DOMUND 2016 – IGLESIA EN SALIDA, IGLESIA MISIONERA

CARTA PASTORAL 

Queridos diocesanos:

“Sal de tu tierra”. Estas palabras del lema del DOMUND de este año son bien conocidas por los fieles cristianos familiarizados con la Sagrada Escritura. Forman parte del mandato de Dios dirigido al patriarca Abrahán cuando le manifestó el destino para el que lo había elegido: “Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré” (Gn 12,1). Esta llamada e invitación tiene una correspondencia muy hermosa en las palabras que elegimos el año pasado como referencia para el programa pastoral del actual quinquenio 2015-2020, tomando a María, la Madre del Señor y Madre nuestra, como el más bello icono que nos sirviese de modelo para la actividad pastoral: “María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá, entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel” (Lc 1,39-40). Ante la citada jornada misionera os invito a seguir contemplando la figura de María obediente a la indicación del ángel y poniéndose en camino presurosa al encuentro de su pariente Isabel que estaba viviendo un momento especialmente delicado. La actitud de María fue semejante a la de Abrahán, es decir, estaba animada y sostenida por una fe traducida en obediencia diligente, en una disponibilidad personal y absoluta para compartir la alegría y la esperanza que ella misma había experimentado en Nazaret. En la carta pastoral del pasado curso os señalaba el énfasis que pone san Lucas al evocar la actitud de María. El verbo empleado por el evangelista significa no solo alzarse sino, muy especialmente, ponerse en movimiento, de manera que esta referencia aparece también en aquellos relatos del Evangelio que aluden a una fuerza interior que lleva a la acción. Justamente esa es la actitud que se encierra en las palabras dirigidas por Dios a Abrahán y, por extensión, a todos los enviados para una misión, como es el anuncio del Evangelio: “Sal de tu tierra”, de tu ambiente, de tu pequeño mundo, de tus gustos o manías, de tu instalación…, porque esta es la primera condición para convertirse en “misionero”. Dios mismo, en Jesucristo, salió de su gloria eterna para hacer realidad la salvación en nuestra existencia terrena, pobre y limitada. Por eso el Papa Francisco ha dicho que “la manifestación más alta y consumada de la misericordia -no olvidéis que estamos todavía en el Año Jubilar de la Misericordia- se encuentra en el Verbo encarnado” (Mensaje para el Domund 2016). Jesús en persona, con su actitud, es el mejor referente para una Iglesia diocesana, una parroquia o comunidad, una familia, un grupo eclesial, unos creyentes, etc., que no quieran encerrarse en sí mismos o en su falsa seguridad. “Sal de tu tierra” le dijo Dios a Abrahán. “¡Lázaro, sal fuera” le gritó Jesús a quien llevaba muerto varios días (cf. Jn 11,43). ¡Salid de una vez!, nos dice el Señor a todos nosotros. ¡Poneos en camino! ¡No tengáis miedo! Por eso, o somos una “Iglesia en salida” o dejamos de ser Iglesia. Si no anunciamos de verdad a Jesucristo tratando de cumplir nuestra misión, si no ayudamos eficazmente a los misioneros que se esfuerzan en la vanguardia del Evangelio, nos convertiremos en una bella asociación cultural, una mera sociedad benéfica, etc., o seremos una Iglesia enferma: “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). Con mi cordial saludo y bendición:                                                                             

                                                                                                           + Julián, Obispo de León

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