Domingo XXIII del tiempo ordinario

Jesús nos da la libertad

No podemos ignorar que las muchedumbres que seguían a Jesús lo hacían por intereses muy concretos: ser curados de sus enfermedades, saciar su hambre, encontrar acogida y cariño, esperanza en un futuro, en un mundo, en un reino nuevo y mejor. Las muchedumbres no seguían a Jesús por la sublimidad de sus enseñanzas teológicas, ni porque fuera más sabio e inteligente que los demás rabinos, escribas o fariseos, la causa principal por la que las muchedumbres seguían a Jesús era el egoísmo, porque Jesús les daba y les prometía algo que no le daban, ni le prometían los demás. Todos somos egoístas desde que nacemos hasta que morimos, con egoísmos más o menos domesticados o camuflados. Tratemos de hacer el bien a los demás, de darles algo que realmente quieren y necesitan; de lo contrario nuestras más excelsas y sublimes predicaciones serán estériles e ineficaces. Cada uno de nosotros y nuestra Iglesia, en general, debe tener esto en cuenta.

“Ábrete” es una palabra que nos anuncia la salvación y la liberación del mensaje de Jesús, pero al mismo tiempo, nos denuncia nuestras “ataduras” y nuestras “cerrazones”. Las personas corremos el riesgo de vivir con el corazón cerrado, ensimismados en nosotros mismos, ignorando a los demás. Pero Jesús con su Palabra quiere abrirnos el corazón. Cuando somos capaces de experimentar que la Palabra de Dios ha llegado a nuestro corazón y se ha convertido en luz para nuestra vida, entonces también se nos desata la lengua y empezamos a alabar a Dios, como aquella gente pagana que reconoce en Jesús al Mesías: “Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
Quizás podíamos hacernos hoy la pregunta:  ¿Qué me ha dicho Dios hoy a través de su Palabra? ¿Ha tocado mi corazón? ¿Le he dejado entrar en mi intimidad? ¿O sigo sordo y mudo? La respuesta nos la dará nuestra vida, si en ella permanecemos “atados” a lo material y “encerrados” en nosotros mismos, o si por el contrario, somos capaces de encarnar el mensaje salvador de Jesús, a través de la alegría, el servicio, la esperanza, el amor, la acogida, la escucha, la solidaridad… Que esta sea hoy nuestra revisión. Nunca es tarde para dejar que Dios entre en nuestro corazón y en nuestra vida.

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