¡Cristo ha resucitado! ¡Feliz Pascua!

Pope Benedict XVI 2.jpgSi la resurrección de Jesús no hubiera sido más que el milagro de un muerto redivivo, no tendría para nosotros, en última instancia, interés alguno. No tendría más importancia que la reanimación, por la pericia de los médicos, de alguien clínicamente muerto. Para el mundo en su conjunto y para nuestra existencia, nada hubiera cambiado: El milagro de un cadáver reanimado significaría que la resurrección de Jesús fue igual que la resurrección de la joven de Naín, de la hija de Jairo, o de Lázaro. De hecho, estos volvieron a la vida anterior durante cierto tiempo para, llegado el momento, antes o después, morir definitivamente.
Los testimonios del Nuevo Testamento no dejan duda alguna de que, en la resurrección del Hijo del hombre, ha ocurrido algo completamente diferente. La resurrección de Jesús ha consistido en un romper las cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo, a una vida que ya no está sujeta a la ley del devenir y la muerte, sino que está más allá de eso; una vida que ha inaugurado una nueva dimensión de ser hombre. Por eso, la resurrección de Jesús no es un acontecimiento aislado que podríamos pasar por alto y que pertenecería únicamente al pasado, sino que es una especie de mutación decisiva, un salto cualitativo.
En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la Humanidad. Por eso Pablo con razón, ha vinculado inseparablemente la resurrección de los cristianos con la resurrección de Jesús. “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó… ¡Pero no! Cristo resucitó entre los muertos el primero de todos”.

Texto de Jesús de Nazaret de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI

Esta entrada ha sido publicada en Testimonios y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.