II Domingo de Pascua o de la Divina misericordia

 “LAS LLAGAS DE LA MISERICORDIA”
La fe de Tomás: “Señor mío y Dios mío”
Se llama a este domingo el de Tomas, por el especial protagonismo del apóstol en el texto evangélico de la Eucaristía. Su desconfianza de principio produjo después un estallido de amor con esa frase —“¡Señor Mío y Dios Mío!”— que ha servido a millones y millones de cristianos y cristianas para expresar su fe de manera profunda y amorosa. Este Segundo Domingo de Pascua es asimismo el domingo de la Misericordia, tal como estableció, el siempre recordado, Beato Juan Pablo II. Y se termina la Octava de Pascua, esa semana encargada de celebrar jubilosamente la Resurrección del Señor Jesús.

¡Con mi Iglesia, creo en ti, Señor!

Ven, Señor, y como a Tomás muéstrame tu costado
no para que crea más o menos
sino para sentir un poco el calor de tu regazo.

Ven, Señor, y como a Tomás, enséñame tus pies
no porque desee verlos taladrados
sino porque, al contemplarlos,
conoceré el precio que se paga
a los que desean andar por tus caminos.

Ven, Señor, y como a Tomás, dame tus manos
no para advertir los agujeros que los clavos dejaron
sino para, juntando las mías sobre las tuyas,
comprender que he de ayudar al que está abatido
animar al que se encuentra desconsolado
o servir con generosidad,
a todo hombre que ande necesitado.

 

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