QUERIDA SOR MONTSERRAT

Querida Sor Montserrat:

Hoy es un hermoso Domingo de Ramos, donde celebramos y recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, y usted ha querido marchar junto a Jesús para ser parte del cortejo celeste. Nos ha dejado toda una vida de amor y entrega a la regla y a la Orden Benedictina en el monasterio Santa Cruz.  Usted ha sido esa virgen prudente siempre con la lámpara encendida a la espera de la vuelta de su Señor. Su larga vida de fe y entrega a Dios, a sus hermanas de comunidad y a todos los que se acogían a la hospitalidad benedictina donde su ternura y afabilidad no tenía paragón; sin duda es lo mejor que deja en el recuerdo de todos los que la conocimos y tratamos. El Señor la ha llamado al banquete de bodas como invitada distinguida. Sea usted nuestra inmediata intercesora para que también un día nos incorporemos a la Jerusalén celeste y nos unamos a los cánticos de gloria y alabanza a Dios nuestro Señor. Seguro que ya gozará de la paz divina y de la Luz perpetua.

Sepa que siempre la llevaremos en nuestro corazón, mientras este aliente nuestra vida. 

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