Los mártires del siglo XX en España, firmes y valientes testigos de la fe

 BIC“La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos” Tertuliano

La Iglesia en Tarragona posee una gran tradición martirial que se remonta a los primeros tiempos del cristianismo.

Mártires fueron los santos protectores de Tarragona, Tecla y Magín; pero fueron los santos mártires Fructuoso, obispo, y Augurio y Eulogio, diáconos, quienes abren y marcan la tradición local. Por otra parte, la Causa de Tarragona es la más numerosa en cuanto al número de Beatos de las treinta y cuatro causas que componen esta magna beatificación. La Guerra Civil es el contexto sociopolítico en que se produjo la muerte de la mayoría, pero ellos son víctimas no de una Guerra Civil, sino de una persecución religiosa, dos conceptos totalmente diferentes. Una beatificación no se hace jamás en contra de nadie, de modo que proclamar la bienaventuranza de nuestros hermanos no es proclamar de ninguna de las maneras la maldición o la condena de los otros.

Necesitamos el testimonio de los mártires y aprender constantemente de la lección de su sacrificio. En un tiempo en que estamos rodeados por tanta ideología que niega al Dios vivo y es adversa a la fe, los mártires nos ayudan por su intercesión y su testimonio a permanece fuertes en la fe.

Sabemos que quizás no estemos llamados al martirio cruento, pero sí estamos llamados a dar testimonio del Evangelio de Jesús en la cotidianidad y en las actividades temporales. Un testigo sólo es creíble si vive la caridad de los hijos de Dios. Esto es lo que el mundo espera de nosotros, y es dando testimonio de la fe como amamos al mundo y a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Los cristianos tendrán que sufrir la tentación de dejar de creer en Dios y en su Cristo en un mundo, muchas veces no únicamente profano, sino profanado por las fuerzas ocultas que denigran a las personas bajo el imperio del pecado, cuya fuerza es la fascinación por el poder y la riqueza y por una visión materialista de la vida y de la Historia, unos poderes que llevan a las sociedades a no amar la vida, a la alienación de la condición humana y al sufrimiento de los más pobres. La fe del mártir es un reconocimiento absoluto del misterio del Dios viviente. Su muerte representa en su cuerpo mismo la Eucaristía del Señor, ya no sobre el altar, sino en su muerte gloriosa. La muerte martirial de un obispo o de un presbítero es un acto sacerdotal. Y, por eso, su muerte santifica a la Iglesia y comunica la gracia de Cristo.

«El martirio es el acto más perfecto de caridad» Santo Tomás de Aquino
+ Jaime Pujol, Arzobispo de Tarragona

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