LA CARRETILLA DEL TRAPECISTA

Un circo ambulante hacia las delicias del público.

Un trapecista se colocaba sobre un alambre tensado entre dos extremos del circo y a mucha altura desarrollaba sus ejercicios de acrobacia. Una de sus demostraciones consistía  en  llevar una carretilla sobre el alambre. Llega  a la meta. Se vuelve y retrocede. Se detiene. Grita desde arriba a los espectadores: “¿Creen que puedo arrastrar la carretilla hasta el otro extremo?”.

Todos toman la pregunta como una broma y le gritan en voz alta: “Naturalmente, si la has pasado antes”.

Pero el artista no se conforma con esto y se dirige directamente a uno de la primera fila y le pregunta: “¿Lo cree usted realmente?”

De nuevo brota el mismo grito de entusiasmo: “¡Sí, naturalmente!”. “Entonces -dice el artista- venga y siéntese en mi carretilla”.

Silencio desconcertante.

REFLEXIÓN:

Todos conocemos personas capaces de «taladrar-te», como dicen los jóvenes, para «venderte la moto» de cómo debería ir el mundo.

Ahora pienso en una persona, al que considero un buen amigo, pero que se encuentra obsesionado por conseguir y ver el paraíso terrenal de la fraternidad, en un país de América del sur. Es un auténtico militante. Mas si entráramos a valorar su relación con los miembros de su hogar, su mujer y los hijos, nos sorprendería su falta de respeto y de colaboración. Se repite la escena del entusiasta espectador que no acepta subirse a la  «carretilla» de su propia casa.

 Todos conocemos a muchas personas (quizás bien cercanas) que se llaman creyentes (practicantes o no) pero que no han subido al «carro» y no piensan subir, alguno con la excusa de que no tiene tiempo. Me recuerda aquel feligrés que antes de morir encargó a su hermana que fuera a comprar un crucifijo y lo guardara en la cómoda por si un día lo tenía que utilizar.

 La cantante Nuria Feliu, como si conociera el cuento del trapecista, canta la relación amorosa en estos términos: «Poco a poco … sencillamente, tu compañía, poco a poco en ti me ha transformado».

 Para los que tenemos al trapecista Jesús por referente, este nos invita a perder el miedo, a tener confianza en él y subir al «carro».

 Las teorías o los discursos de poco sirven. Sólo tú compañía, despacio, en tí me ha transformado.

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