Misioneros de la fe

Ante el día del DOMUND de 2012

Queridos diocesanos:

El día 11 de octubre S.S. el Papa Benedicto XVI abría para toda la Iglesia el Año de la Fe en conmemoración del Concilio Vaticano II y de la promulgación de la edición oficial del Catecismo de la Iglesia Católica. Días antes se inauguraba la Asamblea sinodal sobre la Nueva Evangelización y era proclamado doctor de la Iglesia San Juan de Ávila, modelo de evangelizadores. Todos estos acontecimientos confieren un significado especial a la Jornada Misionera Mundial de este año. ¿Cómo no dar gracias al Señor por la renovada conciencia misionera que se ha producido en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II y, en particular, por el Decreto Ad gentes promulgado el 7 de diciembre de 1965, la víspera de la clausura de aquel gran acontecimiento eclesial? Aquel Decreto fue como un nuevo envío misionero: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15).

Después vinieron, en continuidad con aquella llamada a propagar la fe y la salvación de Cristo que tiene su origen precisamente en la misión del Hijo y en la misión del Espíritu Santo, la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi de Pablo VI (1975), la Encíclica Redemptoris Missio del Beato Juan Pablo II (1990), la Instrucción de la Congregación para la Evangelización de los pueblos sobre la cooperación en la misión (1998). En España hay que citar las Instrucciones pastorales de la Conferencia Episcopal de contenido misionero de 1979 y 2008 y las orientaciones de 1995 y 2001, además de las reflexiones y sugerencias de la Comisión Episcopal de Misiones. Pero lo más importante no son los documentos sino la conciencia misionera de los miembros de la comunidad eclesial como propone el lema del próximo Domund: Misioneros de la Fe, es decir, mensajeros de la fe que llevan nuevos discípulos a Cristo (AG 20).

Nuestro programa pastoral diocesano para el curso 2012-13, nos urge profesar, celebrar, vivir y hacer objeto de oración la fe, pero también la preocupación por compartirla no sólo con los más cercanos sino incluso con todos los pueblos. Por muy urgente que sea entre nosotros la nueva evangelización no podemos olvidar la responsabilidad que todos los bautizados tenemos en la propagación de la fe y en el primer anuncio del Evangelio a los no creyentes en Cristo, y la cooperación con otras Iglesias, generalmente de continentes distintos del europeo. Nuestra Diócesis ha sido siempre misionera y lo prueban los más de 500 sacerdotes, religiosos/as y laicos que aún trabajan en tierras de reciente evangelización. Su número y calidad ha dependido en gran medida del espíritu de fe de sus familias y parroquias de origen. Hoy este espíritu parece haberse enfriado y una forma de recuperarlo es estimular otra vez la conciencia misionera de todos los católicos. “La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!”, afirmó el Beato Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Missio (n. 2).

O podemos esconder la fe debajo del celemín. Todos somos misioneros de la fe, capaces de dar razón de ella de palabra y con el testimonio, de compartirla y de formarla en aquellas personas que dependen de nosotros, como los niños y los jóvenes. Para eso es preciso también cultivarla con ayuda de la Sagrada Escritura y del Catecismo de la Iglesia Católica, y hacerla vida propia pidiendo al Señor que nos la aumente.

Con mi cordial saludo y bendición: Julian, Obispo de León

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