SONETOS DE PASIÓN

Soneto de la Pasión

Pastor que con tus silbos amorosos

me despertaste del profundo sueño,

Tú que hiciste cayado de ese leño,

en que tiendes los brazos poderosos,

 

vuelve los ojos a mi fe piadosos,

pues te confieso por mi amor y dueño,

y la palabra de seguirte empeño,

tus dulces silbos y tus pies hermosos.

 

Oye, pastor, pues por amores mueres,

no te espante el rigor de mis pecados,

pues tan amigo de rendidos eres.

 

Espera, pues, y escucha mis cuidados,

pero ¿cómo te digo que me esperes,

si estás para esperar los pies clavados?

Lope de Vega

Soneto a Cristo crucificado

No me mueve, mi Dios, para quererte 

el cielo que me tienes prometido, 

ni me mueve el infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.

 

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte 

clavado en una cruz y escarnecido, 

muéveme ver tu cuerpo tan herido, 

muévenme tus afrentas y tu muerte.

 

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, 

que aunque no hubiera cielo, yo te amara, 

y aunque no hubiera infierno, te temiera.

 

No me tienes que dar porque te quiera, 

pues aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

Anónimo

Fuerza de lágrimas

Con ánimo de hablarle en confianza

de su piedad entré en el templo un día,

donde Cristo en la cruz resplandecía

con el perdón que quien le mira alcanza.

 

Y aunque la fe, el amor y la esperanza

a la lengua pusieron osadía,

acordéme que fue por culpa mía,

y quisiera de mí tomar venganza.

 

Ya me volvía sin decirle nada,

y como vi la llaga del costado,

paróse el alma en lágrimas bañada:

 

Hablé, lloré y entré por aquel lado,

porque no tiene Dios puerta cerrada

al corazón contrito y humillado.

Lope de Vega

 

 

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