por el amor, la caridad, la misericordia y por lo tanto capaz de realizar la sustancia de los mandamientos, evitando el riesgo del formalismo. El formalismo: esto puedo, esto no puedo; hasta aquí puedo, hasta aquí no puedo… No: mucho más, en particular en el Evangelio de hoy Jesús toma en consideración tres aspectos: el homicidio, el adulterio y el juramento.

Sobre el mandamiento “no matar”, Él afirma que se viola no solamente con el homicidio efectivo, sino también con comportamientos que ofenden la dignidad de la persona humana, incluidas las palabras injuriosas. Seguramente estas no tienen la misma gravedad y culpa del asesinato, pero se pone en la misma línea, porque tiene las mismas premisas y revelan la misma maldad.

Jesús nos invita a no establecer una lista que evalúa las ofensas, sino considerarlas a todas dañosas, porque movidas por el deseo de hacer mal al prójimo. Y Jesús da el ejemplo. Insultar: nosotros estamos acostumbrados a insultar, es como decir “buenos días”. Y esto está en la misma línea del asesinato. Quien insulta a un hermano, asesina en el propio corazón al hermano. ¡Por favor nunca insultar! No ganamos nada…

Y aporta otro precepto a la ley matrimonial. El adulterio era considerado una violación del derecho de propiedad del hombre sobre la mujer. Jesús en cambio va a la raíz del mal. Así como se llega al homicidio a través de las injurias y las ofensas, así se llega al adulterio a través de las intenciones de poseer a una mujer diversa de la propia esposa.

El adulterio, como el hurto, la corrupción y todos los pecados, son antes concebidos en nuestra intimidad, y una vez tomada en el corazón la decisión equivocada, se transforman en comportamiento concreto. Y Jesús dice: quien mira a una mujer que no es la propia con ánimo de posesión es un adúltero en su corazón, ha iniciado el camino hacia el adulterio. Pensemos un poco sobre esto: sobre los malos pensamientos que vienen en esta línea.

Jesús después, dice a sus discípulos que no juren, porque el juramento es signo de la inseguridad y de la doble cara con que se realizan las relaciones humanas. Se instrumentaliza la autoridad de Dios para dar garantías a nuestros asuntos humanos.

Más bien estamos llamados a instaurar entre nosotros, en nuestras familias y en nuestras comunidades un clima de limpidez y de confianza recíproca, para que podamos ser considerados sinceros sin recurrir a intervenciones superiores para ser creídos.

!La desconfianza y la sospecha recíproca amenazan siempre la serenidad¡ La Virgen María, mujer que escuchaba con docilidad y obedecía con alegría, nos ayude a acercarnos siempre más al evangelio, para ser cristianos no de fachada, sino de sustancia. Y esto es posible con la gracia del Espíritu Santo, que nos permite hacer todo con amor, y así cumplir plenamente la voluntad de Dios”.

Después de la oración del ángelus el Papa dirigió algunos saludos

“Queridos hermanos y hermanas, saludo a todos los peregrinos aquí presentes, a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones. En particular a los alumnos del Instituto “Carolina Coronado” de Almendralejo y a los fieles de Tarragona, en España. También a los grupos de Caltanissetta, Valgoglio, Ancona, Pesaro, Turín y Pisa.

A todos les deseo un buen domingo. No nos olvidemos: no insultar, no mirar con malos ojos, con ojos de poseer a la mujer del prójimo, y no jurar. Es tan simple.

Y por favor no se olviden de rezar por mi. ‘¡Buon pranzo‘ y ‘arrivederci!’”

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VI DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – 12 de Febrero

«HE VENIDO A DAR PLENITUD»

odresnuevos-evangelio-12-febrero-2017-color(San Mateo 5, 17-37)

SANTO EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús:                     «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.

Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: «No matarás», y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «necio», merece la condena de la “gehenna” del fuego.

Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.

Habéis oído que se dijo: «No cometerás adulterio». Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.

Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.

Se dijo: «El que se repudie a su mujer, que le dé acta de repudio.» Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.

También habéis oído que se dijo a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus juramentos al Señor».

Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

Palabra del Señor.

 “¡NO TODO VALE!”

El evangelio de este domingo nos viene estupendamente. Frente al “todo vale” que, en cierta manera nos propaga el mundo, Jesús nos dice el “pero yo os digo”.

*Frente al aborto (porque el ser humano es dueño de su propio cuerpo), el Señor nos recuerda la vigencia del 5º mandamiento: “¡No matarás! “Y que, la vida, viene de Dios y, sólo Dios, puede disponer de ella.

*frente al olvido o la marginación de los más mayores (cuando la sociedad afirma que ya han cumplido), el Señor nos trae a la memoria el 4º    mandamiento “honrarás y respetarás a tus padres”.

*Frente a la opulencia (en contraste escandaloso con los países más pobres), en este día de Manos Unidas que lucha por el desarrollo de los pueblos más desfavorecidos y hambrientos, el Señor nos lleva al 2º mandamiento: “amarás al prójimo como a ti mismo”.

*Frente al intento de absolutizar leyes y normas que siendo indignas se exigen a todas las personas sin derecho a objeción de conciencia (como recientemente reclamaba el Papa Benedicto XVI), Jesús nos recuerda que, sólo Dios, es digno de ser adorado y de ser tenido como suprema ley a favor del hombre.

 

Citas para reflexionar:

  • «Llevemos adelante la cultura de la vida como respuesta a la lógica del descarte y al descenso demográfico; estemos cercanos y juntos recemos por los niños que están en peligro por la interrupción del embarazo» Papa Francisco
  • «Hermano, vamos pidiendo y tenemos que recibir de buen grado todo lo que nos den; lo bueno y lo malo» Beato Fray Leopoldo de Alpandeire

Efemérides y noticias:

  • El Papa Francisco avisa de creer en una “Virgen Superstar” y lanza un aviso a Obispos y Superiores.
  • El Vaticano organiza por primera vez un congreso internacional centrado en el tráfico de órganos que ha reunido a expertos médicos y policiales de una veintena de países.
  • La Jornada Mundial del enfermo la celebramos el sábado 11 y en España arranca la Campaña del Enfermo que durará hasta el 21 de mayo.
  • La Santa Sede mira con preocupación a la política  administrativa Trump respecto a la inmigración.
  • La red sobre sectas alerta de que unos 50 grupos pueden estar operando en Aragón.
  • El cardenal Cañizares pide “recuperar la Eucaristía dominical” para renovar la Iglesia.
  • Ante el debate sobre la legalización de los vientres de alquiler que se está abriendo en España y en otros países de Europa, las 29 entidades que conforman la Federación Europea One Of Us en defensa de la vida, han mostrado su más absoluto rechazo. Con los vientres de alquiler estaríamos aprobando un nuevo modo de esclavitud.
  • La Santa Sede mira con preocupación a la política  administrativa Trump respecto a la inmigración.
  • El técnico del Sporting echa al capellán del vestuario y los jugadores ya no rezarán el Padrenuestro.
  • Manos Unidas celebra esta semana su campaña anual enfocando la responsabilidad que tenemos como consumidores en la cronificación del hambre.

CARTA PASTORAL

El domingo 12 de febrero próximo tendrá lugar en las diócesis españolas la Jornada anual de “Manos Unidas”, la ONG puesta en marcha por iniciativa de un grupo de mujeres de la Acción Católica y que alcanza ya su 58ª edición. Se trata de una convocatoria en el interior de nuestro país, pero proyectada en su entrega y dedicación hacia cualquier lugar del mundo donde pueda ofrecer su ayuda y enviar sus recursos. El comienzo, sencillo y discreto, se produjo a finales de los años cincuenta del siglo pasado. Sin embargo continúa vigorosa como un reto tan importante como el problema al que quiere hacer frente, no tanto la falta de alimentos en nuestro mundo como la pésima e injusta distribución de los mismos, acaparados por unos pocos individuos o sociedades que, en la producción, almacenamiento o venta, no tienen duelo con tal de mantener ganancias y beneficios aunque sea a costa de la pobreza de los demás. “Manos Unidas”, con todo, no se dedica a denunciar estos hechos que deberían avergonzar a nuestra época, ciertamente marcada también por otros desastres como la emigración forzada de quienes huyen de la guerra o son víctima de nuevas formas de esclavitud, de epidemias, accidentes, falta de agua, de medicinas, etc. Frente a la idea de que el hambre, como otros grandes males de nuestro tiempo, no se podrá vencer, “Manos Unidas” se puso a trabajar espoleando la conciencia de la sociedad del bienestar y saliendo al paso de las urgencias de la pobreza, la malnutrición y la ignorancia. Hoy es una gran organización de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo de los países pobres, vinculada a la Conferencia Episcopal Española, que la erigió canónicamente en su día y aprobó sus estatutos y confirma sus principales dirigentes. Es un deber atender a su solicitud Se ha dicho y con razón que la mayor dificultad para acabar con el hambre es creer que es un objetivo que no se puede lograr. Sin embargo, como el movimiento se demuestra andando, ahí está la tenacidad de estas mujeres que, movidas por su conciencia cristiana y unidas por este objetivo, se lanzaron a la obra. Bien merecen un reconocimiento de gratitud y de admiración que yo quiero ofrecer hoy a nuestra delegación diocesana para la Campaña contra el Hambre en el Mundo y a todas las personas que colaboran en esta importante obra de la Iglesia. Al mismo tiempo quiero invitar y exhorto a los fieles católicos y aun a todos los ciudadanos a colaborar en esta noble causa. Todo donativo, aunque sea pequeño como el óbolo de la pobre viuda de la que habla el evangelio (cf. Lc 21,2-4), es valioso a los ojos de Dios y contribuye a remediar o paliar la carencia de alimentos que padecen poblaciones enteras.

 

 Con mi cordial saludo y bendición:                                             + Julián, Obispo de León

ORACIÓN: GUARDAREMOS TUS LEYES, SEÑOR

Sembrando amor y perdonando

Amando y ayudando a los demás

Viviendo según el Evangelio

Y construyendo un mundo mejor

Pregonando la justicia

Y trabajando por la paz

Pregonando tú reino

Y llevando una vida según tu voluntad

Llevándote e nuestro corazón

Y no olvidando a los que nos rodean

GUARDAREMOS TUS LEYES, SEÑOR

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SANTA ESCOLÁSTICA – 10 de Febrero

Santa Escolástica Resultado de imagen

(Nursia, c.480 – Piumarola, Montecassino, 547) fue una religiosa italiana elevada a los altares.

Hermana de san Benito de Nursia, fue consagrada al servicio divino desde niña. Cuando su hermano fundó Montecassino, ella se estableció en Piumarola a unas cinco millas de distancia,  abriendo un convento con la misma regla,   del que Escolástica fue abadesa.

Tenía la costumbre de visitar a San Benito una vez al año y como no estaba permitido que entrara al monasterio, él salía a su encuentro para llevarla a una casa de confianza, donde los hermanos pasaban la velada orando, cantando himnos de alabanza a Dios y discutiendo asuntos espirituales. Sobre la última visita, San Gregorio hace una notable descripción, en la cual, la santa, presintiendo que no volvería ver más a su hermano, le rogó que no partiera esa noche sino al día siguiente, pero San Benito se sintió incapaz de romper las reglas de su monasterio.

Entonces, Santa Escolástica apeló a Dios con una ferviente oración para que interviniera en su ayuda, y acto seguido, estalló una fuerte tormenta que impidió que su hermano regresara al monasterio. Los dos santos pasaron la noche hablando de las cosas santas y de asuntos espirituales. En el lugar del prodigio se construyó la llamada “iglesia del coloquio” y en recuerdo de ese episodio se invoca a Santa Escolástica contra los rayos y para obtener la lluvia.

A los tres días de ese maravilloso coloquio, San Benito, durante la oración, vio que el alma de Escolástica volaba al cielo en forma de paloma, y a los 40 días él la siguió para vivir eternamente “la alegría celestial”.

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Beato Leopoldo de Alpandeire – 9 de febrero

Beato Leopoldo de Alpandeire

¡Cuántos integrantes de la vida santa han alcanzado la gloria sin notoriedad alguna! Incontables. En un mundo, como el nuestro, abocado al éxito, fama y oropeles de diverso calado, la existencia de personas como este beato no viene sino a corroborar la futilidad de los títulos humanos. Éstos fenecen casi a la par que lo hace cada uno, salvo contadas excepciones, en las que existe una cierta perdurabilidad de la trayectoria de alguien concreto por razones históricas, literarias, etc. En cambio, la perennidad en la memoria de todos de quienes tuvieron como único objeto de su vida a Dios es inextinguible. La sencillez y la humildad, su existir en la sombra, por así decir, en estos casos se tornan en una luminaria que no se apaga nunca. Es resultado de algo tan simple, y a la par tan poco valorado, como sobrenaturalizar la misión que cada uno haya recibido, por modesta que sea, y acogerla gozosamente creyendo que es enviada por Dios, una aceptación, como es sabido, que presupone un completo desasimiento.

Leopoldo de Alpandeire Sánchez Márquez (su nombre de pila era Francisco Tomás), nació el 24 de junio de 1864 en Alpandeire, Málaga, España. Era el primogénito de cuatro hermanos. Sus padres trabajaban en el campo, labores en las que él se empleó en cuanto tuvo edad para ello. A esta ocupación dedicó treinta y cinco años de su vida, dejando un reguero de caridad en las personas que halló a su paso. Alimento, escasas pertenencias y dinero, el poco que tenía, salían de su zurrón y bolsillos a costa de mermarlo a su familia y a sí mismo, con tal de asistir a cualquiera que consideraba más pobre que él. Compasión, generosidad, penitencia y misericordia, junto con su amor a la Eucaristía y admirable devoción mariana, fueron algunas de sus muchas virtudes. Adolecía de formación, pero tenía la sabiduría adquirida con su oración, que es lo que cuenta, y su gran corazón era incomparable con cualquier enseñanza académica.

A la bella localidad de Ronda llegaron los capuchinos para celebrar la beatificación de fray Diego José de Cádiz. Y el recogimiento y la fuerza con la que hablaban de Dios fue todo un descubrimiento para él: «Yo quiero ser un fraile como éstos», se dijo. Le costó la admisión cuatro años de espera por diversos contratiempos humanos ajenos a su voluntad; mientras, perseveraba en su empeño. En medio, ante las dudas por la falta de respuesta, incluso pensó en el matrimonio, pero siempre sin desistir de su vocación que no ocultó a la joven. Finalmente, en 1899 un sacerdote al que confió la situación que le impedía convertirse en religioso intervino en el asunto, solventándolo. El 16 de noviembre de ese año ingresó en Sevilla. Allí le dieron el nombre de Leopoldo, reconociendo después que esa elección «le había caído como un jarro de agua fría». Este comentario era una nimiedad porque desde el primer instante, labrando la huerta, como se le encomendó, llevó una vida edificante, y así lo constataron sus hermanos de comunidad que vieron en él un fraile humilde, obediente, discreto, fiel a la regla, lleno de fervor.

Fue hortelano sucesivamente en Antequera y Granada, último destino. En éste se le confiaron las misiones de sacristán y limosnero. Inclinado a la contemplación, tomó la labor de pedir limosna como signo de la voluntad divina. Y con esta disponibilidad salió a la calle en la que fue dejando el poso de su admirable virtud. Su convicción: «Dios da para todos», sintetiza su quehacer apostólico y el espíritu orante con el que sobrenaturalizó esta misión ejercida durante medio siglo, incluso en situaciones de grave intolerancia. En incontables ocasiones, el precio de una modesta limosna fue el insulto, el desaire, la violencia verbal y física. Comprensivo y paciente le decía a su compañero de camino: «Hermano, vamos pidiendo y tenemos que recibir de buen grado todo lo que nos den; lo bueno y lo malo». Si algún obrero lo tildaba de holgazán y le instaba a trabajar en lugar de pedir, respondía aplicándose en el tajo con tanta destreza que dejaba a todos atónitos. Era el momento de recordar que un fraile no era un vago, hablándoles a continuación del amor de Dios que se extiende sobre todos. Las gentes, que ya lo conocían y estimaban, tras haber sido apedreado le libraron de la muerte.

Este prudente limosnero solo aceptaba las dádivas que consideraba justas, las que no menoscababan las posibilidades del donante. Siempre entregaba a otros parte de su limosna, como hacía en conventos de religiosas, y no rivalizaba con los pobres, a los que dejaba la vía abierta para mendigar si se cruzaba con ellos. En el ejercicio de su misión logró convertir a muchos, medió por los débiles, evitó injusticias. Contrarrestaba las blasfemias prorrumpiendo en alabanzas. Era especialmente querido por los niños que salían a su encuentro llamándole «Fray Nipordo». Muchos buscaban sus palabras de consuelo y él rezaba con profunda devoción tres avemarías, que atemperaban las preocupaciones de los que acudían a él, seguros de que la divina Providencia les ayudaría gracias a la bondad del religioso. Al juicio sobre debilidades de un hermano, replicaba con admirable piedad: «Es santo a su manera». Y si alguien protestaba, recordaba: «Para ganar el cielo hay que tragar mucha saliva».

Como la prensa local se hizo eco de sus bodas de oro, con peculiar gracejo manifestó a uno de los hermanos: «¡Qué jaqueca, hermano, nos hacemos religiosos para servir a Dios en la oscuridad y, ya ve, nos sacan hasta en los papeles!». Acogió de buen grado todas las contrariedades de la vida y los padecimientos que fueron llegando. A los 89 años mientras mendigaba se fracturó el fémur. Impedido para salir, pudo dedicarse por entero a la contemplación, recóndito anhelo que había pervivido en su corazón. Murió el 9 de febrero de 1956 dejando consternada a la ciudad que siempre vio en él a un santo. Fue beatificado el 12 de septiembre de 2010.

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA XXV JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2017 -11 de Febrero

El asombro ante las obras que Dios realiza:

«El Poderoso ha hecho obras grandes por mí…» (Lc 1,49)

VirgendeLourdes.JPGQueridos hermanos y hermanas:

El próximo 11 de febrero se celebrará en toda la Iglesia y, especialmente, en Lourdes, la XXV Jornada Mundial del Enfermo, con el tema: El asombro ante las obras que Dios realiza: «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí…» (Lc 1,49). Esta Jornada, instituida por mi predecesor san Juan Pablo II, en 1992, y celebrada por primera vez precisamente en Lourdes el 11 de febrero de 1993, constituye una ocasión para prestar especial atención a la situación de los enfermos y de todos los que sufren en general; y, al mismo tiempo, es una llamada dirigida a los que se entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de acompañar a los hermanos enfermos. Además, esta celebración renueva en la Iglesia la fuerza espiritual para realizar de la mejor manera posible esa parte esencial de su misión que incluye el servicio a los últimos, a los enfermos, a los que sufren, a los excluidos y marginados (cf. Juan Pablo II, Motu proprio Dolentium hominum, 11 febrero 1985, 1). Los encuentros de oración, las liturgias eucarísticas y la unción de los enfermos, la convivencia con los enfermos y las reflexiones sobre temas de bioética y teológico-pastorales que se celebrarán en aquellos días en Lourdes, darán una aportación nueva e importante a ese servicio.

Situándome ya desde ahora espiritualmente junto a la Gruta de Massabielle, ante la imagen de la Virgen Inmaculada, en la que el Poderoso ha hecho obras grandes para la redención de la humanidad, deseo expresar mi cercanía a todos vosotros, hermanos y hermanas, que vivís la experiencia del sufrimiento, y a vuestras familias; así como mi agradecimiento a todos los que, según sus distintas ocupaciones y en todos los centros de salud repartidos por todo el mundo, trabajan con competencia, responsabilidad y dedicación para vuestro alivio, vuestra salud y vuestro bienestar diario. Me gustaría animar a todos los enfermos, a las personas que sufren, a los médicos, enfermeras, familiares y a los voluntarios a que vean en María, Salud de los enfermos, a aquella que es para todos los seres humanos garante de la ternura del amor de Dios y modelo de abandono a su voluntad; y a que siempre encuentren en la fe, alimentada por la Palabra y los Sacramentos, la fuerza para amar a Dios y a los hermanos en la experiencia también de la enfermedad.

Como santa Bernadette estamos bajo la mirada de María. La humilde muchacha de Lourdes cuenta que la Virgen, a la que llamaba «la hermosa Señora», la miraba como se mira a una persona. Estas sencillas palabras describen la plenitud de una relación. Bernadette, pobre, analfabeta y enferma, se siente mirada por María como persona. La hermosa Señora le habla con gran respeto, sin lástima. Esto nos recuerda que cada paciente es y será siempre un ser humano, y debe ser tratado en consecuencia. Los enfermos, como las personas que tienen una discapacidad incluso muy grave, tienen una dignidad inalienable y una misión en la vida y nunca se convierten en simples objetos, aunque a veces puedan parecer meramente pasivos, pero en realidad nunca es así.

Bernadette, después de haber estado en la Gruta y gracias a la oración, transforma su fragilidad en apoyo para los demás, gracias al amor se hace capaz de enriquecer a su prójimo y, sobre todo, de ofrecer su vida por la salvación de la humanidad. El hecho de que la hermosa Señora le pida que rece por los pecadores, nos recuerda que los enfermos, los que sufren, no sólo llevan consigo el deseo de curarse, sino también el de vivir la propia vida de modo cristiano, llegando a darla como verdaderos discípulos misioneros de Cristo. A Bernadette, María le dio la vocación de servir a los enfermos y la llamó para que se hiciera Hermana de la Caridad, una misión que ella cumplió de una manera tan alta que se convirtió en un modelo para todos los agentes sanitarios. Pidamos pues a la Inmaculada Concepción la gracia de saber siempre ver al enfermo como a una persona que, ciertamente, necesita ayuda, a veces incluso para las cosas más básicas, pero que también lleva consigo un don que compartir con los demás.

La mirada de María, Consoladora de los afligidos, ilumina el rostro de la Iglesia en su compromiso diario en favor de los necesitados y los que sufren. Los frutos maravillosos de esta solicitud de la Iglesia hacia el mundo del sufrimiento y la enfermedad son motivo de agradecimiento al Señor Jesús, que se hizo solidario con nosotros, en obediencia a la voluntad del Padre y hasta la muerte en la cruz, para que la humanidad fuera redimida. La solidaridad de Cristo, Hijo de Dios nacido de María, es la expresión de la omnipotencia misericordiosa de Dios que se manifiesta en nuestras vidas ―especialmente cuando es frágil, herida, humillada, marginada, sufriente―, infundiendo en ella la fuerza de la esperanza que nos ayuda a levantarnos y nos sostiene.

Tanta riqueza de humanidad y de fe no debe perderse, sino que nos ha de ayudar a hacer frente a nuestras debilidades humanas y, al mismo tiempo, a los retos actuales en el ámbito sanitario y tecnológico. En la Jornada Mundial del Enfermo podemos encontrar una nueva motivación para colaborar en la difusión de una cultura respetuosa de la vida, la salud y el medio ambiente; un nuevo impulso para luchar en favor del respeto de la integridad y dignidad de las personas, incluso a través de un enfoque correcto de las cuestiones de bioética, la protección de los más débiles y el cuidado del medio ambiente.

Con motivo de la XXV Jornada Mundial del Enfermo, renuevo, con mi oración y mi aliento, mi cercanía a los médicos, a los enfermeros, a los voluntarios y a todos los consagrados y consagradas que se dedican a servir a los enfermos y necesitados; a las instituciones eclesiales y civiles que trabajan en este ámbito; y a las familias que cuidan con amor a sus familiares enfermos. Deseo que todos sean siempre signos gozosos de la presencia y el amor de Dios, imitando el testimonio resplandeciente de tantos amigos y amigas de Dios, entre los que menciono a san Juan de Dios y a san Camilo de Lelis, patronos de los hospitales y de los agentes sanitarios, y a la santa Madre Teresa de Calcuta, misionera de la ternura de Dios.

Hermanos y hermanas, enfermos, agentes sanitarios y voluntarios, elevemos juntos nuestra oración a María, para que su materna intercesión sostenga y acompañe nuestra fe y nos obtenga de Cristo su Hijo la esperanza en el camino de la curación y de la salud, el sentido de la fraternidad y de la responsabilidad, el compromiso con el desarrollo humano integral y la alegría de la gratitud cada vez que nos sorprenda con su fidelidad y su misericordia.

María, Madre nuestra,

que en Cristo nos acoges como hijos,

fortalece en nuestros corazones la espera confiada,

auxílianos en nuestras enfermedades y sufrimientos,

guíanos hasta Cristo, hijo tuyo y hermano nuestro,

y ayúdanos a encomendarnos al Padre que realiza obras grandes.

Os aseguro mi constante recuerdo en la oración y os imparto de corazón la Bendición Apostólica.

8 de diciembre de 2016, Fiesta de la Inmaculada Concepción

Francisco

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MENSAJE DEL PAPA PARA LA CUARESMA 2017

“La palabra es un don. El otro es un don”

“Queridos hermanos y hermanas: La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016).

La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19- 31).

Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión.

1. El otro es un don La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21).

El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado. La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente «Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal. Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano (cf. Homilía, 8 enero 2016). Lázaro nos enseña que el otro es un don.

La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido.

La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.

2. El pecado nos ciega La parábola es despiadada al mostrar las contradicciones en las que se encuentra el rico (cf. v. 19). Este personaje, al contrario que el pobre Lázaro, no tiene un nombre, se le califica sólo como «rico». Su opulencia se manifiesta en la ropa que viste, de un lujo exagerado. La púrpura, en efecto, era muy valiosa, más que la plata y el oro, y por eso estaba reservada a las divinidades (cf. Jr 10,9) y a los reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto un carácter casi sagrado. Por tanto, la riqueza de este hombre es excesiva, también porque la exhibía de manera habitual todos los días: «Banqueteaba espléndidamente cada día» (v. 19).

En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia (cf. Homilía, 20 septiembre 2013). El apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55).

En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz. La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62).

El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención.

El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación. Cuando miramos a este personaje, se entiende por qué el Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24).

3. La Palabra es un don El Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática. El sacerdote, mientras impone la ceniza en la cabeza, dice las siguientes palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». El rico y el pobre, en efecto, mueren, y la parte principal de la parábola se desarrolla en el más allá.

Los dos personajes descubren de repente que «sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7). BOLLETTINO N. 0082 – 07.02.2017 13 También nuestra mirada se dirige al más allá, donde el rico mantiene un diálogo con Abraham, al que llama «padre» (Lc 16,24.27), demostrando que pertenece al pueblo de Dios.

Este aspecto hace que su vida sea todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su relación con Dios. En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios. El rico sólo reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la otra vida, y quiere que sea el pobre quien le alivie su sufrimiento con un poco de agua.

Los gestos que se piden a Lázaro son semejantes a los que el rico hubiera tenido que hacer y nunca realizó. Abraham, sin embargo, le explica: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces» (v. 25). En el más allá se restablece una cierta equidad y los males de la vida se equilibran con los bienes. La parábola se prolonga, y de esta manera su mensaje se dirige a todos los cristianos.

En efecto, el rico, cuyos hermanos todavía viven, pide a Abraham que les envíe a Lázaro para advertirles; pero Abraham le responde: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen» (v. 29). Y, frente a la objeción del rico, añade: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto» (v. 31). De esta manera se descubre el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios.

Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano. Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor –que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador– nos muestra el camino a seguir.

Que el Espíritu Santo nos guie a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados. Animo a todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana.

Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua.

Vaticano, 18 de octubre de 2016 Fiesta de San Lucas Evangelista

FRANCISCO

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